Seguramente no tardó más de medio minuto en volver, pero a mí me pareció una eternidad. Así de caliente y con ganas de esa verga estaba. Yo estaba esperándolo en cuatro y con la sunga puesta. La idea era que no me la sacara en ningún momento. Al volver se puso un forro, se lubricó la verga, me corrió la sunga, me dio dos o tres lengüetazos en el ojete y me apoyó la cabeza haciendo un poquito de presión sobre mi agujero. No les puedo explicar cómo me estremecí al sentir esa cabezota. Mi calentura ya era insostenible y esto recién empezaba.
Una mezcla de sensaciones, la sunga que por delante me apretaba los huevos y la verga que estaba al palo y a punto de reventar y por detrás me apretaba solo un cachete, y esa cabeza puerteándome. Lo escribo y se me para la pija. Recostó su cuerpo levemente sobre mi espalda y empezó a besarme la nuca, mientras muy despacito y suavemente empujaba la verga hacia adentro. A pesar de su cuidado y suavidad, cuando entró la cabeza casi muero de dolor. No pude evitar gritarle “la concha de tu madre, hijo de puta”. Me salió del alma. Me preguntó si la sacaba y lubricábamos un poco más el ojete, pero le dije que no, que siguiera metiéndola suave y despacio. Me dio vuelta la cara para besarme y siguió metiéndola de a poquito mientras me comía la boca apasionadamente. Sus besos me calmaron y me ayudaron a relajarme. Cuando había entrado la mitad de la verga el dolor era cosa del pasado. Empecé a gemir como loco, arqueé la espalda y levanté el orto como si quisiera ensartarme yo solo hasta los huevos. Bueno, de hecho era lo que quería. Y así fue. Cuando entró toda me sentí en el paraíso. Roberto se tiró sobre mí con todo el peso de su cuerpo aplastándome contra la cama. Con sus piernas cerró las mías, generando una hermosa presión de mi ojete sobre su verga. Se quedó quieto un rato, besándome y dejándome disfrutar del placer de tener ese cacho de carne entero adentro.
Después de unos minutos empezó a bombear con un ritmo muy calmo, sin dejar de aplastarme entero con su cuerpo de machazo. El ritmo se fue incrementando y cuando alcanzó una velocidad de dos vergazos por segundo usé todas mis fuerzas y me tiré hacia atrás, levantando su cuerpo con el mío hasta quedar en cuatro. Se puso como loco y empezó a bombearme el orto de una forma increíble. Pero la sunga empezó a molestarle y en una movida maestra que no duró más de dos segundos sacó toda la verga, me bajó la sunga por debajo de los cachetes y volvió a metérmela de una hasta el fondo y a bombear como desquiciado. Ese momento me dio tanto placer que tuve una especie de orgasmo sin eyaculación. Gemí, grité, se me estremeció el cuerpo como si hubiera entrado en estado convulsivo. Mi ojete tenía ya una dilatación impresionante y su pija entraba y salía sin parar. Me culeó así en cuatro un buen rato. Hasta que paró, la sacó y me pidió que me diera vuelta. Me acosté boca arriba y levanté las gambas. Se acercó, agarró mis tobillos para controlar el movimiento de mis piernas y me apoyó. Antes de meterla me preguntó “estás bien bebé?”. Lo miré a los ojos como queriendo transmitirle con la mirada lo bien que estaba, asentí con la cabeza y le dije “cojeme, no pares de cojerme”. Entera de una hasta el fondo y a bombear sin parar. Mientras me bombeaba iba cambiando de posición mis piernas. Me las juntaba, me las separaba, me las volvía a juntar llevando las dos juntas hacia un lado y hacia otro, generando un extra de placer increíble. Finalmente me hizo apoyar los pies sobre sus hombros y me pidió que le apretara los pezones. Lo empecé a hacer y arremetió con un bombeo descomunal. De repente se tiró sobre mí y me empezó a besar con locura sin parar de culearme. Mis brazos quedaron entre nuestros cuerpos en una posición bastante incómoda y los quise sacar, pero me pidió que no parara de retorcerle las tetillas. Aguanté la incomodidad y seguí haciéndolo, cada vez con más presión. En un momento pensé que le iba a arrancar los pezones, pero me pedía que no parara y que lo hiciera más fuerte. A medida que yo incrementaba la presión y el estrujamiento de sus pezones, él me culeaba más fuerte. Empezamos a gritar los dos como tarados. “Dale hijo de puta rompeme el orto, no pares, culeame así bien culeado”. “Sí bebé cómo te estás comiendo esta verga con el orto, cómo te gusta”. Y así durante unos minutos hasta que sentí que su verga se hinchaba más, si es que eso era posible, y la mía atrapada dentro de la sunga parecía que iba a reventar la telan. Nuestros gritos y jadeos seguramente se escuchaban en todo el edificio, y en un increíble beso final acabó y se desplomó sobre mí. Cuando toda la presión de su cuerpazo cayó sobre el mío, mi verga explotó enlechando toda la sunga.
Nos quedamos un rato así, besándonos y abrazándonos con ternura, él con su verga todavía semi dura en mi orto. A medida que su erección iba desapareciendo, su verga iba saliendo sola, hasta que salió por completo. Se acostó al lado mío, lo abracé apoyando mi cabeza sobre su pecho enorme y nos quedamos así, mirándonos como embobados.
Fin de la segunda parte, ya viene la tercera.
Una mezcla de sensaciones, la sunga que por delante me apretaba los huevos y la verga que estaba al palo y a punto de reventar y por detrás me apretaba solo un cachete, y esa cabeza puerteándome. Lo escribo y se me para la pija. Recostó su cuerpo levemente sobre mi espalda y empezó a besarme la nuca, mientras muy despacito y suavemente empujaba la verga hacia adentro. A pesar de su cuidado y suavidad, cuando entró la cabeza casi muero de dolor. No pude evitar gritarle “la concha de tu madre, hijo de puta”. Me salió del alma. Me preguntó si la sacaba y lubricábamos un poco más el ojete, pero le dije que no, que siguiera metiéndola suave y despacio. Me dio vuelta la cara para besarme y siguió metiéndola de a poquito mientras me comía la boca apasionadamente. Sus besos me calmaron y me ayudaron a relajarme. Cuando había entrado la mitad de la verga el dolor era cosa del pasado. Empecé a gemir como loco, arqueé la espalda y levanté el orto como si quisiera ensartarme yo solo hasta los huevos. Bueno, de hecho era lo que quería. Y así fue. Cuando entró toda me sentí en el paraíso. Roberto se tiró sobre mí con todo el peso de su cuerpo aplastándome contra la cama. Con sus piernas cerró las mías, generando una hermosa presión de mi ojete sobre su verga. Se quedó quieto un rato, besándome y dejándome disfrutar del placer de tener ese cacho de carne entero adentro.
Después de unos minutos empezó a bombear con un ritmo muy calmo, sin dejar de aplastarme entero con su cuerpo de machazo. El ritmo se fue incrementando y cuando alcanzó una velocidad de dos vergazos por segundo usé todas mis fuerzas y me tiré hacia atrás, levantando su cuerpo con el mío hasta quedar en cuatro. Se puso como loco y empezó a bombearme el orto de una forma increíble. Pero la sunga empezó a molestarle y en una movida maestra que no duró más de dos segundos sacó toda la verga, me bajó la sunga por debajo de los cachetes y volvió a metérmela de una hasta el fondo y a bombear como desquiciado. Ese momento me dio tanto placer que tuve una especie de orgasmo sin eyaculación. Gemí, grité, se me estremeció el cuerpo como si hubiera entrado en estado convulsivo. Mi ojete tenía ya una dilatación impresionante y su pija entraba y salía sin parar. Me culeó así en cuatro un buen rato. Hasta que paró, la sacó y me pidió que me diera vuelta. Me acosté boca arriba y levanté las gambas. Se acercó, agarró mis tobillos para controlar el movimiento de mis piernas y me apoyó. Antes de meterla me preguntó “estás bien bebé?”. Lo miré a los ojos como queriendo transmitirle con la mirada lo bien que estaba, asentí con la cabeza y le dije “cojeme, no pares de cojerme”. Entera de una hasta el fondo y a bombear sin parar. Mientras me bombeaba iba cambiando de posición mis piernas. Me las juntaba, me las separaba, me las volvía a juntar llevando las dos juntas hacia un lado y hacia otro, generando un extra de placer increíble. Finalmente me hizo apoyar los pies sobre sus hombros y me pidió que le apretara los pezones. Lo empecé a hacer y arremetió con un bombeo descomunal. De repente se tiró sobre mí y me empezó a besar con locura sin parar de culearme. Mis brazos quedaron entre nuestros cuerpos en una posición bastante incómoda y los quise sacar, pero me pidió que no parara de retorcerle las tetillas. Aguanté la incomodidad y seguí haciéndolo, cada vez con más presión. En un momento pensé que le iba a arrancar los pezones, pero me pedía que no parara y que lo hiciera más fuerte. A medida que yo incrementaba la presión y el estrujamiento de sus pezones, él me culeaba más fuerte. Empezamos a gritar los dos como tarados. “Dale hijo de puta rompeme el orto, no pares, culeame así bien culeado”. “Sí bebé cómo te estás comiendo esta verga con el orto, cómo te gusta”. Y así durante unos minutos hasta que sentí que su verga se hinchaba más, si es que eso era posible, y la mía atrapada dentro de la sunga parecía que iba a reventar la telan. Nuestros gritos y jadeos seguramente se escuchaban en todo el edificio, y en un increíble beso final acabó y se desplomó sobre mí. Cuando toda la presión de su cuerpazo cayó sobre el mío, mi verga explotó enlechando toda la sunga.
Nos quedamos un rato así, besándonos y abrazándonos con ternura, él con su verga todavía semi dura en mi orto. A medida que su erección iba desapareciendo, su verga iba saliendo sola, hasta que salió por completo. Se acostó al lado mío, lo abracé apoyando mi cabeza sobre su pecho enorme y nos quedamos así, mirándonos como embobados.
Fin de la segunda parte, ya viene la tercera.
2 comentarios - Mi nuevo morbo – Parte 2 (relato gay)