A pesar de la música y de la venda sobre mis ojos, pude darme cuenta que la puerta de la habitación se había abierto. Sigilosa, Dalia se acercó a la cama y se sentó a mi lado. Sin decir una palabra, me acarició desde el pie hasta la entrepierna y apretó fuerte mi verga, que todavía no estaba del todo dura y permanecía cubierta por el boxer. Sigo acariciándome con su mano izquierda por mi vientre, por mi pecho y se detuvo con un dedo sobre mis labios. Se lo besé. Lo metió entero en mi boca. No pasó mucho tiempo más hasta que la pija se me puso completamente tiesa. Ella lo advirtió y volvió a posar su mano ahí. Pero esta vez completó mi desnudez quitándome la última prenda que me quedaba. Con la misma mano que me había acariciado, tomó mi verga desde el tronco y comenzó a chuparla. Cabía la mitad en su boca fácilmente y, a medida que repetía ese movimiento succionador, entraba un poco más. Yo la agarraba de esos largos pelos castaños y acompañaba su movimiento. Subía y bajaba, una y otra vez. Lo gozaba. Le exitaban mis gemidos. Yo gemía sin parar. Cada tanto balbuceaba alguna palabra pero realmente me quitaba el aliento. Ella estaba cumpliendo mi fantasía por primera vez. Así siguió Dalia, chupándome la pija unos cuantos minutos más hasta que abandonó aquello que hacía y comenzó a adentrarse en la cama.
Yo continuaba acostado, ella agarró mis piernas y las flexionó. Puso su cara entre medio de ambas y comenzó a lamerme suavemente por la raya del culo. Con sus propios dedos abrió mis nalgas y con la punta de su lengua me rozó el ano. Lo siguió lamiendo insistentemente y el volumen de mis gemidos, que ya eran gritos, aumentó bruscamente. No podía dejar de retorcerme en la cama conmovido por el éxtasis de la situación. Solamente con su lengua, Dalia logró hacerme vivir una sensación que nunca nadie había conseguido. Ella sabía lo que yo quería y me lo estaba dando. Luego de un momento mágico de placer, por fin iba a liberar mi vista. Aflojó el nudo del pañuelo que interrumpía mi visión y levantándose de la cama, dijo por fin: -!Sorpresa!. Pude ver su cuerpo apenas tapado con una diminuta tanga roja y un corpiño del mismo color, con bordados en negro. Dando una vuelta sobre su eje agregó: -¿Te gusta,mi vida? Estaba sinceramente hermosa. Sus labios grandes con rouge, la cara apenas maquillada, los pechos duros que parecían explotar ese corpiño, un aro colgante en su ombligo y la pija aun blanda que se notaba abultada debajo de su ropa interior. Era lo que siempre había deseado.
- Papi, me encanta cumplirte tu fantasía.- dijo con tono de niña pícara.
- Si, hermosa. Es lo mejor que me podía pasar.
- A ver, decime si esto te gusta.-
Dalia se sentó nuevamente en la cama, agarró mi verga con su mano derecha y comenzó a masturbarme. Por supuesto que me gustaba pero sentía el temor de acabar temprano y perderme muchas de las habilidades que ella tenía para enseñarme. Sabía que era una caja de dulces sorpresas. Siguió haciéndome la paja mientras empezó a besarme en la boca, con sus labios y su lengua. Entre medio de los besos, agarró una de mis manos y la puso sobre sus tetas. Las acaricié un rato por encima de su corpiño y luego se lo saqué, como pude, a la fuerza. Se sentó sobre mi panza y puso sus pechos ya desnudos en mi cara. Le chupé los pezones hasta endurecerse. Primero uno y después el otro. La llené de saliva en su ceno, le di lengüetazos, la besé, la mordí un poco también. Ella gemía como una buena puta que era. Exageraba tal vez, pero mi verga estaba por explotar. No quise que me la toque por un rato pues así dilataba el final. Pero en esa cama no podía estar negada la pija, así que si no usábamos la mía... Dalia se arrodilló en la cama a la altura de mi pecho, sacó su pija (aun a medio erectar) por un costado de la tanga y me la acercó a la cara. La metí de inmediato en mi boca y a medida que la fui chupando, fue creciendo y poniéndose cada vez más caliente. Me sometió con su verga en mi boca por un buen rato. Cuando sintió que ya era el momento indicado para darme el máximo placer posible, se alejó apenas y me dijo: - ¿Estás listo, bebé?. Yo también creía que era el momento: - Si, nena. Soy todo tuyo.
Dalia me hizo entender que tenía que darme la vuelta, ponerme en cuatro patas con la colita para arriba. Lo hice, obediente. Ella repitió la escena de su lengua y mi ano pero esta vez dejándolo más ensalivado. Yo volví a gemir, cada vez más similar a una puta. Mi hermosa travesti me estaba convirtiendo en lo que no me había animado nunca y siempre lo había deseado. Se arrodilló detrás mío y dirigiendo su pija con la mano, metió la cabeza en mi agujero, virgen hasta ahora. Al principio costó un poco pero en seguida ambos tomamos el ritmo y nos meneábamos a la par. Ella empujando su verga, yo recibiéndola toda. No tenía un gran tamaño por suerte, así que eso facilitó mucho las cosas. Mientras me la metía una y otra vez, repetía la pregunta "¿Te gusta?". Como podía le respondía que sí, que no se detenga. Luego hizo algo que me sorprendió: comenzó a hablarme de una manera muy sucia. Todavía tengo sus frases rebotando en mi memoria: "cómo me gusta este ojete", "que pedazo de puta resultaste, mi amor", "¿Te gusta que te rompa bien el culo,vida?", "ay¡ Hijo de puta. Sos una putita de mierda". A lo que yo respondía (cuando podía pronunciar unas palabras): "Dame nena, dame esa verga" o "Haceme la cola, por favor, llename de leche". Y de tanto repetirlo, Dalia me lo concedió. Me previno de que estaba por acabar y que pretendía derramarlo todo adentro mío. No pude ni quise resistirme. Junto con un largo grito sostenido, soltó todo su semen en mi interior. Bombeó un poco más hasta expulsar su última gota. Sin quererlo concientemente, suspiré fuerte y dejé escapar de mis labios un gemido muy femenino,mientras ella sacaba su pija de mí. Se acostó exhausta sobre la cama y me dijo: -A vos todavía te falta así que te voy a ayudar. Agarró mi pija con sus dos manos y me pajeó frenéticamente. En menos de un minuto me hizo estallar. Mi semen cayó sobre mi panza y sobre sus manos. Y mientras Dalia me escurría hasta lo último, la blanca esperma que había dejado en mi culo empezó a salir lentamente. Nunca había tenido tanta leche sobre mí. Nos dimos un beso entre sonrisas y me fui directo a la ducha. Dalia se adueñó de mi culo por primera vez, por supuesto que no fue la última.
Yo continuaba acostado, ella agarró mis piernas y las flexionó. Puso su cara entre medio de ambas y comenzó a lamerme suavemente por la raya del culo. Con sus propios dedos abrió mis nalgas y con la punta de su lengua me rozó el ano. Lo siguió lamiendo insistentemente y el volumen de mis gemidos, que ya eran gritos, aumentó bruscamente. No podía dejar de retorcerme en la cama conmovido por el éxtasis de la situación. Solamente con su lengua, Dalia logró hacerme vivir una sensación que nunca nadie había conseguido. Ella sabía lo que yo quería y me lo estaba dando. Luego de un momento mágico de placer, por fin iba a liberar mi vista. Aflojó el nudo del pañuelo que interrumpía mi visión y levantándose de la cama, dijo por fin: -!Sorpresa!. Pude ver su cuerpo apenas tapado con una diminuta tanga roja y un corpiño del mismo color, con bordados en negro. Dando una vuelta sobre su eje agregó: -¿Te gusta,mi vida? Estaba sinceramente hermosa. Sus labios grandes con rouge, la cara apenas maquillada, los pechos duros que parecían explotar ese corpiño, un aro colgante en su ombligo y la pija aun blanda que se notaba abultada debajo de su ropa interior. Era lo que siempre había deseado.
- Papi, me encanta cumplirte tu fantasía.- dijo con tono de niña pícara.
- Si, hermosa. Es lo mejor que me podía pasar.
- A ver, decime si esto te gusta.-
Dalia se sentó nuevamente en la cama, agarró mi verga con su mano derecha y comenzó a masturbarme. Por supuesto que me gustaba pero sentía el temor de acabar temprano y perderme muchas de las habilidades que ella tenía para enseñarme. Sabía que era una caja de dulces sorpresas. Siguió haciéndome la paja mientras empezó a besarme en la boca, con sus labios y su lengua. Entre medio de los besos, agarró una de mis manos y la puso sobre sus tetas. Las acaricié un rato por encima de su corpiño y luego se lo saqué, como pude, a la fuerza. Se sentó sobre mi panza y puso sus pechos ya desnudos en mi cara. Le chupé los pezones hasta endurecerse. Primero uno y después el otro. La llené de saliva en su ceno, le di lengüetazos, la besé, la mordí un poco también. Ella gemía como una buena puta que era. Exageraba tal vez, pero mi verga estaba por explotar. No quise que me la toque por un rato pues así dilataba el final. Pero en esa cama no podía estar negada la pija, así que si no usábamos la mía... Dalia se arrodilló en la cama a la altura de mi pecho, sacó su pija (aun a medio erectar) por un costado de la tanga y me la acercó a la cara. La metí de inmediato en mi boca y a medida que la fui chupando, fue creciendo y poniéndose cada vez más caliente. Me sometió con su verga en mi boca por un buen rato. Cuando sintió que ya era el momento indicado para darme el máximo placer posible, se alejó apenas y me dijo: - ¿Estás listo, bebé?. Yo también creía que era el momento: - Si, nena. Soy todo tuyo.
Dalia me hizo entender que tenía que darme la vuelta, ponerme en cuatro patas con la colita para arriba. Lo hice, obediente. Ella repitió la escena de su lengua y mi ano pero esta vez dejándolo más ensalivado. Yo volví a gemir, cada vez más similar a una puta. Mi hermosa travesti me estaba convirtiendo en lo que no me había animado nunca y siempre lo había deseado. Se arrodilló detrás mío y dirigiendo su pija con la mano, metió la cabeza en mi agujero, virgen hasta ahora. Al principio costó un poco pero en seguida ambos tomamos el ritmo y nos meneábamos a la par. Ella empujando su verga, yo recibiéndola toda. No tenía un gran tamaño por suerte, así que eso facilitó mucho las cosas. Mientras me la metía una y otra vez, repetía la pregunta "¿Te gusta?". Como podía le respondía que sí, que no se detenga. Luego hizo algo que me sorprendió: comenzó a hablarme de una manera muy sucia. Todavía tengo sus frases rebotando en mi memoria: "cómo me gusta este ojete", "que pedazo de puta resultaste, mi amor", "¿Te gusta que te rompa bien el culo,vida?", "ay¡ Hijo de puta. Sos una putita de mierda". A lo que yo respondía (cuando podía pronunciar unas palabras): "Dame nena, dame esa verga" o "Haceme la cola, por favor, llename de leche". Y de tanto repetirlo, Dalia me lo concedió. Me previno de que estaba por acabar y que pretendía derramarlo todo adentro mío. No pude ni quise resistirme. Junto con un largo grito sostenido, soltó todo su semen en mi interior. Bombeó un poco más hasta expulsar su última gota. Sin quererlo concientemente, suspiré fuerte y dejé escapar de mis labios un gemido muy femenino,mientras ella sacaba su pija de mí. Se acostó exhausta sobre la cama y me dijo: -A vos todavía te falta así que te voy a ayudar. Agarró mi pija con sus dos manos y me pajeó frenéticamente. En menos de un minuto me hizo estallar. Mi semen cayó sobre mi panza y sobre sus manos. Y mientras Dalia me escurría hasta lo último, la blanca esperma que había dejado en mi culo empezó a salir lentamente. Nunca había tenido tanta leche sobre mí. Nos dimos un beso entre sonrisas y me fui directo a la ducha. Dalia se adueñó de mi culo por primera vez, por supuesto que no fue la última.
8 comentarios - Relato: Dalia cumple mi fantasía
Gracias!
Me encanta! 😉