Hola a todos. Es primera vez que me animo a escribir una experiencia, así que espero que salga bien. Los nombres los he modificado por razones obvias.
Todos hemos tenido fantasías con alguien. Desde un compañero de colegio o un vecino hasta el novio de una amiga. En más de una ocasión nos hemos quedado mirando a alguien y nos imaginamos series de cosas con esa persona. Pues bien, hay veces en que los sueños se hacen realidad, aunque tomen años.
Todo partió cuando tenía quince años y vivía aún en mi pueblo natal al sur de Chile. Tenía un compañero de curso que me llamaba bastante la atención, Gonzalo. Era tranquilo, no muy extrovertido, pero tenía un físico espectacular ya que era nadador. Los días que teníamos clases de gimnasia se me hacía inevitable mirarlo. Ese cuerpo de tono tostado, delgado pero definido, los ojos color miel… qué cosas no se me pasaban por la cabeza. Los brazos marcados, una espalda bien contorneada… el pendejo estaba de maravillas.
Si ya quedaba loco al verlo de ropa deportiva, imaginen cómo me ponía cuando debíamos ir a las duchas. Debía hacer un esfuerzo enorme para lograr disimular mi mirada. Recorría su figura completa, sin dejar ningún rincón en misterio; lo conocía perfectamente.
Cierto día, quedamos en su casa con una amiga para hacer un trabajo. Hicimos las tareas y nos quedamos pasando el rato en la pieza de él. En un momento, nuestra amiga me apostó que Gonzalo se pondría nervioso si ella se le insinuaba eróticamente. Acepté sólo por ver cómo reaccionaría su cuerpo, de ver cómo ese bulto pasaría de ser algo ligeramente notorio en su pantalón a ser un asta intentando salir a la luz.
Tal cual lo supuse, reaccionó como esperaba y su erección no se hizo disimular. Se le marcaba perfectamente en su pantalón y las ganas de descubrir lo que había ahí debajo eran incontrolables. Claro que el temor, ya que yo no había tenido una experiencia con un hombre antes, era bastante. Nadie sabía que yo tenía fijaciones con los hombres, aunque yo tampoco estaba seguro, como es propio de la edad me sentía muy confundido.
Con el tiempo nos separamos y nos dejamos de juntar recurrentemente. Salimos del colegio y cada uno tomó caminos separados. Yo me vine a Santiago de Chile y él se quedó en el sur. Un día, la misma amiga me contactó para hacer una junta del grupo de amigos que teníamos. Acepté y viajé el último fin de semana de julio. Cuán grata fue mi sorpresa al encontrar nuevamente a Gonzalo. Seguía igual que antes, pero se veía mucho más maduro. Su cuerpo había tomado más forma de hombre y no parecía el niño con el que había fantaseado en mi adolescencia.
Comenzamos a beber, y entre juego y juego de borrachos comenzamos a embriagarnos. Dieron las cuatro de la mañana y preferí ir a acostarme ya que me sentía mareado y no quería quedar más borracho. Apenas entré en una de las piezas me quedé en ropa interior y me acosté. Casi enseguida entró Gonzalo despacio, preguntándome si podía dormir allí ya que le había dado sueño y las otras piezas ya estaban repartidas. Acepté y le hice un espacio en la cama. Se notaba que también estaba borracho porque emanaba un leve olor a licor. Se metió con ropa dentro de la cama y tiritaba de frío.
Era invierno y hacía un frío increíble, pero siempre he sido de cuerpo caliente y no tengo problemas con eso. Me dijo que hacía calor en la cama, y recién notó que yo estaba en ropa interior.
- Ya que estás así supongo que no tienes problema en que yo haga lo mismo… es que tienes la cama caliente – me dijo haciendo gesto de levantar las sábanas.
- Bueno, es cosa tuya, que si me quedaba con ropa sudaba como condenado así que por eso duermo así – le respondí.
- Pero no tengo sueño todavía… ¿tú? – me preguntó.
- Pues tengo bastante sueño… me levanté temprano hoy y ayer casi no dormí, pero si quieres hablar hazlo, total puedo dormir en la tarde.
- No, mejor no… mejor dormir porque estoy demasiado mareado – me dijo y apagó la luz.
Me di vuelta dándole la espalda con verdaderas intenciones de dormir. Ya había olvidado esa especie de obsesión que tuve con él y lo veía como un amigo más. Comenzaba a quedarme dormido pero el gato de nuestra amiga fue a molestar y no me dejaba dormir. Después de un rato se fue e intenté dormir de nuevo, pero Gonzalo tenía un sueño muy complicado. Se movía demasiado (o al menos eso pensaba yo), así que respiré hondo y seguí intentando dormir.
De pronto, Gonzalo se movió hasta mi lado, quedando detrás de mí, pegado a mi cuerpo. Sentí su piel cálida en contacto con la mía, sus piernas rozando mi cuerpo… de inmediato me puse al palo pero seguí haciéndome el dormido. “Tiene muy mal dormir”, pensaba, hasta que sus brazos comenzaron a acariciar mi torso. Eso ya no era un sueño.
Me seguí haciendo el dormido para ver qué era lo que pasaba. Sus piernas frotando las mías, sus manos recorriendo cada parte de mi cuerpo y su sexo rozando mi espalda. Se notaba que él estaba muy duro. En un momento me habló muy bajo.
- Si estás despierto y no has hecho nada debe ser que quieres que siga. No te hagas de rogar… estoy caliente y necesito de tu ayuda – me dijo susurrando.
- ¿Estás seguro de lo que dices? – le pregunté.
- Más que seguro. Mucho – me respondió.
Me di vuelta y le devolví el abrazo, mientras lo comenzaba a acariciar. Un beso profundo me hizo olvidar dónde estaba y qué estaba haciendo. No podía pensar en otra cosa que en que estaba cumpliendo un sueño que tenía cuando tenía quince, ahora de veinte años viviendo en otra ciudad, ahora tenía que pasar, ahora que no lo veía seguido.
Su cuerpo estaba muy bien conservado, seguía haciendo ejercicio y esa piel tostada que marcaba sus abdominales seguía intacta. Prolija, sin ninguna imperfección. Su olor característico era el mismo de siempre, irresistible. Un bóxer rojo cubría sus partes, lo que lo hacía más excitante todavía, le iba muy bien el color.
Comenzamos a frotar nuestros cuerpos de forma muy apasionada. Ya ni se sentían los dos grados bajo cero que había afuera. En esa pieza, en esa cama, todo era distinto. Sentir su respiración agitada mientras beso su cuello me hizo volverme loco. Su boca bajando por mi pecho hacia mi abdomen me estremecía por completo.
En un momento su boca siguió bajando, a la vez que me besaba el bóxer. Tenía una erección enorme, y sentir sus labios ahí me aceleró. Lentamente los bajó y comenzó a besar y chupar mi pene como pocas veces lo había sentido. El placer que sentía era indescriptible, al punto que casi me hace acabar. Hice lo mismo y empecé a recorrer su pecho, luego su abdomen hasta llegar a eso que tantas noches imaginé poder tener a mi disposición. Era del mismo porte que la mía, unos 19 centímetros, muy bien aseada y con poco pelo. Una delicia; impresionante.
Continuamos así bastante rato, turnándonos para dejarnos querer. De pronto comencé a sentir que algo brotaba en mi boca. Él había acabado, finalmente, tal como lo haría yo en su boca.
Nos quedamos acariciando bastante rato, besándonos, antes de quedarnos dormidos. Le había puesto llave a la puerta para que nadie nos encontrara. Fue lejos una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida, superada sólo por pocas andanzas que contaré en otra ocasión.
No he vuelto a viajar al sur, pero de seguro este verano iré nuevamente. Allí espero volver a encontrarme con él, y de seguro estaré escribiendo una nueva historia.
Todos hemos tenido fantasías con alguien. Desde un compañero de colegio o un vecino hasta el novio de una amiga. En más de una ocasión nos hemos quedado mirando a alguien y nos imaginamos series de cosas con esa persona. Pues bien, hay veces en que los sueños se hacen realidad, aunque tomen años.
Todo partió cuando tenía quince años y vivía aún en mi pueblo natal al sur de Chile. Tenía un compañero de curso que me llamaba bastante la atención, Gonzalo. Era tranquilo, no muy extrovertido, pero tenía un físico espectacular ya que era nadador. Los días que teníamos clases de gimnasia se me hacía inevitable mirarlo. Ese cuerpo de tono tostado, delgado pero definido, los ojos color miel… qué cosas no se me pasaban por la cabeza. Los brazos marcados, una espalda bien contorneada… el pendejo estaba de maravillas.
Si ya quedaba loco al verlo de ropa deportiva, imaginen cómo me ponía cuando debíamos ir a las duchas. Debía hacer un esfuerzo enorme para lograr disimular mi mirada. Recorría su figura completa, sin dejar ningún rincón en misterio; lo conocía perfectamente.
Cierto día, quedamos en su casa con una amiga para hacer un trabajo. Hicimos las tareas y nos quedamos pasando el rato en la pieza de él. En un momento, nuestra amiga me apostó que Gonzalo se pondría nervioso si ella se le insinuaba eróticamente. Acepté sólo por ver cómo reaccionaría su cuerpo, de ver cómo ese bulto pasaría de ser algo ligeramente notorio en su pantalón a ser un asta intentando salir a la luz.
Tal cual lo supuse, reaccionó como esperaba y su erección no se hizo disimular. Se le marcaba perfectamente en su pantalón y las ganas de descubrir lo que había ahí debajo eran incontrolables. Claro que el temor, ya que yo no había tenido una experiencia con un hombre antes, era bastante. Nadie sabía que yo tenía fijaciones con los hombres, aunque yo tampoco estaba seguro, como es propio de la edad me sentía muy confundido.
Con el tiempo nos separamos y nos dejamos de juntar recurrentemente. Salimos del colegio y cada uno tomó caminos separados. Yo me vine a Santiago de Chile y él se quedó en el sur. Un día, la misma amiga me contactó para hacer una junta del grupo de amigos que teníamos. Acepté y viajé el último fin de semana de julio. Cuán grata fue mi sorpresa al encontrar nuevamente a Gonzalo. Seguía igual que antes, pero se veía mucho más maduro. Su cuerpo había tomado más forma de hombre y no parecía el niño con el que había fantaseado en mi adolescencia.
Comenzamos a beber, y entre juego y juego de borrachos comenzamos a embriagarnos. Dieron las cuatro de la mañana y preferí ir a acostarme ya que me sentía mareado y no quería quedar más borracho. Apenas entré en una de las piezas me quedé en ropa interior y me acosté. Casi enseguida entró Gonzalo despacio, preguntándome si podía dormir allí ya que le había dado sueño y las otras piezas ya estaban repartidas. Acepté y le hice un espacio en la cama. Se notaba que también estaba borracho porque emanaba un leve olor a licor. Se metió con ropa dentro de la cama y tiritaba de frío.
Era invierno y hacía un frío increíble, pero siempre he sido de cuerpo caliente y no tengo problemas con eso. Me dijo que hacía calor en la cama, y recién notó que yo estaba en ropa interior.
- Ya que estás así supongo que no tienes problema en que yo haga lo mismo… es que tienes la cama caliente – me dijo haciendo gesto de levantar las sábanas.
- Bueno, es cosa tuya, que si me quedaba con ropa sudaba como condenado así que por eso duermo así – le respondí.
- Pero no tengo sueño todavía… ¿tú? – me preguntó.
- Pues tengo bastante sueño… me levanté temprano hoy y ayer casi no dormí, pero si quieres hablar hazlo, total puedo dormir en la tarde.
- No, mejor no… mejor dormir porque estoy demasiado mareado – me dijo y apagó la luz.
Me di vuelta dándole la espalda con verdaderas intenciones de dormir. Ya había olvidado esa especie de obsesión que tuve con él y lo veía como un amigo más. Comenzaba a quedarme dormido pero el gato de nuestra amiga fue a molestar y no me dejaba dormir. Después de un rato se fue e intenté dormir de nuevo, pero Gonzalo tenía un sueño muy complicado. Se movía demasiado (o al menos eso pensaba yo), así que respiré hondo y seguí intentando dormir.
De pronto, Gonzalo se movió hasta mi lado, quedando detrás de mí, pegado a mi cuerpo. Sentí su piel cálida en contacto con la mía, sus piernas rozando mi cuerpo… de inmediato me puse al palo pero seguí haciéndome el dormido. “Tiene muy mal dormir”, pensaba, hasta que sus brazos comenzaron a acariciar mi torso. Eso ya no era un sueño.
Me seguí haciendo el dormido para ver qué era lo que pasaba. Sus piernas frotando las mías, sus manos recorriendo cada parte de mi cuerpo y su sexo rozando mi espalda. Se notaba que él estaba muy duro. En un momento me habló muy bajo.
- Si estás despierto y no has hecho nada debe ser que quieres que siga. No te hagas de rogar… estoy caliente y necesito de tu ayuda – me dijo susurrando.
- ¿Estás seguro de lo que dices? – le pregunté.
- Más que seguro. Mucho – me respondió.
Me di vuelta y le devolví el abrazo, mientras lo comenzaba a acariciar. Un beso profundo me hizo olvidar dónde estaba y qué estaba haciendo. No podía pensar en otra cosa que en que estaba cumpliendo un sueño que tenía cuando tenía quince, ahora de veinte años viviendo en otra ciudad, ahora tenía que pasar, ahora que no lo veía seguido.
Su cuerpo estaba muy bien conservado, seguía haciendo ejercicio y esa piel tostada que marcaba sus abdominales seguía intacta. Prolija, sin ninguna imperfección. Su olor característico era el mismo de siempre, irresistible. Un bóxer rojo cubría sus partes, lo que lo hacía más excitante todavía, le iba muy bien el color.
Comenzamos a frotar nuestros cuerpos de forma muy apasionada. Ya ni se sentían los dos grados bajo cero que había afuera. En esa pieza, en esa cama, todo era distinto. Sentir su respiración agitada mientras beso su cuello me hizo volverme loco. Su boca bajando por mi pecho hacia mi abdomen me estremecía por completo.
En un momento su boca siguió bajando, a la vez que me besaba el bóxer. Tenía una erección enorme, y sentir sus labios ahí me aceleró. Lentamente los bajó y comenzó a besar y chupar mi pene como pocas veces lo había sentido. El placer que sentía era indescriptible, al punto que casi me hace acabar. Hice lo mismo y empecé a recorrer su pecho, luego su abdomen hasta llegar a eso que tantas noches imaginé poder tener a mi disposición. Era del mismo porte que la mía, unos 19 centímetros, muy bien aseada y con poco pelo. Una delicia; impresionante.
Continuamos así bastante rato, turnándonos para dejarnos querer. De pronto comencé a sentir que algo brotaba en mi boca. Él había acabado, finalmente, tal como lo haría yo en su boca.
Nos quedamos acariciando bastante rato, besándonos, antes de quedarnos dormidos. Le había puesto llave a la puerta para que nadie nos encontrara. Fue lejos una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida, superada sólo por pocas andanzas que contaré en otra ocasión.
No he vuelto a viajar al sur, pero de seguro este verano iré nuevamente. Allí espero volver a encontrarme con él, y de seguro estaré escribiendo una nueva historia.
6 comentarios - Una fantasía hecha realidad (Relato)
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