La noche prometía ser bien agitada y placentera, por lo que me tomé un viagra con el fin de prolongarla más de lo natural. Ale volvió del baño usando solamente un slip que se parecía más a una bombacha de nena, con rayas de colores y que le marcaban a la perfección su pequeño pero redondito culo. Su caminar me sedujo, felino, moviendo sus breves caderas y con una sonrisa que hacía composé con sus brillantes ojos oscuros. Lo recibí en la cama, con las copas llenas. Tomó una y la chocó con la mía, dando un sorbo del champaña con Speed, y luego comió una masita con crema de roquefort.
Por algunos minutos charlamos sobre cuestiones que no vienen al caso, la mayoría de ellas referidas al lugar en el que estábamos y a lo sabroso del pequeño copetín. Luego él preguntó si me había gustado la mamada y le respondí que estuvo maravillosa. Fue entonces cuando pinché una cereza y se la di en la boca, que aceptó de manera muy sensual, mirándome con párpados entornados mientras apretaba la fruta con sus labios, masticándola luego con lentitud. Pinché otra y la llevé a su pezón izquierdo, que froté hasta dejarlo brillando por el almíbar. Pude ver su piel erizándose y todo su cuerpo se estremeció.
- Está frío -musitó- y pegajoso.
- Pero también ha de estar muy sabroso -aventuré.
Me incliné hasta que mi boca abarcó aquel pezón y lo chupé, golpeándolo con la lengua y apretándolo con los labios. Lo enjuajuagué con mi saliva hasta retirarle todo el almíbar.
- Ufff... qué rico... -dijo, acariciándome el cabello.
- Ahora el otro.
Ale se acomodó para que pudiera almibarar su otro pezón, pequeño, marrón oscuro, hermoso, delicioso.
- ¿Te gustaría que tuviera tetas?
- No -le aseguré-. Si quisiera una tetona habría buscado una mujer o una travesti. Me gusta que seas así, lisito, pezón de putito rico -y lo chupé como lo hiciera con el otro.
Ale me apretó la cabeza contra su pecho.
- Sos un hombre cochino... te gusta revolcarte con putitos... sos un degenerado.
Me lo decía con la calentura desbordando en cada sílaba. Cuando terminé de limpiarle la glándula, subí besando el cuello, los hombros, la cara y, cuando estuve cara a cara, mirándolo con pasión intensa, me llevé otra cereza a la boca, bien cargada con almíbar, y él abrió los labios para fundirnos en un beso profundo, fuerte, mezclando el dulce licor con nuestras salivas y entrelazando nuestras lenguas casi hasta tocarnos las campanillas. Nos abrazamos fuerte, frotándonos. Mis manos masajearon con fuerza sus nalgas y él empezó a frotarme la verga por sobre el boxer. Larespiración de ambos eran profunda y agitada, signo del grado de calentura al que estábamos llegando.
- ¿Querés que te la chupe de nuevo?
- Es mi turno de chupar -respondí.
Lo acosté boca abajo y le bajé la bombacha hasta las rodillas, para luego acariciar esas nalgas hermosas y suaves. Las apreté, las subí y también las separé, entonces me maravilló el hueco. Su ano era marrón oscuro, chiquito y no tenía ni un pelo. Precioso. Me dediqué un rato a morder sus nalgas con suavidad y fue donde noté que no tenía feo olor. Corrobore que instantes antes se había sentado en el bidet y se había dedeado bien con agua y jabón. Un putito limpio, hermoso.
- ¿Papi cochino me va a chupar el hoyito?
Tomé otra cereza y la llevé hasta su raya, pintando con almíbar desde el final de la espalda hasta su ano, donde me entretuve un buen rato frotando la fruta contra los pliegues del culo.
- Sos un hijo de puta -murmuró, suspirando, en señal de que aquello le fascinó.
Empapé bien su cuevita con almíbar y hasta metí un poco la cereza, para luego sacarla y devorarla. Como proche, soplé con mucha suavidad las partes que quedaron húmedas, provocándole el erizamiento de la piel.
- Te llenaría el upite con cerezas para que después las despidas en mi boca.
- ¡Cochino! Sos un cerdo calentón.
Y empecé a pasar mi lengua por toda la raya, recogiendo en ese vaivén el almíbar y dejando un rastro de saliva, hasta convertir mis labios en una ventosa para chuparle el ojete. Todo el cuerpo de Ale se tensó al sentir la primera succión y oí claramente su jadeo al meterle la punta de la lengua. Sé que se excitó mucho porque levantó su cola para facilitarme el trabajo y para poder masturbarse al tiempo que le mamaba el culo.
- ¡Hijo de puta, me vas a sacar caca! -musitó en un momento. Supuse que estaba por acabar, por lo que me detuve y tomándolo de la mano lo invité a ponernos de pie. Se quitó la bombacha, que ya se deslizaba bajo sus rodillas, y también me sacó el bóxer, agachándose y dándome unas ricas chupadas, hasta que lo hice incorporar y fuimos hasta una pequeña cómoda con un gran espejo, frente al cual lo ubiqué, para abrazarlo por atrás.
- Mirate a los ojos y contame qué ves. Describite para mí -ordené, mientras me forraba la verga con uno de los condones que había sobre el mueble.
- Veo un puto al que le encanta la pija y que la está pasando muy bien con vos.
Lo abracé por atrás y nuestros ojos se encontraron en el reflejo.
- Yo veo mucho más. Veo un putito precioso, hermoso, sensual... no imagino a ningún hombre, por más homofóbico que sea, que no se muera de ganas por tenerte como te tengo yo esta noche... ¿sentís?
La pregunta iba centrada a que la punta de mi pija había encontrado su culo y estaba ahí, entrándole despacito, con mucha suavidad.
- Siii... claro que te siento... dura, caliente... ¿al papi cochino le gusta meter el pito en el culo de los putitos?
- Es donde más me gusta meter el pito -respondí, empujando-... aflojate, bebito, aflojá el upite.
Sin dejar de mirarnos a través del espejo, me fui abotonando con suma lentitud, calentándome terriblemente la cara de goce, de dolor y de ansiedad que tenía Ale, que comenzó a babearse un poco cuando todo el tronco se abrió camino y lo tuve bien trincadito. Lo abracé bien fuerte y lo manosee por todas partes mientras comenzaba a bombearlo, movimiento al que se sumó haciendo su cola hacia atrás y hacia adelante.
- Y vos... y vos... ¿qué ves cuando te mirás? -quiso saber.
- Veo un tipo que está alzado con vos, que desde que te vio se moría por tenerte así de abrochado, disfrutando de cómo apretás la pija con el culo, de lo caliente que se te siente adentro, de lo bien que olés, de lo suave que sos, de lo feliz que es estar culeando a un puto tan rico como vos.
Es que no tengo dudas de que las palabras con las que se canaliza la pasión, son un aderezo más que acompaña a la calentura en una cópula. Y no mentí en nada, pues coger a un trolo que disfruta de entregarse... estar abotonado en un culito goloso... sentir el estremecimiento del puto... oír sus gemidos, su jadeo, sus frases excitadas... es un conjunto de sensaciones que trasladan a otro plano, un universo paralelo donde el placer es el oxígeno y la fantasía lo tangible. Es mejor que cualquier droga, más atrapante que cualquier vicio. Eso y mucho más es el placer de culear a un putito.
Nuevamente estábamos los dos a punto de estallar cuando me desabotoné. Fui hasta donde dejara mi copa y le di un buen sorbo, vaciándola luego de su fresco contenido para dejármela en la boca. Fui hasta Ale, que estaba agitado y manoseando su pene, lo tomé del cuello y le di un beso en la boca, durante el cual le pasé todo el champaña con Speed, que recibió sendiento, agradeciéndomelo con una lujuriosa caricia de su lengua en la mía.
Me senté en una silla y no hizo falta explicarle nada. El mariquita se acomodó de frente a mí, agarrándome la verga para acomodarla en su ojete, y luego dejarse caer para que volviera a entrarle toda. Rodeee su cintura con mis brazos y lo engarcé mejor, entonces él me besó con hambre auténtica. Besos ricos, besos de lengua; besos húmedos y lascivos. Besos inmorales, Besos increíbles mientras mi pija parecía hincharse más y más adentro de su ardiente culo. También besé su cuello, chupé sus pezones con furia, hasta irritárselos y luego lo miré. Ale parecía no estar conmigo, daba la sensación de que se hallaba en una suerte de viaje astral, como un trance, fugándose la mente para abandonar el cuerpo a un estado de absoluta excitación. El putito parecía estar bajo los efectos de un alucinógeno muy potente, pero es que así era su naturaleza para vivir y disfrutar del sexo. Me puse de pie, sin separarme de él. Me rodeó la cintura con sus piernas y así, abrochados, volvimos a la cama, donde caí de rodillas, haciendo equilibrio tomándolo de los tobillos, extendiendo y abriendo sus piernas mientras comencé a mover con violencia la pija, hurgándole bien el ocote mientras él se pajeaba desesperado. Esa es la imagen cuyo recuerdo tanta calentura me despierta, tener así abrochado a pendejo tan puto y delicioso, preso de tremenda calentura; ambos sudados, agitados, con el universo girando alrededor de nuestro placer. De repente, los ojos de Ale, que estaban en blanco, retomaron su oscuro color y se clavaron en los míos. Brillaban, como si estuviera por romper en llanto, como si tuvieran luz propia, hasta que los cerró, apretando los párpados con fuerza. Entonces su pene comenzó a escupir leche, mucha leche que cayó sobre su vientre. Cuando le salían las últimas gotas me sentí venir, algo de lo que él se percató.
- Acabame en la panza, largame ahí la leche.
Me hubiese gustado acabar como estaba, y pensando en lo ideal, hubiera querido largarle toda la esperma adentro de las entrañas, pero lo consentí y saqué rápido mi pija, que estaba a punto de estallar. Retiré presuroso el condón y él me agarró del tronco y me pajeó varios sengundos, hasta que también reventé, largándole varios chorritos de semen espeso que ocultaron su ombligo. Cuando terminé, él tiró suavemente de mi pija, haciendo que me corriera hasta su cara y entonces la engulló y chupó y lamió hasta beberse todo el resto. Finalmente me rexosté a su lado, sumamente satisfecho, en tanto que Ale mezclaba su semen con el mío y lo esparcía por todo su pecho, las piernas y sus genitales.
- Qué rica culeada me pegaste, papi... te juro que me está latiendo el hoyito... ¿te gustó?
- Me gustó tanto que ya estoy deseando volver a verte.
Me besó en los labios y se puso de pie.
- Sos un papi cochino... ¿tendré tiempo de darme una ducha?
En ese momento sonó el teléfono para avisarnos que nuestro turno había terminado. Vi el reloj, que acusaba las tres de la mañana.
- Nos quedaremos a pernoctar -dije, para luego colgar el teléfono y mirar a Ale-. Si querés tenes tiempo hasta de llenar la bañera.
- Sólo si nos bañamos juntos.
Nos fuimos ambos al cuarto, y mientras Ale abría el agua, me dispuse a orinar.
- No -intervino el putito-, largámela a mí, para sacarme nuestra lechita.
Se puso de rodillas y entonces, de pie frente a él, le mee el pecho, la pancita y las piernas, y hasta se paró y se dio vuelta para recibir un poco de lluvia dorada en sus nalgas. Cuando terminé, se dispuso a llenar la bañera. Yo me lavé la pija, que seguía semi dura, y fui a preparar más champaña con Speed, regresando también con otro condón, pues supuse que jugueteando con mi mariconcito en el agua caliente y burbujeante de la bañera, seguramente querríamos copular otra vez antes de recostarnos para dormir unas horas.
Por algunos minutos charlamos sobre cuestiones que no vienen al caso, la mayoría de ellas referidas al lugar en el que estábamos y a lo sabroso del pequeño copetín. Luego él preguntó si me había gustado la mamada y le respondí que estuvo maravillosa. Fue entonces cuando pinché una cereza y se la di en la boca, que aceptó de manera muy sensual, mirándome con párpados entornados mientras apretaba la fruta con sus labios, masticándola luego con lentitud. Pinché otra y la llevé a su pezón izquierdo, que froté hasta dejarlo brillando por el almíbar. Pude ver su piel erizándose y todo su cuerpo se estremeció.
- Está frío -musitó- y pegajoso.
- Pero también ha de estar muy sabroso -aventuré.
Me incliné hasta que mi boca abarcó aquel pezón y lo chupé, golpeándolo con la lengua y apretándolo con los labios. Lo enjuajuagué con mi saliva hasta retirarle todo el almíbar.
- Ufff... qué rico... -dijo, acariciándome el cabello.
- Ahora el otro.
Ale se acomodó para que pudiera almibarar su otro pezón, pequeño, marrón oscuro, hermoso, delicioso.
- ¿Te gustaría que tuviera tetas?
- No -le aseguré-. Si quisiera una tetona habría buscado una mujer o una travesti. Me gusta que seas así, lisito, pezón de putito rico -y lo chupé como lo hiciera con el otro.
Ale me apretó la cabeza contra su pecho.
- Sos un hombre cochino... te gusta revolcarte con putitos... sos un degenerado.
Me lo decía con la calentura desbordando en cada sílaba. Cuando terminé de limpiarle la glándula, subí besando el cuello, los hombros, la cara y, cuando estuve cara a cara, mirándolo con pasión intensa, me llevé otra cereza a la boca, bien cargada con almíbar, y él abrió los labios para fundirnos en un beso profundo, fuerte, mezclando el dulce licor con nuestras salivas y entrelazando nuestras lenguas casi hasta tocarnos las campanillas. Nos abrazamos fuerte, frotándonos. Mis manos masajearon con fuerza sus nalgas y él empezó a frotarme la verga por sobre el boxer. Larespiración de ambos eran profunda y agitada, signo del grado de calentura al que estábamos llegando.
- ¿Querés que te la chupe de nuevo?
- Es mi turno de chupar -respondí.
Lo acosté boca abajo y le bajé la bombacha hasta las rodillas, para luego acariciar esas nalgas hermosas y suaves. Las apreté, las subí y también las separé, entonces me maravilló el hueco. Su ano era marrón oscuro, chiquito y no tenía ni un pelo. Precioso. Me dediqué un rato a morder sus nalgas con suavidad y fue donde noté que no tenía feo olor. Corrobore que instantes antes se había sentado en el bidet y se había dedeado bien con agua y jabón. Un putito limpio, hermoso.
- ¿Papi cochino me va a chupar el hoyito?
Tomé otra cereza y la llevé hasta su raya, pintando con almíbar desde el final de la espalda hasta su ano, donde me entretuve un buen rato frotando la fruta contra los pliegues del culo.
- Sos un hijo de puta -murmuró, suspirando, en señal de que aquello le fascinó.
Empapé bien su cuevita con almíbar y hasta metí un poco la cereza, para luego sacarla y devorarla. Como proche, soplé con mucha suavidad las partes que quedaron húmedas, provocándole el erizamiento de la piel.
- Te llenaría el upite con cerezas para que después las despidas en mi boca.
- ¡Cochino! Sos un cerdo calentón.
Y empecé a pasar mi lengua por toda la raya, recogiendo en ese vaivén el almíbar y dejando un rastro de saliva, hasta convertir mis labios en una ventosa para chuparle el ojete. Todo el cuerpo de Ale se tensó al sentir la primera succión y oí claramente su jadeo al meterle la punta de la lengua. Sé que se excitó mucho porque levantó su cola para facilitarme el trabajo y para poder masturbarse al tiempo que le mamaba el culo.
- ¡Hijo de puta, me vas a sacar caca! -musitó en un momento. Supuse que estaba por acabar, por lo que me detuve y tomándolo de la mano lo invité a ponernos de pie. Se quitó la bombacha, que ya se deslizaba bajo sus rodillas, y también me sacó el bóxer, agachándose y dándome unas ricas chupadas, hasta que lo hice incorporar y fuimos hasta una pequeña cómoda con un gran espejo, frente al cual lo ubiqué, para abrazarlo por atrás.
- Mirate a los ojos y contame qué ves. Describite para mí -ordené, mientras me forraba la verga con uno de los condones que había sobre el mueble.
- Veo un puto al que le encanta la pija y que la está pasando muy bien con vos.
Lo abracé por atrás y nuestros ojos se encontraron en el reflejo.
- Yo veo mucho más. Veo un putito precioso, hermoso, sensual... no imagino a ningún hombre, por más homofóbico que sea, que no se muera de ganas por tenerte como te tengo yo esta noche... ¿sentís?
La pregunta iba centrada a que la punta de mi pija había encontrado su culo y estaba ahí, entrándole despacito, con mucha suavidad.
- Siii... claro que te siento... dura, caliente... ¿al papi cochino le gusta meter el pito en el culo de los putitos?
- Es donde más me gusta meter el pito -respondí, empujando-... aflojate, bebito, aflojá el upite.
Sin dejar de mirarnos a través del espejo, me fui abotonando con suma lentitud, calentándome terriblemente la cara de goce, de dolor y de ansiedad que tenía Ale, que comenzó a babearse un poco cuando todo el tronco se abrió camino y lo tuve bien trincadito. Lo abracé bien fuerte y lo manosee por todas partes mientras comenzaba a bombearlo, movimiento al que se sumó haciendo su cola hacia atrás y hacia adelante.
- Y vos... y vos... ¿qué ves cuando te mirás? -quiso saber.
- Veo un tipo que está alzado con vos, que desde que te vio se moría por tenerte así de abrochado, disfrutando de cómo apretás la pija con el culo, de lo caliente que se te siente adentro, de lo bien que olés, de lo suave que sos, de lo feliz que es estar culeando a un puto tan rico como vos.
Es que no tengo dudas de que las palabras con las que se canaliza la pasión, son un aderezo más que acompaña a la calentura en una cópula. Y no mentí en nada, pues coger a un trolo que disfruta de entregarse... estar abotonado en un culito goloso... sentir el estremecimiento del puto... oír sus gemidos, su jadeo, sus frases excitadas... es un conjunto de sensaciones que trasladan a otro plano, un universo paralelo donde el placer es el oxígeno y la fantasía lo tangible. Es mejor que cualquier droga, más atrapante que cualquier vicio. Eso y mucho más es el placer de culear a un putito.
Nuevamente estábamos los dos a punto de estallar cuando me desabotoné. Fui hasta donde dejara mi copa y le di un buen sorbo, vaciándola luego de su fresco contenido para dejármela en la boca. Fui hasta Ale, que estaba agitado y manoseando su pene, lo tomé del cuello y le di un beso en la boca, durante el cual le pasé todo el champaña con Speed, que recibió sendiento, agradeciéndomelo con una lujuriosa caricia de su lengua en la mía.
Me senté en una silla y no hizo falta explicarle nada. El mariquita se acomodó de frente a mí, agarrándome la verga para acomodarla en su ojete, y luego dejarse caer para que volviera a entrarle toda. Rodeee su cintura con mis brazos y lo engarcé mejor, entonces él me besó con hambre auténtica. Besos ricos, besos de lengua; besos húmedos y lascivos. Besos inmorales, Besos increíbles mientras mi pija parecía hincharse más y más adentro de su ardiente culo. También besé su cuello, chupé sus pezones con furia, hasta irritárselos y luego lo miré. Ale parecía no estar conmigo, daba la sensación de que se hallaba en una suerte de viaje astral, como un trance, fugándose la mente para abandonar el cuerpo a un estado de absoluta excitación. El putito parecía estar bajo los efectos de un alucinógeno muy potente, pero es que así era su naturaleza para vivir y disfrutar del sexo. Me puse de pie, sin separarme de él. Me rodeó la cintura con sus piernas y así, abrochados, volvimos a la cama, donde caí de rodillas, haciendo equilibrio tomándolo de los tobillos, extendiendo y abriendo sus piernas mientras comencé a mover con violencia la pija, hurgándole bien el ocote mientras él se pajeaba desesperado. Esa es la imagen cuyo recuerdo tanta calentura me despierta, tener así abrochado a pendejo tan puto y delicioso, preso de tremenda calentura; ambos sudados, agitados, con el universo girando alrededor de nuestro placer. De repente, los ojos de Ale, que estaban en blanco, retomaron su oscuro color y se clavaron en los míos. Brillaban, como si estuviera por romper en llanto, como si tuvieran luz propia, hasta que los cerró, apretando los párpados con fuerza. Entonces su pene comenzó a escupir leche, mucha leche que cayó sobre su vientre. Cuando le salían las últimas gotas me sentí venir, algo de lo que él se percató.
- Acabame en la panza, largame ahí la leche.
Me hubiese gustado acabar como estaba, y pensando en lo ideal, hubiera querido largarle toda la esperma adentro de las entrañas, pero lo consentí y saqué rápido mi pija, que estaba a punto de estallar. Retiré presuroso el condón y él me agarró del tronco y me pajeó varios sengundos, hasta que también reventé, largándole varios chorritos de semen espeso que ocultaron su ombligo. Cuando terminé, él tiró suavemente de mi pija, haciendo que me corriera hasta su cara y entonces la engulló y chupó y lamió hasta beberse todo el resto. Finalmente me rexosté a su lado, sumamente satisfecho, en tanto que Ale mezclaba su semen con el mío y lo esparcía por todo su pecho, las piernas y sus genitales.
- Qué rica culeada me pegaste, papi... te juro que me está latiendo el hoyito... ¿te gustó?
- Me gustó tanto que ya estoy deseando volver a verte.
Me besó en los labios y se puso de pie.
- Sos un papi cochino... ¿tendré tiempo de darme una ducha?
En ese momento sonó el teléfono para avisarnos que nuestro turno había terminado. Vi el reloj, que acusaba las tres de la mañana.
- Nos quedaremos a pernoctar -dije, para luego colgar el teléfono y mirar a Ale-. Si querés tenes tiempo hasta de llenar la bañera.
- Sólo si nos bañamos juntos.
Nos fuimos ambos al cuarto, y mientras Ale abría el agua, me dispuse a orinar.
- No -intervino el putito-, largámela a mí, para sacarme nuestra lechita.
Se puso de rodillas y entonces, de pie frente a él, le mee el pecho, la pancita y las piernas, y hasta se paró y se dio vuelta para recibir un poco de lluvia dorada en sus nalgas. Cuando terminé, se dispuso a llenar la bañera. Yo me lavé la pija, que seguía semi dura, y fui a preparar más champaña con Speed, regresando también con otro condón, pues supuse que jugueteando con mi mariconcito en el agua caliente y burbujeante de la bañera, seguramente querríamos copular otra vez antes de recostarnos para dormir unas horas.
14 comentarios - Qué rico es culear a un putito caliente (2da parte)
Espectacular 👏 👏 👏
Que hermoso macho sos, que bien que describir el placer de coger putitos y como lo hiciste gozar gozando a full.
Me encantó.
Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
excelente relato
van 10 porque no puedo darte más!
van p
http://www.poringa.net/posts/gay/2817896/Terrible-culo-gay.html
, y darle un hermoso viaje de placer