A pesar de que ya tengo más de 40 años, la gente siempre me da unos 30, a los 30 me daban 18, y a los 18 me daban 12. Soy rubio de ojos verdes, mido 1.72, y peso 70 kilos. Mi vida siempre ha sido bastante erótica, y aunque me gustan ciertas mujeres, también me encanta tener relaciones con hombres. A esta altura he tenido relaciones con cientos de hombres y mujeres, pero jamás me olvidaré de la primera vez que en verdad decidí tratar de tener relaciones con un hombre. Lo que pasó fue lo siguiente.
Tenía una novia hermosa que tenía un hermano medio zarpado pero chistoso y buena gente. Un día quedamos en ir a acampar y pescar los dos solos a un río que conocía él, y al llegar ahí decidimos poner la carpa debajo de un puente por donde pasaba el río. Confieso que me sentía atraído a mi cuñado por la enorme verga que tenía y que siempre andaba sacando como broma o algo por el estilo. Cada vez que lo hacía me quedaba como paralizado y hasta hoy sueño con mamársela y sentirla llenando mi orto. Seguro que dura habrá sido de unos 30 centímetros porque creo que hasta blanda llegaba a 22. Si la hubiera agarrado con mi mano no pudiera haber tocado el dedo índice con el pulgar por lo gruesa que era. Fácilmente era lo doble de gruesa que la mía. Tenía unas hermosas venas azules que translucían a través de su piel blanca y traía la punta cubierta por su prepucio ya que no era circuncidado. ¡Cómo me hubiera encantado jalarle la pielcita hacía atrás hasta dejar su gran capullo al descubierto! Le hubiera lambido y chupado ese palo enorme gozando tanto de las sensaciones que me hubiera ocasionado como también del sabor y el olor. Me hubiera tragado toda su leche hasta dejarlo seco, pero... Mi cuñado a veces hablaba mal de los homosexuales, y por lo tanto no me atrevía a ser demasiado directo. Aunque como les estoy por relatar, él habrá tenido más de alguna sospecha de mí.
El día que fuimos a acampar fue un día bastante caluroso. Por lo tanto, traía puesto una camiseta blanca y un pantalón de algodón bastante corto, de color rojo, y no traía calzoncillos. Mis piernas se veían muy bien formadas, y los pocos pelos que tenía estaban rubios todavía. Aunque esto solía hacer que me sintiera menos macho, también me excitaba ver el efecto que a veces ocasionaba en los hombres. El shorcito apenas me tapaba las nalgas, pero me lo había bajado un poco y con la camiseta tapándolo un poco durante el viaje de ida en autobus, pude disimular lo suficiente. La idea era que íbamos a ir a un lugar donde no había gente, y quería broncearme a gusto, y ¿por qué no? para ver si a mi cuñado le producían algún efecto mis hermosas piernas.
Al llegar al puente donde íbamos a acampar, mi cuñado se fue a explorar los alrededores mientras me quedé armando la carpa y organizando las cosas un poco. Bueno, la verdad es que lo de organizar fue más que nada una escusa para ponerlo verde a un viejo vagabundo que parecía vivir ahí. Era un auténtico ciruja como le dicen, pero y bueno... si mi cuñado no se fijaba en mis piernas, quizás este viejo de más de 80 años sí lo haría. Aunque me veo bastante bien ahora, sé que en aquel entonces me veía mucho mejor. Encima con lo que traía puesto, no me costó mucho trabajo hacer que a ese viejito se le cayera la baba.
Esperé hasta que mi cuñado se había alejado lo suficiente, y aunque el shorcito que traía apenas me tapaba las nalgas, me lo jalé por detrás hasta que quedó como tanguita entre mis nalguitas blancas que no tenían un pelo ni siquiera. Luego enrollé la parte de arriba dándolo unas tres o cuatro vueltas para que quedara así con mis nalgas casi totalmente descubiertas, pero como soy bastante tímido a pesar de mi atrevimiento, medio me arrepentí y me lo jalé un poco hacia abajo para que me tapara la mitad del culo. Después fingí que andaba buscando algo en mi mochila para así agacharme con el culo apuntado hacia el viejito, y cuando hacía esto sentía que el short se me metía aun más y sabía que mis nalgas ya habían quedado casi totalmente descubiertas, pero ya no me importaba nada ya que me había puesto muy excitado. De repente supe que me había visto porque suspiró casi como un chiflido y al escucharlo medio gemir con una voz profunda, dijo algunas cosas en voz baja que no se alcanzaban a entender, pero escuché “puta” y “te parto el culo”, y me fui excitando cada vez más. De vez en cuando me paraba y me acariciaba mis propias nalgas mirando la mochila y fingiendo estar distraído como si estuviera pensando en algo. Después de estar un buen rato así, escuché al viejo que me ofrecía un mate, que para los que no saben es un té verde que se toma con una bombilla (pipote, sorbete) de metal, y caminé hacía él en la manera más sexy y afeminada que pude para aceptárselo.
Al tomarme el mate, simulé que le estaba haciendo un felatio a la bombilla, lambiéndola de vez en cuando y metiéndola y sacándola de mis labios. De repente el viejo dijo que tenía que mear, y alejándose unos dos metros apenas, sacó su verga, que era de buen tamaño aunque no podía compararse con la de mi cuñado, y soltó el chorro. Le miré la verga descaradamente mientras él me miraba a mí y hacía señas con su cabeza hacia su pene como preguntándome si me gustaba. Yo accedía que sí al no despegar mi vista de él, me mordisqueaba el labio de abajo y mientras abría la boca un poquito como medio jadeando, tocaba la punta de mi lengua contra el labio de arriba y me la raspaba contra los dientes. El viejo terminó de mear y se dirigió hacia una chocita que tenía cerca de ahí sin tomarse la molestia de guardar su pene, y volteando la cabeza me hizo señas que le siguiera. Así lo hice, y al entrar en la choza vi que el piso era de tierra y solamente tenía algunos trapos viejos ahí. Estaba oscuro y la luz solo entraba por varias grietas y huequitos en las paredes.
Debo decir que a pesar de todo, yo no había planeado tener sexo con nadie. Estaba comenzando a entender el efecto que mi cuerpo le provocaba a ciertos hombres, y me gustaba ver como reaccionaban. Con este viejo me animé mucho más de lo que me había animado en otras ocasiones, y ahora se me había pasado la mano. Quería ver hasta donde llegaría, pero no se me había ocurrido que terminaría entregando el culo, o que llegaría a un punto donde ya no me iba a poder echar para atrás.
Pero ahora me encontraba solo con este anciano. El viejo me agarró una nalga mientras yo andaba viendo lo que había ahí, y vi que se había bajado el pantalón y estaba empezando a masturbarse con la otra mano. Me sentía tan nervioso que le di la espalda pero él enseguida aprovechó para explorar mi culo con sus manos grandes y ásperas. Al sentir sus manos en mi culo me excité tanto que supe que quizás ya no podría ponerle freno. Y cuando me dio unas cuantas nalgadas y se acercó y empezó a besarme el cuello mientras me apoyaba su verga que ya se sentía grande, dura, y punzante... me sentía tan excitado que alzaba mi colita un poco y me encorvaba para darle mejor acceso. A pesar de mi estado de excitación, tenía miedo de que mi cuñado regresaría pronto, y creo que me excitaba aun más pensando en la posibilidad de que me encontrara así, pero cuando de repente escuché que me llamaba en voz alta desde el puente, todo cambió y me entró un pánico... Le dije al viejo que íbamos a tener que esperar y que no le dijera nada a mi cuñado porque no sabía mi secreto.
El viejo empezó a insistir que siguiera ahí con él, que mi cuñado no nos encontraría, y como para convencerme trató de hundir la mitad de su dedo medio en mi ano sin usar tan siquiera un poco de saliva como lubricante. A pesar de la falta de lubricación, la verdad es que me gustó. Yo me había metido dedos y algunas otras cositas antes, pero me ocasionó mucho morbo que me lo hiciera otro. Aun así, le volví a insistir, logré librar mi culo de sus manos y salí de la choza. En seguida me di cuenta que mi short seguía dentro de la raja de mi culo, pero mi cuñado ya podía verme de donde estaba, así que traté de sacarlo lo más que podía sin que fuera obvio, y no me atreví a desenrollar la parte de arriba para que me tapara más. Al acercarme más a él me preguntó que qué había estado haciendo en la choza del viejo, y le dije que no había entrado sino que el viejo entró por algo y le había estado haciendo la plática desde la puerta, ya que la puerta estaba del otro lado y no podría haberme visto salir. Luego mi cuñado tomó un paso hacia atrás y mirándome las piernas se rió un poco y me preguntó que por qué traía el short así. No supe que decirle y seguro que me sonrojé un poco, pero después de una breve pausa le dije que iba a tomar sol. Hice todo lo posible para que no me viera de atrás, apoyándome contra una columna, y posicionándome estratégicamente. Sabía que sospechaba algo pero no habló más del tema. Cuando pude me acomodé el short para que tapara el 80 por ciento de mi culo dejándomelo un poco descubierto para que no se notara tan diferente a como había estado antes. Mi cuñado se puso a pescar y le dije que me iba a ir a caminar por el río para buscar un buen lugar para tomar sol. Me dijo que no era buena idea porque me podría pasar algo, pero le dije que no se preocupara y que regresaría más al rato.
Pasé por debajo del puente para sacar un envase de aceite mineral con el cual untarme la piel para broncearme, y vi que el viejo estaba otra vez ahí mirándome con una sonrisa pícara. Seguro que se había quedado dentro de la choza haciéndose una tremenda paja mientras pensaba en mi culo. Me di vuelta para que me lo viera de nuevo, y ya que mi cuñado no podía verme de donde estaba pescando, volví a meter mi short en la raja de mi culo, pero esta vez sin pena, hasta que apenas quedó un triangulito rojo en la parte de arriba. Con la mano me jalé primero un cachete y luego el otro para hundírmelo completamente, y empecé a echarme el aceite, primero en los brazos, luego en mi cuello, en mi pecho, en la cara, y por último en las piernas. Pasé mucho rato untándome las piernas para de ese modo tener escusa para agacharme otra vez delante del viejo. En eso se acercó y me preguntó si quería que me ayudara. Acepté y volví a encorvarme un poco, y al alzar mi colita en el aire, me quité la camisa, me eché unos buenos chorros de aceite en la espalda y otros más en las nalgas. Como mi mochila había quedado en el sol, el aceite se sentía bien calentito. Parecía como si fueran chorros de semen cayendo sobre mí aunque todavía no conocía esa sensación.
El viejo empezó a desparramar el aceite que caía sobre mis nalgas y volví a excitarme bastante sintiendo esas manos tan grandes y ásperas masajeándome el culo. En vez de desparramar el aceite que había caído en mi espalda, dejaba que se escurriera y de vez en cuando pasaba la mano para trasladar todo el aceite hacia mi culo. Yo casi no aguantaba lo rico que sentía. Cuando sentí que quería mover mi short a un lado para jugar con mi anito, en vez de oponerme me lo quité, y quede totalmente desnudo ante él agarrándome de una viga del puente, abriéndome un poco de piernas y ofreciéndole mi culito disque virgen. Sus manos eran verdaderamente grandes y me masajeaba a su gusto rozándome el anito de vez en cuando con la yema de los dedos, y luego empezó a frotármelo con una mano entera desde la punta de su dedo medio que pasó de largo hasta tocarme los huevitos quedando la gran palma de su mano separándome las nalgas y rozándome el anito. “O sí eres varón.” me dijo al oído mientras frotaba la yema de su dedo contra la base de mi pijita que se había puesto totalmente al palo. “Te ves tan buena que pareces niña.”
De repente retiró la mano un poco y de golpe me hundió el dedo medio hasta la mitad. Con el aceite sus dedo penetró mi agujerito fácilmente, pero enseguida empezó a contraerse del puro gusto. “¡Ay puta... sí apretá... y apretá así cuando te meta la verga!” Y cada vez que mi anito se contraía, el viejo gemía como para hacerme entender que lo sentía y le gustaba. Por mi parte me encantaban las sensaciones nuevas que sentía, pero a la vez tenía pánico de que me descubriera mi cuñado, y también por el comportamiento de este viejo que era bastante brusco. Todo eso me provocaba mucha adrenalina y a la vez me causaba mayor excitación.
Siguió insertándome el dedo y me empezaron a temblar las piernas. Al pararme de puntillas de repente me di cuenta que parándome de puntillas y bajando otra vez los pies ocasionaba que me metiera y sacara su dedo yo solito cosa que repetí rápidamente haciendo que mi culito medio aplaudiera contra su dedo también. “Te encanta putita, ¿verdad?”
“¡Ay, sí!” Le decía, “Nunca había sentido tan rico.”
Pero enseguida me detuve porque empezó a tratar de meterme dos dedos a la vez. “No...” le dije, “no que me va a doler.”
“Esto no es nada comparado a lo que te espera.” me contestó.
“No... aparte mi cuñado está ahí no más.” le dije, pero de repente cedió mi anito y al quedar ensartado sobre sus dos dedos gruesos, empecé a gemir más fuerte y a retorcer el cuerpo. Al ver esto, el viejo empezó a hacerlo con mayor fuerza y velocidad hasta que se oía el resto de su mano golpeando contra mi culito como nalgadas. Me puse en éxtasis con el ritmo e intensidad de la culeada que me estaba haciendo con los dedos, y más porque cada dedo de él era más grueso que mi pulgar. Sabía que en ese momento me estaba dando con dos, y cuando volvió a detenerse, sospeché que era para tratar de meterme otro más. Tuve que aferrarme a la viga del puente para no caerme. Empecé a rogarle “ay no, mejor no que me duele.” Me volvía a hundir los dos dedos que me ocasionaban un placer intenso, pero cada vez que trataba de meterme tres me dolía demasiado y movía el cuerpo como fuera para evitarlo. Me hubiera gustado correrme, pero poco tiempo después, vi que mi cuñado se acercaba para tomar algo o no sé qué, así que le dije al viejo que me fuera a buscar más al rato, y salí corriendo. Me imagino que mi anito habrá sonado como una botella siendo descorchada cuando los dedos del viejo fueron retirados rápidamente.
Corrí por el río hasta ver un lugar medio profundo, y me tiré a nadar un rato. Poco tiempo después vi que el viejo se acercaba, pero también venía mi cuñado unos treinta metros detrás de él. Yo trataba de alejarme disimuladamente cuando mi cuñado se ponía a pescar, pero me seguía y noté que aunque no se acercaba mucho, tampoco dejaba que estuviera fuera de su vista. Yo seguía haciendo pequeñas exhibiciones para el viejo que me miraba desde la sombra de un árbol, sacando mi culito del agua y haciendo poses arriba de las piedras grandes que habían ahí, pero siempre con la cara mirando hacia mi cuñado y la cola apuntando hacia el viejo. Después de varias horas me cansé de este juego y me fui a la carpa para tomarme una siesta.
A la noche me desperté al escuchar voces de varios hombres que charlaban con el viejo y mi cuñado. Salí a ver y miré a unos ocho hombres, muy sucios, sudados, que traían los pantalones mojados y embarrados hasta las rodillas, y noté que traían unas bolsas grandes en las que más tarde descubrí que traían nutrias y pieles de nutria. Para los que no saben, la nutria es como un castor pero con cola de rata. Las caras de los hombres estaban sucias con barbas y bigotes que parecían ser el resultado de varias semanas en el campo sin rastrillo ni peine. Traían sus camisas manchadas de sudor debajo de las axilas, y aunque estaban a varios metros de mí, por el olor que desprendían me di cuenta de que llevaban varias semanas sin bañarse y con la misma ropa puesta. También vi que todos traían navajas grandes colgando de sus cinturones. Al salir de la carpa uno chiflo ese chiflido universal para decir “bonita”. Y mi cuñado se acercó rápido para decirme “Che, ponete un pantalón que ya bajó el sol y no da para andar así.”
“OK”, le dije. “Buena idea.” Al ponerme un pantalón y unirme al grupo, me puse a tomar vino con ellos y a pasarla bien, aunque a veces me costaba entender su forma de hablar. El anciano me tiraba alguna indirecta de vez en cuando pero lo ignoré totalmente. Después de algunas horas me empecé a marear por el vino, y me dio sueño otra vez, así que me despedí y regresé a la carpa a dormir.
Hoy en día me pongo a fantasear que en vez de haberme ido a dormir me ofrecí a entretenerlos a todos vestida de chica y bailando y turnándome con ellos, pero a pesar de que una vez escribí una versión de este cuento con bastantes exageraciones y fantasías, eso no fue lo que pasó. En la versión verídica, me mareé demasiado y me fui a dormir.
A la mañana siguiente me desperté muy temprano. Mi cuñado seguía dormido, y casi no pude contenerme porque traía la verga afuera y re-dura. Me quedé atónito, mirándola por media hora o más, aguantándome las ganas de hacerle tantas, pero tantas cosas mientras me jalaba la pijita un poco viendo que a penas alcanzaba la tercera parte del tamaño de la de él. Al escuchar al viejo afuera echar leña al fuego para calentar agua, me levanté y salí de la carpa. Me tomé un mate con él haciendo las mismas cosas para excitarlo y en poco tiempo se paró y como yo estaba sentado, se acercó a mí y sacando su pene de su pantalón me lo puse en frente de mi cara. Ya que estábamos muy cerca de la carpa donde dormía mi cuñado, me paré y haciéndole señas de “ven” con mi dedo índice me fui alejando del puente y el viejo me siguió. Me fui bastante lejos, fácil unos doscientos metros para que no hubiera tantas posibilidades de que nos volviera a interrumpir, y nos encontramos con las ruinas de una casa de bloques de cemento, bueno, me acuerdo que había una pared ahí...
Me arrodillé ansioso y el viejo se acercó a mí con su verga en la mano. Todavía me acuerdo del olor que tenía a sudor, a humo, y a vino. Aun así me encantó. Parecía que estaba hecha de goma como no la traía dura. Después de meter y sacarla de mi boca un par de veces a la vez que lo mojaba con mi lengua y lo apretaba con mis labios, creció un poco, pero aun así seguía un poco flácida. Le jalé la pielcita hace atrás dejando la hermosa cabeza brillosa de su pene al descubierto. Se la limpié con la lengua y sí estaba un poco sucia. Fue la primera vez que había sentido el gusto de semen ajeno en mi boca. Cuando ya traía la verga un poco más dura, me puse contra la pared y alcé mi colita lo más que pude para ofrecérsela al viejo. El viejo me quitó el shorcito que me había vuelto a poner, pero mientras más trataba de cojerme, más flácida se le ponía la verga. Me metí los dos dedos índices al ano y hice fuerza para abrirlo lo más posible. Me di cuenta que todavía traía un poco de aceite en mi ano del día anterior. Me unté los dedos índices con saliva y me aseguré de que traía el ano bien lubricado mientras estiraba mi ano de ambos costados para ver si así podría. Me sentía encendido, le suplicaba que me cogiera, hasta le agarré la verga y traté de meterla a fuerzas aunque estuviera flácida, pero de nada sirvió. Me di vuelta y empecé a mamarle la verga de nuevo. Me sentí un poco frustrado por el hecho de que no se le paraba, y me la sacaba de la boca de vez en cuando para verificar su estado y a la vez me golpeaba la cara con ella mientras le decía que me encantaba su verga y le pedía que hiciera lo que pudiera para que se parara porque quería que me cogiera. Me golpeaba la cara con su verga semi-flácida mientras le decía “Ponete dura, por favor que quiero sentirte en mi orto, dale papi que lo traigo bien calentito y mojadito.” Pero por más que intentaba, no se le paraba. Luego escuché a mi cuñado llamarme a lo lejos, y como con este viejo no pasaba nada, decidí ir a ver lo que quería.
“No, no, no...” me dijo cuando me vio. “Ponete otro short que hoy no vas a andar así con ese shorcito rojo. A noche cuando te acostaste quisieron pasar a la carpa a turnarse contigo y sin duda lo hubieran hecho si no los hubiera amenazado con un pequeño revolver que traje por si las moscas. Y a eso pobre viejo lo traés re-verde ya. Y no sé cuantas cosas les anduvo contando a los que llegaron anoche, pero terminaron pensando que somos amantes y que por eso no quería permitir que te cogieran.”
En fin, me cambié de ropa y traté de disimular el resto del día. Luego a la tarde nos regresamos a la capital, y aunque el viejo me suplicó que me quedara ahí con él, le dije que pronto regresaría, pero fue la última vez que lo vi. Bueno, se imaginan cuantas veces no me habré masturbado con diferentes variantes de los hechos. Aunque el culo me lo desvirgaron bien unos tres años más tarde, hasta hoy sueño con repetir esta aventura con otra persona... alguien que sí los dejaría pasar a la carpa...
Tenía una novia hermosa que tenía un hermano medio zarpado pero chistoso y buena gente. Un día quedamos en ir a acampar y pescar los dos solos a un río que conocía él, y al llegar ahí decidimos poner la carpa debajo de un puente por donde pasaba el río. Confieso que me sentía atraído a mi cuñado por la enorme verga que tenía y que siempre andaba sacando como broma o algo por el estilo. Cada vez que lo hacía me quedaba como paralizado y hasta hoy sueño con mamársela y sentirla llenando mi orto. Seguro que dura habrá sido de unos 30 centímetros porque creo que hasta blanda llegaba a 22. Si la hubiera agarrado con mi mano no pudiera haber tocado el dedo índice con el pulgar por lo gruesa que era. Fácilmente era lo doble de gruesa que la mía. Tenía unas hermosas venas azules que translucían a través de su piel blanca y traía la punta cubierta por su prepucio ya que no era circuncidado. ¡Cómo me hubiera encantado jalarle la pielcita hacía atrás hasta dejar su gran capullo al descubierto! Le hubiera lambido y chupado ese palo enorme gozando tanto de las sensaciones que me hubiera ocasionado como también del sabor y el olor. Me hubiera tragado toda su leche hasta dejarlo seco, pero... Mi cuñado a veces hablaba mal de los homosexuales, y por lo tanto no me atrevía a ser demasiado directo. Aunque como les estoy por relatar, él habrá tenido más de alguna sospecha de mí.
El día que fuimos a acampar fue un día bastante caluroso. Por lo tanto, traía puesto una camiseta blanca y un pantalón de algodón bastante corto, de color rojo, y no traía calzoncillos. Mis piernas se veían muy bien formadas, y los pocos pelos que tenía estaban rubios todavía. Aunque esto solía hacer que me sintiera menos macho, también me excitaba ver el efecto que a veces ocasionaba en los hombres. El shorcito apenas me tapaba las nalgas, pero me lo había bajado un poco y con la camiseta tapándolo un poco durante el viaje de ida en autobus, pude disimular lo suficiente. La idea era que íbamos a ir a un lugar donde no había gente, y quería broncearme a gusto, y ¿por qué no? para ver si a mi cuñado le producían algún efecto mis hermosas piernas.
Al llegar al puente donde íbamos a acampar, mi cuñado se fue a explorar los alrededores mientras me quedé armando la carpa y organizando las cosas un poco. Bueno, la verdad es que lo de organizar fue más que nada una escusa para ponerlo verde a un viejo vagabundo que parecía vivir ahí. Era un auténtico ciruja como le dicen, pero y bueno... si mi cuñado no se fijaba en mis piernas, quizás este viejo de más de 80 años sí lo haría. Aunque me veo bastante bien ahora, sé que en aquel entonces me veía mucho mejor. Encima con lo que traía puesto, no me costó mucho trabajo hacer que a ese viejito se le cayera la baba.
Esperé hasta que mi cuñado se había alejado lo suficiente, y aunque el shorcito que traía apenas me tapaba las nalgas, me lo jalé por detrás hasta que quedó como tanguita entre mis nalguitas blancas que no tenían un pelo ni siquiera. Luego enrollé la parte de arriba dándolo unas tres o cuatro vueltas para que quedara así con mis nalgas casi totalmente descubiertas, pero como soy bastante tímido a pesar de mi atrevimiento, medio me arrepentí y me lo jalé un poco hacia abajo para que me tapara la mitad del culo. Después fingí que andaba buscando algo en mi mochila para así agacharme con el culo apuntado hacia el viejito, y cuando hacía esto sentía que el short se me metía aun más y sabía que mis nalgas ya habían quedado casi totalmente descubiertas, pero ya no me importaba nada ya que me había puesto muy excitado. De repente supe que me había visto porque suspiró casi como un chiflido y al escucharlo medio gemir con una voz profunda, dijo algunas cosas en voz baja que no se alcanzaban a entender, pero escuché “puta” y “te parto el culo”, y me fui excitando cada vez más. De vez en cuando me paraba y me acariciaba mis propias nalgas mirando la mochila y fingiendo estar distraído como si estuviera pensando en algo. Después de estar un buen rato así, escuché al viejo que me ofrecía un mate, que para los que no saben es un té verde que se toma con una bombilla (pipote, sorbete) de metal, y caminé hacía él en la manera más sexy y afeminada que pude para aceptárselo.
Al tomarme el mate, simulé que le estaba haciendo un felatio a la bombilla, lambiéndola de vez en cuando y metiéndola y sacándola de mis labios. De repente el viejo dijo que tenía que mear, y alejándose unos dos metros apenas, sacó su verga, que era de buen tamaño aunque no podía compararse con la de mi cuñado, y soltó el chorro. Le miré la verga descaradamente mientras él me miraba a mí y hacía señas con su cabeza hacia su pene como preguntándome si me gustaba. Yo accedía que sí al no despegar mi vista de él, me mordisqueaba el labio de abajo y mientras abría la boca un poquito como medio jadeando, tocaba la punta de mi lengua contra el labio de arriba y me la raspaba contra los dientes. El viejo terminó de mear y se dirigió hacia una chocita que tenía cerca de ahí sin tomarse la molestia de guardar su pene, y volteando la cabeza me hizo señas que le siguiera. Así lo hice, y al entrar en la choza vi que el piso era de tierra y solamente tenía algunos trapos viejos ahí. Estaba oscuro y la luz solo entraba por varias grietas y huequitos en las paredes.
Debo decir que a pesar de todo, yo no había planeado tener sexo con nadie. Estaba comenzando a entender el efecto que mi cuerpo le provocaba a ciertos hombres, y me gustaba ver como reaccionaban. Con este viejo me animé mucho más de lo que me había animado en otras ocasiones, y ahora se me había pasado la mano. Quería ver hasta donde llegaría, pero no se me había ocurrido que terminaría entregando el culo, o que llegaría a un punto donde ya no me iba a poder echar para atrás.
Pero ahora me encontraba solo con este anciano. El viejo me agarró una nalga mientras yo andaba viendo lo que había ahí, y vi que se había bajado el pantalón y estaba empezando a masturbarse con la otra mano. Me sentía tan nervioso que le di la espalda pero él enseguida aprovechó para explorar mi culo con sus manos grandes y ásperas. Al sentir sus manos en mi culo me excité tanto que supe que quizás ya no podría ponerle freno. Y cuando me dio unas cuantas nalgadas y se acercó y empezó a besarme el cuello mientras me apoyaba su verga que ya se sentía grande, dura, y punzante... me sentía tan excitado que alzaba mi colita un poco y me encorvaba para darle mejor acceso. A pesar de mi estado de excitación, tenía miedo de que mi cuñado regresaría pronto, y creo que me excitaba aun más pensando en la posibilidad de que me encontrara así, pero cuando de repente escuché que me llamaba en voz alta desde el puente, todo cambió y me entró un pánico... Le dije al viejo que íbamos a tener que esperar y que no le dijera nada a mi cuñado porque no sabía mi secreto.
El viejo empezó a insistir que siguiera ahí con él, que mi cuñado no nos encontraría, y como para convencerme trató de hundir la mitad de su dedo medio en mi ano sin usar tan siquiera un poco de saliva como lubricante. A pesar de la falta de lubricación, la verdad es que me gustó. Yo me había metido dedos y algunas otras cositas antes, pero me ocasionó mucho morbo que me lo hiciera otro. Aun así, le volví a insistir, logré librar mi culo de sus manos y salí de la choza. En seguida me di cuenta que mi short seguía dentro de la raja de mi culo, pero mi cuñado ya podía verme de donde estaba, así que traté de sacarlo lo más que podía sin que fuera obvio, y no me atreví a desenrollar la parte de arriba para que me tapara más. Al acercarme más a él me preguntó que qué había estado haciendo en la choza del viejo, y le dije que no había entrado sino que el viejo entró por algo y le había estado haciendo la plática desde la puerta, ya que la puerta estaba del otro lado y no podría haberme visto salir. Luego mi cuñado tomó un paso hacia atrás y mirándome las piernas se rió un poco y me preguntó que por qué traía el short así. No supe que decirle y seguro que me sonrojé un poco, pero después de una breve pausa le dije que iba a tomar sol. Hice todo lo posible para que no me viera de atrás, apoyándome contra una columna, y posicionándome estratégicamente. Sabía que sospechaba algo pero no habló más del tema. Cuando pude me acomodé el short para que tapara el 80 por ciento de mi culo dejándomelo un poco descubierto para que no se notara tan diferente a como había estado antes. Mi cuñado se puso a pescar y le dije que me iba a ir a caminar por el río para buscar un buen lugar para tomar sol. Me dijo que no era buena idea porque me podría pasar algo, pero le dije que no se preocupara y que regresaría más al rato.
Pasé por debajo del puente para sacar un envase de aceite mineral con el cual untarme la piel para broncearme, y vi que el viejo estaba otra vez ahí mirándome con una sonrisa pícara. Seguro que se había quedado dentro de la choza haciéndose una tremenda paja mientras pensaba en mi culo. Me di vuelta para que me lo viera de nuevo, y ya que mi cuñado no podía verme de donde estaba pescando, volví a meter mi short en la raja de mi culo, pero esta vez sin pena, hasta que apenas quedó un triangulito rojo en la parte de arriba. Con la mano me jalé primero un cachete y luego el otro para hundírmelo completamente, y empecé a echarme el aceite, primero en los brazos, luego en mi cuello, en mi pecho, en la cara, y por último en las piernas. Pasé mucho rato untándome las piernas para de ese modo tener escusa para agacharme otra vez delante del viejo. En eso se acercó y me preguntó si quería que me ayudara. Acepté y volví a encorvarme un poco, y al alzar mi colita en el aire, me quité la camisa, me eché unos buenos chorros de aceite en la espalda y otros más en las nalgas. Como mi mochila había quedado en el sol, el aceite se sentía bien calentito. Parecía como si fueran chorros de semen cayendo sobre mí aunque todavía no conocía esa sensación.
El viejo empezó a desparramar el aceite que caía sobre mis nalgas y volví a excitarme bastante sintiendo esas manos tan grandes y ásperas masajeándome el culo. En vez de desparramar el aceite que había caído en mi espalda, dejaba que se escurriera y de vez en cuando pasaba la mano para trasladar todo el aceite hacia mi culo. Yo casi no aguantaba lo rico que sentía. Cuando sentí que quería mover mi short a un lado para jugar con mi anito, en vez de oponerme me lo quité, y quede totalmente desnudo ante él agarrándome de una viga del puente, abriéndome un poco de piernas y ofreciéndole mi culito disque virgen. Sus manos eran verdaderamente grandes y me masajeaba a su gusto rozándome el anito de vez en cuando con la yema de los dedos, y luego empezó a frotármelo con una mano entera desde la punta de su dedo medio que pasó de largo hasta tocarme los huevitos quedando la gran palma de su mano separándome las nalgas y rozándome el anito. “O sí eres varón.” me dijo al oído mientras frotaba la yema de su dedo contra la base de mi pijita que se había puesto totalmente al palo. “Te ves tan buena que pareces niña.”
De repente retiró la mano un poco y de golpe me hundió el dedo medio hasta la mitad. Con el aceite sus dedo penetró mi agujerito fácilmente, pero enseguida empezó a contraerse del puro gusto. “¡Ay puta... sí apretá... y apretá así cuando te meta la verga!” Y cada vez que mi anito se contraía, el viejo gemía como para hacerme entender que lo sentía y le gustaba. Por mi parte me encantaban las sensaciones nuevas que sentía, pero a la vez tenía pánico de que me descubriera mi cuñado, y también por el comportamiento de este viejo que era bastante brusco. Todo eso me provocaba mucha adrenalina y a la vez me causaba mayor excitación.
Siguió insertándome el dedo y me empezaron a temblar las piernas. Al pararme de puntillas de repente me di cuenta que parándome de puntillas y bajando otra vez los pies ocasionaba que me metiera y sacara su dedo yo solito cosa que repetí rápidamente haciendo que mi culito medio aplaudiera contra su dedo también. “Te encanta putita, ¿verdad?”
“¡Ay, sí!” Le decía, “Nunca había sentido tan rico.”
Pero enseguida me detuve porque empezó a tratar de meterme dos dedos a la vez. “No...” le dije, “no que me va a doler.”
“Esto no es nada comparado a lo que te espera.” me contestó.
“No... aparte mi cuñado está ahí no más.” le dije, pero de repente cedió mi anito y al quedar ensartado sobre sus dos dedos gruesos, empecé a gemir más fuerte y a retorcer el cuerpo. Al ver esto, el viejo empezó a hacerlo con mayor fuerza y velocidad hasta que se oía el resto de su mano golpeando contra mi culito como nalgadas. Me puse en éxtasis con el ritmo e intensidad de la culeada que me estaba haciendo con los dedos, y más porque cada dedo de él era más grueso que mi pulgar. Sabía que en ese momento me estaba dando con dos, y cuando volvió a detenerse, sospeché que era para tratar de meterme otro más. Tuve que aferrarme a la viga del puente para no caerme. Empecé a rogarle “ay no, mejor no que me duele.” Me volvía a hundir los dos dedos que me ocasionaban un placer intenso, pero cada vez que trataba de meterme tres me dolía demasiado y movía el cuerpo como fuera para evitarlo. Me hubiera gustado correrme, pero poco tiempo después, vi que mi cuñado se acercaba para tomar algo o no sé qué, así que le dije al viejo que me fuera a buscar más al rato, y salí corriendo. Me imagino que mi anito habrá sonado como una botella siendo descorchada cuando los dedos del viejo fueron retirados rápidamente.
Corrí por el río hasta ver un lugar medio profundo, y me tiré a nadar un rato. Poco tiempo después vi que el viejo se acercaba, pero también venía mi cuñado unos treinta metros detrás de él. Yo trataba de alejarme disimuladamente cuando mi cuñado se ponía a pescar, pero me seguía y noté que aunque no se acercaba mucho, tampoco dejaba que estuviera fuera de su vista. Yo seguía haciendo pequeñas exhibiciones para el viejo que me miraba desde la sombra de un árbol, sacando mi culito del agua y haciendo poses arriba de las piedras grandes que habían ahí, pero siempre con la cara mirando hacia mi cuñado y la cola apuntando hacia el viejo. Después de varias horas me cansé de este juego y me fui a la carpa para tomarme una siesta.
A la noche me desperté al escuchar voces de varios hombres que charlaban con el viejo y mi cuñado. Salí a ver y miré a unos ocho hombres, muy sucios, sudados, que traían los pantalones mojados y embarrados hasta las rodillas, y noté que traían unas bolsas grandes en las que más tarde descubrí que traían nutrias y pieles de nutria. Para los que no saben, la nutria es como un castor pero con cola de rata. Las caras de los hombres estaban sucias con barbas y bigotes que parecían ser el resultado de varias semanas en el campo sin rastrillo ni peine. Traían sus camisas manchadas de sudor debajo de las axilas, y aunque estaban a varios metros de mí, por el olor que desprendían me di cuenta de que llevaban varias semanas sin bañarse y con la misma ropa puesta. También vi que todos traían navajas grandes colgando de sus cinturones. Al salir de la carpa uno chiflo ese chiflido universal para decir “bonita”. Y mi cuñado se acercó rápido para decirme “Che, ponete un pantalón que ya bajó el sol y no da para andar así.”
“OK”, le dije. “Buena idea.” Al ponerme un pantalón y unirme al grupo, me puse a tomar vino con ellos y a pasarla bien, aunque a veces me costaba entender su forma de hablar. El anciano me tiraba alguna indirecta de vez en cuando pero lo ignoré totalmente. Después de algunas horas me empecé a marear por el vino, y me dio sueño otra vez, así que me despedí y regresé a la carpa a dormir.
Hoy en día me pongo a fantasear que en vez de haberme ido a dormir me ofrecí a entretenerlos a todos vestida de chica y bailando y turnándome con ellos, pero a pesar de que una vez escribí una versión de este cuento con bastantes exageraciones y fantasías, eso no fue lo que pasó. En la versión verídica, me mareé demasiado y me fui a dormir.
A la mañana siguiente me desperté muy temprano. Mi cuñado seguía dormido, y casi no pude contenerme porque traía la verga afuera y re-dura. Me quedé atónito, mirándola por media hora o más, aguantándome las ganas de hacerle tantas, pero tantas cosas mientras me jalaba la pijita un poco viendo que a penas alcanzaba la tercera parte del tamaño de la de él. Al escuchar al viejo afuera echar leña al fuego para calentar agua, me levanté y salí de la carpa. Me tomé un mate con él haciendo las mismas cosas para excitarlo y en poco tiempo se paró y como yo estaba sentado, se acercó a mí y sacando su pene de su pantalón me lo puse en frente de mi cara. Ya que estábamos muy cerca de la carpa donde dormía mi cuñado, me paré y haciéndole señas de “ven” con mi dedo índice me fui alejando del puente y el viejo me siguió. Me fui bastante lejos, fácil unos doscientos metros para que no hubiera tantas posibilidades de que nos volviera a interrumpir, y nos encontramos con las ruinas de una casa de bloques de cemento, bueno, me acuerdo que había una pared ahí...
Me arrodillé ansioso y el viejo se acercó a mí con su verga en la mano. Todavía me acuerdo del olor que tenía a sudor, a humo, y a vino. Aun así me encantó. Parecía que estaba hecha de goma como no la traía dura. Después de meter y sacarla de mi boca un par de veces a la vez que lo mojaba con mi lengua y lo apretaba con mis labios, creció un poco, pero aun así seguía un poco flácida. Le jalé la pielcita hace atrás dejando la hermosa cabeza brillosa de su pene al descubierto. Se la limpié con la lengua y sí estaba un poco sucia. Fue la primera vez que había sentido el gusto de semen ajeno en mi boca. Cuando ya traía la verga un poco más dura, me puse contra la pared y alcé mi colita lo más que pude para ofrecérsela al viejo. El viejo me quitó el shorcito que me había vuelto a poner, pero mientras más trataba de cojerme, más flácida se le ponía la verga. Me metí los dos dedos índices al ano y hice fuerza para abrirlo lo más posible. Me di cuenta que todavía traía un poco de aceite en mi ano del día anterior. Me unté los dedos índices con saliva y me aseguré de que traía el ano bien lubricado mientras estiraba mi ano de ambos costados para ver si así podría. Me sentía encendido, le suplicaba que me cogiera, hasta le agarré la verga y traté de meterla a fuerzas aunque estuviera flácida, pero de nada sirvió. Me di vuelta y empecé a mamarle la verga de nuevo. Me sentí un poco frustrado por el hecho de que no se le paraba, y me la sacaba de la boca de vez en cuando para verificar su estado y a la vez me golpeaba la cara con ella mientras le decía que me encantaba su verga y le pedía que hiciera lo que pudiera para que se parara porque quería que me cogiera. Me golpeaba la cara con su verga semi-flácida mientras le decía “Ponete dura, por favor que quiero sentirte en mi orto, dale papi que lo traigo bien calentito y mojadito.” Pero por más que intentaba, no se le paraba. Luego escuché a mi cuñado llamarme a lo lejos, y como con este viejo no pasaba nada, decidí ir a ver lo que quería.
“No, no, no...” me dijo cuando me vio. “Ponete otro short que hoy no vas a andar así con ese shorcito rojo. A noche cuando te acostaste quisieron pasar a la carpa a turnarse contigo y sin duda lo hubieran hecho si no los hubiera amenazado con un pequeño revolver que traje por si las moscas. Y a eso pobre viejo lo traés re-verde ya. Y no sé cuantas cosas les anduvo contando a los que llegaron anoche, pero terminaron pensando que somos amantes y que por eso no quería permitir que te cogieran.”
En fin, me cambié de ropa y traté de disimular el resto del día. Luego a la tarde nos regresamos a la capital, y aunque el viejo me suplicó que me quedara ahí con él, le dije que pronto regresaría, pero fue la última vez que lo vi. Bueno, se imaginan cuantas veces no me habré masturbado con diferentes variantes de los hechos. Aunque el culo me lo desvirgaron bien unos tres años más tarde, hasta hoy sueño con repetir esta aventura con otra persona... alguien que sí los dejaría pasar a la carpa...
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