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Antonio insistió

El tomó todos mis datos y yo volví a mi departamento dando por terminada la relación de una única vez.
Ya estoy acostumbrado a los encuentros apasionados, intensos y llenos de condimentos inolvidables que no vuelven a repetirse. Tengo mi teoría, pero me la reservo para otra vez...
Compré un Guaraná terriblemente dulce, corté camino por el Shopping Barra, que no es el más grande de Salvador pero tiene aire acondicionado y me daba un poco de respiro al cansancio sexual y al ensañamiento del sol de las cinco de la tarde.
Mientras caminaba me daba cuenta que mi tez clara y mis ojos verdes llaman un poco la atención en una ciudad morena. Otro motivo por el cual decido irme de vacaciones a este lugar maravilloso.
Y no puedo dejar de repetirlo: los hombres negros son hermosos.
Llegué al departamento, me bañé, comí algo y dormí un rato.
Ya era de noche cuando me despertó el sonido del celular.
- Aló.
Del otro lado me hablaba alguien imposible de entenderle. Reconocí la voz de Antonio, a quien si es difícil comprenderlo personalmente ¡por teléfono es imposible!
- Vocé puede escribir uma messagem? -le dije en mi portuñol y cortó.
Deseé que no se hubiese enojado. Me di vuelta y me dormí otra vez.
Y el teléfono sonó una vez más.
El mensaje decía algo así como que quería verme de nuevo, que le había gustado mucho mi compañía.
¡Cómo me calentó ese SMS!
"Venha", le respondí, y le agregué la dirección. El vivía cerca.
Intercambiamos varios mensajes más combinando horarios y cosas menores y nos dimos un margen de una hora. Concretamente, él llegaría a mi departamento a las diez de la noche.
Inmediatamente comencé a sentir un cosquilleo tan lindo en todo el cuerpo que pensé que no aguantaría una hora de espera. Me preparé como los pasivos sabemos prepararnos para recibir la penetración de un activo e intenté relajarme. Puse música, preparé un par de vasos para recibirlo con algo frío (tenía cerveza en la heladera) y me quedé en slip.
- Uh, no tengo preservativos -descubrí.
Me vestí en dos segundos y corrí en menos de un suspiro las ocho cuadras hasta el primer negocio donde poder comprarlos. No podía tener esta oportunidad sin camisinhas a mano. Era probable que mi negro no me quisiera cojer sin forro. Y, claro, corresponde hacerlo así. Pero cuando estoy caliente, a mí me entra de cualquier manera...
Llegué, volví a ambientar todo otra vez, me desvestí dejándome el slip y me relajé otra vez.
Antonio llegó y subió hasta el cuarto piso, departamento A. Todo timbre y le abrí. Me abrazó como grandes amigos y yo -no puedo evitarlo- me hice el interesante. Lo saludé, lo abracé, pero quedó claro que él tenía que volver a conquistarme.
Mientras le ofrecía la cerveza comencé a reirme de mi propia contradicción: me encanta que me conquisten y espero que lo hagan, pero por las dudas, estaba en slip.
- ¿De qué te ríes?
- Quien sólo se ríe, de sus... ¿qué cosas te hacen reir?
-Me divierte la gente con iniciativa, capaz de sorprenderme.
Dijo más cosas, pero no las comprendí. No tenía ganas de oir nada tampoco.
El estaba excitado. Traía una remera sin mangas y un pantalón corto que dejaba entrever sus atributos.
Me senté en el sillón al lado de él y pasó su mano sobre mi hombro. Brindamos y bebimos.
Se quitó la remera al comentario del calor de la noche y yo me acerqué un poco más a su piel negra.
Comencé a jugar con el vaso frío sobre sus tetillas y el me retribuyó besándome la frente con mucha ternura.
Me gustó.
Yo no entendía por qué tanto preámbulo si a la tarde habíamos hecho el amor.
Pero eso igual me encantaba.
Me tomó del rostro y nos besamos. Dejamos los vasos en el piso e intentamos abrazarnos. Me senté acuclillado sobre él, puse mis manos sobre su cuello y el beso se fue haciendo pasión. Su erección latía entre mis testículos y mi pene caliente, aunque pequeño al lado del suyo. Jamás me sentí humillado, al contrario, deseaba que su mástil de virilidad no terminara de crecer. Lo tomé con mis manos, lo dejé libre de sus pantalones cortos y, colocándome un poco más cerca de su abdomen, dejé que todo su miembro de acomodase en la línea de mi cola, como si quisiese atraparlo entre mis glúteos.
Ese jueguito ya lo aprendí. Si me levanto un poquito, sin separar nuestras bocas, la erección acerca el glande al ano
provocando una sensación de deseo maravillosa. El roce de la cabeza de su miembro contra la abertura de mi cola lo hacía temblar y me apretaba con sus manos grandes de una manera hermosísima. Me separaba los glúteos, y haciendo fuerza con el pubis, me colocaba él mismo su pene de manera vertical. Tantas veces jugamos a ese sube y baja, apoyándome y lubricándome con su glande húmedo que bastó con cerrar los ojos y dejar entrar el pene grande de Antonio hasta el corazón.
Esa penetración, sentados, firme, negra y llena de pasión no la olvidaré jamás.
Quedamos amarrados el uno al otro por un instante que duró toda la vida.
No se movió ni tampoco yo lo hice.
Sentía que ese tieso grosor masculino me estaba abriendo las entrañas. Por potencia y por tamaño.
Pero, sobre todo, porque Antonio me había llegado al alma.
El cerró los ojos y lo contemplé en toda su belleza. Yo no quería moverme. Su ombligo tenía mi líquido seminal y yo sentía que estaba por eyacular en cualquier momento.
Me tomó por la cola, pasé mis manos por sobre sus hombros, se puso de pie y me penetró sosteniéndome, cuidándome. Me sentí de su propiedad, lo sentí mi dueño. Su glande y toda esa masa negra estaba en mí. ¡Era mía!
Me acostó lentamente en el sillón donde estábamos sentados, sin quitarla de mí, y se inclinó encima mío. Pasó sus brazos por mi espalda y puso sus manos detrás de mi cabeza.
Me penetró como para quedarse en mí.
Yo sentía que él estaba por acabar, gemía, transpiraba, me apretaba fuerte y esa carne gruesa en mí se hinchaba hasta el espasmo líquido que derramó en mi interior y en mi alma.
Acabó dentro mío.
Me llenó de semen y yo no lo podía creer.
Cada gota de su líquido triunfal fue a parar a cada célula de mi cuerpo. Su nombre me quedó tatuado para siempre.
Y nos dormimos abrazados.
El, dentro mío, latiendo su pene en mí.
Yo, sintiendo que mi piel cambiaba de color.

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