Esta historia la tenía guardada en la intimidad de mis recuerdos. En esa "cajita negra" que todos tenemos. Hace poco tiempo se la conté a un amigo y me di cuenta del morbo que despierta. La verdad que como para mi fue algo que pasó y fue natural, no me parecía nada espectacular, pero debo admitir que la mayor parte de mis pajas cuentan con material de esta historia.
Yo era pendejo, supongo que por ciertas cuestiones no puedo dar detalles. Tenía dos amigos del barrio. Ellos eran 3 hermanos. Uno de mi edad, y los otros un poco más grandes. El del medio bastante cercano a nuestra edad. Siempre nos juntábamos a jugar en la casa de ellos. Tenían un galpón al fondo.
Un día, el del medio nos dice que había encontrado unas revistas que eran del hermano mayor.
La cuestión fue que nos pusimos a mirar las revistas y -sin saberlo porque éramos muy pendejos- nos calentamos mucho. Ese día no pasó nada, pero las revistas llamaban mucho la atención y, con el correr de los días, los juegos empezaron a cambiar. Hasta que un día nos pusimos en bolas y el hermano del medio nos desafió a chuparnos las pijas. Todavía recuerdo el sabor a meo que tenía la pija de mi amiguito. Recuerdo que en ese momento me dio una sensación hermosa de calor que me subía del estómago hasta la garganta.
Por supuesto que también se la chupé al del medio, que ya tenía pelos y una pija bastante crecidita ya. Eso me daba muchísima curiosidad.
Un día, de esos tantos, la cosa ya se estaba poniendo más interesante. Ya estábamos "jugando a coger" poniendo el pito duro entre las nalgas del otro. En ese momento cayó el hermano mayor. Justo me enganchó atrás del hermanito más chico y el del medio miraba tocándose. De más está decir que nos llevamos el cagazo del siglo. El tema era que estábamos completamente en bolas y sin posibilidades de dibujar nada.
El del medio le explicó al mayor que estábamos jugando, que habíamos encontrado sus revistas y que si decía algo él contaba que estaban las revistas escondidas ahí. El mayor se cagó de risa y automáticamente nos dijo que podíamos seguir jugando, pero lo teníamos que dejar participar.
Así fue que le empezamos a mostrar cómo lo hacíamos, y el flaco nos enseñó todo lo que nos estaba faltando. Por supuesto que tuve que chuparle la pija. Me acuerdo que me impresionó mucho cuando se la vi. Era enorme. O por lo menos en ese momento de mi vida, la vi como una cosa descomunal.
Ahora me acuerdo que el flaco estaba entusiasmado con el tema pero nervioso, así que cuando se la empecé a chupar, la tenía fláccida. Una cosa que me sorprendió en ese momento -y que me volvió loco- fue cómo se le iba poniendo dura mientras se la chupaba. Sentir primero el sabor, esa piel bien suave y blanda, y percibir cómo se va endureciendo y tomando cada vez más temperatura y tamaño hasta que empieza a largar sus jugos, que ya en ese momento me pareció delicioso, y me invitaba a chupar cada vez con más ganas, como queriendo sacarle hasta la última gota.
Al principio (pendejo totalmente inexperto) se la chupaba como si fuera un caramelo o un chupete, y el flaco esperó a que se le ponga dura para decirme cómo hacerlo "Así, ves? Movés la cabeza así" (mientras me agarraba la cabeza entre sus dos manos y me la movía, cogiéndome por la boca).
Un ruido interrumpió el juego y todo se terminó ahí. Ese día las cosas no fueron demasiado lejos, o por lo menos no tan lejos como iban a llegar después.
Si no los aburrí y tienen ganas de saber como siguió la cosa, avisen y les cuento.
Saludos.
Yo era pendejo, supongo que por ciertas cuestiones no puedo dar detalles. Tenía dos amigos del barrio. Ellos eran 3 hermanos. Uno de mi edad, y los otros un poco más grandes. El del medio bastante cercano a nuestra edad. Siempre nos juntábamos a jugar en la casa de ellos. Tenían un galpón al fondo.
Un día, el del medio nos dice que había encontrado unas revistas que eran del hermano mayor.
La cuestión fue que nos pusimos a mirar las revistas y -sin saberlo porque éramos muy pendejos- nos calentamos mucho. Ese día no pasó nada, pero las revistas llamaban mucho la atención y, con el correr de los días, los juegos empezaron a cambiar. Hasta que un día nos pusimos en bolas y el hermano del medio nos desafió a chuparnos las pijas. Todavía recuerdo el sabor a meo que tenía la pija de mi amiguito. Recuerdo que en ese momento me dio una sensación hermosa de calor que me subía del estómago hasta la garganta.
Por supuesto que también se la chupé al del medio, que ya tenía pelos y una pija bastante crecidita ya. Eso me daba muchísima curiosidad.
Un día, de esos tantos, la cosa ya se estaba poniendo más interesante. Ya estábamos "jugando a coger" poniendo el pito duro entre las nalgas del otro. En ese momento cayó el hermano mayor. Justo me enganchó atrás del hermanito más chico y el del medio miraba tocándose. De más está decir que nos llevamos el cagazo del siglo. El tema era que estábamos completamente en bolas y sin posibilidades de dibujar nada.
El del medio le explicó al mayor que estábamos jugando, que habíamos encontrado sus revistas y que si decía algo él contaba que estaban las revistas escondidas ahí. El mayor se cagó de risa y automáticamente nos dijo que podíamos seguir jugando, pero lo teníamos que dejar participar.
Así fue que le empezamos a mostrar cómo lo hacíamos, y el flaco nos enseñó todo lo que nos estaba faltando. Por supuesto que tuve que chuparle la pija. Me acuerdo que me impresionó mucho cuando se la vi. Era enorme. O por lo menos en ese momento de mi vida, la vi como una cosa descomunal.
Ahora me acuerdo que el flaco estaba entusiasmado con el tema pero nervioso, así que cuando se la empecé a chupar, la tenía fláccida. Una cosa que me sorprendió en ese momento -y que me volvió loco- fue cómo se le iba poniendo dura mientras se la chupaba. Sentir primero el sabor, esa piel bien suave y blanda, y percibir cómo se va endureciendo y tomando cada vez más temperatura y tamaño hasta que empieza a largar sus jugos, que ya en ese momento me pareció delicioso, y me invitaba a chupar cada vez con más ganas, como queriendo sacarle hasta la última gota.
Al principio (pendejo totalmente inexperto) se la chupaba como si fuera un caramelo o un chupete, y el flaco esperó a que se le ponga dura para decirme cómo hacerlo "Así, ves? Movés la cabeza así" (mientras me agarraba la cabeza entre sus dos manos y me la movía, cogiéndome por la boca).
Un ruido interrumpió el juego y todo se terminó ahí. Ese día las cosas no fueron demasiado lejos, o por lo menos no tan lejos como iban a llegar después.
Si no los aburrí y tienen ganas de saber como siguió la cosa, avisen y les cuento.
Saludos.
4 comentarios - Relato Gay - Con los amiguitos del barrio