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El amo y el esclavo

Germán es un pibe que conocí en la adolescencia; hermano de una conocida y figurita repetida de los recitales de la pequeña escena under de Santa Fe. Flaco, alto, de voz grave y profunda, piel blanca, ojos grises, pelo oscuro y siempre revuelto, con unas cejas que le daban un aspecto un poco maligno; cada vez que nos veíamos, las charlas y la buena onda fluía con facilidad, pero aún así se notaba que era alguien solitario y un poco raro, un poco oscuro; pero a pesar de eso- o justamente por eso- me encantaba.
En un momento nos dejamos de ver. Pasaron años hasta que nos volvimos a encontrar, gracias a las crecientes redes sociales. Nos juntamos, esta vez sin toda la gente que siempre había de por medio cada vez que nos veíamos. Otra vez todo fluía, y otra vez me empezaba a surgir ese interés por él, que me palpitaba debajo de la bragueta, durante todas las horas que pasábamos juntos y que se pasaban volando. Nos empezamos a ver cada vez más seguido, hasta que un día le propuse ir a tomar unas birras a la noche, con la esperanza de que se quede a dormir en casa, pero cayó con un amigo, Leo, un pibe medio dark, robusto, de piel clara, ojos y pelo bien negros, con un par de piercings en la cara, que se los había hecho él mismo ya que estaba tratando de aprender el oficio. Tenía pinta de tímido y un poco depresivo.
Después de unos litros de alcohol, Germán sacó un faso gigante y empezamos a fumar, los tres sentados en mi cama, porque mi compañera de departamento tenía visitas en el comedor. La primer seca me pegó tan fuerte, que me caí hacia atrás y me quedé sobre el pecho y los brazos de Germán. Él no dijo ni hizo nada; su amigo, tampoco, sólo nos miraba.
Cuando empezó a amanecer me desperté entreverado entre las piernas de Germán y Leo, acostados pie con cabeza, ambos aboyados sobre sí mismos, cagados de frío. Me levanté, busqué una frazada, los tapé, y me volví a meter en la cama. No recuerdo cómo nos despertamos ni despedimos, pero esa fue la última vez que nos vimos hasta, nuevamente, varios años después.
Cuando volvimos a hablar, Germán me contó que antes de la última vez que nos vimos, Leo le había propuesto hacerle un piercing en la pija, a lo que él accedió, y que al momento de empezar la perforación, cuando Germán se bajó el pantalón, Leo se quedó mirándole la chota un rato largo, quieto, en silencio, como estupefacto, hasta que se puso los guantes de látex y empezó a pasarle un algodón con no sé qué, pero masajeándolo con mucha suavidad, durante otro rato, hasta que a Germán se le empezó a parar la verga. Leo, sentado e inclinado hacia adelante, con la pija dura de su cliente acostado, y Germán, con su pija dura en manos de su perforador, se quedaron mirando en silencio, sin saber qué hacer ni decir, ni pensar, ni sentir, ni desear… No entendí por qué, pero al final no pasó nada, ni de sexo ni de piercing. También me contó que después de eso, le habían entrado ganas de experimentar con otros chabones, y que como había ganado mucha confianza con Leo y conmigo, sin darse cuenta aquella noche de birras y porro vino a mi casa con la intención de que terminemos como terminamos… los tres en la cama; sólo que él hubiera preferido que con menos ropa… Pero como después se dio cuenta de ese deseo y le agarró culpa y vergüenza, había reaccionado por cortarnos el rostro a Leo y a mí.
En la medida que seguimos hablando fui entendiendo las intenciones del pibe, pero también sus morbos. Hablamos de lo dominante que es, y de las muchas fantasías que teníamos que rozaban el sadomasoquismo. Le dije que si él quería dominar, yo quería ser el que obedeciera; que si él quería ser servido, yo podía servirlo; y que si él quería esclavizar a alguien, yo quería ser ese esclavo. Me preguntó si me dejaría penetrar, a lo que respondí que no, pero él insistió e insistió. Ser activo y sumiso pareciera no encajar… Él me dijo que no me iba a insistir, pero que cuando estuviera en su poder no iba a poder negarme. Todo lo que decíamos me parecía tan excitante como también un poco perverso y peligroso, pero me dije a mí mismo que de todos modos ya había querido desde hacía mucho tiempo experimentar algo así, y que podía probar, y que si no me copaba podía terminar todo ahí y punto.
Así que pactamos un encuentro, con las reglas bien claras: tenía que hacer todo lo que él dijera, y todo lo que importaba era su placer, no el mío.
Cuando llegué, para mi sorpresa, no me atendió él sino Leo, que estaba un poquito más groso y tenía más piercings que antes. Nos saludamos un poco incómodos, entré, saludé a Germán, y nos sentamos en el living de la casa. Leo se sentó cerca de Germán, mirando el piso y frotándose los brazos a cada rato. Hablamos un rato, como para evitar ir al grano tan rápido.
Cuando nos quedamos repentinamente callados, se notó aún más el clima tenso que había. Fue en ese momento que Germán dijo:
—Quiero un pucho.
En la mesita ratona del living había una caja de puchos y un encendedor al lado, ambos evidentemente recién comprados. Abrí el paquete, saqué un cigarrillo y se lo pasé con el encendedor. Germán se quedó mirándome fijo, con una sonrisa cínica, me preguntó con sarcasmo:
— ¿Lo tengo que prender yo?
Le dije que ok, que se lo prendía yo, y en eso salta Leo y le dice, con una horriblemente pésima actuación:
—Yo se lo prendo, señor.
Me sacó el encendedor y el pucho y se lo encendió, se fue detrás del sillón en el que estaba sentado Germán, y le dio de fumar en la boca. Yo empecé a sentirme ridículo con ese jueguito de roles, y a arrepentirme de haber hecho semejante viaje al pedo; pero justo Germán se empezó a desajustar el cinto y a bajar el cierre mientras me hacía un gesto para que me acercara y me pusiera de rodillas. Y de repente sacó una hermosa pija rosada, bien gruesa y con una curva ascendente, cabezona y brillante soltando una primer gota de líquido pre seminal. Fue ahí cuando todo me chupó un huevo, me arrodillé y le agarré la pija con una mano, y con la otra le saqué del pantalón los huevos, bien grandes y largos. Me la acerqué un poco y aspiré ese olor a hombre, mientras lo miraba a él, ahí, recostado sobre el sillón, con las piernas bien abiertas, y servido por dos pibes, uno que le daba de fumar en la boca y el otro que le estaba por hacer un pete religioso.
Cuando se la empecé a chupar casi me vuelvo loco; el sabor del precum y esa pija soberbia abarcándome la boca eran geniales!, tuve que abrir bien grande para que me entre casi toda. Bajé y subí lubricándome bien la chota, una y otra vez, mientras sentía sus gemidos y eventuales secas que le daba al pucho que Leo le servía. Yo ya estaba re encarpado, mojadísimo, y sentía que podía llegar a acabar sin tocarme, estaba demasiado pero demasiado caliente. Chupé esa pija como un desesperado, gimiendo, casi llorando. Se la chupé tanto y tan hondo que le terminé dejando una gruesa capa de una baba bien espesa que me quedaba colgando de los labios y de la barba cada vez que me la sacaba para tomar un poquito de aire.
En un momento Germán me agarró la cara con una mano y me sacó de un empujón, tras lo cual le hizo un ademán a Leo para que se arrodillara. Eso me molestó muchísimo, tanto que se me bajó. Pero él no se dio ni cuenta, porque ni me miraba. Al que miraba era a Leo, y lo miraba casi con dulzura, con una sonrisa afectuosa.
Leo se arrodilló muy despacio, muy nervioso, como si no estuviera seguro. Me daba la sensación de que por dentro tenía mucho miedo. Levantó una mano muy lentamente y la puso alrededor de la base de la verga de Germán. No la miraba fijamente, sino que alternaba entre el piso y esa chota que ya estaba soltando un hilo de espeso y brillante precum. Yo me estaba desesperando, y aunque quise acercarme varias veces, Germán me rechazaba. Seguí mirando impaciente a Leo, que no se animaba de una puta vez agarrar esa chota y devorarla. El muy boludo estuvo así un rato largo, con la pija de Germán en frente, pajeando temblorosamente, arrimándosela a la cara pero sin hacer mucho más, levantándola para poner la nariz entre esos hermosos huevos de macho. Llegó un momento en que Germán se le acercó a Leo y le dijo unas cosas al oído, mientras le acariciaba el pelo e intercambiaban un par de palabras. Yo me sentí muy mal, porque estaba celoso y porque me parecía patético sentir celos. Cuando Leo por fin, POR FIN(¡) se la empezó a chupar, lo hizo tan mal que me casi se me escapó una carcajada. Pero traté de disimular la risa acercándome a Leo, y mirando a Germán para ver si me lo permitía… no me dijo nada, pero al menos no me echó. Caminando con las rodillas me acerqué a la espalda de Leo y lo abracé, y le empecé a dar besos en el cuello, y después lamidas suaves, hasta que empezó a gemir, y entonces lo empecé a acariciar por todo el cuerpo, hasta que pasé por su entrepierna y me encontré con una terrible carpa. Ahí le empecé a desajustar el nudo de cordones de la malla que tenía puesta hasta que pude verle el slip mojado y sucio de wasca… el pibe se había acabado encima y sin tocarse. Seguramente era muy virgen o muy precoz, pero de lo que no cabía duda era de que estaba re caliente y de que todavía estaba duro. Le metí la mano en el slip todo enlechado y lo empecé a pajear, sintiendo la deliciosa sensación en la mano de estar tocando una pija lubricada de wasca y el ruidito que hacía. Después, mientras lo seguía pajeando, acerqué la cara para poder volver a chuparle la pija a Germán, justo cuando Leo me metía la mano en el pantalón y me empezaba a manosear el también, así que así terminamos, Leo y yo arrodillados frente a Germán, sujetando cada uno con una mano esa riquísima verga y convidándonos entre los dos, y con la otra mano pajeándonos mutuamente. Volver a sentir la suave piel del glande de Germán me puso re caliente de nuevo al toque, así que fui el primer en acabar. Acabé tan fuerte que se me escapó un grito ronco y me quedé sacudiéndome por un rato. Después acabó Germán, que salpicó tanto que me salpicó la espalda y el hombro derecho y parte de la nuca, y después de un rato Leo, que hizo mucho esfuerzo porque una vez que acabamos Germán y yo se le empezó a bajar, así que se pajeó dentro del bóxer hasta que de acabó de nuevo, ensuciándose más todavía, tanto que la leche se le filtraba a través de la tela del bóxer.

3 comentarios - El amo y el esclavo

KaluraCD +1
El amo y el esclavo

¨Buena historia, muy bien relatada.

Gracias por compartir y feliz 2016 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
StaFuck
Muchas gracias.
KaluraCD
@StaFuck

Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
XicoUY +1
que historia!
StaFuck
Me alegro que te haya gustado! Y gracias por los puntos.!
GloryHolenqn +1
muuuuuuy excitante!
StaFuck
Me alegra que te haya gustado, man. Saludos.