Hola, acá va mi primer relato y mi primer post. Espero les guste, y comenten; y si se copan, dejen puntos.
Esto me pasó en el verano del 2014, entonces yo estaba viviendo en el Cid Campeador, en el barrio porteño de Caballito. Fue un verano muy caluroso, así que venía de tomar unos tererés en parque Centenario con mis amigos, iba camino a casa a ver si pintaba algo en Manhunt, porque andaba muy caliente, pero la ciudad me tenía otros planes.
Ya a la altura de San Martín y Gaona -la esquina del Farmacity- veo a lo lejos un flaco que venía en short y musculosa, un tipo lindo se veía. De un metro ochenta, 35 años, morocho, bien trabajado, el brazo derecho tatuado, pelo corto, lindas gambas; bien chongo, digamos. Desde lejos era sólo un lindo flaco al que mirar, pero al acercarnos más, cruzamos las miradas y ahí me dije: "bueno al parecer el flaco quiere fiesta, y se la vamos a dar". Tal cual, el flaco al igual que yo, no era boludo, y nos bastó con la cruzada de miradas para entender el código y ver que no era un histeriqueo, sino que se trataba de activar e ir a los bifes. Ambos seguimos caminando en direcciones contrarias, nos detuvimos, dejando unos 10 metros de distancia entre nosotros; el sacó su celular e hizo como que revisaba algo, no sé un whatsapp, ponele. Yo por mi parte hice lo mismo, y ahí fue que nos miramos un rato, asintiendo con nuestros rostros de teteros y morbosos que lo que venía era una fiestita. Cruzando Gaona, frente a la estatua del Cid, hay una YPF, así que el flaco luego de mirarme un rato se queda mirando hacia la YPF, y sin más cruza la calle y se manda para la estación de servicio. No lo pensé dos segundos, la ciudad y su vértigo nos pusieron ahí, era una situación que no se podía desperdiciar: me mandé atrás de él y lo seguí.
En esa YPF están los baños a un costado, entré por el pasillo que te lleva al baño de hombres. Cuando entro, el flaco ya se había metido en la única cabina que tiene el baño -que es una grande y de puerta hasta el suelo-, dejó la puerta entreabierta y se puso como meando. Siente la puerta del baño que yo abrí y giró su cabeza, me guiñó el ojo para que lo acompañe en la cabina, y sin remordimiento entré y el cerró la puerta.
El ya había pelado pija, la tenía entre las manos y me la muestra, preguntándome con el gesto de su rostro si me gustaba. ¿Si me gustaba? Hacían 41°C, yo iba hacia mi casa a perderme en el histeriqueo pajero de Manhunt, y la ciudad decidió ponerme a un flaco fortísimo en el camino; con 19 cm de pija gorda entre sus manos toda para mi: claro que me gustaba, me encantaba! Así que sin mediar palabra o duda me puse de rodillas, y como un buen petero que le encanta la pija (en muchas de sus formas y tamaños) hice lo que mejor se hacer: chupé. Chupé por largos 15 o 20 minutos. Me comí esa pija como si fuera la última que me comería en toda la vida. Chupé y chupé, atendí al macho tatuado, guarro, lijero de ropa, caliente por el verano y las hormonas. Chupé y chupé, y el no escatimó en gemidos de macho -de esos que uno hace al terminar de trotar- que me hacían saber que le encantaba y que no parara, que no parara por favor.
Pasado 20 minutos me tomó de la cabeza, me hizo subir, me besó apasionada y bruscamente sosteniéndome del cuello con su brazo fuerte y tatuado. Tomó mi mano, la puso en su pene, muy duro y húmedo y me hizo pajearlo con su mano. Lo pajeé y lo pajeé, y me regalo una hermosa leche, blanca y espesa, caliente. Nuevamente sucumbieron sus gemidos, de macho.
Así como todo había empezado, todo había terminado. No necesitaba oír su voz, ni saber su nombre. Sin mediar palabras, pero cruzados de mucho morbo y deseo, nos fuimos.
Lindas pajas, abrazos poringueros!
Esto me pasó en el verano del 2014, entonces yo estaba viviendo en el Cid Campeador, en el barrio porteño de Caballito. Fue un verano muy caluroso, así que venía de tomar unos tererés en parque Centenario con mis amigos, iba camino a casa a ver si pintaba algo en Manhunt, porque andaba muy caliente, pero la ciudad me tenía otros planes.
Ya a la altura de San Martín y Gaona -la esquina del Farmacity- veo a lo lejos un flaco que venía en short y musculosa, un tipo lindo se veía. De un metro ochenta, 35 años, morocho, bien trabajado, el brazo derecho tatuado, pelo corto, lindas gambas; bien chongo, digamos. Desde lejos era sólo un lindo flaco al que mirar, pero al acercarnos más, cruzamos las miradas y ahí me dije: "bueno al parecer el flaco quiere fiesta, y se la vamos a dar". Tal cual, el flaco al igual que yo, no era boludo, y nos bastó con la cruzada de miradas para entender el código y ver que no era un histeriqueo, sino que se trataba de activar e ir a los bifes. Ambos seguimos caminando en direcciones contrarias, nos detuvimos, dejando unos 10 metros de distancia entre nosotros; el sacó su celular e hizo como que revisaba algo, no sé un whatsapp, ponele. Yo por mi parte hice lo mismo, y ahí fue que nos miramos un rato, asintiendo con nuestros rostros de teteros y morbosos que lo que venía era una fiestita. Cruzando Gaona, frente a la estatua del Cid, hay una YPF, así que el flaco luego de mirarme un rato se queda mirando hacia la YPF, y sin más cruza la calle y se manda para la estación de servicio. No lo pensé dos segundos, la ciudad y su vértigo nos pusieron ahí, era una situación que no se podía desperdiciar: me mandé atrás de él y lo seguí.
En esa YPF están los baños a un costado, entré por el pasillo que te lleva al baño de hombres. Cuando entro, el flaco ya se había metido en la única cabina que tiene el baño -que es una grande y de puerta hasta el suelo-, dejó la puerta entreabierta y se puso como meando. Siente la puerta del baño que yo abrí y giró su cabeza, me guiñó el ojo para que lo acompañe en la cabina, y sin remordimiento entré y el cerró la puerta.
El ya había pelado pija, la tenía entre las manos y me la muestra, preguntándome con el gesto de su rostro si me gustaba. ¿Si me gustaba? Hacían 41°C, yo iba hacia mi casa a perderme en el histeriqueo pajero de Manhunt, y la ciudad decidió ponerme a un flaco fortísimo en el camino; con 19 cm de pija gorda entre sus manos toda para mi: claro que me gustaba, me encantaba! Así que sin mediar palabra o duda me puse de rodillas, y como un buen petero que le encanta la pija (en muchas de sus formas y tamaños) hice lo que mejor se hacer: chupé. Chupé por largos 15 o 20 minutos. Me comí esa pija como si fuera la última que me comería en toda la vida. Chupé y chupé, atendí al macho tatuado, guarro, lijero de ropa, caliente por el verano y las hormonas. Chupé y chupé, y el no escatimó en gemidos de macho -de esos que uno hace al terminar de trotar- que me hacían saber que le encantaba y que no parara, que no parara por favor.
Pasado 20 minutos me tomó de la cabeza, me hizo subir, me besó apasionada y bruscamente sosteniéndome del cuello con su brazo fuerte y tatuado. Tomó mi mano, la puso en su pene, muy duro y húmedo y me hizo pajearlo con su mano. Lo pajeé y lo pajeé, y me regalo una hermosa leche, blanca y espesa, caliente. Nuevamente sucumbieron sus gemidos, de macho.
Así como todo había empezado, todo había terminado. No necesitaba oír su voz, ni saber su nombre. Sin mediar palabras, pero cruzados de mucho morbo y deseo, nos fuimos.
Lindas pajas, abrazos poringueros!
20 comentarios - Lindo pete en la estación de servicio
Hermoso relato nene, es como yo siempre digo, cuando pinta la oportunidad hay que aprovecharla.
Bienvenido y espero más historias tuyas.
Gracias por compartir 👍
hace un mes clavado me garche a uno de los pibes que atienden los surtidores.... es la estacion del ACA....
El guachito me saco la leche y despues me la puso....
MORTAL!