Empezamos un juego de lenguas a tres bandas exquisito, lleno de baba, jugando despacio, babeándonos toda la cara, con los ojos cerrados, procurando que la punta de nuestras vergas se rozaran suavemente, era hermosa esa sensación y empecé a acariciarle las colas duras a mis dos nenas, mientras me babeaban los labios, el mentón, los ojos....
-Chicos, van a recordar siempre a su Papu del alma....
Sus colas eran las de dos yeguitas de 18 años, duras como piedras y ávidas de pija. Los acariciaba entre los cachetes turgentes hasta llegar a puertearle el orto a cada uno de mis bebotes, ellos al sentir el dedo corazón en su ojete se arqueaban para atrás buscando enterrar más aún la carne dentro, contorsionándose y devorando mis dedos con sus colas de putitos ardientes.
-Arrodillense bebotes, uno en frente del otro, así en cuatro patas como dos yeguitas, así.....- les dije susurrando, mientras seguía lamiendo sus bocas mamonas de pija.
-Ahora sigan un ratito, y dejen trabajar a su papu....- era encantador ver como dos perritos se lamían la boca a más no poder mientras sus pijas venosas y vírgenes no podías estás más duras y chorreantes, como si una caricia las pudiera hacer estallar en ríos de leche.
Me fuí detrás de la colita morena y fibrosa de Marian, y me dediqué a acariciarla un rato, la apoyé sobre mi abdomen y la froté suavemente, arrodillado, cuidando que la punta de mi pija rozara sus huevos turgentes casi como por casualidad. Cada tanto dejaba que un hilo de baba cayera lentamente en su agujero rosa y se humectara, él seguí moviendo su orto en círculos como una verdadera colegiala...
Mientras mi Gus había decidido avanzar un poco más y estaba chupándole las tetillas, se lo veía realmente enamorado y me encantaba verlo así.
Me encantaba poder golpear los huevos del putito con la punta de mi chota, era una sensación nueva y única. Bajé mi cabeza hasta su orto y olí ese manjar virgen como quién se dispone a comer caviar. Con la punta de la lengua recorrí la circunferencia de su anilllo perfecto a lo que Marian respondión con un gemido ahogado y una caricia fuerte en mi nuca..., como obligándome a enterrarme en ese mundo de placer. Le obedecí y empecé desesperado a comerle el culo, reelamente estaba descontrolado y no podía hacer otra cosa que culearme a la putita con mi lengua, sintiendo sus sabores más intímos y excitantes....
Me calentaba mucho, además, escupirle la espalda y que mi baba fuera deslizándose por esa espalda morena y fibrosa hasta lubricar su hoyo rosa y hambriento.
(Continuará)
-Chicos, van a recordar siempre a su Papu del alma....
Sus colas eran las de dos yeguitas de 18 años, duras como piedras y ávidas de pija. Los acariciaba entre los cachetes turgentes hasta llegar a puertearle el orto a cada uno de mis bebotes, ellos al sentir el dedo corazón en su ojete se arqueaban para atrás buscando enterrar más aún la carne dentro, contorsionándose y devorando mis dedos con sus colas de putitos ardientes.
-Arrodillense bebotes, uno en frente del otro, así en cuatro patas como dos yeguitas, así.....- les dije susurrando, mientras seguía lamiendo sus bocas mamonas de pija.
-Ahora sigan un ratito, y dejen trabajar a su papu....- era encantador ver como dos perritos se lamían la boca a más no poder mientras sus pijas venosas y vírgenes no podías estás más duras y chorreantes, como si una caricia las pudiera hacer estallar en ríos de leche.
Me fuí detrás de la colita morena y fibrosa de Marian, y me dediqué a acariciarla un rato, la apoyé sobre mi abdomen y la froté suavemente, arrodillado, cuidando que la punta de mi pija rozara sus huevos turgentes casi como por casualidad. Cada tanto dejaba que un hilo de baba cayera lentamente en su agujero rosa y se humectara, él seguí moviendo su orto en círculos como una verdadera colegiala...
Mientras mi Gus había decidido avanzar un poco más y estaba chupándole las tetillas, se lo veía realmente enamorado y me encantaba verlo así.
Me encantaba poder golpear los huevos del putito con la punta de mi chota, era una sensación nueva y única. Bajé mi cabeza hasta su orto y olí ese manjar virgen como quién se dispone a comer caviar. Con la punta de la lengua recorrí la circunferencia de su anilllo perfecto a lo que Marian respondión con un gemido ahogado y una caricia fuerte en mi nuca..., como obligándome a enterrarme en ese mundo de placer. Le obedecí y empecé desesperado a comerle el culo, reelamente estaba descontrolado y no podía hacer otra cosa que culearme a la putita con mi lengua, sintiendo sus sabores más intímos y excitantes....
Me calentaba mucho, además, escupirle la espalda y que mi baba fuera deslizándose por esa espalda morena y fibrosa hasta lubricar su hoyo rosa y hambriento.
(Continuará)
6 comentarios - Creo que mi Hijo es Puto (Episodio 8)