Me senté afuera en el patio del bar. Tenía una sed que el trago no me podía quitar. Lo vi sentado a pocos metros de mí, y le dije “¿Por qué no te sientas conmigo?” El joven moreno se paró y se sentó a mi lado. Vi que era bastante alto y que tenía buen físico. Su sonrisa era encantadora. Me acarició la pierna y me dijo “¿Por qué no me das un beso?” Traté de responderle con excusas y razones pero mi deseo pudo más y en un abrir y cerrar de ojos me encontré dándole besos apasionados a un desconocido, a pesar de que normalmente no soy de darle besos a hombres. Nuestras lenguas se acariciaban y yo le chupaba la de él junto con sus labios gruesos.
“Mira” me dijo señalando el bulto que había aparecido en su pantalón. Bajé la mano y empecé a acariciarlo apenas podiendo aguantar la anticipación de tenerlo dentro de mí. De repente bajó su cierre y lo sacó. Lo toqué y sentí algo pegajoso, resbaloso y húmedo en mi dedo. Al retirar mi mano vi que me había mojado el dedo con una buena gota de semen. El joven, que se llamaba Austin, me miró a los ojos mientras me introduje el dedo índice a la boca y gemí al saborear su juguito. Luego me limpié el resto del dedo con la puntita de la lengua, dándome cuenta que varias otras personas también miraban con interés. Volví a agarrar su pene hinchado y a manosearlo de una manera delicada y reverente, como si fuera un objeto sagrado o de gran valor.
No sé, siempre suelo conocer a hombres con penes enormes. Este era tan grueso que tenía que hacer fuerza y comprimirlo un poco para poder tocar el dedo índice contra el pulgar, y tampoco no tengo manos pequeñas. Lo tenía hasta musculoso, cosa que cuando lo apretaba para juntar los dedos como acabo de describir, él hacia fuerza para inflar su pene y hacía que se abriera un espacio de dos centímetros entre estos dos dedos. Le agarraba el pene de la base y luego con dos manos, y sobraba lugar para otra mano más, o sea que medía por lo menos 24 centímetros, y era tan duro como un hueso cubierto con una pequeña capa musculosa. Cuando me dijo “Chúpamelo”, casí cumplí. Miré al alrededor y aunque vi que había como una docena de personas mirándonos, empecé a agacharme para meter ese hermoso falo en mi boca y saborearlo con ansias. Pero después de darle un par de chupaditas me detuve y le dije que sería mejor irnos para no meternos en problemas.
Nos fuímos a la casa de él, y entrando a su cuarto me arrodillé y mirándole a los ojos le supliqué “Ay por favor déjame chuparte esa hermosa verga”. Sacó su verga y empezó a darme golpes en la cara con ella en lo que aproveché para lamerle sus huevos. Sus huevos eran como pelotas de ping-pong pero aun así pude meterme los dos a la boca a la misma vez. Con sus huevos en mi boca y teniendo cuidado de no lastimarle, seguí recorriéndolos con mi lengua. El joven no pudo más y empujando mi frente hacia atrás sacó sus huevos y metió su enorme verga a mi boquita caliente. Empecé a mamársela como si fuera la cosa más rica del mundo, y en ese instante sentí que sí lo era. He mamado muchas vergas, pero cada vez que lo hago trato de hacer el mejor trabajo posible, y así fue. Pero aun así, no se corría. Le chupé, le lamí, me lo encajaba hasta que entrara en mi garganta, incrementaba el ritmo, lo hacía con pasión, a veces con ternura... y aunque su pene permanecía dura como una piedra, no soltaba ningún chorro de semen. “Quiero cogerte por detrás” me avisó, “como a una perra.”
Me subí a la cama y me puse en cuatro. Después de lubricarme el ano con un salivazo, sentí la punta de su pene que estaba por penetrarme. Agaché la cabeza para poder ver a esa hermosa verga negra entrar en mi ano. Me lo metió de una sola embestida. Me lo sacaba completamente y me lo volvía a meter, una y otra vez. Me encantaba sentir el borde de su capullo saliendo de mi ano, pero por el gran tamaño gemía y chillaba bastante. Su pene se deslizaba y de repente sentía su capullo que hasta hacía un ruidito al salir. Al principio lo hizo léntamente y luego cada vez más rápido y con más y más fuerza. Yo gemía como una perra y le decía “Sí, me encanta, cógeme con esa enorme verga, me ecanta, ay sí” y más cosas por el estilo. Yo apretaba mi ano lo más que podía, pero era inútil. No podía parar la cogida brutal que me estaba haciendo, ni quería pararla, aunque sí me dolía. Me dolía, pero me encantaba, le pedí que acabara pronto pero que no acabara dentro de mí. Me respondió que no acabaría dentro de mí pero que tampoco no tenía planes de acabar pronto. Me pidió que me relajara que le dolía un poco cuando apretaba mi ano como lo había estado haciendo, y cuando le respondí “pero es que me encanta” me dijo “Bueno, entonces a ver si puedo estirarlo un poco. ¿Cuántos dedos piensas que puedo meterte?”
“No sé,” le dije, “a ver.” Sentí que me metió uno de sus dedos que había cubierto con lubricante. Empecé a mover mis caderas para hacer que su dedo entrara y saliera. Su dedo era dos veces más grande que el mio y lo estuve disfrutando cuando me metió el segundo. Creo que con el segundo se animó y vió que entraría el tercero, y el cuarto, y luego los cinco. Sentí mi ano tan estirado pero aun así vió que podía con un poco más. De repente sentí su puño entre mis nalgas y la tremenda presión por la fuerza que hacía para cogerme con él. Después de unos diez minutos de intentarlo haciendo tanta fuerza que hasta sudaba, logró meter su puño, pero pasó con tanta fuerza que hundió la mitad de su antebrazo dentro de mí. Me dío una media docena de embestidas con su puño y antebrazo, y aunque ahora entraban y salían más facilmente, no aguanté más. Le pedí disculpas y fui al baño a limpiarme y noté que había sangrado un poco.
Cuando regresé me volvió a coger en varias posiciones y después de haberme estado follando por un par de horas tuve un orgasmo fantástico. Me agarró de los tobillos y como yo estaba acostado boca arriba me colocó mis pies detrás de mi cabeza y yo veía de cerca como me taladraba esa enorme pija negra y a la vez veía mi pijita blanca que brincaba de gusto hasta que empezó a lanzar varios chorros de lechita que embarraron mi propia cara.
En la mañana amanecí, unas tres horas después, con su verga entre mis nalgas. Al sentirla ahí comencé a mover mi culo un poco y enseguida se percató de que yo había despertado y empezó otra vez a follar mi culo herido. Me volvió a coger en varias posiciones y yo aprovechaba cuando podía para ver de cerca la manera en la que mi ano estaba siendo penetrado por tal vergazo. Le habré mamado la verga más de media hora también, y después de varias horas de estar follándome brutalmente, me hizo tener otro orgasmo, y él todavía no se había corrido. Me despedí porque tenía cosas que hacer y al irme me topé con su padre y su madrastra en la sala que seguramente habían oído cómo me había hecho gemir como putita en celo. El muchacho me dio su número y pensaba volver a verlo pero, ya pasó mucho tiempo y no le volví a hablar.
“Mira” me dijo señalando el bulto que había aparecido en su pantalón. Bajé la mano y empecé a acariciarlo apenas podiendo aguantar la anticipación de tenerlo dentro de mí. De repente bajó su cierre y lo sacó. Lo toqué y sentí algo pegajoso, resbaloso y húmedo en mi dedo. Al retirar mi mano vi que me había mojado el dedo con una buena gota de semen. El joven, que se llamaba Austin, me miró a los ojos mientras me introduje el dedo índice a la boca y gemí al saborear su juguito. Luego me limpié el resto del dedo con la puntita de la lengua, dándome cuenta que varias otras personas también miraban con interés. Volví a agarrar su pene hinchado y a manosearlo de una manera delicada y reverente, como si fuera un objeto sagrado o de gran valor.
No sé, siempre suelo conocer a hombres con penes enormes. Este era tan grueso que tenía que hacer fuerza y comprimirlo un poco para poder tocar el dedo índice contra el pulgar, y tampoco no tengo manos pequeñas. Lo tenía hasta musculoso, cosa que cuando lo apretaba para juntar los dedos como acabo de describir, él hacia fuerza para inflar su pene y hacía que se abriera un espacio de dos centímetros entre estos dos dedos. Le agarraba el pene de la base y luego con dos manos, y sobraba lugar para otra mano más, o sea que medía por lo menos 24 centímetros, y era tan duro como un hueso cubierto con una pequeña capa musculosa. Cuando me dijo “Chúpamelo”, casí cumplí. Miré al alrededor y aunque vi que había como una docena de personas mirándonos, empecé a agacharme para meter ese hermoso falo en mi boca y saborearlo con ansias. Pero después de darle un par de chupaditas me detuve y le dije que sería mejor irnos para no meternos en problemas.
Nos fuímos a la casa de él, y entrando a su cuarto me arrodillé y mirándole a los ojos le supliqué “Ay por favor déjame chuparte esa hermosa verga”. Sacó su verga y empezó a darme golpes en la cara con ella en lo que aproveché para lamerle sus huevos. Sus huevos eran como pelotas de ping-pong pero aun así pude meterme los dos a la boca a la misma vez. Con sus huevos en mi boca y teniendo cuidado de no lastimarle, seguí recorriéndolos con mi lengua. El joven no pudo más y empujando mi frente hacia atrás sacó sus huevos y metió su enorme verga a mi boquita caliente. Empecé a mamársela como si fuera la cosa más rica del mundo, y en ese instante sentí que sí lo era. He mamado muchas vergas, pero cada vez que lo hago trato de hacer el mejor trabajo posible, y así fue. Pero aun así, no se corría. Le chupé, le lamí, me lo encajaba hasta que entrara en mi garganta, incrementaba el ritmo, lo hacía con pasión, a veces con ternura... y aunque su pene permanecía dura como una piedra, no soltaba ningún chorro de semen. “Quiero cogerte por detrás” me avisó, “como a una perra.”
Me subí a la cama y me puse en cuatro. Después de lubricarme el ano con un salivazo, sentí la punta de su pene que estaba por penetrarme. Agaché la cabeza para poder ver a esa hermosa verga negra entrar en mi ano. Me lo metió de una sola embestida. Me lo sacaba completamente y me lo volvía a meter, una y otra vez. Me encantaba sentir el borde de su capullo saliendo de mi ano, pero por el gran tamaño gemía y chillaba bastante. Su pene se deslizaba y de repente sentía su capullo que hasta hacía un ruidito al salir. Al principio lo hizo léntamente y luego cada vez más rápido y con más y más fuerza. Yo gemía como una perra y le decía “Sí, me encanta, cógeme con esa enorme verga, me ecanta, ay sí” y más cosas por el estilo. Yo apretaba mi ano lo más que podía, pero era inútil. No podía parar la cogida brutal que me estaba haciendo, ni quería pararla, aunque sí me dolía. Me dolía, pero me encantaba, le pedí que acabara pronto pero que no acabara dentro de mí. Me respondió que no acabaría dentro de mí pero que tampoco no tenía planes de acabar pronto. Me pidió que me relajara que le dolía un poco cuando apretaba mi ano como lo había estado haciendo, y cuando le respondí “pero es que me encanta” me dijo “Bueno, entonces a ver si puedo estirarlo un poco. ¿Cuántos dedos piensas que puedo meterte?”
“No sé,” le dije, “a ver.” Sentí que me metió uno de sus dedos que había cubierto con lubricante. Empecé a mover mis caderas para hacer que su dedo entrara y saliera. Su dedo era dos veces más grande que el mio y lo estuve disfrutando cuando me metió el segundo. Creo que con el segundo se animó y vió que entraría el tercero, y el cuarto, y luego los cinco. Sentí mi ano tan estirado pero aun así vió que podía con un poco más. De repente sentí su puño entre mis nalgas y la tremenda presión por la fuerza que hacía para cogerme con él. Después de unos diez minutos de intentarlo haciendo tanta fuerza que hasta sudaba, logró meter su puño, pero pasó con tanta fuerza que hundió la mitad de su antebrazo dentro de mí. Me dío una media docena de embestidas con su puño y antebrazo, y aunque ahora entraban y salían más facilmente, no aguanté más. Le pedí disculpas y fui al baño a limpiarme y noté que había sangrado un poco.
Cuando regresé me volvió a coger en varias posiciones y después de haberme estado follando por un par de horas tuve un orgasmo fantástico. Me agarró de los tobillos y como yo estaba acostado boca arriba me colocó mis pies detrás de mi cabeza y yo veía de cerca como me taladraba esa enorme pija negra y a la vez veía mi pijita blanca que brincaba de gusto hasta que empezó a lanzar varios chorros de lechita que embarraron mi propia cara.
En la mañana amanecí, unas tres horas después, con su verga entre mis nalgas. Al sentirla ahí comencé a mover mi culo un poco y enseguida se percató de que yo había despertado y empezó otra vez a follar mi culo herido. Me volvió a coger en varias posiciones y yo aprovechaba cuando podía para ver de cerca la manera en la que mi ano estaba siendo penetrado por tal vergazo. Le habré mamado la verga más de media hora también, y después de varias horas de estar follándome brutalmente, me hizo tener otro orgasmo, y él todavía no se había corrido. Me despedí porque tenía cosas que hacer y al irme me topé con su padre y su madrastra en la sala que seguramente habían oído cómo me había hecho gemir como putita en celo. El muchacho me dio su número y pensaba volver a verlo pero, ya pasó mucho tiempo y no le volví a hablar.
4 comentarios - A veces mi vida es un porno