Hola, volví después de mucho tiempo para contarles una historia que me pasó hace un par de años.
Fuimos el fin de semana largo de carnaval a acampar con una amiga mía y el novio.
Ellos están juntos hace varios años y por ende el novio, Martín, se hizo muy amigo mío.
Acampamos frente a un predio de un camping del interior de Buenos Aires por que en el mismo no había más lugar. El sitio no tenía luz, apenas llegaba un poco de iluminación de las luces del camping y algún que otro auto que estaba o pasaba por el lugar.
El primer día, después de armar las carpas y joder un rato en la laguna cercana, nos fuimos a duchar al camping con Martín, mientras mi amiga compraba algunas cosas para comer en una despensa cercana. Las duchas estaban separadas por una larga pared y cortinas en el frente que arrastraban hasta el piso, muy reservado para ver flacos en bolas.
Al salir de la ducha Martín ya estaba cambiado. Me cambié frente a él, poniéndome el pantalón por debajo del toallón, algo pudo verse al sacarme el toallón de la cintura ya que el pantalón no había subido del todo. Noté que Martín me miraba algo colgado como me vestía. No me llamó mucho la atención ya que él, si bien sabe que me gustan los tipos, siempre lo respetó y jamás noté curiosidad alguna por mi.
Martín es un tipo muy reservado en cuanto al sexo, con el resto del grupo solemos hablar bastante de nuestras experiencias sexuales, amoríos, y todo tipo de tema sexual con mucha naturalidad. Pero si bien él participa de las charlas, nunca contó nada en profundidad de sus historias con las minas que tuvo o algo sexual de él mismo.
Pero esa situación de la ducha me llamó un poco la atención.
El segundo día transcurrió normal, jodimos, pescamos, jugamos a las cartas, dados, hablamos entre los tres y nos cagamos de risa todo el día. Martín y yo compramos un par de fernet y estuvimos escabiando todo el día. Mi amiga no podía tomar alcohol porque estaba con un tratamiento de pastillas hormonales por no se que desarreglo del período.
A la noche nos estábamos por ir a dormir. Martín y yo estábamos medio picados por el fernet y dimos un montón de vueltas antes de meternos en las carpas. (dormían ellos dos en una y yo solo en otra a unos metros).
En un momento Martín estaba parado al costado de su carpa y yo en el frente. Ambos en silencio fumando.
En determinado momento él se empieza a rascar el pecho (estaba en cuero), cada tanto la panza y el comienzo del abdomen bajo.
Yo lo miraba sin mucha atención, pero un poco de morbo me daba la situación.
Nunca había tenido atracción hacia él, pero tampoco era un tipo para despreciar. 1.75 mts, morocho, algo de barriga pero de esas que son lindas y algo que si siempre me llamo la atención: Martín tenía un bulto enorme. Al guacho se le marcaba con cualquier pantalón, eran esos bultos bajos y prominentes. Cuando estaba sentado se le hacia el bulto como si fuese la bragueta de los jeans cuando se doblan hacía afuera, pero en él esa protuberancia era firme; bien tensa, se movía y el bulto enorme estaba siempre igual. A veces con algunas bermudas se le marcaban perfectamente dos huevos enormes y el contorno de la pija muerta hacía abajo a la derecha. (si, eso se lo miré siempre. Era un bulto que por más que no quisieras, lo mirabas igual…un bulto es un bulto che).
La cuestión es que esa situación de Martín rascándose el cuerpo me empezó a causar un poco de morbo y encima que estaba medio picado no podía evitarlo; cuando tomo me pongo más calentón que de costumbre. Se frotaba el pecho y cuando bajaba se estiraba cada vez más abajo el borde de la bermuda.
Martín solía afeitarse todo el cuerpo en verano, y por como lo había visto ese día en cuero se notaba que se había afeitado hacia no menos de tres días porque ya le empezaban a asomar los pelos de nuevo. Por lo que seguramente le picaba en serio esa noche. (el que se afeita o depila, sabe de lo que hablo).
Cada vez bajaba más el borde de la bermuda hasta el punto que en una de esas bajadas de su mano desde su pecho llevó la bermuda hacia abajo hasta dejar todo su pubis y unos centímetros del tronco de la verga al descubierto mientras frotaba con su mano.
Yo miraba en silencio y atónito. Me di cuenta la posición que había tomado él con respecto a la carpa donde ya estaba acostada mi amiga cuando empezó esto y caí en que estaba justo en un punto donde ella, desde adentro, no podía verlo por la ventana de tul de la carpa; pero yo si podía ver. Solamente mirar, porque yo me encontraba parado frente a la entrada de la carpa y mi amiga me podía ver perfectamente.
Entré a sentir una leve erección en mi entrepierna, la cual controlé al máximo para no hacerla evidente ya que estaba vestido con un short de fútbol sin nada abajo.
Esa situación se prolongó durante varios minutos, ambos en silencio, hasta que cada uno se fue a dormir a su carpa.
Quedé bastante caliente, esa noche me costó mucho dormir ya que no podía dejar de pensar en Martín. Era muy zarpado eso, sentía que la estaba traicionando a mi amiga y poco entendía si Martín me estaba provocando o yo me estaba haciendo la cabeza con nada.
Al día siguiente nos levantamos temprano. El día era tremendamente caluroso, por lo que Tincho y yo decidimos desayunar con fernet bien frío desde temprano. Cuando está conmigo suele tomar bastante más de lo habitual, Laura, mi amiga, siempre jode que yo lo llevé por mal camino desde que me conoció ya que Tincho era un tipo poco sociable. Digamos que se desinhibió con el tiempo en muchos aspectos desde que me conoció a mi, uno de los cuales era con el alcohol; más de una vez nos agarramos pedos importantes juntos.
El día se sucedió normal, como los anteriores. Nos habíamos vuelto a duchar pero no juntos. Para la noche, después de comer, nos fuimos a la laguna que estaba detrás del camping a pescar. Estuvimos hasta tarde ahí, obviamente con el fernet en mano chupando y jodiendo a más no poder.
Cuando volvimos a las carpas Martín y yo estábamos a esa altura con un pedo marca ACME. Nos cagábamos de risa de todo y la empezamos a joder a mi amiga de una manera insoportable. Siempre solemos complotarnos contra ella haciendolé gastadas y esas cosas, ella tiene un humor muy abierto y se caga de risa con nosotros. Nos acostamos cada uno en su carpa y nos gritábamos desde adentro. Era un bardo, nos reíamos de cualquier boludes y de un modo estruendoso.
Mi amiga se terminó cansando y lo rajó a Martín de la carpa por borracho. (estábamos muy pasados, veníamos tomando desde las 10 am); él sale (yo le escuchaba la risa) y de golpe le dice a mi amiga – “Yo me voy con Franco a jugar a las cartas”, a lo que ella le responde – “andate con el otro borracho y quedate durmiendo allá porque con el olor a fernet que destilás conmigo no dormís!”.
Obviamente todo esto lo decía medio fastidiada, pero no enojada.
Al toque que escucho esto se abre mi carpa y entra Martín de una. Yo estaba durmiendo totalmente en bolas y si bien tenía una sábana, la había corrido a los pies ya que el calor allí dentro era insoportable. Una de esas noches de verano como para dormir en un freezer.
Poco pude atinar a hacer, él entro y se tiró al lado mío todavía con una sonrisa marcada en la cara por como la otra lo había cagado a pedos. Al toque de tirarse ahí se dio cuenta de mi situación y abrió los ojos grandes.
Yo le hice el gesto de “guardá silencio” antes de que gritara alguna guasada o se empezara a cagar de risa. No dijo nada, el calor era terrible y además yo dormía solo.
Me tapé con la sábana hasta la cintura. Nos pusimos a hablar boludeces, nos cagábamos de risa, seguíamos de joda en una palabra.
Había pasado ya como hora y media que estábamos en mi carpa y hacia un ratito que ya habíamos bajado un poco la euforia. En un momento me siento y me estiro para agarrar los cigarrillos que estaban tirados en un hueco de la carpa y cuando vuelvo a acostarme mi verga queda descubierta. Él me miró, no serio, pero con la misma mirada que había notado un par de días atrás en las duchas mientras me cambiaba.
Era la primera vez que me veía en bolas. No entendía esas miradas, pero me estaban calentando y al mismo tiempo me desorientaban ya que nunca ví ninguna inclinación rara en Martín. Pero el alcohol y la testosterona hacían lo suyo y mi verga se empezó a poner boba antes que yo me diese cuenta.
Para ese momento mi estado de ebriedad era totalmente conciente, pero en una especie de delay, tardaba varios segundos en responderle y en actuar. Seguimos hablando ya en tono más bajo y yo dejé la sábana por encima de mi pija a medio cubrir. Como si no me hubiese dado cuenta. Quería ver su reacción, pero inconcientemente lo quería calentar.
Notaba como me miraba cada tanto la punta de la verga que me asomaba mientras hablábamos cada vez en tono más bajo.
De golpe empezó a rascarse como la noche anterior, sólo que esta vez iba directo al abdomen y el pubis, primero por debajo de la bermuda y luego bajándola un poco. Mi verga se paró del todo y por ende la punta que tenia al descubierto de la sábana fue más alevosa.
Martín estaba pegado a mí, la carpa era chica y de golpe para sorpresa mía, estiró la mano y me agarró la verga.
Así de una, sin más vueltas, ni palabras. Tardé varios segundos en darme cuenta, yo seguía hablando y mirando cada tanto como su mano escarbaba su bajo vientre, mientras que él ya hacía unos minutos que se había quedado en total silencio mirándome.
Cuando reaccioné la situación no supe que decir ni hacer; no sabía hasta donde quería o podía llegar Martín en ese momento y mucho menos si estaba bien o mal. Estaba atónito. No esperaba en ese momento que se jugara de esa manera. Nos quedamos mirándonos fijo cara a cara, él ahora acariciando mi panza y mi pubis con una mano y con la otra, ya no rascándose, si no jugando con su chota por debajo de la bermuda.
Solo atiné a acercar un poco mi boca a la de él, suficiente para que me estampara un beso increíble; saco sus manos de donde estaban y me agarró la cara por los lados besándome con unas ganas intensas.
Yo respondí a su intensidad mientras mi mano izquierda acariciaba desde su pecho desnudo hasta su espalda. Su boca comenzó a besarme el cuello y su barba de pocos días raspaba sobre mi piel. Nuestros cuerpos empezaron a sudar un poco más. Besé su cuello, bajé un poco por sus hombros hasta el pecho. Lo acariciaba todo, sus manos también recorrían mi cuerpo y mi verga, dura como un fierro. Su piel olía a una mezcla dulce de perfume y sudor, me excitaba mucho. Comencé a lamer su cuello, su boca y barbilla. Él respondía con frotando su cara por mi piel y mordiendo sutilmente mis hombros cuando lo dejaba bajar.
Metí su mano por la bermuda, acariciaba todo el contorno de su poronga gorda por encima del boxer de microfibra. Estaba a punto de explotar, su pija estaba hirviendo y una pequeña humedad comenzaba a expandirse por el borde donde chocaba su uretra.
Nuestras manos se comunicaron telepáticamente para ir al mismo tiempo a pasear por el culo del otro. Nos apretábamos las cinturas cada vez más mientras continuábamos besándonos y lamiéndonos.
Su culo era hermoso, redondito, ancho y perfectamente delineado por la ceñida tela. Mis dedos recorrían la raya que separaban esas suaves montañas de carne. Los suyos jugaban por la misma zona, pero más adentro dado que yo estaba totalmente desnudo. Sus yemas húmedas y ásperas recorrían todo el camino pasando suavemente por el ano hasta debajo de mis pelotas ansiosas por vaciarse en él.
Era cuestión de segundos lo que estaba por suceder: inevitáblemente íbamos a coger como animales en celo; mi mente, la borrachera y mi conciencia se unieron por primera vez en la noche para frenarme en seco haciéndome a un costado.
Martín se sorprendió, pero enseguida entendió perfectamente que sucedía volviendo a la realidad, por lo que no hizo falta palabra alguna. Estábamos en un camping a punto de coger a tres metros de su novia, o sea, mi amiga. Una locura.
Situación por demás riesgosa y juzgable para quien lo quiera hacer.
En ese preciso instante fue donde comprendí lo mucho que me calentaba y atraía Martín, y no era algo nacido ese mismo fin de semana sino que hacía largo rato que mi curiosidad por su bulto y su misteriosa historia sexual me habían creado unos ratones que solo eran controlados y casi aislados a algún rincón de mi entendimiento por el solo echo de que “es el novio de mi amiga”.
A él le venía pasando algo parecido (lo supe tiempo después hablando con él) pero con el agravante de que nunca había sentido atracción por otro hombre. Descubrirse esos sentimientos a los 29 años es bastante más complejo que en la adolescencia como a mí.
La calentura de ambos no había amainado en ningún momento, quedamos los dos mirando hacia el techo de la carpa y cada tanto moviendo las cabezas a un costado para encontrarnos con la mirada del otro. Ninguno articuló palabra por varios minutos, pero las intensas miradas tenían un lenguaje propio; cada vez más intensas y con más ganas de sacarnos la duda de que queríamos el uno del otro.
Mi amiga dormía en su carpa, de eso estábamos seguros, pero además de que la carpa podía ser abierta por cualquier persona, estaba en contra nuestro las luces esporádicas de los autos que cada tanto pasaban por delante de la zona de acampe transparentando por breves segundos las siluetas de todo lo que se encontraba en cada una de las carpas. Por demás está decir que visto desde afuera, cualquiera podía darse cuenta que dentro de esa pequeña carpa había dos borrachos garchando como conejos.
- No puedo más boludo. Le dije a Martín. – Si no volvés a tu carpa ahora, sabés que vamos a coger ¿no?.
- Nos fuimos al carajo. Respondió. – Pero no me quiero ir.
Hubo un silencio largo de ambos nuevamente.
- Muere acá esto? Todo lo que pase esta noche en este camping muere entre nosotros. Le dije al fin mirándolo fijo a los ojos.
Nos quedamos así unos segundos hasta que nuevamente Tincho hizo algo que me dejó perplejo.
Me respondió tirándose encima mío mientras me encajaba un beso de esos que anuncian una tormenta de hormonas con pronóstico de cogida furiosa.
- Pará boludo, para! Le dije bajito separándolo un poco de mi. – Acá no dá, se ve todo de afuera…vamos a parecer un show de sombras chinescas porno cada vez que pase un auto!.
Se rió, la primer sonrisa después de tanta tensión. Volvía a ser mi amigo Martín, ese que hasta hacia unas horas atrás, se cagaba de risa de mis chistes y me prendía los cigarros, pero con la pija dura encima de la mía.
- Vamos a las duchas. Me dijo. – Debe entrar alguno que otro a esta hora, pero una vez que estemos detrás de la cortina nadie se va a dar cuenta que hay dos personas ahí.
- Dejá tu ropa y las ojotas debajo de la mía. Salgamos los dos juntos de acá por si Laura está despierta. Si pregunta: nos vamos a duchar porque estamos cagados de calor.
- Vamos. Me respondió mientras me volvía a besar para luego tirarse a un costado a subir el cierre de su bermuda. Le costó bastante, efectivamente mi mano pudo constatar, por sobre el boxer de microfibra, el tamaño de ese par de huevos que no cabían juntos en ella y el falo de carne que más de una vez marcó en sus pantalones, solo que esta vez estaba en su máximo esplendor; una verga de alrededor de 19cm y gruesa como un envase del desodorante al que olía su suave cuerpo.
Me vestí y salimos para las duchas que quedaban a unos 100 mts de donde estábamos con las pijas como dos mástiles y pensando en la locura que estábamos a punto de hacer. Pero no hubo suficiente culpa para impedirlo, el alcohol que aún teníamos en sangre no era poco como para bajar la calentura, pero bastaba para silenciar a la conciencia que hacía rato venía hablándonos de amistad y fidelidad.
(en unos días escribo la segunda parte).
Perdón si la puntuación es algo incorrecta y si hay alguna que otra falta de ortografía, lo escribí de seguido y no me detuve a repasarlo.
espero que les haya gustado.
Fuimos el fin de semana largo de carnaval a acampar con una amiga mía y el novio.
Ellos están juntos hace varios años y por ende el novio, Martín, se hizo muy amigo mío.
Acampamos frente a un predio de un camping del interior de Buenos Aires por que en el mismo no había más lugar. El sitio no tenía luz, apenas llegaba un poco de iluminación de las luces del camping y algún que otro auto que estaba o pasaba por el lugar.
El primer día, después de armar las carpas y joder un rato en la laguna cercana, nos fuimos a duchar al camping con Martín, mientras mi amiga compraba algunas cosas para comer en una despensa cercana. Las duchas estaban separadas por una larga pared y cortinas en el frente que arrastraban hasta el piso, muy reservado para ver flacos en bolas.
Al salir de la ducha Martín ya estaba cambiado. Me cambié frente a él, poniéndome el pantalón por debajo del toallón, algo pudo verse al sacarme el toallón de la cintura ya que el pantalón no había subido del todo. Noté que Martín me miraba algo colgado como me vestía. No me llamó mucho la atención ya que él, si bien sabe que me gustan los tipos, siempre lo respetó y jamás noté curiosidad alguna por mi.
Martín es un tipo muy reservado en cuanto al sexo, con el resto del grupo solemos hablar bastante de nuestras experiencias sexuales, amoríos, y todo tipo de tema sexual con mucha naturalidad. Pero si bien él participa de las charlas, nunca contó nada en profundidad de sus historias con las minas que tuvo o algo sexual de él mismo.
Pero esa situación de la ducha me llamó un poco la atención.
El segundo día transcurrió normal, jodimos, pescamos, jugamos a las cartas, dados, hablamos entre los tres y nos cagamos de risa todo el día. Martín y yo compramos un par de fernet y estuvimos escabiando todo el día. Mi amiga no podía tomar alcohol porque estaba con un tratamiento de pastillas hormonales por no se que desarreglo del período.
A la noche nos estábamos por ir a dormir. Martín y yo estábamos medio picados por el fernet y dimos un montón de vueltas antes de meternos en las carpas. (dormían ellos dos en una y yo solo en otra a unos metros).
En un momento Martín estaba parado al costado de su carpa y yo en el frente. Ambos en silencio fumando.
En determinado momento él se empieza a rascar el pecho (estaba en cuero), cada tanto la panza y el comienzo del abdomen bajo.
Yo lo miraba sin mucha atención, pero un poco de morbo me daba la situación.
Nunca había tenido atracción hacia él, pero tampoco era un tipo para despreciar. 1.75 mts, morocho, algo de barriga pero de esas que son lindas y algo que si siempre me llamo la atención: Martín tenía un bulto enorme. Al guacho se le marcaba con cualquier pantalón, eran esos bultos bajos y prominentes. Cuando estaba sentado se le hacia el bulto como si fuese la bragueta de los jeans cuando se doblan hacía afuera, pero en él esa protuberancia era firme; bien tensa, se movía y el bulto enorme estaba siempre igual. A veces con algunas bermudas se le marcaban perfectamente dos huevos enormes y el contorno de la pija muerta hacía abajo a la derecha. (si, eso se lo miré siempre. Era un bulto que por más que no quisieras, lo mirabas igual…un bulto es un bulto che).
La cuestión es que esa situación de Martín rascándose el cuerpo me empezó a causar un poco de morbo y encima que estaba medio picado no podía evitarlo; cuando tomo me pongo más calentón que de costumbre. Se frotaba el pecho y cuando bajaba se estiraba cada vez más abajo el borde de la bermuda.
Martín solía afeitarse todo el cuerpo en verano, y por como lo había visto ese día en cuero se notaba que se había afeitado hacia no menos de tres días porque ya le empezaban a asomar los pelos de nuevo. Por lo que seguramente le picaba en serio esa noche. (el que se afeita o depila, sabe de lo que hablo).
Cada vez bajaba más el borde de la bermuda hasta el punto que en una de esas bajadas de su mano desde su pecho llevó la bermuda hacia abajo hasta dejar todo su pubis y unos centímetros del tronco de la verga al descubierto mientras frotaba con su mano.
Yo miraba en silencio y atónito. Me di cuenta la posición que había tomado él con respecto a la carpa donde ya estaba acostada mi amiga cuando empezó esto y caí en que estaba justo en un punto donde ella, desde adentro, no podía verlo por la ventana de tul de la carpa; pero yo si podía ver. Solamente mirar, porque yo me encontraba parado frente a la entrada de la carpa y mi amiga me podía ver perfectamente.
Entré a sentir una leve erección en mi entrepierna, la cual controlé al máximo para no hacerla evidente ya que estaba vestido con un short de fútbol sin nada abajo.
Esa situación se prolongó durante varios minutos, ambos en silencio, hasta que cada uno se fue a dormir a su carpa.
Quedé bastante caliente, esa noche me costó mucho dormir ya que no podía dejar de pensar en Martín. Era muy zarpado eso, sentía que la estaba traicionando a mi amiga y poco entendía si Martín me estaba provocando o yo me estaba haciendo la cabeza con nada.
Al día siguiente nos levantamos temprano. El día era tremendamente caluroso, por lo que Tincho y yo decidimos desayunar con fernet bien frío desde temprano. Cuando está conmigo suele tomar bastante más de lo habitual, Laura, mi amiga, siempre jode que yo lo llevé por mal camino desde que me conoció ya que Tincho era un tipo poco sociable. Digamos que se desinhibió con el tiempo en muchos aspectos desde que me conoció a mi, uno de los cuales era con el alcohol; más de una vez nos agarramos pedos importantes juntos.
El día se sucedió normal, como los anteriores. Nos habíamos vuelto a duchar pero no juntos. Para la noche, después de comer, nos fuimos a la laguna que estaba detrás del camping a pescar. Estuvimos hasta tarde ahí, obviamente con el fernet en mano chupando y jodiendo a más no poder.
Cuando volvimos a las carpas Martín y yo estábamos a esa altura con un pedo marca ACME. Nos cagábamos de risa de todo y la empezamos a joder a mi amiga de una manera insoportable. Siempre solemos complotarnos contra ella haciendolé gastadas y esas cosas, ella tiene un humor muy abierto y se caga de risa con nosotros. Nos acostamos cada uno en su carpa y nos gritábamos desde adentro. Era un bardo, nos reíamos de cualquier boludes y de un modo estruendoso.
Mi amiga se terminó cansando y lo rajó a Martín de la carpa por borracho. (estábamos muy pasados, veníamos tomando desde las 10 am); él sale (yo le escuchaba la risa) y de golpe le dice a mi amiga – “Yo me voy con Franco a jugar a las cartas”, a lo que ella le responde – “andate con el otro borracho y quedate durmiendo allá porque con el olor a fernet que destilás conmigo no dormís!”.
Obviamente todo esto lo decía medio fastidiada, pero no enojada.
Al toque que escucho esto se abre mi carpa y entra Martín de una. Yo estaba durmiendo totalmente en bolas y si bien tenía una sábana, la había corrido a los pies ya que el calor allí dentro era insoportable. Una de esas noches de verano como para dormir en un freezer.
Poco pude atinar a hacer, él entro y se tiró al lado mío todavía con una sonrisa marcada en la cara por como la otra lo había cagado a pedos. Al toque de tirarse ahí se dio cuenta de mi situación y abrió los ojos grandes.
Yo le hice el gesto de “guardá silencio” antes de que gritara alguna guasada o se empezara a cagar de risa. No dijo nada, el calor era terrible y además yo dormía solo.
Me tapé con la sábana hasta la cintura. Nos pusimos a hablar boludeces, nos cagábamos de risa, seguíamos de joda en una palabra.
Había pasado ya como hora y media que estábamos en mi carpa y hacia un ratito que ya habíamos bajado un poco la euforia. En un momento me siento y me estiro para agarrar los cigarrillos que estaban tirados en un hueco de la carpa y cuando vuelvo a acostarme mi verga queda descubierta. Él me miró, no serio, pero con la misma mirada que había notado un par de días atrás en las duchas mientras me cambiaba.
Era la primera vez que me veía en bolas. No entendía esas miradas, pero me estaban calentando y al mismo tiempo me desorientaban ya que nunca ví ninguna inclinación rara en Martín. Pero el alcohol y la testosterona hacían lo suyo y mi verga se empezó a poner boba antes que yo me diese cuenta.
Para ese momento mi estado de ebriedad era totalmente conciente, pero en una especie de delay, tardaba varios segundos en responderle y en actuar. Seguimos hablando ya en tono más bajo y yo dejé la sábana por encima de mi pija a medio cubrir. Como si no me hubiese dado cuenta. Quería ver su reacción, pero inconcientemente lo quería calentar.
Notaba como me miraba cada tanto la punta de la verga que me asomaba mientras hablábamos cada vez en tono más bajo.
De golpe empezó a rascarse como la noche anterior, sólo que esta vez iba directo al abdomen y el pubis, primero por debajo de la bermuda y luego bajándola un poco. Mi verga se paró del todo y por ende la punta que tenia al descubierto de la sábana fue más alevosa.
Martín estaba pegado a mí, la carpa era chica y de golpe para sorpresa mía, estiró la mano y me agarró la verga.
Así de una, sin más vueltas, ni palabras. Tardé varios segundos en darme cuenta, yo seguía hablando y mirando cada tanto como su mano escarbaba su bajo vientre, mientras que él ya hacía unos minutos que se había quedado en total silencio mirándome.
Cuando reaccioné la situación no supe que decir ni hacer; no sabía hasta donde quería o podía llegar Martín en ese momento y mucho menos si estaba bien o mal. Estaba atónito. No esperaba en ese momento que se jugara de esa manera. Nos quedamos mirándonos fijo cara a cara, él ahora acariciando mi panza y mi pubis con una mano y con la otra, ya no rascándose, si no jugando con su chota por debajo de la bermuda.
Solo atiné a acercar un poco mi boca a la de él, suficiente para que me estampara un beso increíble; saco sus manos de donde estaban y me agarró la cara por los lados besándome con unas ganas intensas.
Yo respondí a su intensidad mientras mi mano izquierda acariciaba desde su pecho desnudo hasta su espalda. Su boca comenzó a besarme el cuello y su barba de pocos días raspaba sobre mi piel. Nuestros cuerpos empezaron a sudar un poco más. Besé su cuello, bajé un poco por sus hombros hasta el pecho. Lo acariciaba todo, sus manos también recorrían mi cuerpo y mi verga, dura como un fierro. Su piel olía a una mezcla dulce de perfume y sudor, me excitaba mucho. Comencé a lamer su cuello, su boca y barbilla. Él respondía con frotando su cara por mi piel y mordiendo sutilmente mis hombros cuando lo dejaba bajar.
Metí su mano por la bermuda, acariciaba todo el contorno de su poronga gorda por encima del boxer de microfibra. Estaba a punto de explotar, su pija estaba hirviendo y una pequeña humedad comenzaba a expandirse por el borde donde chocaba su uretra.
Nuestras manos se comunicaron telepáticamente para ir al mismo tiempo a pasear por el culo del otro. Nos apretábamos las cinturas cada vez más mientras continuábamos besándonos y lamiéndonos.
Su culo era hermoso, redondito, ancho y perfectamente delineado por la ceñida tela. Mis dedos recorrían la raya que separaban esas suaves montañas de carne. Los suyos jugaban por la misma zona, pero más adentro dado que yo estaba totalmente desnudo. Sus yemas húmedas y ásperas recorrían todo el camino pasando suavemente por el ano hasta debajo de mis pelotas ansiosas por vaciarse en él.
Era cuestión de segundos lo que estaba por suceder: inevitáblemente íbamos a coger como animales en celo; mi mente, la borrachera y mi conciencia se unieron por primera vez en la noche para frenarme en seco haciéndome a un costado.
Martín se sorprendió, pero enseguida entendió perfectamente que sucedía volviendo a la realidad, por lo que no hizo falta palabra alguna. Estábamos en un camping a punto de coger a tres metros de su novia, o sea, mi amiga. Una locura.
Situación por demás riesgosa y juzgable para quien lo quiera hacer.
En ese preciso instante fue donde comprendí lo mucho que me calentaba y atraía Martín, y no era algo nacido ese mismo fin de semana sino que hacía largo rato que mi curiosidad por su bulto y su misteriosa historia sexual me habían creado unos ratones que solo eran controlados y casi aislados a algún rincón de mi entendimiento por el solo echo de que “es el novio de mi amiga”.
A él le venía pasando algo parecido (lo supe tiempo después hablando con él) pero con el agravante de que nunca había sentido atracción por otro hombre. Descubrirse esos sentimientos a los 29 años es bastante más complejo que en la adolescencia como a mí.
La calentura de ambos no había amainado en ningún momento, quedamos los dos mirando hacia el techo de la carpa y cada tanto moviendo las cabezas a un costado para encontrarnos con la mirada del otro. Ninguno articuló palabra por varios minutos, pero las intensas miradas tenían un lenguaje propio; cada vez más intensas y con más ganas de sacarnos la duda de que queríamos el uno del otro.
Mi amiga dormía en su carpa, de eso estábamos seguros, pero además de que la carpa podía ser abierta por cualquier persona, estaba en contra nuestro las luces esporádicas de los autos que cada tanto pasaban por delante de la zona de acampe transparentando por breves segundos las siluetas de todo lo que se encontraba en cada una de las carpas. Por demás está decir que visto desde afuera, cualquiera podía darse cuenta que dentro de esa pequeña carpa había dos borrachos garchando como conejos.
- No puedo más boludo. Le dije a Martín. – Si no volvés a tu carpa ahora, sabés que vamos a coger ¿no?.
- Nos fuimos al carajo. Respondió. – Pero no me quiero ir.
Hubo un silencio largo de ambos nuevamente.
- Muere acá esto? Todo lo que pase esta noche en este camping muere entre nosotros. Le dije al fin mirándolo fijo a los ojos.
Nos quedamos así unos segundos hasta que nuevamente Tincho hizo algo que me dejó perplejo.
Me respondió tirándose encima mío mientras me encajaba un beso de esos que anuncian una tormenta de hormonas con pronóstico de cogida furiosa.
- Pará boludo, para! Le dije bajito separándolo un poco de mi. – Acá no dá, se ve todo de afuera…vamos a parecer un show de sombras chinescas porno cada vez que pase un auto!.
Se rió, la primer sonrisa después de tanta tensión. Volvía a ser mi amigo Martín, ese que hasta hacia unas horas atrás, se cagaba de risa de mis chistes y me prendía los cigarros, pero con la pija dura encima de la mía.
- Vamos a las duchas. Me dijo. – Debe entrar alguno que otro a esta hora, pero una vez que estemos detrás de la cortina nadie se va a dar cuenta que hay dos personas ahí.
- Dejá tu ropa y las ojotas debajo de la mía. Salgamos los dos juntos de acá por si Laura está despierta. Si pregunta: nos vamos a duchar porque estamos cagados de calor.
- Vamos. Me respondió mientras me volvía a besar para luego tirarse a un costado a subir el cierre de su bermuda. Le costó bastante, efectivamente mi mano pudo constatar, por sobre el boxer de microfibra, el tamaño de ese par de huevos que no cabían juntos en ella y el falo de carne que más de una vez marcó en sus pantalones, solo que esta vez estaba en su máximo esplendor; una verga de alrededor de 19cm y gruesa como un envase del desodorante al que olía su suave cuerpo.
Me vestí y salimos para las duchas que quedaban a unos 100 mts de donde estábamos con las pijas como dos mástiles y pensando en la locura que estábamos a punto de hacer. Pero no hubo suficiente culpa para impedirlo, el alcohol que aún teníamos en sangre no era poco como para bajar la calentura, pero bastaba para silenciar a la conciencia que hacía rato venía hablándonos de amistad y fidelidad.
(en unos días escribo la segunda parte).
Perdón si la puntuación es algo incorrecta y si hay alguna que otra falta de ortografía, lo escribí de seguido y no me detuve a repasarlo.
espero que les haya gustado.
13 comentarios - [Relato] Garchando en un camping. (1º parte).