Esto me pasó hace muchísimo tiempo, verano, un pueblo del interior ...
Volvía de estudiar inglés, sobre las cinco y media de la tarde, 18 añitos y feliz. El querido barrio suburbano donde viví siempre estaba tranquilo y soleado. De la parada del bus a casa son dos cuadras y no había vecinos porque dormían la siesta o bien porque hacía calor. Mi pueblo es así.
Mis padres estarían trabajando, así que tenía un buen rato para hacer lo que más me gustaba a esa edad, desprenderme de los incómodos vaqueros y aquellos feísimos mocasines que parecían de madera para robarle a Mami sus ropitas suaves y pintarme los labios y los ojos como hacían mis compañeras de clase.
Claro yo era un muchacho, no una señorita, pero siempre supe que mi piel suave, mis ojos claros y mi cuerpo delgado y nada masculino, lampiño y blanco, pasaba por una nena vestido con la ropa más sexy que pudiera tener mi vieja.
Nada me habría preparado para lo que me pasó en la esquina de casa, en la vidriera de la carnicería estaban Beto y Rafa, dos negros de la parte de abajo del barrio, donde estaban las vías del tren, los había visto por ahí, en el club jugando al fútbol o por las vías armando lío con algún chico de los alrededores. Pero nunca me habían dirigido la palabra, era como si no existiera para esa gente además siempre fui estudioso y tranquilo y mis viejos siempre me habían aconsejado alejarme de la gente problemática.
En el momento que pasaba el Beto empezó a cantar algo así como "ese rubio puto que viene por ahí, ese rubio puto viene para acá y me va a chupar la pija y lo vamos a coger .... etc"
Me asusté mucho y empecé a correr, no era gran deportista, así que mi manera de correr les dió la risa y no paré de escucharlos hasta que entré a casa temblando, bastante asustado y cerré la puerta con llave.
Me tomé un vaso de agua y miré por la ventana, pero por suerte ya no estaban. Entonces me dediqué a lo mío: con la tranquilidad de que mis viejos no llegaban hasta las diez, me lo tomé con mucha calma y así, de paso, podía tranquilizarme un poco. Me duché bien, me perfumé y estuve una media hora maquillándome, es algo que me excita mucho, para sentarme al espejo me ponía unas medias y la bombacha y el sostén.
Cuando terminaba de maquillarme, me gustaba mirarme en el espejo grande que había en el dormitorio paterno, me ponía de lado, de atrás, y marcaba poses de modelo, totalmente compenetrado con mi papel, en ese momento tan íntimo, al girar veo al Beto y al Rafa parados en la puerta. ¡Dios! Me quedé petrificado, mi cara se puso roja y me empezaron a temblar las rodillas, no alcanzaba a entender cómo habían entrado y a la vez no sabía como reaccionar, qué hacer, los dos malandros me miraban sonriendo.
Salgan de acá, llegué a decir, y Beto dio dos pasos hasta quedar frente a mí y me dijo tan tranquilo: -Si decís algo, o gritás, todo el mundo se va enterar de lo que hacés, putito de mierda. Acá el que manda soy yo.
Me temblaban las piernas, se me agolparon tantos pensamientos juntos, que me dió ganas de llorar. Rafa se cagaba de la risa, y Beto que andaba por los veinte años y era enorme a mi lado,estiró la mano y levantándome la cara por el mentón, me dijo: - ¿vas a llorar como una nenita? Se te va a poner esa carita refea mariquita, mejor calmate, tu viejo tendrá algo rico de tomar, además de una nena tan linda ¿no?.
Su olor era fuerte, un poco a transpiración, le veía unos pelos en el pecho oscuro, su camisa estaba desprendida y con manchas de sudor. Yo no podía levantar la mirada, pero alcancé a decir que sí con un gesto. Me agarró de los pelos de la nuca y me dijo: - andá a buscar algo fuerte de tomar, que tenemos ganas de whisky, yo te llevo ....
Me empujó manteniendo mi pelo fuertemente agarrado y salimos caminando hacia un mueble del comedor donde mis viejos guardaban las bebidas, los tacos de los zapatos de mamá, hacían mucho ruido y casi me tropezaba un pie con el otro, pero Beto no me soltaba el pelo. Abrí el mueble y le mostré una botella de whisky importado, me dijo que sí con la cabeza y me siguió empujando hasta la cocina, el Rafa nos seguía un poco más atrás, Beto me dijo que llenara dos vasos y les pusiera hielo, entonces me soltó en la cocina mientras yo hacía lo que me ordenó. Se sentó en la mesa y se sacó la camisa y las chancletas. Yo temblaba como una hoja. -traeme el whisky para acá y quedate parada ahí. Me gustó un poco que me hablara como a una mujer, hice lo que me pidió y me quedé quieto, de pie con la mirada hacia el piso, sentía la mirada de los dos, que bebían tan tranquilos el whisky de mi viejo, acomodados en la cocina de casa. De a poco, aunque seguía nervioso, se me pasaron un poco los temblores y empecé a "vivir" la situación en la que estaba. Yo, ya no era virgen desde hacía tiempo, un primo de campo hacía mucho que me había desvirgado y llevaba años cogiéndome todos los veranos. Pero estar frente a dos desconocidos y peligrosos además, era algo nuevo e inquietante para mí.
El Beto me hizo un gesto con la mano para que me acercara y cuando estuve al lado, estando él, sentado con las piernas abiertas, me agarró del culo y me acercó hacia sí. -¿A que no vas a decir nada y nos vas a servir whisky cada vez que venga? Dije que sí, sin hablar, mientras sentía como que su mano me quemaba las nalgas cubiertas por una bombachita de seda con encajes.
- Mmmhh, que culito más rico y suave.
- Tendrás nombre, digo yo, exclamó Beto.
- Hu-Hu-Hugo, alcancé a balbucear.
- No, tarada nombre de mina, de yiro. Te vas a llamar Shirley, nombre bien de puta. Dijo el Rafa. Sentí como el enorme dedo oscuro del Beto buscaba mi culito, me empezaba a gustar, y como soy muy sensible me retorcía un poco.
Se paró delante de mi, sosteniendo su mano en mi culo y de un tirón me bajó la bombacha hasta por encima de las rodillas, me dijo: - Huuy cómo te gusta que te hagan el orto, sos flor de trolita vos eh.
Me miró la pijita que tenía medio parada y sonrió. Seguía manoseándome el culo, le dijo al Rafa que mientras tanto se tomaba el whisky sentado a la mesa: -con esa verguita no me extraña que busque una de verdad, ja ja. El Rafa también se cagó de la risa y metiéndose la mano en la bragueta sacó la pija más grande que yo había visto en mi vida. Morcillona y oscura, le caía a un lado, se la sobaba despacio, me quedé mirando al Rafa mientras el otro seguía jugueteando con mi culo, entonces Beto me agarró de la mano y me hizo sobarle la suya: -Desprendeme el pantalón, Shirley, putita, me dijo. Mi mano sintió su pija por encima del pantalón y me sentí excitado se me empezó a hacer agua la boca. Beto me levantó la cara y me metió un chupón animal, me comió la boca, sentí sus labios como un aspiradora por encima de los míos y la lengua por dentro como una serpiente, recorrerme todos los rincones con mucha fuerza. Me encantó.
Fue en ese momento cuando entendí que lo que iba a pasar, o al menos lo que yo quería que pasara, era como en mis sueños más húmedos, esos sueños nocturnos que pretendía olvidar por la mañana, mi gran aventura sexual estaba empezando. Iba a ser un momento que cambiaría mi vida para siempre. Me abandoné al beso masculino y dominante, viscoso, sucio, me entregué en ese momento con todas mis fuerzas, pasara lo que pasara, era algo a lo que yo estaba accediendo con toda la pasión femenina que me crecía en mis entrañas. Decidí dejarme llevar por completo.
Mis manos empezaron a buscar el cierre de su pantalón ansiosamente, pero no encontraba manera, metí la mano entre su abdomen y la tela, quedando atrapada, el bajó su mano y desprendió el cinturón y conseguí llegar más abajo rozando apenas una verga húmeda, su cabeza palpitante y tibia me dió una corriente de electricidad como si fuera un cable pelado.
El detalle de sentirme besada en la boca, como una hembra auténtica en brazos de su macho básico y elemental, me puso a cien, sentí un calor en todo mi cuerpo, la necesidad de entregarme, dejarme llevar por ese bruto por donde él quisiera, entregarme entera como finalidad, como objetivo. Sentir que podía dejarme caer en unos brazos masculinos con la confianza de la mujer enamorada que era en ese segundo decisivo.
Besarme en la boca, era por parte suya algo que me sorprendió, un gesto casi de ternura invalorable para mi corazoncito de "niña" adolescente, fue el click que me decidió a pertenecerle a alguien, a un hombre, al macho.
Poco me importaba que hubiera un testigo, después de todo era el que me había dado nombre y profesión de mujer, era el testigo que volvía real lo que me estaba sucediendo, que no podría olvidar mañana al despertar, como mis sueños húmedos, algo que seguro no podría olvidar el resto de mi vida.
Mientras Beto me partía la boca como una bestia, me sentía pequeña y sucia, sentía su olor a sudor como un néctar de placer, sus labios eran a la vez tiernos y fuertes, con esa forma que tienen los labios de raza negra, sensuales y dominantes a la vez y su lengua me parecía un tornillo de carne enorme que me reventaba todos los rincones de mi boca, aunque en ese singular juego entre dos lenguas, intentaba oponerle resistencia me era imposible, tan sólo alcanzaba a acariciar sus lados con la mía, totalmente dominada.
Mi mano al fin alcanzó el objetivo y rodeó el diámetro de su verga caliente y húmeda, era muy grande para mi manito, pero alcancé a rodearla por debajo de la cabeza, al fin tenía una pija enorme y desconocida entre mis dedos, se sentía increíble, era lo más lindo que había tocado, le miré a los ojos y los tenía entrecerrados disfrutando tanto como yo, me miró y terminó de desabrocharse el pantalón mientras sonreía de un modo extraño y entresacó el calzoncillo dejando libre su deliciosa poronga, que cayó sobre mi mano que aún la aferraba, era pesada, sólida y tierna a la vez. Mis ojos se clavaron en ella, la acaricié, recorriéndola desde arriba a abajo haciendo un ingenuo círculo con mis dedos sin soltarla, con cierta timidez, hasta llegar a su cabeza, mojada y púrpura, rodeándola en el hueco de mi mano, que ya empezaba a estar mojada con sus líquidos. Ese ligero movimiento bastó para ver como en segundos, pasó de estar morcillona a ponerse dura como una piedra, enhiesta apuntándome a la cara, oscura y arrogante, con una ligera curva hacia arriba, venosa, gruesa, caliente. Fue todo uno, verla surgir como un ser vivo, de sus entrañas y sentir el ligero roce de su mano en mi pelo, para ir cayendo lentamente sobre mis rodillas, en éxtasis, hasta ver su único ojo en esa cabeza mirándome ... llamándome, mi boca se abrió automáticamente, para volverse a cerrar frunciendo los labios pintados en un beso tierno, cálido, que se convirtió en un homenaje a esa pija hermosa, a todas las vergas del mundo, a las que llegaría a conocer y a las que nunca podré sentir. Un empujón en mi cabeza con su mano enredada en mi rubia y larga melena, fue la señal para que me dejara de ternura y abriera la boca, ese conchita que tenemos algunos hombres, para que le hiciera un sitio en mi cálida boquita de pervertido y así fue, al momento.
Abrí ligeramente mis labios, ejerciendo un poco de presión para sentir como hacía fuerza entre ellos su maravillosa herramienta. Su pija emanaba un olor agrio, a macho, y horadó mi boca, entró su cabeza y la sentí ahí adentro, llenándola, parecía ocuparla toda, me llegó su sabor, más suave que el olor pero tan amargo, no me importó, desprendía una masculinidad húmeda que me tenía atrapada.
Que delicia, estaba siendo hembra al fin, arrodillada ante un tipo que ni conocía y su amigo, dejando que su miembro entrara en mí, su glande disfrutando con las caricias de mi lengua dentro del recinto cálido y tierno que le ofrecían mis labios, me sentí la más puta de las putas, humillada en la casa de mis padres, usada y deseosa, entregada a ese macho oscuro, veía sus pelos púbicos renegridos y rizados en motas, delante de mis ojos.
En ese momento presionó de verdad mi cabeza, y empezó a meter más y más carne, no pude detenerlo, me llegó a la garganta y presionó mi campanilla sin piedad, me atraganté, empecé a hacer ruidos guturales, me ví sorprendida y no podía detenerlo, rápidamente asomaron lágrimas a mis ojos y pensé que me moría, al sentir mis arcadas, retiró la verga, pero despacio, salió empapada de saliva y mocos, quise apartar la cara pero me agarró con mucha fuerza del pelo, me dejó tomar un poco de aire desesperadamente, y empezó a meterla de nuevo ... Lentamente pero implacable, alcancé a levantar la mirada y vi su cara, mirándome hacia abajo sonriente, disfrutaba jugando conmigo, volvió a penetrar mi boca.
Elegí intentar hacerlo mejor esta vez, traté de relajar mi garganta, para que entrara entera. Y después de cuatro o cinco interminables y lentos meteysaca, comenzó a acelerar los embates, y así aprendí a ser mujer para mi macho, trataba de sacar más y más saliva cada vez que mezclada con algo que me salía de la garganta suavizaban la penetración. El me tenía agarrada la cabeza por el pelo, y estaba encantado cogiéndome la boca, se notaba.
Con la otra mano me agarró una tetilla, y sentí otra vez una corriente alterna que me hizo retorcer de gusto, mi pezón reaccionó de forma inequívoca a esa callosa caricia, sentir como lo retorcía suavemente me volvió loca y se puso durito y rojo, fue como una llave, un click, senti un placer enorme, mientras acomodaba mi boca al falo que bombeaba sin piedad, perdí la conciencia unos instantes y actuaba como un autómata recibiendo la verga entera en mi boquita húmeda y esclava. Luego el otro pezón retorcido entre sus dedos, enhiesto, púrpura.
De golpe sacó su miembro de mí, con un sonido seco, plop! Me miró con rudeza a los ojos, desde arriba, sonrió aprobando mi trabajo, y volvió a ensartarme en el palo palpitante, duro, hermoso, pero esta vez .... lentamente, permitiéndome que lo disfrutara, con la otra mano alternaba los pellizcos en mis tetas enrojecidas, estuvo un buen rato así, dejándome adorar a ese dios de carne que desde aquel día es mi guía: Una Buena Pija.
De pronto empezó a rotar mi cabeza por los pelos, no entendí lo que pasaba pues sólo tenía ojos para mi hombre, por un momento, pensé que me iba a alzar para darme un beso. Pero lo que hizo fue girar mi cabeza hacia el otro lado, donde estaba el Rafa esperando ....el otro, empezó a darme sopapos con su verga en la cara, notaba el rudo peso de su pija cruzándome con una mezcla de suavidad y dureza. Al principio me asusté, temí que era algo violento pero como no pasaba de ahí, entendí el juego, por lo que abrí los labios para intentar capturar su verga con desesperación, ambos se rieron con mi intento. Me sentí humillada, pero estaba tan caliente que hasta me gustaba. Había perdido todo temor y solo quería complacer a mi macho, sentirme halagada por hacerlo bien.
- Ahora, puta, chupásela al Rafa, pero bien si no, no te cojo. Dijo Beto entre risas.
Al fin, el Rafa paró de pegarme pijazos en la cara, me la puso justo delante de la boca y la empecé a mamar, tenía el tamaño más o menos del Beto, pero era un poco más fina y más clara. Estiré las manos para agarrarla pero sentí un tirón de pelo en mi nuca, era el Beto que me dijo:
- Eh, eh, eh bajá esas manitos maricón, chupásela pero sin tocarla, las manitos atrás .... esforzate un poco, que para eso sos una puta.
Me sentí muy humillada, me estaba poniendo en mi lugar de putón un negro de mierda, medio delincuente, pero le hice caso de inmediato, agarrándome una mano con la otra por detrás de mi espalda, tuve que hacer fuerza con la cabeza hacia adelante para poder sentirla entrar entre mis labios y chupar con mucha fuerza para retenerla, el Rafa hacía un arco con su cuerpo y tenía las manos apoyadas en su cintura como haciendo fuerza hacia adelante.
Empecé a saborearla y sentía otro sabor, en pocos minutos ya había probado dos hermosas vergas, me había cambiado el nombre y me había hecho puta de dos tipos que apenas conocía.
En dos minutos me había cambiado la vida para siempre, ya no miraría a las mujeres más que como modelos a copiar ahora sabía cómo iba a actuar ante los hombres, hasta hoy mismo cuando escribo estos recuerdos. Ya no tendría novia ni hijos. Como mucho sería yo la "novia" de alguien.
Pero además estaba entendiendo cuánto me gustaba sentirme a la sombra de los hombres, ser dominada por ellos, dejarme en sus brazos, abandonar mi voluntad a los auténticos machos.
Estuve un rato chupándosela al Rafa en cuatro patas, bajo el control de Beto, que al fin me soltó de la melena. Se acomodó detrás de mi y me metió los dedos en mi culito, estuvo metiendo los dedos un rato, uno otro, otro, mientras yo seguía saboreando al otro negro. De pronto sacó sus dedos de mi conchita andrógina y se dedicó un rato a retorcerme las tetitas, desde atrás siempre, ya sentía su vergota en mi puertita trasera, que subía y bajaba por mi rajita, eso me estaba volviendo loca, quería sentirlo entrar en mí de una vez, mi trasero parecía reaccionar solo, meneándose con desesperación.
Al final sentí sus manos de vuelta en mi culo, abrió mis nalgas como una naranja, en dos, y me lanzó un soberbio y sonoro escupitajo, un par de veces, volvió a meterme los pulgares en el agujero, tirando un poco hacia afuera y mojarlo bien con su saliva, entonces sí, sentí al fin su cabeza apoyarse en mi entrada, empezando a forzarme.
Me dolió un poco su cabeza, su pija era bastante más grande que la de mi primo, pero tenía tantas ganas de sentirlo que mi culo iba hacia atrás intentando devorar esa negra verga húmeda y torcida.
Al fin entró, sentí la cabezota desgarrar mi culo para siempre y entrar un poco, un poco nada más. Me sentí ensartada y hembra, me quedé en éxtasis. Penetrada doblemente.
Beto sacó su verga y volvió a escupir varias veces, solo lo escuchaba, porque seguía entregando mi boca desenfrenada al Rafa, que ahora estaba muy cerca y me la metía entera, haciéndome salir ruidos nuevos de mis labios.
Entonces Beto volvió clavarla en mi culo de mujer, esta vez entera, despacio pero toda o casi toda, la sentí entrar durante una eternidad, llegó hasta el fondo de mí. Se quedó dentro unos segundos y empezó la auténtica cogida, entraba y salía cada vez más rápido, estuvo mandando un buen rato, cada vez más fuerte y más rápido, sentía el ruido de algo suyo en mis nalgas, plás, plás, plás. Mi culo se movía como autónomo, intentaba subir y bajar pero estaba atornillado a aquella vergota y terminaba haciendo lo que quería Beto.
De repente me atraganté con algo líquido y viscoso que me salía por las comisuras de los labios y me bajaba por la garganta, el Rafa me apretaba la cabeza con las manos, no podía moverme y el negro temblaba en mi boca. El hijo de la concha de su madre me había llenado de semen y me estaba comiendo su acabada. No tuve más remedio que tragar todo aquello para no atragantarme, así como estaba en cuatro patas, con una pija en el culo y otra en mi boca, sin poder moverme, aguanté el nervio del Rafa que temblaba de gusto, mientras seguía soltando su líquido espeso en mi persona. Cuando acabó el Rafa sacó su pija de mi boca y me pasó por toda la cara, volviendo a ofrecérmela "para que se la limpiara" según dijo. Mientra yo seguía en éxtasis sintiendo al Beto dentro de mí, mandando brasa, sentía su cuerpo duro y musculoso de macho joven, abrir el mío suave y tierno, como de nena, sentía cómo salpicaban su gotas de sudor en mi espalda, como sus manos enormes apenas agrraban mis nalgas gorditas y blancas, como las atenazaba una en cada mano y las abría un poco para clavarme más adentro y más fuerte, aunque también tuve tiempo de limpiarle la verga al otro, que disfrutaba viendo la escena de ésta putita clavada por su amigote, partida en dos, temblando de gusto. Mientras Beto me llenaba el orto de leche, sentí el mejor orgasmo de mi vida y acabé yo también, entre temblores de placer y aquella verga ensartada en mí.
No pasó mucho más aquel memorable día, me cogieron por el orto una vez cada uno y tuve que limpiársela bien con mi boca de putita barata. Se terminaron el Whisky y se fueron, recordándome que era su puta y que no contara nada de aquello. Por supuesto nunca dije nada, Siguieron viniendo muchas tardes a mi casa, ellos y algunos otros amigos, eso es otra historia.
Yo había vivido ese día, el mejor polvo de mi vida. El día que decidí que iba a ser un hombre distinto, una mujer con algo más entre las piernas.
Volvía de estudiar inglés, sobre las cinco y media de la tarde, 18 añitos y feliz. El querido barrio suburbano donde viví siempre estaba tranquilo y soleado. De la parada del bus a casa son dos cuadras y no había vecinos porque dormían la siesta o bien porque hacía calor. Mi pueblo es así.
Mis padres estarían trabajando, así que tenía un buen rato para hacer lo que más me gustaba a esa edad, desprenderme de los incómodos vaqueros y aquellos feísimos mocasines que parecían de madera para robarle a Mami sus ropitas suaves y pintarme los labios y los ojos como hacían mis compañeras de clase.
Claro yo era un muchacho, no una señorita, pero siempre supe que mi piel suave, mis ojos claros y mi cuerpo delgado y nada masculino, lampiño y blanco, pasaba por una nena vestido con la ropa más sexy que pudiera tener mi vieja.
Nada me habría preparado para lo que me pasó en la esquina de casa, en la vidriera de la carnicería estaban Beto y Rafa, dos negros de la parte de abajo del barrio, donde estaban las vías del tren, los había visto por ahí, en el club jugando al fútbol o por las vías armando lío con algún chico de los alrededores. Pero nunca me habían dirigido la palabra, era como si no existiera para esa gente además siempre fui estudioso y tranquilo y mis viejos siempre me habían aconsejado alejarme de la gente problemática.
En el momento que pasaba el Beto empezó a cantar algo así como "ese rubio puto que viene por ahí, ese rubio puto viene para acá y me va a chupar la pija y lo vamos a coger .... etc"
Me asusté mucho y empecé a correr, no era gran deportista, así que mi manera de correr les dió la risa y no paré de escucharlos hasta que entré a casa temblando, bastante asustado y cerré la puerta con llave.
Me tomé un vaso de agua y miré por la ventana, pero por suerte ya no estaban. Entonces me dediqué a lo mío: con la tranquilidad de que mis viejos no llegaban hasta las diez, me lo tomé con mucha calma y así, de paso, podía tranquilizarme un poco. Me duché bien, me perfumé y estuve una media hora maquillándome, es algo que me excita mucho, para sentarme al espejo me ponía unas medias y la bombacha y el sostén.
Cuando terminaba de maquillarme, me gustaba mirarme en el espejo grande que había en el dormitorio paterno, me ponía de lado, de atrás, y marcaba poses de modelo, totalmente compenetrado con mi papel, en ese momento tan íntimo, al girar veo al Beto y al Rafa parados en la puerta. ¡Dios! Me quedé petrificado, mi cara se puso roja y me empezaron a temblar las rodillas, no alcanzaba a entender cómo habían entrado y a la vez no sabía como reaccionar, qué hacer, los dos malandros me miraban sonriendo.
Salgan de acá, llegué a decir, y Beto dio dos pasos hasta quedar frente a mí y me dijo tan tranquilo: -Si decís algo, o gritás, todo el mundo se va enterar de lo que hacés, putito de mierda. Acá el que manda soy yo.
Me temblaban las piernas, se me agolparon tantos pensamientos juntos, que me dió ganas de llorar. Rafa se cagaba de la risa, y Beto que andaba por los veinte años y era enorme a mi lado,estiró la mano y levantándome la cara por el mentón, me dijo: - ¿vas a llorar como una nenita? Se te va a poner esa carita refea mariquita, mejor calmate, tu viejo tendrá algo rico de tomar, además de una nena tan linda ¿no?.
Su olor era fuerte, un poco a transpiración, le veía unos pelos en el pecho oscuro, su camisa estaba desprendida y con manchas de sudor. Yo no podía levantar la mirada, pero alcancé a decir que sí con un gesto. Me agarró de los pelos de la nuca y me dijo: - andá a buscar algo fuerte de tomar, que tenemos ganas de whisky, yo te llevo ....
Me empujó manteniendo mi pelo fuertemente agarrado y salimos caminando hacia un mueble del comedor donde mis viejos guardaban las bebidas, los tacos de los zapatos de mamá, hacían mucho ruido y casi me tropezaba un pie con el otro, pero Beto no me soltaba el pelo. Abrí el mueble y le mostré una botella de whisky importado, me dijo que sí con la cabeza y me siguió empujando hasta la cocina, el Rafa nos seguía un poco más atrás, Beto me dijo que llenara dos vasos y les pusiera hielo, entonces me soltó en la cocina mientras yo hacía lo que me ordenó. Se sentó en la mesa y se sacó la camisa y las chancletas. Yo temblaba como una hoja. -traeme el whisky para acá y quedate parada ahí. Me gustó un poco que me hablara como a una mujer, hice lo que me pidió y me quedé quieto, de pie con la mirada hacia el piso, sentía la mirada de los dos, que bebían tan tranquilos el whisky de mi viejo, acomodados en la cocina de casa. De a poco, aunque seguía nervioso, se me pasaron un poco los temblores y empecé a "vivir" la situación en la que estaba. Yo, ya no era virgen desde hacía tiempo, un primo de campo hacía mucho que me había desvirgado y llevaba años cogiéndome todos los veranos. Pero estar frente a dos desconocidos y peligrosos además, era algo nuevo e inquietante para mí.
El Beto me hizo un gesto con la mano para que me acercara y cuando estuve al lado, estando él, sentado con las piernas abiertas, me agarró del culo y me acercó hacia sí. -¿A que no vas a decir nada y nos vas a servir whisky cada vez que venga? Dije que sí, sin hablar, mientras sentía como que su mano me quemaba las nalgas cubiertas por una bombachita de seda con encajes.
- Mmmhh, que culito más rico y suave.
- Tendrás nombre, digo yo, exclamó Beto.
- Hu-Hu-Hugo, alcancé a balbucear.
- No, tarada nombre de mina, de yiro. Te vas a llamar Shirley, nombre bien de puta. Dijo el Rafa. Sentí como el enorme dedo oscuro del Beto buscaba mi culito, me empezaba a gustar, y como soy muy sensible me retorcía un poco.
Se paró delante de mi, sosteniendo su mano en mi culo y de un tirón me bajó la bombacha hasta por encima de las rodillas, me dijo: - Huuy cómo te gusta que te hagan el orto, sos flor de trolita vos eh.
Me miró la pijita que tenía medio parada y sonrió. Seguía manoseándome el culo, le dijo al Rafa que mientras tanto se tomaba el whisky sentado a la mesa: -con esa verguita no me extraña que busque una de verdad, ja ja. El Rafa también se cagó de la risa y metiéndose la mano en la bragueta sacó la pija más grande que yo había visto en mi vida. Morcillona y oscura, le caía a un lado, se la sobaba despacio, me quedé mirando al Rafa mientras el otro seguía jugueteando con mi culo, entonces Beto me agarró de la mano y me hizo sobarle la suya: -Desprendeme el pantalón, Shirley, putita, me dijo. Mi mano sintió su pija por encima del pantalón y me sentí excitado se me empezó a hacer agua la boca. Beto me levantó la cara y me metió un chupón animal, me comió la boca, sentí sus labios como un aspiradora por encima de los míos y la lengua por dentro como una serpiente, recorrerme todos los rincones con mucha fuerza. Me encantó.
Fue en ese momento cuando entendí que lo que iba a pasar, o al menos lo que yo quería que pasara, era como en mis sueños más húmedos, esos sueños nocturnos que pretendía olvidar por la mañana, mi gran aventura sexual estaba empezando. Iba a ser un momento que cambiaría mi vida para siempre. Me abandoné al beso masculino y dominante, viscoso, sucio, me entregué en ese momento con todas mis fuerzas, pasara lo que pasara, era algo a lo que yo estaba accediendo con toda la pasión femenina que me crecía en mis entrañas. Decidí dejarme llevar por completo.
Mis manos empezaron a buscar el cierre de su pantalón ansiosamente, pero no encontraba manera, metí la mano entre su abdomen y la tela, quedando atrapada, el bajó su mano y desprendió el cinturón y conseguí llegar más abajo rozando apenas una verga húmeda, su cabeza palpitante y tibia me dió una corriente de electricidad como si fuera un cable pelado.
El detalle de sentirme besada en la boca, como una hembra auténtica en brazos de su macho básico y elemental, me puso a cien, sentí un calor en todo mi cuerpo, la necesidad de entregarme, dejarme llevar por ese bruto por donde él quisiera, entregarme entera como finalidad, como objetivo. Sentir que podía dejarme caer en unos brazos masculinos con la confianza de la mujer enamorada que era en ese segundo decisivo.
Besarme en la boca, era por parte suya algo que me sorprendió, un gesto casi de ternura invalorable para mi corazoncito de "niña" adolescente, fue el click que me decidió a pertenecerle a alguien, a un hombre, al macho.
Poco me importaba que hubiera un testigo, después de todo era el que me había dado nombre y profesión de mujer, era el testigo que volvía real lo que me estaba sucediendo, que no podría olvidar mañana al despertar, como mis sueños húmedos, algo que seguro no podría olvidar el resto de mi vida.
Mientras Beto me partía la boca como una bestia, me sentía pequeña y sucia, sentía su olor a sudor como un néctar de placer, sus labios eran a la vez tiernos y fuertes, con esa forma que tienen los labios de raza negra, sensuales y dominantes a la vez y su lengua me parecía un tornillo de carne enorme que me reventaba todos los rincones de mi boca, aunque en ese singular juego entre dos lenguas, intentaba oponerle resistencia me era imposible, tan sólo alcanzaba a acariciar sus lados con la mía, totalmente dominada.
Mi mano al fin alcanzó el objetivo y rodeó el diámetro de su verga caliente y húmeda, era muy grande para mi manito, pero alcancé a rodearla por debajo de la cabeza, al fin tenía una pija enorme y desconocida entre mis dedos, se sentía increíble, era lo más lindo que había tocado, le miré a los ojos y los tenía entrecerrados disfrutando tanto como yo, me miró y terminó de desabrocharse el pantalón mientras sonreía de un modo extraño y entresacó el calzoncillo dejando libre su deliciosa poronga, que cayó sobre mi mano que aún la aferraba, era pesada, sólida y tierna a la vez. Mis ojos se clavaron en ella, la acaricié, recorriéndola desde arriba a abajo haciendo un ingenuo círculo con mis dedos sin soltarla, con cierta timidez, hasta llegar a su cabeza, mojada y púrpura, rodeándola en el hueco de mi mano, que ya empezaba a estar mojada con sus líquidos. Ese ligero movimiento bastó para ver como en segundos, pasó de estar morcillona a ponerse dura como una piedra, enhiesta apuntándome a la cara, oscura y arrogante, con una ligera curva hacia arriba, venosa, gruesa, caliente. Fue todo uno, verla surgir como un ser vivo, de sus entrañas y sentir el ligero roce de su mano en mi pelo, para ir cayendo lentamente sobre mis rodillas, en éxtasis, hasta ver su único ojo en esa cabeza mirándome ... llamándome, mi boca se abrió automáticamente, para volverse a cerrar frunciendo los labios pintados en un beso tierno, cálido, que se convirtió en un homenaje a esa pija hermosa, a todas las vergas del mundo, a las que llegaría a conocer y a las que nunca podré sentir. Un empujón en mi cabeza con su mano enredada en mi rubia y larga melena, fue la señal para que me dejara de ternura y abriera la boca, ese conchita que tenemos algunos hombres, para que le hiciera un sitio en mi cálida boquita de pervertido y así fue, al momento.
Abrí ligeramente mis labios, ejerciendo un poco de presión para sentir como hacía fuerza entre ellos su maravillosa herramienta. Su pija emanaba un olor agrio, a macho, y horadó mi boca, entró su cabeza y la sentí ahí adentro, llenándola, parecía ocuparla toda, me llegó su sabor, más suave que el olor pero tan amargo, no me importó, desprendía una masculinidad húmeda que me tenía atrapada.
Que delicia, estaba siendo hembra al fin, arrodillada ante un tipo que ni conocía y su amigo, dejando que su miembro entrara en mí, su glande disfrutando con las caricias de mi lengua dentro del recinto cálido y tierno que le ofrecían mis labios, me sentí la más puta de las putas, humillada en la casa de mis padres, usada y deseosa, entregada a ese macho oscuro, veía sus pelos púbicos renegridos y rizados en motas, delante de mis ojos.
En ese momento presionó de verdad mi cabeza, y empezó a meter más y más carne, no pude detenerlo, me llegó a la garganta y presionó mi campanilla sin piedad, me atraganté, empecé a hacer ruidos guturales, me ví sorprendida y no podía detenerlo, rápidamente asomaron lágrimas a mis ojos y pensé que me moría, al sentir mis arcadas, retiró la verga, pero despacio, salió empapada de saliva y mocos, quise apartar la cara pero me agarró con mucha fuerza del pelo, me dejó tomar un poco de aire desesperadamente, y empezó a meterla de nuevo ... Lentamente pero implacable, alcancé a levantar la mirada y vi su cara, mirándome hacia abajo sonriente, disfrutaba jugando conmigo, volvió a penetrar mi boca.
Elegí intentar hacerlo mejor esta vez, traté de relajar mi garganta, para que entrara entera. Y después de cuatro o cinco interminables y lentos meteysaca, comenzó a acelerar los embates, y así aprendí a ser mujer para mi macho, trataba de sacar más y más saliva cada vez que mezclada con algo que me salía de la garganta suavizaban la penetración. El me tenía agarrada la cabeza por el pelo, y estaba encantado cogiéndome la boca, se notaba.
Con la otra mano me agarró una tetilla, y sentí otra vez una corriente alterna que me hizo retorcer de gusto, mi pezón reaccionó de forma inequívoca a esa callosa caricia, sentir como lo retorcía suavemente me volvió loca y se puso durito y rojo, fue como una llave, un click, senti un placer enorme, mientras acomodaba mi boca al falo que bombeaba sin piedad, perdí la conciencia unos instantes y actuaba como un autómata recibiendo la verga entera en mi boquita húmeda y esclava. Luego el otro pezón retorcido entre sus dedos, enhiesto, púrpura.
De golpe sacó su miembro de mí, con un sonido seco, plop! Me miró con rudeza a los ojos, desde arriba, sonrió aprobando mi trabajo, y volvió a ensartarme en el palo palpitante, duro, hermoso, pero esta vez .... lentamente, permitiéndome que lo disfrutara, con la otra mano alternaba los pellizcos en mis tetas enrojecidas, estuvo un buen rato así, dejándome adorar a ese dios de carne que desde aquel día es mi guía: Una Buena Pija.
De pronto empezó a rotar mi cabeza por los pelos, no entendí lo que pasaba pues sólo tenía ojos para mi hombre, por un momento, pensé que me iba a alzar para darme un beso. Pero lo que hizo fue girar mi cabeza hacia el otro lado, donde estaba el Rafa esperando ....el otro, empezó a darme sopapos con su verga en la cara, notaba el rudo peso de su pija cruzándome con una mezcla de suavidad y dureza. Al principio me asusté, temí que era algo violento pero como no pasaba de ahí, entendí el juego, por lo que abrí los labios para intentar capturar su verga con desesperación, ambos se rieron con mi intento. Me sentí humillada, pero estaba tan caliente que hasta me gustaba. Había perdido todo temor y solo quería complacer a mi macho, sentirme halagada por hacerlo bien.
- Ahora, puta, chupásela al Rafa, pero bien si no, no te cojo. Dijo Beto entre risas.
Al fin, el Rafa paró de pegarme pijazos en la cara, me la puso justo delante de la boca y la empecé a mamar, tenía el tamaño más o menos del Beto, pero era un poco más fina y más clara. Estiré las manos para agarrarla pero sentí un tirón de pelo en mi nuca, era el Beto que me dijo:
- Eh, eh, eh bajá esas manitos maricón, chupásela pero sin tocarla, las manitos atrás .... esforzate un poco, que para eso sos una puta.
Me sentí muy humillada, me estaba poniendo en mi lugar de putón un negro de mierda, medio delincuente, pero le hice caso de inmediato, agarrándome una mano con la otra por detrás de mi espalda, tuve que hacer fuerza con la cabeza hacia adelante para poder sentirla entrar entre mis labios y chupar con mucha fuerza para retenerla, el Rafa hacía un arco con su cuerpo y tenía las manos apoyadas en su cintura como haciendo fuerza hacia adelante.
Empecé a saborearla y sentía otro sabor, en pocos minutos ya había probado dos hermosas vergas, me había cambiado el nombre y me había hecho puta de dos tipos que apenas conocía.
En dos minutos me había cambiado la vida para siempre, ya no miraría a las mujeres más que como modelos a copiar ahora sabía cómo iba a actuar ante los hombres, hasta hoy mismo cuando escribo estos recuerdos. Ya no tendría novia ni hijos. Como mucho sería yo la "novia" de alguien.
Pero además estaba entendiendo cuánto me gustaba sentirme a la sombra de los hombres, ser dominada por ellos, dejarme en sus brazos, abandonar mi voluntad a los auténticos machos.
Estuve un rato chupándosela al Rafa en cuatro patas, bajo el control de Beto, que al fin me soltó de la melena. Se acomodó detrás de mi y me metió los dedos en mi culito, estuvo metiendo los dedos un rato, uno otro, otro, mientras yo seguía saboreando al otro negro. De pronto sacó sus dedos de mi conchita andrógina y se dedicó un rato a retorcerme las tetitas, desde atrás siempre, ya sentía su vergota en mi puertita trasera, que subía y bajaba por mi rajita, eso me estaba volviendo loca, quería sentirlo entrar en mí de una vez, mi trasero parecía reaccionar solo, meneándose con desesperación.
Al final sentí sus manos de vuelta en mi culo, abrió mis nalgas como una naranja, en dos, y me lanzó un soberbio y sonoro escupitajo, un par de veces, volvió a meterme los pulgares en el agujero, tirando un poco hacia afuera y mojarlo bien con su saliva, entonces sí, sentí al fin su cabeza apoyarse en mi entrada, empezando a forzarme.
Me dolió un poco su cabeza, su pija era bastante más grande que la de mi primo, pero tenía tantas ganas de sentirlo que mi culo iba hacia atrás intentando devorar esa negra verga húmeda y torcida.
Al fin entró, sentí la cabezota desgarrar mi culo para siempre y entrar un poco, un poco nada más. Me sentí ensartada y hembra, me quedé en éxtasis. Penetrada doblemente.
Beto sacó su verga y volvió a escupir varias veces, solo lo escuchaba, porque seguía entregando mi boca desenfrenada al Rafa, que ahora estaba muy cerca y me la metía entera, haciéndome salir ruidos nuevos de mis labios.
Entonces Beto volvió clavarla en mi culo de mujer, esta vez entera, despacio pero toda o casi toda, la sentí entrar durante una eternidad, llegó hasta el fondo de mí. Se quedó dentro unos segundos y empezó la auténtica cogida, entraba y salía cada vez más rápido, estuvo mandando un buen rato, cada vez más fuerte y más rápido, sentía el ruido de algo suyo en mis nalgas, plás, plás, plás. Mi culo se movía como autónomo, intentaba subir y bajar pero estaba atornillado a aquella vergota y terminaba haciendo lo que quería Beto.
De repente me atraganté con algo líquido y viscoso que me salía por las comisuras de los labios y me bajaba por la garganta, el Rafa me apretaba la cabeza con las manos, no podía moverme y el negro temblaba en mi boca. El hijo de la concha de su madre me había llenado de semen y me estaba comiendo su acabada. No tuve más remedio que tragar todo aquello para no atragantarme, así como estaba en cuatro patas, con una pija en el culo y otra en mi boca, sin poder moverme, aguanté el nervio del Rafa que temblaba de gusto, mientras seguía soltando su líquido espeso en mi persona. Cuando acabó el Rafa sacó su pija de mi boca y me pasó por toda la cara, volviendo a ofrecérmela "para que se la limpiara" según dijo. Mientra yo seguía en éxtasis sintiendo al Beto dentro de mí, mandando brasa, sentía su cuerpo duro y musculoso de macho joven, abrir el mío suave y tierno, como de nena, sentía cómo salpicaban su gotas de sudor en mi espalda, como sus manos enormes apenas agrraban mis nalgas gorditas y blancas, como las atenazaba una en cada mano y las abría un poco para clavarme más adentro y más fuerte, aunque también tuve tiempo de limpiarle la verga al otro, que disfrutaba viendo la escena de ésta putita clavada por su amigote, partida en dos, temblando de gusto. Mientras Beto me llenaba el orto de leche, sentí el mejor orgasmo de mi vida y acabé yo también, entre temblores de placer y aquella verga ensartada en mí.
No pasó mucho más aquel memorable día, me cogieron por el orto una vez cada uno y tuve que limpiársela bien con mi boca de putita barata. Se terminaron el Whisky y se fueron, recordándome que era su puta y que no contara nada de aquello. Por supuesto nunca dije nada, Siguieron viniendo muchas tardes a mi casa, ellos y algunos otros amigos, eso es otra historia.
Yo había vivido ese día, el mejor polvo de mi vida. El día que decidí que iba a ser un hombre distinto, una mujer con algo más entre las piernas.
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