Me había ido hasta La Plata y a pesar de la hora en lugar de quedarme a dormir en lo de mi amigo me volvi. Estaba en la terminal de la Costera esperando que salga un micro a capital cuando los vi.
Se trataba de una familia compuesta por el padre, la madre y... un@ hij@?
No suelen pasarme estas cosas. Yo veía a una chica bastante linda pero tenía algo que me hacia dudar si era realmente una chica. No podía sacarle los ojos de encima, y en un momento, se dio cuenta. Empezamos a histeriquearnos, me miraba, me corría la vista; la miraba, le corría la vista... hasta que comenzamos a sonreirnos. En la terminal se juntó un poco de gente, pero no mucha, unas señoras, una pareja y unos caballeros solitarios. Con el correr de los minutos finalmente me di cuenta que era un chico bastante chica. Una de esas familias que superan todo prejuicio con amor. Era evidente que el hijo nacido varón se sentía mujer y que su familia la aceptaba.
El micro llegó, se estacionó y los pasajeros nos formamos para subir.
La familia subió primero, detrás las señoras seguidas por la pareja, después yo y el resto por último. Ni bien subí la busqué con la mirada, se encontraban ubicados cerca de la mitad del micro. Pasé para sentarme al fondo y nuestras miradas volvieron a cruzarse.
No llegué sentarme al fondo, habían quedado unas filas, rogué porque nadie se siente detrás mío. Por suerte mis plegarias fueron oídas. La Costera partió. Yo trataba de establecer contacto visual, pero era imposible. El micro hizo una parada antes de agarrar la autopista La Plata-Buenos Aires donde subió una pareja de jóvenes que se ubicaron en diagonal mío; es decir en los asientos de la hilera derecha una fila después. Un bajón. Las luces se apagaron y en la penumbras pude ver su silueta ponerse de pie. No sé qué habló con sus padres pero fue algo así como que iba a sentarse al fondo para acostarse y dormir un rato. Caminó hacia mi y al pasar me clavó la mirada. Me puse nervioso, para que negarlo, y no sabía que hacer. Creí escuchar unos sonidos, como unos chistidos torpes, que llegaban desde el fondo. Me levanté de mi asiento y fui hacia allá.
Al pasar vi a la pareja que se estaba poniendo mimosa, seguí caminando y llegué donde estaba la joven. Me sonreía. Sonreí. Me sente a su lado.
-Hola.- Dijo.
-Hola.- Respondí. -¿Todo bien?
-Todo bien, ¿vos?
Charlamos un rato. Dijo llamarse Luciana y que tenía 22 años. No pude evitar confesarle que me resultaba muy bonita y que me atraía. Hablamos, de todo, un buen rato hasta quedarnos en silencio.
-No me mires con esa carita que me voy a enamorar.- Me dijo.
Nos besamos hasta que se detuvo alejándose de mi.
-No.- Dijo bajito. -No hagamos esto.
-No hay problema.- Le contesté.
Después de unos segundos en silencio volvimos a besarnos pero esta vez también nos acariciamos. Era evidente que Luciana estaba excitada, su parte masculina me lo hacía saber. En uno de esos instantes en que nuestros labios se separaban sólo para mirarnos y sonreirnos Luciana miró alrededor para cerciorarse de que no haya ningún testigo. Sacó su pene y yo lo temé en mi mano, mientras lo recorría de arriba hacia abajo, Lu, que acariciaba mi cabeza, me llevó hacia él. bajo el manto de media oscuridad abrí mi boca y dejé que su verga entre en mi. Mis labios envolvieron su tronco y lo apretaron con firmeza. Mi lengua jugaba con su glande. Degusté su pija unos minutos hasta que sus propios movimientos me lo impidieron. Nuestros labios volvieron a encontrarse mientras su mano buscaba mi sexo. Saqué mi verga que erguía en la oscuridad. Su boca se encontró con mi pedazo de carne desapareció entre sus labios.
Luciana chupaba pija como nadie. Sus labios eran muy femeninos pero poseían la firmeza de una boca de hombre. No le llevó mucho tiempo en ponerme en llamas. Tuve que pedirle que se detuviera para que mi semen no cause estragos en los asientos de La Costera.
Para cuando estábamos dejando atrás Avellaneda casi no nos podíamos contener.
Nos pajeamos mientras nuestras lenguas bailaban bajo las luces de Barracas. Sincronizados chorros de leche volaron hasta estrellarse contra el respaldo de los asientos de adelante. Sus dedos jugaron con mi pija y sus restos de semen (semen que probó lamiendo su índice y mayor). Nos besamos hasta Avenida San Juan, a la altura de Independencia, donde se levantó para cambiarse de lugar, nuestros labios volvieron a despedirse en silencio. Poco después de Avenida Belgrano su padre la llamó y se bajaron cerca del Luna Park. La miré alejarse a través de la ventanilla. Giró su cabeza buscando mi mirada.
Nos sonreímos por última vez y jamás nos volvimos a ver.
Se trataba de una familia compuesta por el padre, la madre y... un@ hij@?
No suelen pasarme estas cosas. Yo veía a una chica bastante linda pero tenía algo que me hacia dudar si era realmente una chica. No podía sacarle los ojos de encima, y en un momento, se dio cuenta. Empezamos a histeriquearnos, me miraba, me corría la vista; la miraba, le corría la vista... hasta que comenzamos a sonreirnos. En la terminal se juntó un poco de gente, pero no mucha, unas señoras, una pareja y unos caballeros solitarios. Con el correr de los minutos finalmente me di cuenta que era un chico bastante chica. Una de esas familias que superan todo prejuicio con amor. Era evidente que el hijo nacido varón se sentía mujer y que su familia la aceptaba.
El micro llegó, se estacionó y los pasajeros nos formamos para subir.
La familia subió primero, detrás las señoras seguidas por la pareja, después yo y el resto por último. Ni bien subí la busqué con la mirada, se encontraban ubicados cerca de la mitad del micro. Pasé para sentarme al fondo y nuestras miradas volvieron a cruzarse.
No llegué sentarme al fondo, habían quedado unas filas, rogué porque nadie se siente detrás mío. Por suerte mis plegarias fueron oídas. La Costera partió. Yo trataba de establecer contacto visual, pero era imposible. El micro hizo una parada antes de agarrar la autopista La Plata-Buenos Aires donde subió una pareja de jóvenes que se ubicaron en diagonal mío; es decir en los asientos de la hilera derecha una fila después. Un bajón. Las luces se apagaron y en la penumbras pude ver su silueta ponerse de pie. No sé qué habló con sus padres pero fue algo así como que iba a sentarse al fondo para acostarse y dormir un rato. Caminó hacia mi y al pasar me clavó la mirada. Me puse nervioso, para que negarlo, y no sabía que hacer. Creí escuchar unos sonidos, como unos chistidos torpes, que llegaban desde el fondo. Me levanté de mi asiento y fui hacia allá.
Al pasar vi a la pareja que se estaba poniendo mimosa, seguí caminando y llegué donde estaba la joven. Me sonreía. Sonreí. Me sente a su lado.
-Hola.- Dijo.
-Hola.- Respondí. -¿Todo bien?
-Todo bien, ¿vos?
Charlamos un rato. Dijo llamarse Luciana y que tenía 22 años. No pude evitar confesarle que me resultaba muy bonita y que me atraía. Hablamos, de todo, un buen rato hasta quedarnos en silencio.
-No me mires con esa carita que me voy a enamorar.- Me dijo.
Nos besamos hasta que se detuvo alejándose de mi.
-No.- Dijo bajito. -No hagamos esto.
-No hay problema.- Le contesté.
Después de unos segundos en silencio volvimos a besarnos pero esta vez también nos acariciamos. Era evidente que Luciana estaba excitada, su parte masculina me lo hacía saber. En uno de esos instantes en que nuestros labios se separaban sólo para mirarnos y sonreirnos Luciana miró alrededor para cerciorarse de que no haya ningún testigo. Sacó su pene y yo lo temé en mi mano, mientras lo recorría de arriba hacia abajo, Lu, que acariciaba mi cabeza, me llevó hacia él. bajo el manto de media oscuridad abrí mi boca y dejé que su verga entre en mi. Mis labios envolvieron su tronco y lo apretaron con firmeza. Mi lengua jugaba con su glande. Degusté su pija unos minutos hasta que sus propios movimientos me lo impidieron. Nuestros labios volvieron a encontrarse mientras su mano buscaba mi sexo. Saqué mi verga que erguía en la oscuridad. Su boca se encontró con mi pedazo de carne desapareció entre sus labios.
Luciana chupaba pija como nadie. Sus labios eran muy femeninos pero poseían la firmeza de una boca de hombre. No le llevó mucho tiempo en ponerme en llamas. Tuve que pedirle que se detuviera para que mi semen no cause estragos en los asientos de La Costera.
Para cuando estábamos dejando atrás Avellaneda casi no nos podíamos contener.
Nos pajeamos mientras nuestras lenguas bailaban bajo las luces de Barracas. Sincronizados chorros de leche volaron hasta estrellarse contra el respaldo de los asientos de adelante. Sus dedos jugaron con mi pija y sus restos de semen (semen que probó lamiendo su índice y mayor). Nos besamos hasta Avenida San Juan, a la altura de Independencia, donde se levantó para cambiarse de lugar, nuestros labios volvieron a despedirse en silencio. Poco después de Avenida Belgrano su padre la llamó y se bajaron cerca del Luna Park. La miré alejarse a través de la ventanilla. Giró su cabeza buscando mi mirada.
Nos sonreímos por última vez y jamás nos volvimos a ver.
5 comentarios - Iba a ir por autopista y casi termino por colectora.