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Capitulo 05 - Con mi jefe militar



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Pueden ver las demás partes acá:
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Ahora sí, gracias por esperar, espero les guste:


—¿Me hacés una carga virtual?
Yo no sé cómo le dio la cara para excusarse con eso. Ya fue mucho para mí. No iba a soportar irme ese día sin hacer nada.
—Pensé que me iba a pedir otra cosa—ni sé cómo dije toda esa oración.
—¿Algo cómo qué? Me tengo que ir a bañar, a las 5 tengo una reunión.
Miró hacia la pared para asegurarse que no era tarde. La indiferencia era lo que le salía mejor pero sus intenciones no se camuflaron ya.
—Aún hay tiempo. Son tres y media.
El sondear así era jugar al límite y no me importaba. De eso me sentí seguro.
Él, obviamente, captó mi onda. Suspiró. Se puso en posición de negociado. Como buen milíco al que no le gusta perder.
—¿Qué querés pendejo? Estamos solos acá. Así que sin boludeces. —fue contundente.
No pude creer tenerlo así: casi desnudo delante de mi. Ese bóxer en cualquier momento se caía.
La fragancia a transpirado empezó a venir de su habitación. Olor a huevos. A pija. A transpiración corporal. Definitivamente a medias sucias también. Ese tipo era desagradable pero yo, yo caí en la hipnósis de sus olores corporales y masculinos.
—Te escucho. —cruzó sus brazos.
Me aseguré de costado que no entrara nadie. Pero también cerré la puerta del despacho para actuar mejor. El corazón me latió a mil.

Caminé el estrecho pasillo que daba a su habitación privada. Él no se movió de su posición inicial.
—Vos relajá—
Frente a él y dicho esto puse mi mano sobre su bulto.
—Yo sé muy bien lo que querés—fue la secuencia inicial. Mi boca y cara estaban sobre su cuello.
Tenia la piel más suave de lo que parecía tenerla. No olió tan mal como pareció oler. Su perfume era un poco fuerte y agrio pero lejos de desagradar.
Mis labios en contacto con su piel curtida y militar, con su piel con años de cuartel y uniformes camuflados y bage hizo una descarga y fue como una droga para mi. Él como de piedra no hacia nada. Sólo apoyó un brazo en la pared. Empecé a bajar.
En su pecho, sentí más olor a transpiración, vino del gimnasio, era lógico, y en particular, para mi muy excitante. Recorrí desde donde terminan las axilas hasta el centro de su pecho enredando mi lengua una y otra vez en sus entrecanos vellos.
Ya no daba más.
Le levanté un poco más el brazo con el que se apoyó en la pared hundiendo mi nariz en ese manojo de vellos negros húmedos que allí esperaron mi lengua loca. Su olor a macho era muy fuerte y me terminó de poner en pleno éxtasis. Mi nariz como aspiradora no dejó un milímetro de ella sin explorar. Mi boca sació su sed de hombre también. Él observó. Cayendo en la cuenta del putito empleado con el que estuvo trabajando todo este tiempo.
Allí fue donde sentí que sus manos me agarraron la cabeza. Me sacaron de mi goce. Su cara de perversión y lujuria eran la gloria.
—Nunca pensé que fueses tan putito pendejo. ¡Qué tuvieses tanto deseo por un macho!
Terminó su discurso de calentón pajero y me plantó un beso con lengua tan pero tan lleno de morbo que era como la frutilla del postre del momento.
No tenía la boca muy grande pero la sabía usar. Tenía rico aliento. Me estaba dando cuenta que lo desagradable sólo era una fachada. Y era muy rico macho. Se movía con mucha experiencia dentro de mi boca. Me mordió los labios al terminar de besarme. No podía creer lo que pasó. No podía creer cómo lo disfruté.
Fueron dos segundos que me miró y en los que con una mano sobre la nuca y la otra un poco más arriba me direccionó hacia su pija, prisionera de su bóxer con elástico gastado. Restregué mi cara sobre él. Olor a orin, a bolas transpiradas, húmedas y sobre todo a una pija viril como el dueño inundaron mis sentidos. No me quería salir de allí. Sentí sus jadeos bajos, vi como levantaba la cabeza gozando cada segundo. No di más. Le bajé el boxer y empecé a dedicarle lenguetazos a su vello púbico abudante y de color negro, al igual que el de sus axilas. Descubrir de a poco el macho tras el uniforme bage y las insignias militares era todo un lujo. Seguí bajando, me encontré con un pedazo de carne grueso y de aproximadamente 15cms. Tal vez no era uno de esos de pelicula porno pero ¡era el de mi jefe! ¡Y lo que puedo asegurarles es que era bastante grueso! Ni hablar de sus huevos. Dos pelotas bien grandes, adornadas con más vello, que lleve a mi boca y deleité como helado en verano. Le pasé la lengua entre medio de las dos. Separé un poco sus piernas. Quedó en la esquina de la pared, apoyándose con sus manos atrás y a merced mía. Empecé a pajearlo delicadamente. No aguantó mucho en querer tomar el control.
Me metió toda la pija en la boca.
Yo puse todos mis conocimientos en tragármela completa. Como les señalé antes, el grosor me hizo un poco difícil la tarea pero no imposible. Puse todo de mi parte para darle ó devolverle todo el placer que a mí me estuvo dando desde que lo vi así.
Tenía la pija un poco sucia, signos de haberse hecho la paja antes, y de no limpiarse los restos de su acabada. Luego de tragármela entera un par de veces le dediqué una buena mamada a su glande, un glande violeta y mojado, una pija un poco más oscura que el tono de piel de su cuerpo, acompañado de ese escroto tan rico como agradable a la vista.
—Abrí la boca que viene el premio. —dijo entre dientes.
Me la metí nuevamente dentro de la boca hasta que mi nariz quedó hundida en sus pelos y mi boca rozaba su escroto muy delicadamente.
Fueron tres brutales embestidas.
Su gemido fue ahogado pero intenso. Si se necesitaba una prueba de placer, esa era la más clara.
Me inundó la boca con semen, caliente y abudante semen. ¿Por la calentura? ¿Por la situación? ¿Por la abstinencia? ¿Porque hace rato no le hacian sexo oral? ¡Qué se yo!
Me dejó hilos de leche colgando de mis comisuras cuando me la sacó.
Yo me la tragué toda. Él se la exprimió hasta dejarla seca. Al menos esa sesión.
Me miró, yo me levanté de inmediato, tratando de secarme un poco la boca.
—Ramirez te limpiás y en menos de dos segundos te quiero fuera, ¿me escuchaste? ¡Puto maricón! —volvió a la normalidad de esos días que no lo soporté.
No emití sonido. Salí del despacho con la boca tapada de verguenza y con la última imágen de viéndolo en bolas buscando algo para secarse.
Sonreí agarrando mi mochila. Logré mi cometido. Al menos el primero de ellos.
Quería cojer con él. Eso era lo próximo que haría.

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