Este relato en la contraparte del relato anterior Joven, Rubio y Bicurioso... Es largo, pero espero que lo dusfruten.
Miguel era un joven muy apuesto, amigable, deportista, con un delicioso cuerpo atlético, el cual le gustaba mostrar y presumir, tenía 19 años y desde los 16 se había dado cuenta de que con su belleza podía atraer a ambos sexos, lo cual le daba algo de miedo, al principio, después de chupar su primer pene, el miedo se convirtió en deseo, y el deseo en práctica.
A sus 17 años había tenido un par de novias, las cuales sólo fueron mero pasatiempo, pues sus verdaderos instintos deseaban cuerpos más fuertes, manos más grandes menos pechos y más pectorales. Sin embargo Miguel se rodeaba de amigos heterosexuales, su mundo era un mundo viril, por lo tanto su deseo por los hombres era oculto, cuando termino con su última novia decidió buscar relaciones más aventuradas, decidió estar con hombres sin que nadie se enterará manteniendo a su homosexualidad en secreto. Se volvió un seductor hábil, y astuto, sabía con quién, cómo y cuándo. Bastaba un juego de miradas, algo de charla y después obtenía lo que quería, sentir el abrazo de un hombre rodear su cuerpo, sentir como sus nalgas se abrían dejando entrar visitantes fálicos, siempre acompañados de besos húmedos en sus labios, en su pene y en todo su cuerpo. Le fascinaba probar diferentes hombres, le encantaba saber que podía tener a casi todo el que decidiera, y es que era difícil resistirse a tal criatura. Ojos color ámbar, tez blanca, cabello rubio oscuro, su cara parecía la de un ángel, la de una escultura griega, su cuerpo delgado, abdomen marcado, cada musculo en perfecta salud, sabia caminar, sabía moverse, sabía seducir de una manera tan natural, que uno no se daba cuenta hasta que se encontraba en la cama, en las regaderas, en algún rincón obscuro, entregándole toda la pasión que dicha belleza exigía.
Después de muchos encuentros, de muchos hombres, de haber visto cuerpos y probado penes de diferentes tamaños, consistencias y sabores, siempre con una confidencialidad absoluta, pues escogía bien a sus amantes, hombres comprometidos, homosexuales de closet, personas que nunca aceptarían una vida abiertamente gay, igual que él, Miguel estaba en el parque haciendo ejercicio con sus amigos, y en su mirada se cruzo el primer hombre que le movió no sólo el pene, sino algo más, algo que no pudo explicar ni comprender. Sus ojos se perdieron en aquellos ojos castaños, su corazón latía con el mismo ritmo que los pasos de aquel joven que caminaba por ahí, el cual sólo le dedico una mirada y siguió su camino sin darle más importancia. Para Miguel había sido más que una mirada, había sido el primer hombre que le atraía sinceramente, que le interesaba, nunca se había puesto tan nervioso, observo discretamente como aquel joven continuaba, indiferentemente, su camino y se alejaba poco a poco de su vista, después se dio cuenta que sus amigos continuaban ahí, esperándolo para continuar con la práctica que realizaban. Miguel practicaba parkour, un “deporte” que consiste en hacer acrobacias en espacios urbanos. Era un chico muy talentoso, tenía habilidades físicas para cualquier cosa que se propusiera, y además había descubierto que en los ambientes de mayor virilidad como los deportes extremos, podía practicar su homosexualidad con más tranquilidad, pues ahí es donde las hormonas traicionan a los heterosexuales y terminaban accediendo a los encantos del cuerpo de Miguel, y siempre con la consigna de guardar el secreto. Miguel tenía pocas semanas de entrar al grupo de parkour por lo tanto no había tenido acción por ese tiempo, y seguía manteniendo su imagen de heterosexual amigable y talentoso, pero ese día sintió que casi la perdía, se dejo llevar por sus deseos y no quito la mirada de aquel joven. Cuando se dio cuenta uno de sus compañeros de parkour llamado Jaime, lo miraba fijamente, como si hubiera leer los pensamientos de Miguel, se sonrojo e intento actuar naturalmente, y continuo con sus ejercicios.
En su mente sólo había dos cosas el extraño caminante y la idea de que Jaime lo hubiese descubierto. La tarde de ejercicio termino de lo más cotidiano, y Miguel se retiro a su casa pensando solamente en aquel joven. Al día siguiente, de pura casualidad, fue el primero en llegar al parque y cada que podía buscaba entre los paseantes al joven de piel trigueña y cabello castaño, lo recordaba perfectamente, con sus ojos almendrados, nariz recta, hombros fuertes, cuerpo atlético, y buena pompi.
- ¿A quién buscas? – pregunto Jaime. A miguel sintió un cubetazo de agua, lo habían descubierto soñando despierto.
- A nadie, sólo miro.
- Ah, es que andas como distraído.
- Pues, no, no es nada. – Miguel se aparto de Jaime evadiendo sus preguntas y se fue a hacer ejercicio a otro lado.
El día continuó, Miguel y sus compañeros siguieron haciendo sus acrobacias, Miguel no dejaba de pensar en la posibilidad de volver a verlo, quería pensar que ese era su camino diario y que en algún u otro momento tenía que pasar por ahí, y así sucedió. Era el turno de Miguel para intentar hacer un salto mortal, Miguel necesitaba concentrarse para no fallar y ganarse el respeto y aprobación de sus compañeros. - ¿Cuánto a que te partes la madre? – dijo Jaime con tono de burla. - ¿Cuánto a que me chupas la verga? – contesto Miguel en tono de broma. Miguel se impulso, y mordiéndose el labio inferior corrió hacia un árbol, apoyo el pie derecho sobre el tronco y salto hacia atrás dando un giro mortal y cayendo nuevamente sobre sus dos pies. En ese momento sentía una gran satisfacción en primero por haber logrado esa acrobacia, en segunda porque había superado el reto que implícitamente Jaime le impuso, y eso lo hizo sonreír, y en tercera porque cuando levanto su rostro sonriente pudo observar al joven, sólo por un instante pues poco a poco se alejaba nuevamente sin siquiera haberlo volteado a ver. Miguel lo observo alejarse mientras sus amigos se acercaron a felicitarlo.
Al acabar de hacer sus ejercicios los amigos de Miguel se fueron despidiendo hasta que sólo quedaron Jaime y él.
- Bueno Jaime, nos vemos luego. – Dijo Miguel.
- ¿Qué traes prisa o qué?
- No, pero pues ya me voy a mi casa.
- Pues si quieres me acompañas a mi casa, pido el carro y te llevo a tu casa, y ya no le caminas tanto, ¿cómo ves?
Miguel prefería caminar, no quería estar con Jaime, pero pensó que evadirlo se varía algo sospechoso, así que acepto y caminaron a casa de Jaime, la cual quedaba a pocas cuadras del parque, llegando a la casa, Jaime observo hecho un vistazo a la cochera, Miguel se percato de que no había ni un carro, lo cual lo hizo sentirse incomodo. Jaime no dijo nada abrió la puerta y dijo – pásale. En seguida subió las escaleras y gritó - ¡Mamá, ¿estás?... - No hubo respuesta alguna.
- Oye Mike, no hay nadie, pero ahorita que llegue mi mamá te llevo, va, mientras vamos a mi cuarto.
Los dos subieron las escaleras y pasaron al cuarto. Jaime cerró la puerta. Miro a Miguel con complicidad y dijo.
- Yo te debo una apuesta.
- ¿Qué? – Dijo Miguel sonrojándose, sabía exactamente a qué se refería, pero prefería hacerse el que no sabía nada, para intentar evitar cualquier contacto. Era la primera vez que Miguel no provocaba el encuentro y no se sentía del todo seguro, estaba nervioso, sus manos comenzaron a sudar.
- Yo si me doy cuenta Mike, se ve que te gusta. - Al decir esto se acaricio la entrepierna dejando notar un bulto grueso y algo grande. – te juro que no se va a enterar nadie, de aquí nada sale. – Se quito la playera, dejando ver su cuerpo trabajando.
Jaime era robusto, de piel morena y algo velludo, su cara no era fea, pero tampoco era atractiva, tenía un cuerpo trabajado de gimnasio. Tenía puesto unos pants los cuales dejaban ver completamente su erección.
- Jaime, no creo que este bien que hagamos algo así, la verdad, somos amigos y pues a mí no me gustan los hombres. – Estaba mintiendo, claro que le gustaban los hombres y claro la situación lo excitaba.
- Pues tu amigo dice lo contrario – Jaime se acerco y tomo a Miguel de la entrepierna, como también llevaba puestos unos pants su miembro estaba duro y cuando Jaime lo comenzó a sobar no pudo resistirse y dejo que pasará.
Jaime acaricio con una mano el pene de Miguel, mientras con la otra levanto su playera para poder sentir el abdomen perfecto de Miguel, ese abdomen que había deseado desde la primera vez que lo vio. Miguel no se resistió y dejó que Jaime actuara libremente sobre su cuerpo.
- Pero de aquí no sale nada eh. – Dijo Miguel mientras Jaime se deleitaba con su figura.
Después de acariciar su torso Jaime bajó sus pants y sus slips hasta los tobillos, dejando libre su gran pito. Era de unos 17 o 18 centímetros de largo, grueso y de venas grandes, no era algo estético, pero se veía salvaje y varonil, no se veía que Jaime tuviera algún tipo de cuidado estético con sus genitales, pues el vello púbico cubría todo su pubis hasta el ombligo.
- ¿Te gusta? ¿A poco no es la pija más grande que has visto? ¿La quieres mamar? – Pregunto Jaime muy excitado. A Miguel obviamente le excitaba y obviamente la quería mamar, pero la actitud de Jaime no era muy sensual.
- Depende.
- ¿De qué depende? – Dijo Jaime.
- De que tan bien me la mames tú. - Aunque Miguel no lo hubiera provocado, sabía cómo controlar la situación para obtener justo lo que quería.
Jaime bajo los pants y los calzones de Miguel y ante sus ojos estaba su hermosa herramienta, rubia como él, con un vello púbico apenas difuminado sobre su pubis, unos testículos redondos y suaves, era literalmente una estatua griega, pero con una deliciosa erección que presumía una gota de lubricante en la punta. Jaime no pudo resistirse a tal belleza, doblo sus rodillas quedando su cara a la altura del pene de Miguel, su enorme pija y sus huevos colgando rozando entre su ropa que estaba a la altura de sus tobillos. De un solo bocado lleno su boca con el pito de miguel y comenzó a darle un masaje con la lengua, Miguel suspiraba ahogando sus gemidos, Jaime disfrutaba haciendo ruidos de satisfacción. Al mismo tiempo comenzó a pajear su verga que apenas se podía levantar debido a su gran tamaño.
Así estuvieron un rato, cuando Jaime no se masturbaba, acariciaba a Miguel, sus manos recorrieron sus piernas, su abdomen, su espalda baja y sus nalgas. Jaime había estado con pocos hombres y nunca con uno tan hermoso como Miguel, Miguel estaba sorprendido de que a Jaime le gustara mamar verga, y de que lo hiciera bien, se concentro en lo que su piel sentía y trato de olvidar que era Jaime la persona de quien venía ese placer, y lo primero que vino a su mente fue el joven de cabello castaño, se imagino su hermosa cara, su cuerpo desnudo y un escalofrío recorrió todo su cuerpo, y sin darse cuenta sintió esa cosquillita placentera que avisa el inminente orgasmo.
Jaime estaba extasiado al borde de terminar, y Miguel sin darse cuenta había llegado al mismo punto, por lo que dejo de ahogar sus gemidos y empezó a gemir tan fuerte como su entrecortada voz y agitada respiración se lo permitieron. Todo su cuerpo se estremeció y de su pene salieron disparados chorros de leche caliente directo en la boca de Jaime. Él saboreo el semen no dejando escapar ni una sola gota, al mismo tiempo que se corría en su propia mano, con su lengua lamió el glande de Miguel y después de que los espasmos finalizaron se levanto decidido a besar a su bello amante. Miguel se dio cuenta de las intenciones de Jaime y se quedo paralizado, no quería besarlo, los besos implican sentimientos y Miguel no quería nada de eso con Jaime.
El sonido de unas llaves, la puerta de la entrada principal se abrió. La mamá de Jaime acababa de llegar y eso salvó a Miguel de recibir aquel indeseado beso.
- No jodas, mi mamá, córrele, vámonos. – dio Jaime nervioso.
Miguel se subió sus pants se acomodo el pito para que no se viera la erección que aún no se le bajaba, mientras Jaime se limpiaba el semen de la mano. Se subió la ropa y salieron del cuarto, tan rápido como pudieron, Jaime pidió el carro a su madre y salieron de la casa rápidamente. En el viaje no hablaron mucho. Jaime buscaba la mirada de Miguel pero él se resistía. Al llegar a su casa agradeció y se bajo.
Al día siguiente Miguel estaba indeciso en ir al parque pero al final decidió ir, un poco más tarde de lo que acostumbraba. Mientras caminaba en el parque un poco nervioso por lo ocurrido, observo a sus compañeros a lo lejos y vio como Jaime lo esperaba, Miguel se sintió incomodo, no sabía si seguir o mejor alejarse antes de que fuera demasiado tarde, pensaba esto mientras sus pasos seguían como un autómata su camino, cuando de pronto su cuerpo se estrello con otro cuerpo el cual cayó al suelo y al voltear la vista se llevó una gran sorpresa, era su joven, el de pelo castaño, con cara de sorpresa y un poco molesto por el accidente. Miguel no sabía qué hacer ni que decir, puso cara de baboso y dijo “perdón, no me di cuenta”. El joven simplemente se puso en pie dijo “no hay problema” y siguió su camino indiferente.
Esa indiferencia mataba a Miguel, nunca le habían hecho eso, nadie podía resistirse a su belleza, sólo aquel joven y eso hacía que Miguel lo deseara cada día más.
Miguel era un joven muy apuesto, amigable, deportista, con un delicioso cuerpo atlético, el cual le gustaba mostrar y presumir, tenía 19 años y desde los 16 se había dado cuenta de que con su belleza podía atraer a ambos sexos, lo cual le daba algo de miedo, al principio, después de chupar su primer pene, el miedo se convirtió en deseo, y el deseo en práctica.
A sus 17 años había tenido un par de novias, las cuales sólo fueron mero pasatiempo, pues sus verdaderos instintos deseaban cuerpos más fuertes, manos más grandes menos pechos y más pectorales. Sin embargo Miguel se rodeaba de amigos heterosexuales, su mundo era un mundo viril, por lo tanto su deseo por los hombres era oculto, cuando termino con su última novia decidió buscar relaciones más aventuradas, decidió estar con hombres sin que nadie se enterará manteniendo a su homosexualidad en secreto. Se volvió un seductor hábil, y astuto, sabía con quién, cómo y cuándo. Bastaba un juego de miradas, algo de charla y después obtenía lo que quería, sentir el abrazo de un hombre rodear su cuerpo, sentir como sus nalgas se abrían dejando entrar visitantes fálicos, siempre acompañados de besos húmedos en sus labios, en su pene y en todo su cuerpo. Le fascinaba probar diferentes hombres, le encantaba saber que podía tener a casi todo el que decidiera, y es que era difícil resistirse a tal criatura. Ojos color ámbar, tez blanca, cabello rubio oscuro, su cara parecía la de un ángel, la de una escultura griega, su cuerpo delgado, abdomen marcado, cada musculo en perfecta salud, sabia caminar, sabía moverse, sabía seducir de una manera tan natural, que uno no se daba cuenta hasta que se encontraba en la cama, en las regaderas, en algún rincón obscuro, entregándole toda la pasión que dicha belleza exigía.
Después de muchos encuentros, de muchos hombres, de haber visto cuerpos y probado penes de diferentes tamaños, consistencias y sabores, siempre con una confidencialidad absoluta, pues escogía bien a sus amantes, hombres comprometidos, homosexuales de closet, personas que nunca aceptarían una vida abiertamente gay, igual que él, Miguel estaba en el parque haciendo ejercicio con sus amigos, y en su mirada se cruzo el primer hombre que le movió no sólo el pene, sino algo más, algo que no pudo explicar ni comprender. Sus ojos se perdieron en aquellos ojos castaños, su corazón latía con el mismo ritmo que los pasos de aquel joven que caminaba por ahí, el cual sólo le dedico una mirada y siguió su camino sin darle más importancia. Para Miguel había sido más que una mirada, había sido el primer hombre que le atraía sinceramente, que le interesaba, nunca se había puesto tan nervioso, observo discretamente como aquel joven continuaba, indiferentemente, su camino y se alejaba poco a poco de su vista, después se dio cuenta que sus amigos continuaban ahí, esperándolo para continuar con la práctica que realizaban. Miguel practicaba parkour, un “deporte” que consiste en hacer acrobacias en espacios urbanos. Era un chico muy talentoso, tenía habilidades físicas para cualquier cosa que se propusiera, y además había descubierto que en los ambientes de mayor virilidad como los deportes extremos, podía practicar su homosexualidad con más tranquilidad, pues ahí es donde las hormonas traicionan a los heterosexuales y terminaban accediendo a los encantos del cuerpo de Miguel, y siempre con la consigna de guardar el secreto. Miguel tenía pocas semanas de entrar al grupo de parkour por lo tanto no había tenido acción por ese tiempo, y seguía manteniendo su imagen de heterosexual amigable y talentoso, pero ese día sintió que casi la perdía, se dejo llevar por sus deseos y no quito la mirada de aquel joven. Cuando se dio cuenta uno de sus compañeros de parkour llamado Jaime, lo miraba fijamente, como si hubiera leer los pensamientos de Miguel, se sonrojo e intento actuar naturalmente, y continuo con sus ejercicios.
En su mente sólo había dos cosas el extraño caminante y la idea de que Jaime lo hubiese descubierto. La tarde de ejercicio termino de lo más cotidiano, y Miguel se retiro a su casa pensando solamente en aquel joven. Al día siguiente, de pura casualidad, fue el primero en llegar al parque y cada que podía buscaba entre los paseantes al joven de piel trigueña y cabello castaño, lo recordaba perfectamente, con sus ojos almendrados, nariz recta, hombros fuertes, cuerpo atlético, y buena pompi.
- ¿A quién buscas? – pregunto Jaime. A miguel sintió un cubetazo de agua, lo habían descubierto soñando despierto.
- A nadie, sólo miro.
- Ah, es que andas como distraído.
- Pues, no, no es nada. – Miguel se aparto de Jaime evadiendo sus preguntas y se fue a hacer ejercicio a otro lado.
El día continuó, Miguel y sus compañeros siguieron haciendo sus acrobacias, Miguel no dejaba de pensar en la posibilidad de volver a verlo, quería pensar que ese era su camino diario y que en algún u otro momento tenía que pasar por ahí, y así sucedió. Era el turno de Miguel para intentar hacer un salto mortal, Miguel necesitaba concentrarse para no fallar y ganarse el respeto y aprobación de sus compañeros. - ¿Cuánto a que te partes la madre? – dijo Jaime con tono de burla. - ¿Cuánto a que me chupas la verga? – contesto Miguel en tono de broma. Miguel se impulso, y mordiéndose el labio inferior corrió hacia un árbol, apoyo el pie derecho sobre el tronco y salto hacia atrás dando un giro mortal y cayendo nuevamente sobre sus dos pies. En ese momento sentía una gran satisfacción en primero por haber logrado esa acrobacia, en segunda porque había superado el reto que implícitamente Jaime le impuso, y eso lo hizo sonreír, y en tercera porque cuando levanto su rostro sonriente pudo observar al joven, sólo por un instante pues poco a poco se alejaba nuevamente sin siquiera haberlo volteado a ver. Miguel lo observo alejarse mientras sus amigos se acercaron a felicitarlo.
Al acabar de hacer sus ejercicios los amigos de Miguel se fueron despidiendo hasta que sólo quedaron Jaime y él.
- Bueno Jaime, nos vemos luego. – Dijo Miguel.
- ¿Qué traes prisa o qué?
- No, pero pues ya me voy a mi casa.
- Pues si quieres me acompañas a mi casa, pido el carro y te llevo a tu casa, y ya no le caminas tanto, ¿cómo ves?
Miguel prefería caminar, no quería estar con Jaime, pero pensó que evadirlo se varía algo sospechoso, así que acepto y caminaron a casa de Jaime, la cual quedaba a pocas cuadras del parque, llegando a la casa, Jaime observo hecho un vistazo a la cochera, Miguel se percato de que no había ni un carro, lo cual lo hizo sentirse incomodo. Jaime no dijo nada abrió la puerta y dijo – pásale. En seguida subió las escaleras y gritó - ¡Mamá, ¿estás?... - No hubo respuesta alguna.
- Oye Mike, no hay nadie, pero ahorita que llegue mi mamá te llevo, va, mientras vamos a mi cuarto.
Los dos subieron las escaleras y pasaron al cuarto. Jaime cerró la puerta. Miro a Miguel con complicidad y dijo.
- Yo te debo una apuesta.
- ¿Qué? – Dijo Miguel sonrojándose, sabía exactamente a qué se refería, pero prefería hacerse el que no sabía nada, para intentar evitar cualquier contacto. Era la primera vez que Miguel no provocaba el encuentro y no se sentía del todo seguro, estaba nervioso, sus manos comenzaron a sudar.
- Yo si me doy cuenta Mike, se ve que te gusta. - Al decir esto se acaricio la entrepierna dejando notar un bulto grueso y algo grande. – te juro que no se va a enterar nadie, de aquí nada sale. – Se quito la playera, dejando ver su cuerpo trabajando.
Jaime era robusto, de piel morena y algo velludo, su cara no era fea, pero tampoco era atractiva, tenía un cuerpo trabajado de gimnasio. Tenía puesto unos pants los cuales dejaban ver completamente su erección.
- Jaime, no creo que este bien que hagamos algo así, la verdad, somos amigos y pues a mí no me gustan los hombres. – Estaba mintiendo, claro que le gustaban los hombres y claro la situación lo excitaba.
- Pues tu amigo dice lo contrario – Jaime se acerco y tomo a Miguel de la entrepierna, como también llevaba puestos unos pants su miembro estaba duro y cuando Jaime lo comenzó a sobar no pudo resistirse y dejo que pasará.
Jaime acaricio con una mano el pene de Miguel, mientras con la otra levanto su playera para poder sentir el abdomen perfecto de Miguel, ese abdomen que había deseado desde la primera vez que lo vio. Miguel no se resistió y dejó que Jaime actuara libremente sobre su cuerpo.
- Pero de aquí no sale nada eh. – Dijo Miguel mientras Jaime se deleitaba con su figura.
Después de acariciar su torso Jaime bajó sus pants y sus slips hasta los tobillos, dejando libre su gran pito. Era de unos 17 o 18 centímetros de largo, grueso y de venas grandes, no era algo estético, pero se veía salvaje y varonil, no se veía que Jaime tuviera algún tipo de cuidado estético con sus genitales, pues el vello púbico cubría todo su pubis hasta el ombligo.
- ¿Te gusta? ¿A poco no es la pija más grande que has visto? ¿La quieres mamar? – Pregunto Jaime muy excitado. A Miguel obviamente le excitaba y obviamente la quería mamar, pero la actitud de Jaime no era muy sensual.
- Depende.
- ¿De qué depende? – Dijo Jaime.
- De que tan bien me la mames tú. - Aunque Miguel no lo hubiera provocado, sabía cómo controlar la situación para obtener justo lo que quería.
Jaime bajo los pants y los calzones de Miguel y ante sus ojos estaba su hermosa herramienta, rubia como él, con un vello púbico apenas difuminado sobre su pubis, unos testículos redondos y suaves, era literalmente una estatua griega, pero con una deliciosa erección que presumía una gota de lubricante en la punta. Jaime no pudo resistirse a tal belleza, doblo sus rodillas quedando su cara a la altura del pene de Miguel, su enorme pija y sus huevos colgando rozando entre su ropa que estaba a la altura de sus tobillos. De un solo bocado lleno su boca con el pito de miguel y comenzó a darle un masaje con la lengua, Miguel suspiraba ahogando sus gemidos, Jaime disfrutaba haciendo ruidos de satisfacción. Al mismo tiempo comenzó a pajear su verga que apenas se podía levantar debido a su gran tamaño.
Así estuvieron un rato, cuando Jaime no se masturbaba, acariciaba a Miguel, sus manos recorrieron sus piernas, su abdomen, su espalda baja y sus nalgas. Jaime había estado con pocos hombres y nunca con uno tan hermoso como Miguel, Miguel estaba sorprendido de que a Jaime le gustara mamar verga, y de que lo hiciera bien, se concentro en lo que su piel sentía y trato de olvidar que era Jaime la persona de quien venía ese placer, y lo primero que vino a su mente fue el joven de cabello castaño, se imagino su hermosa cara, su cuerpo desnudo y un escalofrío recorrió todo su cuerpo, y sin darse cuenta sintió esa cosquillita placentera que avisa el inminente orgasmo.
Jaime estaba extasiado al borde de terminar, y Miguel sin darse cuenta había llegado al mismo punto, por lo que dejo de ahogar sus gemidos y empezó a gemir tan fuerte como su entrecortada voz y agitada respiración se lo permitieron. Todo su cuerpo se estremeció y de su pene salieron disparados chorros de leche caliente directo en la boca de Jaime. Él saboreo el semen no dejando escapar ni una sola gota, al mismo tiempo que se corría en su propia mano, con su lengua lamió el glande de Miguel y después de que los espasmos finalizaron se levanto decidido a besar a su bello amante. Miguel se dio cuenta de las intenciones de Jaime y se quedo paralizado, no quería besarlo, los besos implican sentimientos y Miguel no quería nada de eso con Jaime.
El sonido de unas llaves, la puerta de la entrada principal se abrió. La mamá de Jaime acababa de llegar y eso salvó a Miguel de recibir aquel indeseado beso.
- No jodas, mi mamá, córrele, vámonos. – dio Jaime nervioso.
Miguel se subió sus pants se acomodo el pito para que no se viera la erección que aún no se le bajaba, mientras Jaime se limpiaba el semen de la mano. Se subió la ropa y salieron del cuarto, tan rápido como pudieron, Jaime pidió el carro a su madre y salieron de la casa rápidamente. En el viaje no hablaron mucho. Jaime buscaba la mirada de Miguel pero él se resistía. Al llegar a su casa agradeció y se bajo.
Al día siguiente Miguel estaba indeciso en ir al parque pero al final decidió ir, un poco más tarde de lo que acostumbraba. Mientras caminaba en el parque un poco nervioso por lo ocurrido, observo a sus compañeros a lo lejos y vio como Jaime lo esperaba, Miguel se sintió incomodo, no sabía si seguir o mejor alejarse antes de que fuera demasiado tarde, pensaba esto mientras sus pasos seguían como un autómata su camino, cuando de pronto su cuerpo se estrello con otro cuerpo el cual cayó al suelo y al voltear la vista se llevó una gran sorpresa, era su joven, el de pelo castaño, con cara de sorpresa y un poco molesto por el accidente. Miguel no sabía qué hacer ni que decir, puso cara de baboso y dijo “perdón, no me di cuenta”. El joven simplemente se puso en pie dijo “no hay problema” y siguió su camino indiferente.
Esa indiferencia mataba a Miguel, nunca le habían hecho eso, nadie podía resistirse a su belleza, sólo aquel joven y eso hacía que Miguel lo deseara cada día más.
11 comentarios - La Hsitoria de Miguel - Relato Gay
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