Una nueva entrega de esta historia, que la disfruten.
Con el tiempo, mis encuentros con Nicolás se hicieron cada vez menos frecuentes, debido a que también se reunía con su novia, Daniela. Ella, que no sospechaba absolutamente nada de la doble vida de Nicolás, también había recibido de él una copia de la llave de su departamento. Cuando lo supe, me molesté bastante, sobre todo porque eso ponía en riesgo toda nuestra relación y el secreto mejor guardado de Nicolás, que él mismo se negaba a revelar. Sin embargo, Nicolás trató de tranquilizarme diciendo que eso era una estrategia para que su novia confiara en él y que difícilmente ella podría descubrirnos, porque no solía ir sin avisar, además, habíamos adoptado la costumbre de reunirnos justo después de que ella abandonara el departamento de Nicolás, para asegurarnos que no llegara de sorpresa a visitarlo.
Por otro lado, en la misma medida que nuestros encuentros con Nicolás disminuían en frecuencia, aumentaban en pasión y lujuria. A estas alturas, habíamos tenido sexo en todos los rincones de la casa: en el baño, la cocina, el comedor y el living, no existía centímetro cuadrado que no haya sido testigo de nuestras alocadas noches de sexo desenfrenado, donde Nicolás vertía su leche dentro de mí, dejándome apenas con fuerzas para levantarme.
Un día, Nicolás me avisa por la mañana que su novia estará todo el día en su casa y se irá en la noche. Era sábado. A eso de las 11 de la noche, a través de un mensaje de texto me comunica que Daniela se ha ido. Yo no tardé ni 15 minutos en estar en su apartamento. Abrió la puerta, y su cama estaba deshecha, mostrándose como evidencia de la jornada romántica de él y su novia. Apenas llegué, sentí demasiado olor a perfume de mujer, así que salí a fumar al balcón que daba justo a la habitación de Nicolás, con una vista increíble hacia el centro de la ciudad de Santiago de Chile, iluminada por la vida nocturna.
Él salió detrás de mi, pues notó cierto dejo de molestia en mi actitud. Yo lo miré con cierta indiferencia, pero también con coquetería, arrojando el humo del cigarrillo por mis fosas nasales. Cuando terminé de fumar, Nicolás me besó una mejilla y tomó mis manos. Observé a mi alrededor, y a pesar de que era sábado por la noche, no se apreciaba movimiento en ninguno de los balcones contiguos, así que abracé a Nicolás y revolví su cabello, para luego besarlo apasionadamente en los labios. Rápidamente, sentí un bulto entre sus piernas, y como estábamos abrazados, mi pene y el de él chocaban mientras se erectaban al compás de nuestras caricias. Con deseo, comencé a acariciar su miembro, mientras sentía cómo aumentaba su tamaño tras el pantalón que lo sujetaba.
El balcón era el único lugar del departamento en el que nunca habíamos tenido intimidad, es más, ni siquiera nos habíamos besado en él, quizás por miedo a ser descubiertos, pero esta noche era distinta, ya que la pasión se respiraba en el aire y la lujuria se derramaba por nuestros poros, mientras nos tocábamos mutuamente y nos besábamos al compás de las notas que el ruido de la ciudad tocaba para nosotros.
Cuando no pude resistir más la excitación, le di la espalda a Nicolás, y me incliné sobre unas cajas que habían en el balcón, y me apoyé sobre ellas con mis brazos, levantando levemente mi cola hacia él. Luego descubrí mis nalgas y le pedí susurrando que me penetrara ahí mismo, en medio del oscuro balcón de su departamento. Él, sin dudarlo un segundo, sacó su miembro y comenzó a insertarlo en mi recto. Al principio me dolió un poco, y tuve que contener mis gritos, para evitar ser escuchado. Sin embargo, en cuestión, toda su deliciosa y encorvada verga estaba dentro de mí, más dura que nunca, haciéndome soltar pequeños gemidos de placer, que se combinaban con una suaves palmaditas que él me daba en mis nalgas. Nicolás tomaba con fuerza mis caderas, y presionaba con violencia su pene contra mi ano, refregando sus testículos en mi culo, moviéndose a un ritmo pausado que me estimulaba bastante. Luego subió la intensidad de su penetración, así que tuve que morder mi mano para evitar soltar un grito, mientras sentía cómo rodaban lágrimas por mis mejillas. Él respiraba muy rápido y sentí que ya se venía, cuando de pronto, un ruido nos dejó congelados: sonó la cerradura, y unos pasos de tacones invadieron el apartamento.
"¡Nicolás! ¿Dónde estás amor?" Gritó desde la sala de estar una suave voz femenina. Nicolás retiró de un tirón su pija y me dijo que me agachara sin hacer ningún ruido. Entró por el ventanal a su habitación y respondió con celeridad: "Estoy en el cuarto, ¿qué haces aquí?"...
"He olvidado mi cartera, y tuve que venir a buscarla", replicó ella mientras entraba a la habitación de Nicolás. Yo, en mi escondite, alcanzaba a mirar dentro del cuarto sin ser visto, logrando verlos a ambos, uno a cada lado de la cama. Ella era bastante guapa: alta, delgada, de pelo rubio y ojos celestes, usaba un vestido apretado color calypso y unos zapatos de taco alto que combinaban y hacían lucir un redondo trasero que armonizaba con el resto de su cuerpo, donde todo estaba colocado en una justa proporción.
Nicolás, quien se había asustado mucho al oír que su novia había llegado de repente, olvidó guardar su pija antes de entrar a la habitación, así que Daniela quedó estupefacta cuando entró a la habitación y lo vio con su pene erecto sin ninguna razón aparente.
Sin despegar los ojos del hipnotizante miembro de Nicolás, a quien yo veía de espaldas, Daniela preguntó: "¿Qué significa esto, amor?".
Él, sin decir palabra alguna, se acercó a ella con celeridad y la besó en su boca con pasión. Ella, sin pensarlo dos veces, tomó la pija de Nicolás con ambos manos y comenzó a acariciarla. En unos segundos ambos estaban tendidos en la cama, despojados de todas sus ropas, protagonizando una escena de sexo de gran envergadura, haciendo la clásica posición del perrito. Daniela gemía estrepitosamente, y Nicolás sudaba mientras metía su pene en la humectada vagina de su novia, chocando con su enorme culo. Y, debido a que él llevaba bastante rato con su pija dura, se vino dentro de Daniela en cuestión de minutos, mientras ella soltaba un suspiro de placer y satisfacción. Yo, en tanto, sentí una rabia tremenda: ¡Toda esa lechita espesa era mía y debía estar surcando mi interior y no el de ella! Puta perra, interrumpió toda mi diversión...
Ambos quedaron exhaustos en la cama, y ella lo miró a él con ternura, como pensando que su pura presencia había desatado las pasiones de Nicolás, cuya verga en realidad había sido encendida por mi ardiente flama de lujuria y deseo, ahora extinta por una interrupción inesperada, Mientras lo besaba, Daniela le pidió quedarse a dormir, argumentando que ya era muy tarde, y Nicolás, para evitar levantar sospechas, accedió. Rápidamente, su novia se durmió profundamente desnuda sobre la cama. De inmediato, Nicolás salió al balcón y me pidió que me retirase en silencio, pues todo pintaba mucho riesgo. Yo me negué, diciéndole que había venido por su semen en mi cola, y no me iría sin recibirlo. Él, un poco molesto, me tomó del brazo y me hizo salir del balcón. Pero cuando entré en la habitación me solté de él, bajé mis pantalones, apoyé mis brazos sobre la cama donde su novia dormía y le presenté mi ano dispuesto.
Le dije: "¿Quieres un riesgo de verdad? Adelante, méteme tu pene frente a tu novia dormida, sólo así te dejaré solo". Él, se puso muy nervioso, pero entre el riesgo y el morbo por el miedo a ser descubierto, parece que ganó la excitación, y en mucho silencio, posó la cabeza de su pija entre mis nalgas. Con gran delicadeza, empujó su pene dentro de mí, mientras su novia seguía durmiendo plácidamente. Intentó irse lo más rápido posible, pero trataba de no mecer mucho la cama. Además, en el fondo, todo este morbo le gustaba, así que la intensidad de su penetración variaba tanto como sus temores iban y venían en su mente.
Finalmente, se vino dentro de mí en cuestión de minutos, y descargó gran cantidad de semen en mi interior. Sin decir una palabra, me subió rápidamente los pantalones, mientras yo sentía cómo una columna de líquido espeso y tibio se deslizaba por mis piernas desde mi culo. Nuevamente, me tomó del brazo con decisión, y me llevó hasta la puerta del departamento. Yo, antes de salir, lo besé metiendo mi lengua en su boca, como queriendo agradecer todo el placer anal que me había entregado esa noche, dejándome jadear de excitación sobre la cara de su novia dormida. ¿QUIÉN GANÓ ESTA NOCHE, MALDITA ZORRA?
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¡¡¡EL DESENLACE SE VIENE PRONTO!!!
6 comentarios - La doble vida de Nicolás: sexo al límite (relato gay)
La historia es muy buena y muy bien redactada.
Lástima que siendo tan poco comentador pidas comentarios y puntos, eso me la baja totalmente.