Me llamo Gabriel, tengo 22 años, vivo en Once y trabajo en La Contaduría del Ejército.
La verdad no me puedo quejar, es un laburo tranquilo que me deja bastante tiempo libre a la tarde y me permite estudiar, y sobre todo, disfrutar del día. Mi tarea es pura y exclusivamente administrativa, por lo que muchas veces no tengo actividades para matar las 6 horas que debo estar dentro de la oficina y por la cual a veces se distorsiona un poco mis funciones en el lugar, ya que he hecho de cadete, he ido a hacer trámites personales de mi jefe, en fin, una labor arbitraria.
Soy de esos chicos a los que no les darías ni bien los ves pero a los que tampoco dejás pasar de lado ó catalogás enseguida de feos. Soy rellenito, ojos marrón oscuro, piel morena, pelo corto negro, cejas tupidas, nariz redondeada, boca gruesa y bastante velludo.
Si debo nombrar algo que me fastidia de mi trabajo es mi jefe: un hombre de 56 años, detestable para mi gusto y de ese tipo de personas que te hacen poner incómodo en cualquier situación, agregandole el plus de que es militar. Teniente coronel, un grado donde la forreza y la sobervia son sus características especiales.
—Ramirez!—me grita desde su oficina.
Trato de no parecer fastidiado pero su tono de voz ya me provoca ponerme así. Mis compañeros me miran con pena, porque saben que me vuelve loco.
—¿Qué necesita?—trato de ser amable.
—Necesito que me haga un favor.—Baja su tono de voz y dibuja una sonrisa un tanto perversa en su rostro. No es la primera vez y por eso la ignoro.
–Necesito que vayas a llevarme unas cosas hasta La Plata.
Mis ojos se pusieron como dos platos blancos grandes. Ni en pedo me iba hasta ahi. Un calor de cagarse hacia y encima yo me tenia que bancar todo porque el como mucho me tiraba diez pesos.
—No.—Me planté, ni yo me lo estaba creyendo.
—¿Perdón?—Contesto él, inesperado.
—No voy a ir a La Plata, usted nunca me paga los viaticos, ni nada, y hace un calor que mata ahi afuera, prefiero cumplir mi horario acá adentro—explique mostrandome fastidiado.
Pensé que se venia la tormenta, que se venia el tornado y el final de mis dias en ese lugar.
Pero no.
Al parecer, se contuvo de mandarme a la mierda, se levanto y se dirigio a su despacho privado, a un costado de la oficina donde estabamos parados.
—Bueno, tengo una labor para vos en mi habitacion—fue diciendo mientras volvia.
En ese lugar ademas de trabajar, los militares, tambien solian vivir o tener habitaciones donde tenian sus cosas personales.
—Necesito que lleves todo y que los ordenes dentro dentro de mi placard.
Los deja sobre su escritorio. Puso cara de jake mate, de ganador, de forro, basicamente.
Eran unos cuadros, grandes, pesados y sucios. Suspiré. Al menos zafé de irme afuera.
Cuando los estaba por agarrar me frena. No sería nada raro este detalle solo si obviara que cuando me freno puso su mano sobre la mía y me dio la sensación muy segura de que me acarició levemente.
—Te acompaño—eso fue casi en forma de susurro.
Estaba descolocado.
Mientras ibamos a su habitacion, les comento que este hombre, desagradable como dije anteriormente, es gordo, bastante gordo, 1.80 y aproximadamente 109kg. Trigueño, con dos entradas en su cabeza y poco pelo en la parte de atrás, canoso, ojos color verde oscuro, super super velludo. Vello entrecano. No hacia falta mirar mucho para darse cuenta de ese detalle, se le salian los vellos sobre la camisa del uniforme, HASTA DE LA ESPALDA!
Un poco nalgon, se le notaba un culo formado en su pantalon siempre, sea cual sea que se ponga, pero la verdad, todo eso que en mi caso podia ser atractivo (ya que soy amante de los hombres maduros) contrastaba con lo irritante que era su forma de ser.
Llegamos a su habitación. Él iba caminando delante mio como guia, yo no daba más con esos cuadros que llevaba torpemente ya que no soy muy bueno haciendo fuerza ni nada por el estilo, a pesar de que siempre me dicen que deberia ser fortachón por mi contextura.
Abre la puerta. El lugar estaba muy aislado del resto del edificio, eso, debo confesar que me ponia un poco nervioso.
Entramos. Un olor a perfume con olor a transpiracion de hombre habia en el aire. Dos camas de una plaza, una luz atenuante. Ropa tirada perfectamente planchada en la cama. Zapatillas con medias encima. Frascos de perfumes, gel y desodorantes sobre la única mesita de luz que habia y un armario con puertas corredizas que al correrlas mostraron lo poco ordenado que era este hombre, no solo en el trabajo, sino en la vida.
Me dio las indicaciones de donde poner los cuadros. Se corre.
—¿Entendiste?—pregunta, ya que yo estaba totalmente callado.
—Sí. A ver, voy a probar si entra.
Tuve que agarrar uno, con la torpeza que me caracteriza, y acercarme hasta el hueco de su armario que estaba a poca altura del piso. Tuve que agacharme, al hacerlo, senti que detrás mio ese hombre me radiografiaba con la mirada. Me puse nervioso, y tardé en acomodarlo, pero lo hice. Al levantarme lo vi mirándome con su sonrisa perversa. Me extraño un poco.
—Creo que ya encontré la forma de pagarte los viáticos que no te pagué hasta ahora.
Yo no entendia nada. Sus reacciones en ese día me estaban descolocando.
La verdad no me puedo quejar, es un laburo tranquilo que me deja bastante tiempo libre a la tarde y me permite estudiar, y sobre todo, disfrutar del día. Mi tarea es pura y exclusivamente administrativa, por lo que muchas veces no tengo actividades para matar las 6 horas que debo estar dentro de la oficina y por la cual a veces se distorsiona un poco mis funciones en el lugar, ya que he hecho de cadete, he ido a hacer trámites personales de mi jefe, en fin, una labor arbitraria.
Soy de esos chicos a los que no les darías ni bien los ves pero a los que tampoco dejás pasar de lado ó catalogás enseguida de feos. Soy rellenito, ojos marrón oscuro, piel morena, pelo corto negro, cejas tupidas, nariz redondeada, boca gruesa y bastante velludo.
Si debo nombrar algo que me fastidia de mi trabajo es mi jefe: un hombre de 56 años, detestable para mi gusto y de ese tipo de personas que te hacen poner incómodo en cualquier situación, agregandole el plus de que es militar. Teniente coronel, un grado donde la forreza y la sobervia son sus características especiales.
—Ramirez!—me grita desde su oficina.
Trato de no parecer fastidiado pero su tono de voz ya me provoca ponerme así. Mis compañeros me miran con pena, porque saben que me vuelve loco.
—¿Qué necesita?—trato de ser amable.
—Necesito que me haga un favor.—Baja su tono de voz y dibuja una sonrisa un tanto perversa en su rostro. No es la primera vez y por eso la ignoro.
–Necesito que vayas a llevarme unas cosas hasta La Plata.
Mis ojos se pusieron como dos platos blancos grandes. Ni en pedo me iba hasta ahi. Un calor de cagarse hacia y encima yo me tenia que bancar todo porque el como mucho me tiraba diez pesos.
—No.—Me planté, ni yo me lo estaba creyendo.
—¿Perdón?—Contesto él, inesperado.
—No voy a ir a La Plata, usted nunca me paga los viaticos, ni nada, y hace un calor que mata ahi afuera, prefiero cumplir mi horario acá adentro—explique mostrandome fastidiado.
Pensé que se venia la tormenta, que se venia el tornado y el final de mis dias en ese lugar.
Pero no.
Al parecer, se contuvo de mandarme a la mierda, se levanto y se dirigio a su despacho privado, a un costado de la oficina donde estabamos parados.
—Bueno, tengo una labor para vos en mi habitacion—fue diciendo mientras volvia.
En ese lugar ademas de trabajar, los militares, tambien solian vivir o tener habitaciones donde tenian sus cosas personales.
—Necesito que lleves todo y que los ordenes dentro dentro de mi placard.
Los deja sobre su escritorio. Puso cara de jake mate, de ganador, de forro, basicamente.
Eran unos cuadros, grandes, pesados y sucios. Suspiré. Al menos zafé de irme afuera.
Cuando los estaba por agarrar me frena. No sería nada raro este detalle solo si obviara que cuando me freno puso su mano sobre la mía y me dio la sensación muy segura de que me acarició levemente.
—Te acompaño—eso fue casi en forma de susurro.
Estaba descolocado.
Mientras ibamos a su habitacion, les comento que este hombre, desagradable como dije anteriormente, es gordo, bastante gordo, 1.80 y aproximadamente 109kg. Trigueño, con dos entradas en su cabeza y poco pelo en la parte de atrás, canoso, ojos color verde oscuro, super super velludo. Vello entrecano. No hacia falta mirar mucho para darse cuenta de ese detalle, se le salian los vellos sobre la camisa del uniforme, HASTA DE LA ESPALDA!
Un poco nalgon, se le notaba un culo formado en su pantalon siempre, sea cual sea que se ponga, pero la verdad, todo eso que en mi caso podia ser atractivo (ya que soy amante de los hombres maduros) contrastaba con lo irritante que era su forma de ser.
Llegamos a su habitación. Él iba caminando delante mio como guia, yo no daba más con esos cuadros que llevaba torpemente ya que no soy muy bueno haciendo fuerza ni nada por el estilo, a pesar de que siempre me dicen que deberia ser fortachón por mi contextura.
Abre la puerta. El lugar estaba muy aislado del resto del edificio, eso, debo confesar que me ponia un poco nervioso.
Entramos. Un olor a perfume con olor a transpiracion de hombre habia en el aire. Dos camas de una plaza, una luz atenuante. Ropa tirada perfectamente planchada en la cama. Zapatillas con medias encima. Frascos de perfumes, gel y desodorantes sobre la única mesita de luz que habia y un armario con puertas corredizas que al correrlas mostraron lo poco ordenado que era este hombre, no solo en el trabajo, sino en la vida.
Me dio las indicaciones de donde poner los cuadros. Se corre.
—¿Entendiste?—pregunta, ya que yo estaba totalmente callado.
—Sí. A ver, voy a probar si entra.
Tuve que agarrar uno, con la torpeza que me caracteriza, y acercarme hasta el hueco de su armario que estaba a poca altura del piso. Tuve que agacharme, al hacerlo, senti que detrás mio ese hombre me radiografiaba con la mirada. Me puse nervioso, y tardé en acomodarlo, pero lo hice. Al levantarme lo vi mirándome con su sonrisa perversa. Me extraño un poco.
—Creo que ya encontré la forma de pagarte los viáticos que no te pagué hasta ahora.
Yo no entendia nada. Sus reacciones en ese día me estaban descolocando.
2 comentarios - Capitulo 01 - Con mi jefe militar