No hay nada más caliente que culearse a un hermoso putito, de esos pendejos bien maricas, bien afeminados, cuyo centro de placer es el ano y gozan al extremo cuando uno les encaja la verga hasta los huevos y les entra a serruchar.
De mis andanzas guardo fantásticos recuerdos de encuentros con trolitos, pues son criaturas maravillosas que viven el sexo de un modo extremo, por demás intenso, y que provocan un morbo tan delicioso que, si te has cogido a uno, ya nunca dejarás de querer cogerte otro, y otro y otro.
Me gustan mucho los travestis, disfruto a full encamarme con uno, pero si me dan a elegir siempre preferiré a los afeminados, a los cross dresser, a los que sienten haber nacido en cuerpo de varón pero se consideran mujeres, ¿por qué? No lo tengo claro, quizá porque su necesidad de proyectarse como féminas los hace exacerbar su comportamiento, hasta el punto tal de despojarse de todo atisbo de masculinidad y convertirse en un ser endiabladamente sensual.
Los lesbianitos de Córdoba
Buceando en mi memoria recuerdo una aventura hermosa que me tocó vivir a fines de los 90, cuando me instalé durante varios meses en Córdoba capital para realizar un trabajo especial para la empresa en la que trabajaba. La firma me había cedido uno de los departamentos de que disponía en un edificio cercano a la Cañada, muy próximo al centro y enclavado en una zona muy linda, como lo es dicha ciudad en general. Obvio que en la primera noche salí a recorrer los night clubs y tirarme varias canas al aire, pero pronto mis impulsos sexuales me pidieron conseguir culitos. Fue así que en mi segunda noche me dediqué a buscar en el diario La Voz del Interior avisos de travestis, con la idea fija de solicitar los servicios de uno y sacarme las ganas en ese mismo departamento, aprovechando que el acceso al edificio era de lo más reservado, además de ser un foráneo. Y justamente estaba en ese menester, sentado junto a la ventana para admirar al mismo tiempo la fantástica vista nocturna, cuando me llamó la atención una ventana ubicada frente a la mía, pero un piso por debajo, en el mismo bloque. ¿Que qué veía? Pues había un chico de unos 18 ó 19 años semidesnudo, apenas vestido con lo que me pareció era una bombacha. Me concentré para establecer si era o no una ilusión, cerciorándome finalmente de que sí, el muchacho llevaba puesta unas bragas blancas, y se la pasaba mirándose al espejo. Era más bien bajo, muy delgado, de cabello negro algo largo y por los movimientos aparentaba ser un maricón redomado. Al tiempo que dejé el diario a un costado mi pija se empezó a endurecer, y fue cuando creo que empecé a sobarme el bulto, pero lo mejor estaba aún por venir.
Tras unos minutos de aquella sesión hedonista, evidentemente alguien golpeó la puerta del cuarto, pues el chico se colocó un salto de cama y abrió, entrando otro joven más o menos de su edad y de aspecto muy parecido. El primero cerró la puerta y le echó llave, para luego prender su equipo de música con un volumen un tanto más alto de lo normal. Acto seguido, dejó caer el salto de cama para quedar con la bombachita, ante lo cual su amigo se le acercó y ambos se abrazaron, besándose en la boca. Pronto el dueño de casa le aflojó la ropa al otro y al caerle el pantalón sorpresa me dio ver que también vestía ropa íntima femenina, concretamente una tanga muy metida entre las nalgas. Ambos tenían culos pequeños, pero redonditos, hermosos. Así siguieron besándose, al tiempo que se frotaban los bultos y se manoseaban las colas.
Cuando decidido a oficiar como voyeur saqué mi verga por la bragueta y pajearme con aquel espectáculo, el recién llegado se arrodilló y le corrió la bombacha a su amigo, sacando una pija dura, aunque pequeña, y se la comenzó a mamar, mientras se masturbaba. El que era chupado pronto puso cara de goce y tomándolo de los cabellos literalmente le empezó a coger la boca, hasta que fue claro que llegó al orgasmo, pues lo vi temblar y al otro intentar sacarse la garcha, pero no tengo dudas de que terminó llenándose la boca de leche. Al momento se puso de pie y nuevamente se besaron, saboreando ambos la volcada del primero, mezclada con las salivas de ambos. Segundos después el mamador se convirtió en mamado, pues su amigo fue quien se arrodilló y repitió la misma acción. Para entonces yo estaba realmente muy excitado y me masajeaba la pija que era un contento, al punto que me puse de pie para ver mejor y pajearme más cómodo. Y fue cuando pasó. En un momento, el que estaba siendo chupado se dio vuelta y me miró, es decir vio a un tipo con la verga en la mano, sacudiéndosela mientras los espiaba. El instante habrá durado un toque tan sólo, pero fue cuando de mi poronga saltó un chorro de leche que se estrelló contra el vidrio de la ventana. Fue en ese segundo que no te importa nada, ni siquiera haber sido descubierto como mirón, pero cuando aún me seguía saltando la leche me asaltó una culpa, una vergüenza, y atiné a ocultarme, pero al dar el último vistazo noté que los chicos habían corrido la cortina.
Me quedé muy nervioso tras esa experiencia, entusiasmado por lo que había visto, mal por haber quedado como un espión y caliente, sí, me había echado una volcada impresionante, pero me sentía alzado, en celo. Tras darme una ducha salí a la calle rumbo a los piringundines, me busqué una puta vieja de grandes tetas y un culo que hacía juego y nos mandamos a un reservado, donde le pedí anal. Con gusto me pasé una media hora bombeándole en el trasero, y aunque al mismo tiempo le manoseaba las gomas, no podía sacarme de la cabeza a esos pendejos.
Proceso de seducción
Aunque mis vecinos pasaron a ocupar gran parte de mis pensamientos, el trabajo me llevó a concentrarme los dos días siguientes, al punto tal de regresar al departamento tan cansado que sólo quería dormir. No obstante, cada vez que volvía miraba por mi ventana y veía la del vecino con la cortina extendida.
Cierta tarde entraba al edificio y cuando la puerta se cerraba ingresó un chico. En principio no le presté atención, apenas si nos saludamos, pero al entrar ambos al ascensor me di cuenta de que no era mi vecino, sino su amigo, el que me había descubierto. Me asaltó nuevamente la vergüenza, pero al momento me dije a mí mismo: “Sos un tipo de 35 años y él no tiene 17 ó 18, él te vio pajeándote, pero vos lo viste en bombacha y chupando una verga; conclusión, más vergüenza debería sentir él”. Eso me permitió adoptar una serenidad que me llevó a sonreír y decirle:
- ¿Te gusta la música electrónica? –la alusión surgió por la estampa de su remera, promocional de una popular fiesta del género.
- Sí, me encanta, la escucho todo el tiempo.
- ¿Y el cuarteto no te gusta?
- ¡Puaj! –respondió, haciendo un gesto de desagrado-, odio el cuarteto y la cumbia, a pesar de ser cordobés no me gusta para nada esa música. ¿A vos sí?
- No mucho, en realidad me gusta el pop –le dije.
- Pero vos no sos de Córdoba, ¿no?
- No, soy de Buenos Aires, pero estoy viviendo en Mendoza, aunque pasó unos días aquí por mi trabajo.
Y me explayé un poco sobre mi motivo laboral, hasta que se abrió el ascensor en el tercer piso, su destino.
- Bueno, acá me bajo, mucho gusto.
- Igual yo, me llamo Santiago.
- Yo soy Paulino, pero todos me dicen Pauli.
- Nos vemos, Pauli –agregué, cuando la puerta se cerró
Pauli resultó ser un chico muy agradable y si bien no en extremo afeminado, sí con un aire andrógino. Su ropa no resultaba ser masculina ni femenina, lo mismo que su corte de cabello. Deduje que pertenecía a esa casta de ambiguos que por esa época comenzaban a expresarse, como años después lo harían los emos, los floggers y demás tribus urbanas.
Igualmente, por mi experiencia me percaté de que yo le había resultado interesante. Lo deduje por la forma de estudiarme mientras mantuvimos la breve conversación. Sus ojos recorrieron mis brazos, mis piernas, mi bulto, y quise reconocer un brillo de deseo en su mirada. No tardaría en descubrir que no me equivocaba.
Apenas llegué a mi departamento me dirigí a la ventana sin encender las luces. El cuarto de mi vecino estaba a oscuras. Presintiendo algo me senté y esperé. Unos minutos después la luz se encendió y entraron Pauli y mi vecino, cerraron la puerta con llave y pusieron música, tras lo cual se enfrascaron en una transa apasionada, frotándose y manoseándose. Mi vecino pareció acordarse y se dirigió hasta la ventana, corriendo la cortina, pero de inmediato Pauli la descorrió para sorpresa del chico y, aunque no podía oír lo que hablaban, lo deduje y luego comprobé que estuve en lo cierto.
Pauli le explicó a quien más adelante supe que se llamaba Nataniel, pero le decían Natu, que me había conocido, que le había parecido un hombre interesante y que le gustaría jugar a ser vistos. Natu no demostraba estar muy de acuerdo, no porque le molestara puntualmente tener a un observador, sino por exponer lo que en realidad le gustaba hacer en el dormitorio. El debate pareció llegar a un punto ciego, en el que Natu quedó pensativo. Ambos miraron hacia mi ventana, pero la oscuridad en la que me había quedado no les permitía establecer si había o no alguien mirándolos. Finalmente fue Pauli quien tomó la acción, abrazando por detrás a Natu y besándole el cuello y frotándose. Mi vecino se rindió a esa caricia y me calentó ver la cara de gata en celo que puso, haciéndose para atrás para recibir mejor la caricia. Luego los dos volvieron a comerse la boca y a franelear, al tiempo que se desnudaban, en tanto yo me abría la bragueta y sacaba mi verga, que ya estaba bien dura.
Esperé que repitieran la misma rutina de la primera vez que los viera, pero al quedarse desnudos Natu se dirigió a su cómoda, de la cual sacó una especie de manta que desplegó sobre su cama de una plaza, y le dio a Pauli algo de color rojo, que parecía un chupetín Pico Dulce, pero más grande. Igual elemento tenía él.
Ambos se acostaron y durante un buen rato se revolcaron, comiéndose la boca y abrazándose con fuerza, para luego acomodarse en un 69 y comenzar a chuparse los culos. Como me fascina chuparle el culo a mis putitos, aquello me sobrecalentó y me pajee con ganas, pero cuidándome de no acabar tan pronto. Sinceramente, la pija me ardía.
Cuando los chicos ya se habían lubricado sus respectivos anos con su propia saliva, mutuamente fueron introduciendo aquello que me había parecido chupetines. Lo hicieron con mucha suavidad, entre risas, y cuando les entraron comenzaron a moverlos, como émbolos en sus agujeros, entonces se dedicaron a chuparse las pijas.
Eran dos lesbianitos, dos putitos calientes dándose el gusto delante de mí, que me moría por saltar y entrar por esa ventana para que mi verga reemplazara esos juguetes. Cuántas ganas tuve de poder tener para mí solo a semejantes mariquitas y ensartar un rato a cada uno, hasta brindarles mi orgasmo en sus bocas. Me puse de pie y me masturbé casi con violencia, en sincronía con la calentura de ellos, que se bombeaban los ortos y se mamaban con ganas. Adiviné que no estaban lejos de acabar, lo mismo que yo, y un impulso me llevó a encender la lámpara de pie ubicada junto a mí. Supe que la luz, aunque tenue, develaría mi presencia y también lo que estaba haciendo, pero tuve la necesidad de ser parte de aquel juego y por ende de demostrarles mi presencia. Sin dejar de chuparse ni de moverse los consoladores, miraron hacia mi ventana y me vieron allí, de pie, con los pantalones casi por las rodillas y mi mano sacudiendo mi verga, y ninguna duda tuve de que les gustó tenerme como mirón, pues se dieron más duro, hasta el punto de dejarse los chupetines en el culo para abrazarse con fuerza, casi con desesperación, y mamarse hasta ordeñarse mutuamente. Mi imaginación me dejó oír sus gemidos y también el gorgoteo al llenarse las bocas de esperma, que tragaron hambrientos, en tanto por segunda vez mi pija escupió una abundante carga de leche contra el vidrio.
Mi acabada me sorprendió cerrando los ojos, y al abrirlos sólo pude ver los pies de los chicos. Se habían recostado muy contra el respaldar de la cama, por lo que no podía divisarlos como instantes antes. Me senté, limpiando mi pija con un pañuelo, y aguardé, hasta que Natu se levantó y rápidamente fue hasta la llave de la luz, apagándola. Acto seguido corrió la cortina y luego encendió nuevamente la luz. Deduje que los pruritos le habían vuelto una vez saciada la calentura.
Levante uno
Una hora más tarde de la revolcada, Pauli abandonó el edificio y se encaminó hacia la avenida General Paz. Yo salí en ese momento de un barcito que había en la esquina y desde el cual había estado esperando, fingiendo así un encuentro casual.
- Hola de nuevo, Pauli.
- Hola, Santiago –me saludó algo ruborizado.
- ¿Te vas de paseo?
- No, a mi casa.
- ¡Ah! Pensé que vivías en el edificio.
- No, es la casa de un compañero, nos juntamos a estudiar.
Bajó la vista al decir aquello. Sabía perfectamente que no sólo los había visto, sino que me había pajeado mirándolos. Quizá lo hacía porque tras la calentura todo era diferente o puede que fuera su manera de seducir, o tal vez ambas cosas, lo cierto es que me divirtió.
- ¿Y dónde vivís?
- No muy lejos, cerca de la plaza San Martín.
- ¿Te puedo llevar? Estoy con auto y voy hacia allá.
- Bueno, dale –aceptó, y se volvió conmigo hasta mi coche.
Durante un par de cuadras se dedicó a escribir algo en su celular, para luego sonreírme.
- ¿Hasta cuándo te quedás por Córdoba?
- Una semana, no más que eso, debo volver a mi oficina.
- ¿Y todo está saliendo bien?
- Sí, muy bien.
- ¿Y ahora vas a seguir trabajando?
- No, ahora voy a cenar con unos amigos, mañana sigo. Hay que equilibrar el trabajo con un poco de placer.
- Está bueno –dijo riéndose.
- Hablando de placer… me gustó lo que vi hace un rato.
Pauli no dijo nada, se dedicó a mirar por la ventanilla. Al cabo de un rato, sin volver la vista, preguntó:
- ¿Te gustó mucho?
- Muchísimo.
- ¿Qué es lo que te gustó?
- Verlos estudiar. Así se van a recibir dentro de veinte años.
Volvió a reír, sin mirarme.
- ¿Mi vecino y vos son novios?
- No, somos amigos.
- Más que amigos.
- Sí, más que amigos. ¿Y a vos te gusta estudiar?
- Sí, soy un excelente estudiante.
- ¿Y qué te gusta estudiar?
- Los agujeros.
- ¿Sólo los agujeros?
- Sólo los agujeros.
- ¿Te gusta estudiarlos o que te lo estudien?
- Me gusta estudiarlos. ¿A vos las dos cosas?
- Me gusta que me lo estudien, pero todavía nadie lo ha hecho.
- Y tu amigo.
- ¿Natu? No, él es igual que yo, pero aún no nos hemos dejado estudiar, así que sólo jugamos.
- ¿Por qué?
- No sé, ganas tenemos, pero no nos animamos.
- ¿Por?
- Creo que miedo a que nos duela. ¿Vos hacés doler?
- Nadie ha sufrido conmigo, así que no creo. ¿Querés que te estudie?
Pauli se rió.
- ¡Natu se llama mi vecino?
- Nataniel, pero le decimos Natu.
- ¿Así que no es tu novio?
- No, ya te dije que somos amigos… más que amigos.
- O sea que no se va a poner celoso de que te hayas venido en mi coche.
- No, ya lo sabe.
- ¿Ah sí, es adivino?
- Se lo dije, le mandé un mensaje.
- ¿Te contestó?
- Ahá.
- ¿Y qué dijo?
- Si das vuelta en la otra calle y estacionás te digo.
Le hice caso, parando el coche a una media cuadra de una calle apenas transitada. Elegí el sitio menos iluminado, lo que sumado al polarizado del coche nos garantizaba una privacidad absoluta.
- Decime.
Buscó en su celular y me lo enseñó.
- Este es el mensaje que le mandé.
El texto decía: “Tu acabo de subir al coche de tu vecino. Me lleva a casa”.
- Y esto me contestó –agregó, buscando nuevamente.
El mensaje de Natu decía: “Fijate si le queda leche”.
- ¿Qué opinás? –lo avancé- ¿Me quedará?
- No sé, manchaste la ventana, fue mucha.
Me acerqué, para susurrar:
- Me salió mucha, ¿no?
- Sí –dijo, apenas en un murmullo.
Le pasé la mano por la nuca y lo atraje hacia mí, hasta que nuestras bocas se encontraron. Mi beso fue profundo, y profunda fue su respuesta.
- Soy solamente activo, ¿te jode?
- Al contrario –respondió, entre besos.
- ¿Entendés lo que quiero decirte?
- Que sos bien macho, eso es lo que me gusta.
Sin más saqué la verga y, tomándole una mano, se la hice agarrar.
- ¡Hijo de puta! ¡Qué pija más gorda!
- Estudiámela –pedí, y con la mano en la nuca lo empujé suavemente.
Pauli me la sobó unos segundos, y después comenzó a lamérmela, hasta que la sentí chorreando su saliva. Finalmente se la comió toda y empezó una succión un poco torpe, pero maravillosa. Me recosté en la butaca y tomándolo de los cabellos fue guiando su movimiento. En síntesis, me dediqué a cogerle la boca.
Al cabo de unos segundos le pregunté.
- ¿Querés que llame a Natu para que sepa?
- ¡Dale! –respondió entusiasmado, mirándome con una carita de putito alzado que me emocionó.
- Dame su número –pedí, tomando mi celular y marcando los dígitos que me dictó Pauli, para luego moverle la cabeza para que me siguiera mamando.
El teléfono sonó un par de veces, hasta sentir por primera vez la voz aflautada de Natu, preguntando quién hablaba.
- Hola, ¿Natu? Te cuento que Pauli te está haciendo caso. Se está fijando si aún le queda.
- ¿Quién sos? –preguntó tras recuperarse a medias de la sorpresa.
- ¿No le escribiste a Pauli un mensaje, pidiéndole que hiciera algo?
- Sí –respondió tras guardar silencio un instante.
- Pues te está haciendo caso, en este momento lo tengo fijándose si aún me queda, escuchá.
Puse el teléfono junto a Pauli y éste gimió más fuerte para que su amigo lo oyera. De inmediato me quitó el teléfono y habló con Natu, sin soltarme la verga con su mano.
- ¿Natu? No sabés, la tiene regrande, cabezona… ¿cómo? Sí… está riquísima… a ver… pregunta si va a poder probarla.
- Si quieren, mañana los espero a los dos en mi departamento.
- ¿Escuchaste? –le dijo a su amigo-. Dale, cuando llegue a casa te llamo y te cuento.
Me dio el teléfono y siguió chupándome la pija. Yo quise hablar un momento más con Natu.
- Hola, vecinito.
- Hola, ¿te gusta lo que te hace?
- Me encanta, ¿me querés hacer lo mismo?
- No sé, mañana vemos.
- ¿Qué le digo a Pauli que haga con la leche?
- Decile que se la tome toda, pero guardá para mí.
- Dale, mañana te toca a vos. Un beso.
- ¿A qué hora volvés?
- ¿Por, querés visitarme?
- No sé si me pueda escapar, pero… ¿qué te gustaría hacerme?
- De todo, lo mismo que Pauli.
- ¿Te dijo que aún no nos dejamos por atrás?
- Sí, y me gustaría ser el primero que se los haga a los dos juntos.
- Hijo de puta, me calentás mal.
- Esta noche pensá en mí, mañana nos vemos. Un beso.
- Dale, un beso.
La situación me provocó tal calentura que pronto le desabroché el pantalón a Pauli y mi diestra fue en busca de sus nalgas, que manosee a gusto. Luego me chupé el índice hasta dejarlo empapado en saliva y lo envié a la raya, hasta dar con su ano. Sin dejar de chupar Pauli quiso quitarme la mano de donde estaba, pero me resistí y de un envió le encastré el dedo hasta más de la mitad.
- No, boludo, sacámelo –exigió, algo molesto.
- Seguí chupando –ordené, empujándole la cabeza con mi otra mano, al tiempo que mi dedo se dedicaba a hurgarle bien el culo.
Sentí resistencia por su parte, moviendo el traste, pero al momento lo sentí tiritar como si hubiera sufrido un espasmo. Eso coincidió con mi clímax, por lo que mi verga empezó a largarle mucha leche, que el chico se fue tragando a borbotones.
Tras limpiarme la pija de la última gota de semen, se recostó en la butaca, haciendo que le retirara el dedo del culo. Pauli estaba agitado y exhausto.
- Boludo, me hiciste acabar –dijo-, por eso te pedí que me sacaras el dedo, me recalenté.
- ¿Te manchaste?
- Estoy todo enchastrado.
- ¿Querés que vayamos a mi departamento y te limpiás?
- No, llevame hasta casa, es a dos cuadras, espero que mis viejos no se den cuenta.
- ¿Y te gustó?
- ¡Me encantó! Guacho, que manera de salirte leche, estaba genial. ¿Cuántos polvos te podés echar?
- Si querés descubrilo venite conmigo.
- ¿Te bancarías otra volcada?
- Te repito, descubrilo. ¿Vamos a mi departamento?
- Hijo de puta, vos me violarías.
- Jamás te violaría, te haría el amor, nomás.
- Sos entrador, ¿eh? Dale, llevame a casa o voy a terminar abriéndome el culo para vos.
Unas cuadras más adelante me detuve, metros antes del edificio de Pauli.
- ¿De verdad querés que mañana vayamos a tu departamento?
- Por supuesto.
- ¿Y que vamos a hacer?
- Charlaremos, tomaremos café, escucharemos música y… lo que se dé.
- Vos nos querés coger a los dos –dijo, riéndose.
Lo tomé de las mejillas y acerqué su cara a la mía.
- Que no te quepa la menor duda, no sólo quiero, sino que me los voy terminar de culear a los dos, a vos y a Natu. Los voy a desvirgar, les voy a dar la primera pija y los dos van a terminar con el culito lleno con mi leche.
Luego lo besé, y Pauli me abrazó y me comió la boca con tanta ternura y pasión, que sentí estar con una quinceañera enamorada.
- Ahora andate de una vez o ya mismo te paso al asiento de atrás.
Pauli me dio otro beso y se bajó. Desde la puerta del edificio me saludó de un modo tan afeminado que estuve tentado de llamarlo para pedirle que me dejara chuparle el culo. Sé que lo hubiera permitido gustoso, pero entonces yo no habría podido contenerme y me lo hubiese empomado de verdad, cuando eso quería hacérselo con tiempo y en la cama.
Levante dos
La mañana me pareció extremadamente larga, lo mismo que las primeras horas de la tarde. Es que si bien debía realizar un trabajo delicado, mi mente estaba puesta casi absolutamente en el festín que planeaba darme con Pauli y Natu. De sólo pensarlo sufría una erección, por lo que no sería demasiado exagerar si digo que me pasé gran parte de la jornada cubriéndome el bulto. De hecho estuve tentado más de una vez en ir al baño y pegarme unas tremendas pajas para bajar la ansiedad, pero preferí dominarme y guardar la calentura para desquitarme con los dos pendejos.
No habíamos quedado en una hora para encontrarnos, pero estimé que pasadas las 18:00 tocarían a mi puerta. Sin embargo se hicieron las 19:30 y tal cosa no pasó. Casi permanentemente miré por la ventana, pero la de Natu estaba con la cortina corrida.
Todo el morbo que me había desconcentrado durante el día estaba esfumándose, fruto de la decepción, cuando el timbre sonó. Al abrir me encontré con los dos chicos.
- Hola –me saludó Pauli, muy simpático, entrando primero al cederle el paso y dándome un beso en la mejilla-. ¿Cómo te va? Él es Natu.
- Hola, Natu, pasen-respondí, dándole otro beso a mi vecino-. Acomódense, estaba terminando algunos detalles del trabajo –agregué, yendo a la notebook que estaba sobre la mesa de la cocina comedor y cerrándola- ¿Quieren café?
Ambos aceptaron. Pauli, con quien ya había intimado, estaba relajado y se dedicó a mirar las reproducciones de un par de cuadros conocidos que colgaban de la pared. Natu, que se veía muy nervioso y tenso, se sentó y con las piernas apretadas se limitó a mirar a su amigo. Por mi parte serví café y con la bandeja me dirigí hasta el rincón que oficiaba de living, poniendo música suave antes de sentarme.
- Y bien, así que sos Natu, mi vecino –dije sonriéndole.
- Sí –respondió lacónicamente, sin mirarme.
Natu también era ambiguo en su apariencia, afeminado y mucho más bonito de lo que había pensado, incluso más que Pauli.
- ¿Qué le contaste de mí? –le pregunté a Pauli.
- Todo –respondió con cierta picardía el chico, sentándose a mi lado, pues me hallaba en el sillón doble y Natu ocupaba el único individual.
- ¿Y qué te pareció? –me dirigí a Natu.
- Nada… qué sé yo.
La timidez de mi vecino me entusiasmaba.
- ¿Te gustó que te llamara anoche?
- Sí, mucho.
- ¿Qué pensaste?
- Se pajeó –intervino Pauli, riéndose, mientras su amigo se ruborizaba.
- Callate, boludo –susurró Natu.
- ¿De verdad te pajeaste? –Natu no respondió, sólo se sonrió, sin levantar la vista- ¿Y a vos te gustó?
- No sé, ¿a vos qué te parece? –me dijo Pauli, con picardía, mientras su mano se posaba en mi bulto -¡Hey! ¿Siempre estás durito?
- Ustedes me ponen durito –respondí, acariciando la cabeza de Pauli y mirando a Natu, que tenía ahora sus ojos fijos en los míos-. Me encantan que hayan venido.
- ¿Y qué te gustaría hacer con nosotros?
Me acerqué a Pauli al tiempo que lo atraje hacia mí, y besé sus hermosos labios, apretándolos con los míos y pasándoles mi lengua. Sé que le gustó y excitó, pues sentí que me agarraba el bulto con ganas.
- ¿Vos qué crees?
- Yo creo que vos nos querés garchar a los dos –dijo, casi en un murmullo, siempre sonriendo-, pero ya te dije que nosotros todavía no nos entregamos.
- Por supuesto que los quiero garchar. A vos y a vos –dije, mirando a Natu, que estaba rojo como un tomate-, pero no los voy a obligar a nada, son ustedes los que me tienen que ofrecer el culo.
- ¿Te gustan nuestros culos? –quiso saber Pauli.
- Mucho, aunque los he visto de lejos, ¿por qué no te sacás la ropa?
Me puse de pie y fui hasta el equipo de música, colocando un compilado de temas electrónicos, a sabiendas de que a Pauli le gustaba. También subí el volumen, corrí las cortinas y apagué algunas luces. Había probado rato antes esa ambientación y realmente le dio un toque más íntimo. Cuando volví al sillón, Pauli ya estaba de pie, bailando al tiempo que sensualmente se quitaba la ropa. No dejé de frotarme el bulto mientras lo veía, atendiendo de reojo a Natu, que miraba a su amigo casi sin saber qué hacer. Realmente estaba muy incómodo. Finalmente, Pauli quedó tan sólo con una tanga negra muy metida entre sus nalgas, que le quedaba genial. Su culito era chiquito, pero redondo y parado. No imagino chongo que se precie de tal que no se lo quisiera culear.
- ¿Y… te gusta? -preguntó, dándome la espalda y echando su trasero hacia mí.
Lo tomé de la cintura y lo acerqué para besarle los glúteos. El chico era totalmente lampiño y su piel muy suave. Creo que lo sorprendí cuando metí la mano entre los cachetes y agarré el hilo de la tanga, corriéndosela, para luego abrirle las nalgas. Lo que vi me maravilló: un agujerito cerrado, marroncito, como una boquita diciendo la letra U. Sin darle tiempo a reaccionar le pasé la lengua y le di varias succiones fuertes. Pauli gimió y se salió tras unos segundos.
- Sos un guacho –dijo histeriqueando.
- Rico culito.
Se acercó y me besó en los labios. Tras responderle le dije al oído.
- Natu está muy tenso, aflojalo, ya sabés cómo.
Pauli se sentó entonces en el posabrazos del sillón de Natu y comenzó a besarle el cuello, las orejas y la cara. Natu no estaba esquivo, pero sí algo confuso. Por un momento temí que tuviera celos de Pauli y de mí, pero pronto respondió a los besos y caricias de su amigo, poniéndose de pie para disfrutarse mejor. Minutos después, ambos parecían haberse olvidado de mí y estaban enfrascados en una transa alucinante, durante la cual Pauli desvistió a Natu hasta dejarlo también en tanga.
Era una situación maravillosa para mí, estar a solas con dos preciosos putitos lesbianos, frotándose mientras se manoseaban las colas y se comían las bocas. Tal cómo ya lo había hecho en dos ocasiones, saqué mi verga fuera del pantalón y me empecé a masturbar.
Los chicos ya estaban bien calentitos, por lo que decidí dar el siguiente paso. Quería ser muy cuidadoso, pues estaba empecinado en que los dos mariquitas dejarían mi departamento llevándose mi leche en sus culos.
Les pasé los brazos por los hombros a ambos y les dije:
- Vengan al dormitorio, estarán más cómodos –y le di a Pauli un profundo beso de lengua, luego miré a Natu y también lo besé, pero más suave. Me gustó que respondiera de inmediato y sin rechazo.
Al llegar al cuarto los empujé suavemente y ambos cayeron sobre la cama, enroscándose tal como la tarde anterior lo hicieran en el dormitorio de Natu, continuando con la franela, pero ya manoseándose mutuamente las pijas. Mientras tanto, me saqué toda la ropa, hasta quedarme desnudo por completo, y me senté en una mullida silla ubicada contra una pared, donde retomé mi masturbación.
- Son lo más hermoso que he visto en mi vida, chicos, son los putitos más deliciosos que puede haber. No me cansaría de mirarlos, son un poema.
Muchas cosas de ese tipo seguí diciéndoles al descubrir que los excitaba tener a un macho pajeándose mientras jugaban. Y yo quería más.
- Quiero que se chupen, háganse la paja con la boquita –ordené, y de inmediato se acomodaron para convertirse en un 69.
Sin quitarse las bombachas, los putitos sacaron sus pijas y se las empezaron a mamar. Al parecer Pauli siempre iba arriba, signo de que era el más aventurero de los dos.
¿Qué decir? Cada vez me sentía más caliente y maravillado, en verdad que era fabuloso verlos. Sólo aquel al que le gusten los maricas como a mí podría comprenderme, y de ser así seguramente sería más que envidiado.
Mi pija estaba hinchadísima y la cabeza empapada de juguito caliente cuando decidí participar. Me puse de pie y fui hasta la cama, poniéndome atrás de Pauli. Cuando Natu me vio le di un beso en la frente y luego abrí las nalgas de su amigo para encontrarme otra vez con su ano, al que me dediqué a chupar con profundo deleite. Más que morbo me dio el sabor de culo tan rico, en el que hundí mi lengua tan adentro como pude y le hurgué el recto, hallándolo caliente y húmedo, aunque más lo mojé con la abundante saliva que fui metiéndolo. Pauli se movía y gemía mientras mamaba a Natu, señal que mi beso negro le gustaba, incluso hasta levantó la cola, con lo que mi lengua pudo entrarle un poco más. A Natu también le calentó la situación, pues le oía chupar con más fuerza y también gemir. En un momento comprobé que las pijas de ambos eran pequeñas comparadas con la mía, por lo que decidí darle a Natu una probada de lo que luego me proponía enchufarle por atrás. Así fue que retiré a Pauli y, acostándome boca arriba, le indiqué.
- Vení, mostrale a Natu lo que me hiciste anoche.
Con la boca llena de saliva y una cara de trola perdida se me echó encima y literalmente se comió mi verga, chupándomela con una desesperación que casi me provoca dolor, pero a la vez un placer que se impuso. Instintivamente atraje a Natu, encontrándolo por demás dócil a mi abrazo, y comencé a comerle la boca, metiéndole la lengua hasta rozarle la campañilla. El mariquita me respondió con igual fervor, acariciándome y dejándome que le manoseara el orto a mi gusto, incluso metiéndole un dedo que previamente humedecí en la boca de Pauli.
- ¡Me vuelco, me vuelco! –dijo Pauli de repente, arrodillándose para disponerse a salir, supongo que al baño para no manchar nada.
- ¡Tomásela! –ordené.
De inmediato Pauli fue al encuentro de su entrepierna y engullo la pequeña pero dura pija de su amigo, que le tomó la cabeza para metérsela hasta el fondo de la garganta. Urgente me ubiqué detrás de Pauli y sin miramientos acomodé la cabeza de mi pija en su ano mojado y empujé. Pero sólo un poco, apenas metiéndole la punta de mi verga.
- Si me dejás, ya mismo te la meto –le dije al oído, abrazándolo con fuerza.
- ¡Metela… metela… sí… metemela! –gritó.
Y yo la metí. Despacio pero firme, tensando a más no poder la garcha, sintiendo cómo se abría paso en ese agujerito estrecho. Me costó, debo decirlo, pero debía aprovechar la calentura del putito y logre meterle toda la cabeza de la pija. Pauli liberó un suspiro profundo mientras la baba le cayó por la barbilla. Supe que estaba volcándose. Era el clímax, lo estaba viviendo, el instante en el que el placer supera cualquier dolor, entonces continué avanzando lenta pero firmemente, y mientras Natu se tragaba toda su leche yo conseguía esconderle la poronga hasta los huevos.
- ¡Te empomó! -exclamó Natu, abriendo exageradamente los ojos al tiempo que se sentaba en la cama, mirando alternadamente la cara de su amigo y a mí-. ¡Te está culeando!
- ¡Me empomaste, hijo de puta! –dijo Pauli, como tomando recién conciencia de que aproveché el momento justo para desvirgarlo.
- ¿Te duele? –quiso saber Natu, con imperiosa curiosidad.
- No, pero siento que la pija me va a salir por la boca… te va a gustar.
Me eché sobre Pauli de modo que lo hice caer boca abajo, haciéndole sentir todo el peso de mi cuerpo.
- Te voy a bombear despacito –susurré-, así el upite se va acostumbrando a mi pija y no te duele.
- Esperaste el momento justo, sos un guacho, me agarraste con las defensas bajas. ¿Te pusiste forro?
- No, ayer te dije que te iba a llenar el culo de leche y eso va a pasar, pero no te preocupes, esto es una excepción, jamás cojo sin forro, pero a vos te quería inaugurar el hueco como se debe. Y vos preparate, Natu, enseguida te voy a culear a vos.
- A mí otro día –dijo, algo asustado.
- Ningún otro día, de aquí vas a salir como Pauli, chorreando esperma del culito. Vení, les voy a enseñar algo.
Suavemente le saqué la pija a Pauli. Brillaba, pero estaba reluciente. El chico se había lavado profundamente el orto antes de llegar.
- Vení, Natu, cogete esta nenita hermosa.
Natu no entendía nada, por lo que fui quien lo ubiqué para que pudiera hacer lo que le pedía.
- Desde hoy ustedes son mis trolitos y de nadie más, sus culos le pertenecen a mi verga, pero cuando no esté se consolarán el uno al otro. Dale, mi amor, mete el pito en este culito rico.
Creo que Natu obedeció por yo no darle tiempo a nada, pero lo cierto es que apenas empezó a penetrar a Natu se entusiasmó y empezó a bombearlo. Pauli había probado mi verga gorda, por lo que no le dolió al sentir el pene delgado de natu. Ahora tenía un putito encima de otro putito, y a mí abriéndole las nalgas a Natu para dedicarme a devorarle el hueco, que resultó tan sabroso como el de Pauli.
Se lo comí, se lo violé con la lengua, le metí dos dedos, se lo escupí y empujé hacie el interior la saliva. El marica se calentó tanto por esa caricia y por estar culeándose al amigo que nada dijo cuando me ubiqué encima suyo y le apoyé la cabeza de la chota en la cueva. Es más, se aceleró al darse cuenta de que me lo estaba por garchar, y fue lo que pasó. Sé que provoqué su orgasmo, pues cuando la cabeza apenas iba entrando se corrió como loco, aullando como poseso, y aproveché. Mi verga, palpitante, se hundió entre sus carnes, encajó en su recto y lo taponó, llenándolo con mi tronco, hasta que mis huevos peludos y sudados se aplastaron contra sus nalgas.
- ¡Me vuelco…me vuelco! –gritó Natu.
- ¡Yo también! –exclamó Pauli-. ¡Voy a manchar la cama!
- Manchala, nomás –dije-, y vos manchale adentro que yo te mancho a vos. Los adoro, chicos.
Y fue un polvazo, realmente mágico. Mi pija explotó con lo que sentí fueron litros de leche espesa y caliente que llenaron las entrañas de mi vecino, mientras éste se vaciaba en el upite de su amigo y éste a su vez enchastraba la cama.
Transpirados y agitados, pero satisfechos, los tres nos corrimos hasta quedar como tres cucharas pegadas.
- ¿Te dolió? –preguntó Pauli.
- No, me encanta, todavía la tengo adentro, igual que vos conmigo –respondió, besándolo en la boca. Natu volvió luego su cara y me besó-. Gracias, Santiago, me encantó.
- No más que a mí, te lo aseguro.
- Santi… -dijo Pauli-. Pero dijiste que me iría con tu leche, pero sólo tengo la de Natu.
- Es verdad, igual todavía no terminamos.
Rato más tarde, Natu y Pauli salieron de mi departamento, dejando la virginidad de sus culos y llevándose mi leche. A partir de entonces todas las tardes nos encontramos, incluso un par de veces se quedaron a dormir conmigo, y hasta pude extender una semana más mi estadía en Córdoba, de donde siempre volví con la pija irritada pero con la satisfacción de haber culeado a dos preciosos lesbianitos.
Hace tiempo que no estamos en contacto, pero sé que Natu viajó a Brasil, donde se desempeña como coreógrafo, mientras que Pauli se convirtió en un diseñador de modas muy prestigioso. Guardo un gran cariño por ambos y buenísimos recuerdos, pues de algún modo siempre serán mis putitos.
De mis andanzas guardo fantásticos recuerdos de encuentros con trolitos, pues son criaturas maravillosas que viven el sexo de un modo extremo, por demás intenso, y que provocan un morbo tan delicioso que, si te has cogido a uno, ya nunca dejarás de querer cogerte otro, y otro y otro.
Me gustan mucho los travestis, disfruto a full encamarme con uno, pero si me dan a elegir siempre preferiré a los afeminados, a los cross dresser, a los que sienten haber nacido en cuerpo de varón pero se consideran mujeres, ¿por qué? No lo tengo claro, quizá porque su necesidad de proyectarse como féminas los hace exacerbar su comportamiento, hasta el punto tal de despojarse de todo atisbo de masculinidad y convertirse en un ser endiabladamente sensual.
Los lesbianitos de Córdoba
Buceando en mi memoria recuerdo una aventura hermosa que me tocó vivir a fines de los 90, cuando me instalé durante varios meses en Córdoba capital para realizar un trabajo especial para la empresa en la que trabajaba. La firma me había cedido uno de los departamentos de que disponía en un edificio cercano a la Cañada, muy próximo al centro y enclavado en una zona muy linda, como lo es dicha ciudad en general. Obvio que en la primera noche salí a recorrer los night clubs y tirarme varias canas al aire, pero pronto mis impulsos sexuales me pidieron conseguir culitos. Fue así que en mi segunda noche me dediqué a buscar en el diario La Voz del Interior avisos de travestis, con la idea fija de solicitar los servicios de uno y sacarme las ganas en ese mismo departamento, aprovechando que el acceso al edificio era de lo más reservado, además de ser un foráneo. Y justamente estaba en ese menester, sentado junto a la ventana para admirar al mismo tiempo la fantástica vista nocturna, cuando me llamó la atención una ventana ubicada frente a la mía, pero un piso por debajo, en el mismo bloque. ¿Que qué veía? Pues había un chico de unos 18 ó 19 años semidesnudo, apenas vestido con lo que me pareció era una bombacha. Me concentré para establecer si era o no una ilusión, cerciorándome finalmente de que sí, el muchacho llevaba puesta unas bragas blancas, y se la pasaba mirándose al espejo. Era más bien bajo, muy delgado, de cabello negro algo largo y por los movimientos aparentaba ser un maricón redomado. Al tiempo que dejé el diario a un costado mi pija se empezó a endurecer, y fue cuando creo que empecé a sobarme el bulto, pero lo mejor estaba aún por venir.
Tras unos minutos de aquella sesión hedonista, evidentemente alguien golpeó la puerta del cuarto, pues el chico se colocó un salto de cama y abrió, entrando otro joven más o menos de su edad y de aspecto muy parecido. El primero cerró la puerta y le echó llave, para luego prender su equipo de música con un volumen un tanto más alto de lo normal. Acto seguido, dejó caer el salto de cama para quedar con la bombachita, ante lo cual su amigo se le acercó y ambos se abrazaron, besándose en la boca. Pronto el dueño de casa le aflojó la ropa al otro y al caerle el pantalón sorpresa me dio ver que también vestía ropa íntima femenina, concretamente una tanga muy metida entre las nalgas. Ambos tenían culos pequeños, pero redonditos, hermosos. Así siguieron besándose, al tiempo que se frotaban los bultos y se manoseaban las colas.
Cuando decidido a oficiar como voyeur saqué mi verga por la bragueta y pajearme con aquel espectáculo, el recién llegado se arrodilló y le corrió la bombacha a su amigo, sacando una pija dura, aunque pequeña, y se la comenzó a mamar, mientras se masturbaba. El que era chupado pronto puso cara de goce y tomándolo de los cabellos literalmente le empezó a coger la boca, hasta que fue claro que llegó al orgasmo, pues lo vi temblar y al otro intentar sacarse la garcha, pero no tengo dudas de que terminó llenándose la boca de leche. Al momento se puso de pie y nuevamente se besaron, saboreando ambos la volcada del primero, mezclada con las salivas de ambos. Segundos después el mamador se convirtió en mamado, pues su amigo fue quien se arrodilló y repitió la misma acción. Para entonces yo estaba realmente muy excitado y me masajeaba la pija que era un contento, al punto que me puse de pie para ver mejor y pajearme más cómodo. Y fue cuando pasó. En un momento, el que estaba siendo chupado se dio vuelta y me miró, es decir vio a un tipo con la verga en la mano, sacudiéndosela mientras los espiaba. El instante habrá durado un toque tan sólo, pero fue cuando de mi poronga saltó un chorro de leche que se estrelló contra el vidrio de la ventana. Fue en ese segundo que no te importa nada, ni siquiera haber sido descubierto como mirón, pero cuando aún me seguía saltando la leche me asaltó una culpa, una vergüenza, y atiné a ocultarme, pero al dar el último vistazo noté que los chicos habían corrido la cortina.
Me quedé muy nervioso tras esa experiencia, entusiasmado por lo que había visto, mal por haber quedado como un espión y caliente, sí, me había echado una volcada impresionante, pero me sentía alzado, en celo. Tras darme una ducha salí a la calle rumbo a los piringundines, me busqué una puta vieja de grandes tetas y un culo que hacía juego y nos mandamos a un reservado, donde le pedí anal. Con gusto me pasé una media hora bombeándole en el trasero, y aunque al mismo tiempo le manoseaba las gomas, no podía sacarme de la cabeza a esos pendejos.
Proceso de seducción
Aunque mis vecinos pasaron a ocupar gran parte de mis pensamientos, el trabajo me llevó a concentrarme los dos días siguientes, al punto tal de regresar al departamento tan cansado que sólo quería dormir. No obstante, cada vez que volvía miraba por mi ventana y veía la del vecino con la cortina extendida.
Cierta tarde entraba al edificio y cuando la puerta se cerraba ingresó un chico. En principio no le presté atención, apenas si nos saludamos, pero al entrar ambos al ascensor me di cuenta de que no era mi vecino, sino su amigo, el que me había descubierto. Me asaltó nuevamente la vergüenza, pero al momento me dije a mí mismo: “Sos un tipo de 35 años y él no tiene 17 ó 18, él te vio pajeándote, pero vos lo viste en bombacha y chupando una verga; conclusión, más vergüenza debería sentir él”. Eso me permitió adoptar una serenidad que me llevó a sonreír y decirle:
- ¿Te gusta la música electrónica? –la alusión surgió por la estampa de su remera, promocional de una popular fiesta del género.
- Sí, me encanta, la escucho todo el tiempo.
- ¿Y el cuarteto no te gusta?
- ¡Puaj! –respondió, haciendo un gesto de desagrado-, odio el cuarteto y la cumbia, a pesar de ser cordobés no me gusta para nada esa música. ¿A vos sí?
- No mucho, en realidad me gusta el pop –le dije.
- Pero vos no sos de Córdoba, ¿no?
- No, soy de Buenos Aires, pero estoy viviendo en Mendoza, aunque pasó unos días aquí por mi trabajo.
Y me explayé un poco sobre mi motivo laboral, hasta que se abrió el ascensor en el tercer piso, su destino.
- Bueno, acá me bajo, mucho gusto.
- Igual yo, me llamo Santiago.
- Yo soy Paulino, pero todos me dicen Pauli.
- Nos vemos, Pauli –agregué, cuando la puerta se cerró
Pauli resultó ser un chico muy agradable y si bien no en extremo afeminado, sí con un aire andrógino. Su ropa no resultaba ser masculina ni femenina, lo mismo que su corte de cabello. Deduje que pertenecía a esa casta de ambiguos que por esa época comenzaban a expresarse, como años después lo harían los emos, los floggers y demás tribus urbanas.
Igualmente, por mi experiencia me percaté de que yo le había resultado interesante. Lo deduje por la forma de estudiarme mientras mantuvimos la breve conversación. Sus ojos recorrieron mis brazos, mis piernas, mi bulto, y quise reconocer un brillo de deseo en su mirada. No tardaría en descubrir que no me equivocaba.
Apenas llegué a mi departamento me dirigí a la ventana sin encender las luces. El cuarto de mi vecino estaba a oscuras. Presintiendo algo me senté y esperé. Unos minutos después la luz se encendió y entraron Pauli y mi vecino, cerraron la puerta con llave y pusieron música, tras lo cual se enfrascaron en una transa apasionada, frotándose y manoseándose. Mi vecino pareció acordarse y se dirigió hasta la ventana, corriendo la cortina, pero de inmediato Pauli la descorrió para sorpresa del chico y, aunque no podía oír lo que hablaban, lo deduje y luego comprobé que estuve en lo cierto.
Pauli le explicó a quien más adelante supe que se llamaba Nataniel, pero le decían Natu, que me había conocido, que le había parecido un hombre interesante y que le gustaría jugar a ser vistos. Natu no demostraba estar muy de acuerdo, no porque le molestara puntualmente tener a un observador, sino por exponer lo que en realidad le gustaba hacer en el dormitorio. El debate pareció llegar a un punto ciego, en el que Natu quedó pensativo. Ambos miraron hacia mi ventana, pero la oscuridad en la que me había quedado no les permitía establecer si había o no alguien mirándolos. Finalmente fue Pauli quien tomó la acción, abrazando por detrás a Natu y besándole el cuello y frotándose. Mi vecino se rindió a esa caricia y me calentó ver la cara de gata en celo que puso, haciéndose para atrás para recibir mejor la caricia. Luego los dos volvieron a comerse la boca y a franelear, al tiempo que se desnudaban, en tanto yo me abría la bragueta y sacaba mi verga, que ya estaba bien dura.
Esperé que repitieran la misma rutina de la primera vez que los viera, pero al quedarse desnudos Natu se dirigió a su cómoda, de la cual sacó una especie de manta que desplegó sobre su cama de una plaza, y le dio a Pauli algo de color rojo, que parecía un chupetín Pico Dulce, pero más grande. Igual elemento tenía él.
Ambos se acostaron y durante un buen rato se revolcaron, comiéndose la boca y abrazándose con fuerza, para luego acomodarse en un 69 y comenzar a chuparse los culos. Como me fascina chuparle el culo a mis putitos, aquello me sobrecalentó y me pajee con ganas, pero cuidándome de no acabar tan pronto. Sinceramente, la pija me ardía.
Cuando los chicos ya se habían lubricado sus respectivos anos con su propia saliva, mutuamente fueron introduciendo aquello que me había parecido chupetines. Lo hicieron con mucha suavidad, entre risas, y cuando les entraron comenzaron a moverlos, como émbolos en sus agujeros, entonces se dedicaron a chuparse las pijas.
Eran dos lesbianitos, dos putitos calientes dándose el gusto delante de mí, que me moría por saltar y entrar por esa ventana para que mi verga reemplazara esos juguetes. Cuántas ganas tuve de poder tener para mí solo a semejantes mariquitas y ensartar un rato a cada uno, hasta brindarles mi orgasmo en sus bocas. Me puse de pie y me masturbé casi con violencia, en sincronía con la calentura de ellos, que se bombeaban los ortos y se mamaban con ganas. Adiviné que no estaban lejos de acabar, lo mismo que yo, y un impulso me llevó a encender la lámpara de pie ubicada junto a mí. Supe que la luz, aunque tenue, develaría mi presencia y también lo que estaba haciendo, pero tuve la necesidad de ser parte de aquel juego y por ende de demostrarles mi presencia. Sin dejar de chuparse ni de moverse los consoladores, miraron hacia mi ventana y me vieron allí, de pie, con los pantalones casi por las rodillas y mi mano sacudiendo mi verga, y ninguna duda tuve de que les gustó tenerme como mirón, pues se dieron más duro, hasta el punto de dejarse los chupetines en el culo para abrazarse con fuerza, casi con desesperación, y mamarse hasta ordeñarse mutuamente. Mi imaginación me dejó oír sus gemidos y también el gorgoteo al llenarse las bocas de esperma, que tragaron hambrientos, en tanto por segunda vez mi pija escupió una abundante carga de leche contra el vidrio.
Mi acabada me sorprendió cerrando los ojos, y al abrirlos sólo pude ver los pies de los chicos. Se habían recostado muy contra el respaldar de la cama, por lo que no podía divisarlos como instantes antes. Me senté, limpiando mi pija con un pañuelo, y aguardé, hasta que Natu se levantó y rápidamente fue hasta la llave de la luz, apagándola. Acto seguido corrió la cortina y luego encendió nuevamente la luz. Deduje que los pruritos le habían vuelto una vez saciada la calentura.
Levante uno
Una hora más tarde de la revolcada, Pauli abandonó el edificio y se encaminó hacia la avenida General Paz. Yo salí en ese momento de un barcito que había en la esquina y desde el cual había estado esperando, fingiendo así un encuentro casual.
- Hola de nuevo, Pauli.
- Hola, Santiago –me saludó algo ruborizado.
- ¿Te vas de paseo?
- No, a mi casa.
- ¡Ah! Pensé que vivías en el edificio.
- No, es la casa de un compañero, nos juntamos a estudiar.
Bajó la vista al decir aquello. Sabía perfectamente que no sólo los había visto, sino que me había pajeado mirándolos. Quizá lo hacía porque tras la calentura todo era diferente o puede que fuera su manera de seducir, o tal vez ambas cosas, lo cierto es que me divirtió.
- ¿Y dónde vivís?
- No muy lejos, cerca de la plaza San Martín.
- ¿Te puedo llevar? Estoy con auto y voy hacia allá.
- Bueno, dale –aceptó, y se volvió conmigo hasta mi coche.
Durante un par de cuadras se dedicó a escribir algo en su celular, para luego sonreírme.
- ¿Hasta cuándo te quedás por Córdoba?
- Una semana, no más que eso, debo volver a mi oficina.
- ¿Y todo está saliendo bien?
- Sí, muy bien.
- ¿Y ahora vas a seguir trabajando?
- No, ahora voy a cenar con unos amigos, mañana sigo. Hay que equilibrar el trabajo con un poco de placer.
- Está bueno –dijo riéndose.
- Hablando de placer… me gustó lo que vi hace un rato.
Pauli no dijo nada, se dedicó a mirar por la ventanilla. Al cabo de un rato, sin volver la vista, preguntó:
- ¿Te gustó mucho?
- Muchísimo.
- ¿Qué es lo que te gustó?
- Verlos estudiar. Así se van a recibir dentro de veinte años.
Volvió a reír, sin mirarme.
- ¿Mi vecino y vos son novios?
- No, somos amigos.
- Más que amigos.
- Sí, más que amigos. ¿Y a vos te gusta estudiar?
- Sí, soy un excelente estudiante.
- ¿Y qué te gusta estudiar?
- Los agujeros.
- ¿Sólo los agujeros?
- Sólo los agujeros.
- ¿Te gusta estudiarlos o que te lo estudien?
- Me gusta estudiarlos. ¿A vos las dos cosas?
- Me gusta que me lo estudien, pero todavía nadie lo ha hecho.
- Y tu amigo.
- ¿Natu? No, él es igual que yo, pero aún no nos hemos dejado estudiar, así que sólo jugamos.
- ¿Por qué?
- No sé, ganas tenemos, pero no nos animamos.
- ¿Por?
- Creo que miedo a que nos duela. ¿Vos hacés doler?
- Nadie ha sufrido conmigo, así que no creo. ¿Querés que te estudie?
Pauli se rió.
- ¡Natu se llama mi vecino?
- Nataniel, pero le decimos Natu.
- ¿Así que no es tu novio?
- No, ya te dije que somos amigos… más que amigos.
- O sea que no se va a poner celoso de que te hayas venido en mi coche.
- No, ya lo sabe.
- ¿Ah sí, es adivino?
- Se lo dije, le mandé un mensaje.
- ¿Te contestó?
- Ahá.
- ¿Y qué dijo?
- Si das vuelta en la otra calle y estacionás te digo.
Le hice caso, parando el coche a una media cuadra de una calle apenas transitada. Elegí el sitio menos iluminado, lo que sumado al polarizado del coche nos garantizaba una privacidad absoluta.
- Decime.
Buscó en su celular y me lo enseñó.
- Este es el mensaje que le mandé.
El texto decía: “Tu acabo de subir al coche de tu vecino. Me lleva a casa”.
- Y esto me contestó –agregó, buscando nuevamente.
El mensaje de Natu decía: “Fijate si le queda leche”.
- ¿Qué opinás? –lo avancé- ¿Me quedará?
- No sé, manchaste la ventana, fue mucha.
Me acerqué, para susurrar:
- Me salió mucha, ¿no?
- Sí –dijo, apenas en un murmullo.
Le pasé la mano por la nuca y lo atraje hacia mí, hasta que nuestras bocas se encontraron. Mi beso fue profundo, y profunda fue su respuesta.
- Soy solamente activo, ¿te jode?
- Al contrario –respondió, entre besos.
- ¿Entendés lo que quiero decirte?
- Que sos bien macho, eso es lo que me gusta.
Sin más saqué la verga y, tomándole una mano, se la hice agarrar.
- ¡Hijo de puta! ¡Qué pija más gorda!
- Estudiámela –pedí, y con la mano en la nuca lo empujé suavemente.
Pauli me la sobó unos segundos, y después comenzó a lamérmela, hasta que la sentí chorreando su saliva. Finalmente se la comió toda y empezó una succión un poco torpe, pero maravillosa. Me recosté en la butaca y tomándolo de los cabellos fue guiando su movimiento. En síntesis, me dediqué a cogerle la boca.
Al cabo de unos segundos le pregunté.
- ¿Querés que llame a Natu para que sepa?
- ¡Dale! –respondió entusiasmado, mirándome con una carita de putito alzado que me emocionó.
- Dame su número –pedí, tomando mi celular y marcando los dígitos que me dictó Pauli, para luego moverle la cabeza para que me siguiera mamando.
El teléfono sonó un par de veces, hasta sentir por primera vez la voz aflautada de Natu, preguntando quién hablaba.
- Hola, ¿Natu? Te cuento que Pauli te está haciendo caso. Se está fijando si aún le queda.
- ¿Quién sos? –preguntó tras recuperarse a medias de la sorpresa.
- ¿No le escribiste a Pauli un mensaje, pidiéndole que hiciera algo?
- Sí –respondió tras guardar silencio un instante.
- Pues te está haciendo caso, en este momento lo tengo fijándose si aún me queda, escuchá.
Puse el teléfono junto a Pauli y éste gimió más fuerte para que su amigo lo oyera. De inmediato me quitó el teléfono y habló con Natu, sin soltarme la verga con su mano.
- ¿Natu? No sabés, la tiene regrande, cabezona… ¿cómo? Sí… está riquísima… a ver… pregunta si va a poder probarla.
- Si quieren, mañana los espero a los dos en mi departamento.
- ¿Escuchaste? –le dijo a su amigo-. Dale, cuando llegue a casa te llamo y te cuento.
Me dio el teléfono y siguió chupándome la pija. Yo quise hablar un momento más con Natu.
- Hola, vecinito.
- Hola, ¿te gusta lo que te hace?
- Me encanta, ¿me querés hacer lo mismo?
- No sé, mañana vemos.
- ¿Qué le digo a Pauli que haga con la leche?
- Decile que se la tome toda, pero guardá para mí.
- Dale, mañana te toca a vos. Un beso.
- ¿A qué hora volvés?
- ¿Por, querés visitarme?
- No sé si me pueda escapar, pero… ¿qué te gustaría hacerme?
- De todo, lo mismo que Pauli.
- ¿Te dijo que aún no nos dejamos por atrás?
- Sí, y me gustaría ser el primero que se los haga a los dos juntos.
- Hijo de puta, me calentás mal.
- Esta noche pensá en mí, mañana nos vemos. Un beso.
- Dale, un beso.
La situación me provocó tal calentura que pronto le desabroché el pantalón a Pauli y mi diestra fue en busca de sus nalgas, que manosee a gusto. Luego me chupé el índice hasta dejarlo empapado en saliva y lo envié a la raya, hasta dar con su ano. Sin dejar de chupar Pauli quiso quitarme la mano de donde estaba, pero me resistí y de un envió le encastré el dedo hasta más de la mitad.
- No, boludo, sacámelo –exigió, algo molesto.
- Seguí chupando –ordené, empujándole la cabeza con mi otra mano, al tiempo que mi dedo se dedicaba a hurgarle bien el culo.
Sentí resistencia por su parte, moviendo el traste, pero al momento lo sentí tiritar como si hubiera sufrido un espasmo. Eso coincidió con mi clímax, por lo que mi verga empezó a largarle mucha leche, que el chico se fue tragando a borbotones.
Tras limpiarme la pija de la última gota de semen, se recostó en la butaca, haciendo que le retirara el dedo del culo. Pauli estaba agitado y exhausto.
- Boludo, me hiciste acabar –dijo-, por eso te pedí que me sacaras el dedo, me recalenté.
- ¿Te manchaste?
- Estoy todo enchastrado.
- ¿Querés que vayamos a mi departamento y te limpiás?
- No, llevame hasta casa, es a dos cuadras, espero que mis viejos no se den cuenta.
- ¿Y te gustó?
- ¡Me encantó! Guacho, que manera de salirte leche, estaba genial. ¿Cuántos polvos te podés echar?
- Si querés descubrilo venite conmigo.
- ¿Te bancarías otra volcada?
- Te repito, descubrilo. ¿Vamos a mi departamento?
- Hijo de puta, vos me violarías.
- Jamás te violaría, te haría el amor, nomás.
- Sos entrador, ¿eh? Dale, llevame a casa o voy a terminar abriéndome el culo para vos.
Unas cuadras más adelante me detuve, metros antes del edificio de Pauli.
- ¿De verdad querés que mañana vayamos a tu departamento?
- Por supuesto.
- ¿Y que vamos a hacer?
- Charlaremos, tomaremos café, escucharemos música y… lo que se dé.
- Vos nos querés coger a los dos –dijo, riéndose.
Lo tomé de las mejillas y acerqué su cara a la mía.
- Que no te quepa la menor duda, no sólo quiero, sino que me los voy terminar de culear a los dos, a vos y a Natu. Los voy a desvirgar, les voy a dar la primera pija y los dos van a terminar con el culito lleno con mi leche.
Luego lo besé, y Pauli me abrazó y me comió la boca con tanta ternura y pasión, que sentí estar con una quinceañera enamorada.
- Ahora andate de una vez o ya mismo te paso al asiento de atrás.
Pauli me dio otro beso y se bajó. Desde la puerta del edificio me saludó de un modo tan afeminado que estuve tentado de llamarlo para pedirle que me dejara chuparle el culo. Sé que lo hubiera permitido gustoso, pero entonces yo no habría podido contenerme y me lo hubiese empomado de verdad, cuando eso quería hacérselo con tiempo y en la cama.
Levante dos
La mañana me pareció extremadamente larga, lo mismo que las primeras horas de la tarde. Es que si bien debía realizar un trabajo delicado, mi mente estaba puesta casi absolutamente en el festín que planeaba darme con Pauli y Natu. De sólo pensarlo sufría una erección, por lo que no sería demasiado exagerar si digo que me pasé gran parte de la jornada cubriéndome el bulto. De hecho estuve tentado más de una vez en ir al baño y pegarme unas tremendas pajas para bajar la ansiedad, pero preferí dominarme y guardar la calentura para desquitarme con los dos pendejos.
No habíamos quedado en una hora para encontrarnos, pero estimé que pasadas las 18:00 tocarían a mi puerta. Sin embargo se hicieron las 19:30 y tal cosa no pasó. Casi permanentemente miré por la ventana, pero la de Natu estaba con la cortina corrida.
Todo el morbo que me había desconcentrado durante el día estaba esfumándose, fruto de la decepción, cuando el timbre sonó. Al abrir me encontré con los dos chicos.
- Hola –me saludó Pauli, muy simpático, entrando primero al cederle el paso y dándome un beso en la mejilla-. ¿Cómo te va? Él es Natu.
- Hola, Natu, pasen-respondí, dándole otro beso a mi vecino-. Acomódense, estaba terminando algunos detalles del trabajo –agregué, yendo a la notebook que estaba sobre la mesa de la cocina comedor y cerrándola- ¿Quieren café?
Ambos aceptaron. Pauli, con quien ya había intimado, estaba relajado y se dedicó a mirar las reproducciones de un par de cuadros conocidos que colgaban de la pared. Natu, que se veía muy nervioso y tenso, se sentó y con las piernas apretadas se limitó a mirar a su amigo. Por mi parte serví café y con la bandeja me dirigí hasta el rincón que oficiaba de living, poniendo música suave antes de sentarme.
- Y bien, así que sos Natu, mi vecino –dije sonriéndole.
- Sí –respondió lacónicamente, sin mirarme.
Natu también era ambiguo en su apariencia, afeminado y mucho más bonito de lo que había pensado, incluso más que Pauli.
- ¿Qué le contaste de mí? –le pregunté a Pauli.
- Todo –respondió con cierta picardía el chico, sentándose a mi lado, pues me hallaba en el sillón doble y Natu ocupaba el único individual.
- ¿Y qué te pareció? –me dirigí a Natu.
- Nada… qué sé yo.
La timidez de mi vecino me entusiasmaba.
- ¿Te gustó que te llamara anoche?
- Sí, mucho.
- ¿Qué pensaste?
- Se pajeó –intervino Pauli, riéndose, mientras su amigo se ruborizaba.
- Callate, boludo –susurró Natu.
- ¿De verdad te pajeaste? –Natu no respondió, sólo se sonrió, sin levantar la vista- ¿Y a vos te gustó?
- No sé, ¿a vos qué te parece? –me dijo Pauli, con picardía, mientras su mano se posaba en mi bulto -¡Hey! ¿Siempre estás durito?
- Ustedes me ponen durito –respondí, acariciando la cabeza de Pauli y mirando a Natu, que tenía ahora sus ojos fijos en los míos-. Me encantan que hayan venido.
- ¿Y qué te gustaría hacer con nosotros?
Me acerqué a Pauli al tiempo que lo atraje hacia mí, y besé sus hermosos labios, apretándolos con los míos y pasándoles mi lengua. Sé que le gustó y excitó, pues sentí que me agarraba el bulto con ganas.
- ¿Vos qué crees?
- Yo creo que vos nos querés garchar a los dos –dijo, casi en un murmullo, siempre sonriendo-, pero ya te dije que nosotros todavía no nos entregamos.
- Por supuesto que los quiero garchar. A vos y a vos –dije, mirando a Natu, que estaba rojo como un tomate-, pero no los voy a obligar a nada, son ustedes los que me tienen que ofrecer el culo.
- ¿Te gustan nuestros culos? –quiso saber Pauli.
- Mucho, aunque los he visto de lejos, ¿por qué no te sacás la ropa?
Me puse de pie y fui hasta el equipo de música, colocando un compilado de temas electrónicos, a sabiendas de que a Pauli le gustaba. También subí el volumen, corrí las cortinas y apagué algunas luces. Había probado rato antes esa ambientación y realmente le dio un toque más íntimo. Cuando volví al sillón, Pauli ya estaba de pie, bailando al tiempo que sensualmente se quitaba la ropa. No dejé de frotarme el bulto mientras lo veía, atendiendo de reojo a Natu, que miraba a su amigo casi sin saber qué hacer. Realmente estaba muy incómodo. Finalmente, Pauli quedó tan sólo con una tanga negra muy metida entre sus nalgas, que le quedaba genial. Su culito era chiquito, pero redondo y parado. No imagino chongo que se precie de tal que no se lo quisiera culear.
- ¿Y… te gusta? -preguntó, dándome la espalda y echando su trasero hacia mí.
Lo tomé de la cintura y lo acerqué para besarle los glúteos. El chico era totalmente lampiño y su piel muy suave. Creo que lo sorprendí cuando metí la mano entre los cachetes y agarré el hilo de la tanga, corriéndosela, para luego abrirle las nalgas. Lo que vi me maravilló: un agujerito cerrado, marroncito, como una boquita diciendo la letra U. Sin darle tiempo a reaccionar le pasé la lengua y le di varias succiones fuertes. Pauli gimió y se salió tras unos segundos.
- Sos un guacho –dijo histeriqueando.
- Rico culito.
Se acercó y me besó en los labios. Tras responderle le dije al oído.
- Natu está muy tenso, aflojalo, ya sabés cómo.
Pauli se sentó entonces en el posabrazos del sillón de Natu y comenzó a besarle el cuello, las orejas y la cara. Natu no estaba esquivo, pero sí algo confuso. Por un momento temí que tuviera celos de Pauli y de mí, pero pronto respondió a los besos y caricias de su amigo, poniéndose de pie para disfrutarse mejor. Minutos después, ambos parecían haberse olvidado de mí y estaban enfrascados en una transa alucinante, durante la cual Pauli desvistió a Natu hasta dejarlo también en tanga.
Era una situación maravillosa para mí, estar a solas con dos preciosos putitos lesbianos, frotándose mientras se manoseaban las colas y se comían las bocas. Tal cómo ya lo había hecho en dos ocasiones, saqué mi verga fuera del pantalón y me empecé a masturbar.
Los chicos ya estaban bien calentitos, por lo que decidí dar el siguiente paso. Quería ser muy cuidadoso, pues estaba empecinado en que los dos mariquitas dejarían mi departamento llevándose mi leche en sus culos.
Les pasé los brazos por los hombros a ambos y les dije:
- Vengan al dormitorio, estarán más cómodos –y le di a Pauli un profundo beso de lengua, luego miré a Natu y también lo besé, pero más suave. Me gustó que respondiera de inmediato y sin rechazo.
Al llegar al cuarto los empujé suavemente y ambos cayeron sobre la cama, enroscándose tal como la tarde anterior lo hicieran en el dormitorio de Natu, continuando con la franela, pero ya manoseándose mutuamente las pijas. Mientras tanto, me saqué toda la ropa, hasta quedarme desnudo por completo, y me senté en una mullida silla ubicada contra una pared, donde retomé mi masturbación.
- Son lo más hermoso que he visto en mi vida, chicos, son los putitos más deliciosos que puede haber. No me cansaría de mirarlos, son un poema.
Muchas cosas de ese tipo seguí diciéndoles al descubrir que los excitaba tener a un macho pajeándose mientras jugaban. Y yo quería más.
- Quiero que se chupen, háganse la paja con la boquita –ordené, y de inmediato se acomodaron para convertirse en un 69.
Sin quitarse las bombachas, los putitos sacaron sus pijas y se las empezaron a mamar. Al parecer Pauli siempre iba arriba, signo de que era el más aventurero de los dos.
¿Qué decir? Cada vez me sentía más caliente y maravillado, en verdad que era fabuloso verlos. Sólo aquel al que le gusten los maricas como a mí podría comprenderme, y de ser así seguramente sería más que envidiado.
Mi pija estaba hinchadísima y la cabeza empapada de juguito caliente cuando decidí participar. Me puse de pie y fui hasta la cama, poniéndome atrás de Pauli. Cuando Natu me vio le di un beso en la frente y luego abrí las nalgas de su amigo para encontrarme otra vez con su ano, al que me dediqué a chupar con profundo deleite. Más que morbo me dio el sabor de culo tan rico, en el que hundí mi lengua tan adentro como pude y le hurgué el recto, hallándolo caliente y húmedo, aunque más lo mojé con la abundante saliva que fui metiéndolo. Pauli se movía y gemía mientras mamaba a Natu, señal que mi beso negro le gustaba, incluso hasta levantó la cola, con lo que mi lengua pudo entrarle un poco más. A Natu también le calentó la situación, pues le oía chupar con más fuerza y también gemir. En un momento comprobé que las pijas de ambos eran pequeñas comparadas con la mía, por lo que decidí darle a Natu una probada de lo que luego me proponía enchufarle por atrás. Así fue que retiré a Pauli y, acostándome boca arriba, le indiqué.
- Vení, mostrale a Natu lo que me hiciste anoche.
Con la boca llena de saliva y una cara de trola perdida se me echó encima y literalmente se comió mi verga, chupándomela con una desesperación que casi me provoca dolor, pero a la vez un placer que se impuso. Instintivamente atraje a Natu, encontrándolo por demás dócil a mi abrazo, y comencé a comerle la boca, metiéndole la lengua hasta rozarle la campañilla. El mariquita me respondió con igual fervor, acariciándome y dejándome que le manoseara el orto a mi gusto, incluso metiéndole un dedo que previamente humedecí en la boca de Pauli.
- ¡Me vuelco, me vuelco! –dijo Pauli de repente, arrodillándose para disponerse a salir, supongo que al baño para no manchar nada.
- ¡Tomásela! –ordené.
De inmediato Pauli fue al encuentro de su entrepierna y engullo la pequeña pero dura pija de su amigo, que le tomó la cabeza para metérsela hasta el fondo de la garganta. Urgente me ubiqué detrás de Pauli y sin miramientos acomodé la cabeza de mi pija en su ano mojado y empujé. Pero sólo un poco, apenas metiéndole la punta de mi verga.
- Si me dejás, ya mismo te la meto –le dije al oído, abrazándolo con fuerza.
- ¡Metela… metela… sí… metemela! –gritó.
Y yo la metí. Despacio pero firme, tensando a más no poder la garcha, sintiendo cómo se abría paso en ese agujerito estrecho. Me costó, debo decirlo, pero debía aprovechar la calentura del putito y logre meterle toda la cabeza de la pija. Pauli liberó un suspiro profundo mientras la baba le cayó por la barbilla. Supe que estaba volcándose. Era el clímax, lo estaba viviendo, el instante en el que el placer supera cualquier dolor, entonces continué avanzando lenta pero firmemente, y mientras Natu se tragaba toda su leche yo conseguía esconderle la poronga hasta los huevos.
- ¡Te empomó! -exclamó Natu, abriendo exageradamente los ojos al tiempo que se sentaba en la cama, mirando alternadamente la cara de su amigo y a mí-. ¡Te está culeando!
- ¡Me empomaste, hijo de puta! –dijo Pauli, como tomando recién conciencia de que aproveché el momento justo para desvirgarlo.
- ¿Te duele? –quiso saber Natu, con imperiosa curiosidad.
- No, pero siento que la pija me va a salir por la boca… te va a gustar.
Me eché sobre Pauli de modo que lo hice caer boca abajo, haciéndole sentir todo el peso de mi cuerpo.
- Te voy a bombear despacito –susurré-, así el upite se va acostumbrando a mi pija y no te duele.
- Esperaste el momento justo, sos un guacho, me agarraste con las defensas bajas. ¿Te pusiste forro?
- No, ayer te dije que te iba a llenar el culo de leche y eso va a pasar, pero no te preocupes, esto es una excepción, jamás cojo sin forro, pero a vos te quería inaugurar el hueco como se debe. Y vos preparate, Natu, enseguida te voy a culear a vos.
- A mí otro día –dijo, algo asustado.
- Ningún otro día, de aquí vas a salir como Pauli, chorreando esperma del culito. Vení, les voy a enseñar algo.
Suavemente le saqué la pija a Pauli. Brillaba, pero estaba reluciente. El chico se había lavado profundamente el orto antes de llegar.
- Vení, Natu, cogete esta nenita hermosa.
Natu no entendía nada, por lo que fui quien lo ubiqué para que pudiera hacer lo que le pedía.
- Desde hoy ustedes son mis trolitos y de nadie más, sus culos le pertenecen a mi verga, pero cuando no esté se consolarán el uno al otro. Dale, mi amor, mete el pito en este culito rico.
Creo que Natu obedeció por yo no darle tiempo a nada, pero lo cierto es que apenas empezó a penetrar a Natu se entusiasmó y empezó a bombearlo. Pauli había probado mi verga gorda, por lo que no le dolió al sentir el pene delgado de natu. Ahora tenía un putito encima de otro putito, y a mí abriéndole las nalgas a Natu para dedicarme a devorarle el hueco, que resultó tan sabroso como el de Pauli.
Se lo comí, se lo violé con la lengua, le metí dos dedos, se lo escupí y empujé hacie el interior la saliva. El marica se calentó tanto por esa caricia y por estar culeándose al amigo que nada dijo cuando me ubiqué encima suyo y le apoyé la cabeza de la chota en la cueva. Es más, se aceleró al darse cuenta de que me lo estaba por garchar, y fue lo que pasó. Sé que provoqué su orgasmo, pues cuando la cabeza apenas iba entrando se corrió como loco, aullando como poseso, y aproveché. Mi verga, palpitante, se hundió entre sus carnes, encajó en su recto y lo taponó, llenándolo con mi tronco, hasta que mis huevos peludos y sudados se aplastaron contra sus nalgas.
- ¡Me vuelco…me vuelco! –gritó Natu.
- ¡Yo también! –exclamó Pauli-. ¡Voy a manchar la cama!
- Manchala, nomás –dije-, y vos manchale adentro que yo te mancho a vos. Los adoro, chicos.
Y fue un polvazo, realmente mágico. Mi pija explotó con lo que sentí fueron litros de leche espesa y caliente que llenaron las entrañas de mi vecino, mientras éste se vaciaba en el upite de su amigo y éste a su vez enchastraba la cama.
Transpirados y agitados, pero satisfechos, los tres nos corrimos hasta quedar como tres cucharas pegadas.
- ¿Te dolió? –preguntó Pauli.
- No, me encanta, todavía la tengo adentro, igual que vos conmigo –respondió, besándolo en la boca. Natu volvió luego su cara y me besó-. Gracias, Santiago, me encantó.
- No más que a mí, te lo aseguro.
- Santi… -dijo Pauli-. Pero dijiste que me iría con tu leche, pero sólo tengo la de Natu.
- Es verdad, igual todavía no terminamos.
Rato más tarde, Natu y Pauli salieron de mi departamento, dejando la virginidad de sus culos y llevándose mi leche. A partir de entonces todas las tardes nos encontramos, incluso un par de veces se quedaron a dormir conmigo, y hasta pude extender una semana más mi estadía en Córdoba, de donde siempre volví con la pija irritada pero con la satisfacción de haber culeado a dos preciosos lesbianitos.
Hace tiempo que no estamos en contacto, pero sé que Natu viajó a Brasil, donde se desempeña como coreógrafo, mientras que Pauli se convirtió en un diseñador de modas muy prestigioso. Guardo un gran cariño por ambos y buenísimos recuerdos, pues de algún modo siempre serán mis putitos.
17 comentarios - Los lesbianitos de Córdoba
Ya lo dije casi todo, vengo leyendo del último al primero, al revés como en la vida, y estoy sin aliento, por demás caliente, más putito que de costumbre, casi al borde de la locura y el hambre de macho, de pija.
La tirita de mi colaless se está prendiendo fuego, me quedan un par de horas, después del almuerzo me rajo con alguna excusa y hasta que no me llenen el culo de pija no paro.
Este relato es excelente, alguien pidió fotos ¿para qué? si lo contaste tan bién que estuve allí, viendo, oyendo, oliendo, tocando... ¿para qué fotos? si me llevaste de la mano a cada lugar, a esa habitación, si me hiciste acariciar la tersura de esas pieles, no, fotos no, el que no haya visto esta película de palabras que vaya al oculista, o que aprenda a abrir la mente que es el más maravilloso álbum de fotos que puede haber.
Yo te agradezco Sable, por estos relatos, por tu forma de vivir la vida y el sexo (que es más o menos lo mismo) y por contarnosla de una manera maravillosa.
En cierto modo, representás el ideal de macho que espero encontrar en cada levante, te adoro por eso y te admiro por tu forma de escribir, de contar lo que sentís.
Besos ❤️
Yo comenté tu post, poro favor comentá el mio.
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