La Facultad de Periodismo es un buen lugar para conocer machos. No por nada estoy cursando la misma carrera desde hace 7 años, no puedo dejar el hábito de conocer nuevos machos recién salidos de la adolescencia. Cada año se inscriben como mil alumnos para primer año, así que tengo mucho de donde elegir. Pero de entre todos me quedo con el profesor Alejo, de Filosofía. Nunca apruebo el parcial. Él se para delante del pizarrón y empieza a hablar sin parar. Mi atención se centra en el centro de su cuerpo, justo debajo de su cinturón. Observando cada pliegue del pantalón en esa zona. Cuando habla de Marx parece excitarse. Lo imagino con slips de varios colores y motivos.
Termina la clase y por supuesto no aprendí nada, pero estoy todo mojado y caliente. Lo voy a buscar a la sala de profesores para consultarlo, le pregunto cosas al oído, me insinúo tirándome sobre su escritorio pero él ni se inmuta.
El profesor Pablos es diferente, él mira con atención los traseros de sus nuevos alumnos y suele dar largas explicaciones a sus alumnos más aplicados. Si siguen sin entender él se arrima más a ellos y acariciándolos tiernamente los invita a ir a su oficina.
-¡Dieeegoooo!
Me está llamando Horacio. Él no es alumno pero me lo crucé varias veces por la sala de profesores y nos hicimos amigos.
-Hola Horacio, ¿qué estás haciendo?
-Guardo per maschio virile.
-¡Ja! No me digas. ¿Te recibió Pablos?
-Estaba ocupado, pero me aceptó las flores. Vamos a tomar algo.
-Como te decía, acomodé las flores en su mesa, tomé su cara entre mis manos, y cuando estaba por besarlo apareció el otro, Alejo.
-Tienen las oficinas pegadas.
-Two´s company...three´s a crowd.
-No puedo creer que insistas pudiendo irte a Estados Unidos y probar los chongos de allá.
-Ya estuve por allá, de costa a costa. El verdadero macho está en Argentina, no hay en otro lado el tipo de machos que se encuentran acá, te lo juro. En Alemania me recorrí los Badenhäuser gays, o sea los saunas, y siempre encontrabas a alguien lindo, lampiño, la mayoría de los alemanes son lampiños. Lo mismo en Francia.
-¿Cuánto más vas a insistir?
-¿Y vos? Lo único que falta es que te arrodilles enfrente de él y le digas: "Please, let me give you a blow-up!"
-A ver, repetímelo, a lo mejor funciona. Plis, mi yibyu y ¿qué más?
-Terminala Diego. Nos vemos mañana.
Otro día en la Facu. Hace un calor tan intenso que me vine con una camisa de mangas cortas y un shorcito blanco bien cortito que deje respirar mis piernas. Entré al aula y el profesor Alejo me siguió con la mirada. Es la primera vez que llamo su atención. Mientras da su charla me mira de reojo. Yo cruzo mis piernas, las estiro, me pongo de costado. ¿Qué más puedo hacer? De repente sale corriendo y entra a la sala de profesores. Abre la puerta de la oficina de Pablos y lo encuentra con los pantalones bajos siendo chupado vorazmente por su alumnito Mariano a travez de la bragueta de su boxer.
-Pablos, necesito de tu ayuda.
-Haaaa... estoy ocupado, te veo en una hora en el bar "El Porteñito".
Alejo se va. Marianito sigue con su boca llena de pija mientras acaricia el boxer celeste de Pablos y luego recorre las piernas de su profesor. Su lengua acaricia la exuberante cabeza de la poronga, sus labios están húmedos de pasión y calentura. Acelera los movimientos cuando los gemidos del profesor se aceleran, está por terminar el trabajo práctico. Siente en su nuca los dedos de Pablos entrelazados en su cabello dándole la aprobación. De pronto en su garganta la nota final, un chorro de leche saliendo escupida en un arranque de placer. Toma toda la pija en su boca para arrancar los últimos gemidos. Luego la despide lentamente con saludos de saliva, la vuelve a introducir en su boca, temiendo extrañarla mucho dentro de unas horas, la vuelve a despedir. La toma con su mano y le da una última caricia.
El bar estaba repleto, pero a nadie le extraña que en una mesa se hable de amor entre hombres.
-¿Cómo hay que hacer Pablos?
-Tenés que darle al pico, puro hablar de pareceres, y encararlo mirándole el cuerpo entero. Que nada escape a tus ojos, envolverlo pa' regalo y llevártelo al cuarto.
-Pero para mí es complicado, no está bien visto.
-Dejate de boludeces. No seas pamela y dale para adelante.
-¿Porqué te llamás Pablos?
-Mis viejos eran gays y me pusieron ese nombre, me dijeron que por una historia de un tal Quevedo, pero yo no le encuentro sentido.
-¿Pero leíste la historia?
-No. Yo enseño Periodismo, no Literatura.
-Hola Horacio, otra vez por acá.
-Sí, no sabés. Me llamó recién Pablos al celular. Wie süss. Es un dulce, me dijo que estaba apenado, que las flores lo hacían acordar a mí y que vaya a su oficina que me está esperando al palo.
-Genial.
-Ahí viene tu profe. Suerte.
Horacio se va a la oficina de Pablos. Cuando entra Pablos enciende la radio y suena un tango. Ambos se ponen a bailar.
-Profesor, ¿cómo está?
-Decime Alejo. Diego, necesito que vengas a mi oficina -me dice con voz firme.
Accedo gustoso. Cuando entro me mira de arriba abajo, parece que me va a decir algo, abre la boca, espera... se lanza sobre mí. Su boca abierta choca con la mía, sus manos bajan mi shorcito blanco y se pegan a mi culo. Sus dedos inquietos buscan mi orificio anal y lo penetran. Juegan en mi agujero. Sus besos no se despegan de mí. Absorbo su saliva como si fuera el elixir de la vida eterna.
-Diego, hace rato que deseaba hacer esto.
Se arrodilla y me baja el short y el slip. Mi pija sale empinada. Su lengua la recorre de extremo a extremo y luego se aleja a mi culo. De nuevo su lengua recorre mi piel, esta vez por la raya de mi horto. Luego se hunde en mi ano haciéndome sentir un macho feliz. Mi esfínter recibe con alegría la saliva que lo inunda y la inquieta lengua que le hace cosquillas. Entonces se detiene. Se pone de pie. Siento vértigo en el pecho. Mi ano está desprotegido, relajado, a merced de mi profesor de Filosofía. Siento que se baja el cierre de su pantalón. Entonces me doy vuelta para ver el bulto de su calzoncillo. Está manchado por el deseo. Chupo el calzoncillo semihúmedo mientras lo voy bajando muy despacio. De a poco va apareciendo ante mis ojos los negros pendejos y la poronga de mis sueños. La pajeo de la emoción. Él toma mi cabeza y controla la situación. Clava su verga en mi boca y realiza movimientos suaves. Mi lengua descontrolada se pasea por el glande y la generosa prolongación de su pene. Mis labios lo apretan pero igual se resbalan arriba y abajo.
Mientras tanto en la oficina de al lado Horacio besa el culo de su bien amado Pablos. Ambos están semidesnudos. Los besos negros le producen a Pablos una dulce excitación que endurece su pija y la lubrica para el paso siguiente. Horacio abre sus piernas y se inclina sobre el escritorio. Pablos se pone detrás de él, lo toma de la cintura y lo penetra rítmicamente. Va hundiendo su miembro en ese culo sabroso mientras Horacio lo guía con sus gemidos. Cuando la tiene toda adentro, afectuoso besa y acaricia la espalda de Horacio, luego empieza con los movimientos de su pija y se vuelve furioso. Como un terremoto va sacudiendo la abertura de Horacio haciéndole lanzar alaridos y súplicas. Resopla y desoye los ays de Horacio, todo aquello le parece más excitante aún.
-¡Sos mi puto! ¡Te voy a romper el culo! Te lo voy a romper y me vas a adorar.
Lo cabalga como si fuera el último culo que va a tener bajo su sometimiento. El culo de Horacio siente el fierro caliente de Pablos entrar y salir. Sabe que emergerá todavía un flujo de leche caliente que le quemará las entrañas.
La pija de Alejo está por regar mi sedienta garganta. Mi culo late esperando que le llegue el turno. Entonces suena el timbre y Alejo empieza a vestirse de nuevo.
-¿Qué pasa?- le pregunto.
-¿No escuchás? Sonó el timbre, empieza la hora de clase.
-¿Pero no podemos esperar un poco?
-Si no estudiás no vas a aprobar nunca.
-Pero yo quiero probar otra cosa.
No hay peros que valgan, a clase. Los alumnos de Pablos son los únicos que se quedan sin clase hoy.
A la semana siguiente me encuentro con Horacio de nuevo. Está descorazonado y triste.
-¿Qué te pasó?
-Hoy no me garchó. Después de siete días seguidos de garcha diaria y descomunal hoy me dijo que no puede porque tiene que examinar a sus alumnos. Me mata la abstinencia.
-Me pasó algo parecido con Alejo, fui a su oficina y estaba ocupado.
-¿Qué excusa puso?
-Me dijo: "Estoy leyendo el IIIº Volumen de un libro de Valerio Manfredi sobre Alejandro Magno. Ya lei los otros dos así como otro de un periodista inglés llamado Michael Wood "In the footsteps of Alexander the Great" que es un trabajo hecho para la TV inglesa siguiendo el territorio de sus viajes."
-Qué pesado. Vos y yo vamos a reventar la noche. Te invito.
-Vamos.
Y fuimos. No pasamos desapercibidos. Estábamos hablando de buenas cogidas y se nos acercó un señor muy amable y en buen estado. Parecía salido de un gimnasio, pero nos dijo que era abogado y nos quería invitar unos tragos. Había escuchado parte de la charla y estaba intrigado con nosotros.
-Son dos putos tragapijas, los estaba escuchando y me dieron ganas de sacudirme la pija en el baño. Con todo respeto se los digo. Yo nunca estuve con otro hombre, ni siquiera creo que me gusten, pero estoy tan excitado que quisiera que me acompañen a un lugar y me muestren cómo se divierten ustedes. Quiero sentir un culo de macho apoyándose en mi verga. Quiero ver cómo se dan besitos y quiero que se peleen por chupármela.
A esa altura yo ya estaba convencido de entregarle mi horto al aún virgen de macho abogado. Pero siguió hablando y nos ofreció un dineral por debutar con nosotros.
Le iba a decir que no, que no era necesario, pero Horacio se me adelantó y consumó el trato.
Nos llevó a un hotel en su lujoso auto. Entre los dos lo fuimos desnudando y fuimos descubriendo un cuerpo muy trabajado. Nosotros quedamos en calzoncillos, y mientras nos tocaba por todas partes nos pedía que nos besáramos. Él se ponía más al palo y más libidinoso. Se acostó en la cama y se colocó una cantidad exagerada de gel en la punta de la verga, mientras el gel se iba chorreando yo me acerqué para sentarme encima. Él observaba con suma atención mientras yo me introducía su pija en mi culo. Iba bajando despacio a la vez que un hilo de saliva le caía de la comisura del labio. Cuando todo mi culo se apoyó en sus huevos lanzó un gemido de placer. Horacio empezó a pajearme, pero le dije que todavía no porque la pija del abogado me estaba estrangulándo la próstata. Entonces empezó a mordisquearme los pezones mientras yo me movia cogiéndome la pija tan sabrosa. El abogado ardía de placer y se tocaba sus propias tetillas. Empecé a mover mi culo en círculos, cualquier posición me generaba algo. Me palpitaba tanto que creo que estaba en un orgasmo contínuo y no podía parar. Entonces acabé y le llené de leche el tórax y el ombligo. El abogado no podía creer cómo me saltara tanta leche. Entonces comenzamos a movernos juntos en una oscilación combinada hasta que acabó dentro mio. Fui directo a su boca para enredar mi lengua en la suya mientras Horacio se repartía entre limpiar de semen esa verga suculenta y lamerme el culo también lleno de leche.
Después le tocó a Horacio. Se puso en cuatro sobre la cama y el abogadó lo embocó de una. Parece que tenía práctica en esa posición. Mientras se lo empomaba yo de atrás le besaba el culo y le ponía la lengua bien adentro. El abogado estaba como loco. Con una mano agarré la pija de Horacio y con la otra le puse un dedo en el culo al cogedor y sentía cómo una energía orgiástica me recorría todo el cuerpo. El abogado acabó, su culo tembló y la pija de Horacio lanzo leche al tiempo que su culo recibía otro litro del abogado. Mis manos fueron testigo de todo.
Entonces caigo exhausto sobre el colchón. El abogado se vuelve hacia mí, inclinándose sobre mi choto.
-Diego -le da una prolongada chupada a mi pija y prosigue, con tono cómplice- preparo el yacuzzi y la seguimos.
Horacio se tira al lado mío mientras el abogado, ahora un macho con todas las letras, se va hasta el baño. Me mira a los ojos y me da un apretado pico.
-Horacio, ¿en qué momento nos cambió la suerte?
-Menos preguntas Diego, relajate y disfrutá.
---FIN---
Termina la clase y por supuesto no aprendí nada, pero estoy todo mojado y caliente. Lo voy a buscar a la sala de profesores para consultarlo, le pregunto cosas al oído, me insinúo tirándome sobre su escritorio pero él ni se inmuta.
El profesor Pablos es diferente, él mira con atención los traseros de sus nuevos alumnos y suele dar largas explicaciones a sus alumnos más aplicados. Si siguen sin entender él se arrima más a ellos y acariciándolos tiernamente los invita a ir a su oficina.
-¡Dieeegoooo!
Me está llamando Horacio. Él no es alumno pero me lo crucé varias veces por la sala de profesores y nos hicimos amigos.
-Hola Horacio, ¿qué estás haciendo?
-Guardo per maschio virile.
-¡Ja! No me digas. ¿Te recibió Pablos?
-Estaba ocupado, pero me aceptó las flores. Vamos a tomar algo.
-Como te decía, acomodé las flores en su mesa, tomé su cara entre mis manos, y cuando estaba por besarlo apareció el otro, Alejo.
-Tienen las oficinas pegadas.
-Two´s company...three´s a crowd.
-No puedo creer que insistas pudiendo irte a Estados Unidos y probar los chongos de allá.
-Ya estuve por allá, de costa a costa. El verdadero macho está en Argentina, no hay en otro lado el tipo de machos que se encuentran acá, te lo juro. En Alemania me recorrí los Badenhäuser gays, o sea los saunas, y siempre encontrabas a alguien lindo, lampiño, la mayoría de los alemanes son lampiños. Lo mismo en Francia.
-¿Cuánto más vas a insistir?
-¿Y vos? Lo único que falta es que te arrodilles enfrente de él y le digas: "Please, let me give you a blow-up!"
-A ver, repetímelo, a lo mejor funciona. Plis, mi yibyu y ¿qué más?
-Terminala Diego. Nos vemos mañana.
Otro día en la Facu. Hace un calor tan intenso que me vine con una camisa de mangas cortas y un shorcito blanco bien cortito que deje respirar mis piernas. Entré al aula y el profesor Alejo me siguió con la mirada. Es la primera vez que llamo su atención. Mientras da su charla me mira de reojo. Yo cruzo mis piernas, las estiro, me pongo de costado. ¿Qué más puedo hacer? De repente sale corriendo y entra a la sala de profesores. Abre la puerta de la oficina de Pablos y lo encuentra con los pantalones bajos siendo chupado vorazmente por su alumnito Mariano a travez de la bragueta de su boxer.
-Pablos, necesito de tu ayuda.
-Haaaa... estoy ocupado, te veo en una hora en el bar "El Porteñito".
Alejo se va. Marianito sigue con su boca llena de pija mientras acaricia el boxer celeste de Pablos y luego recorre las piernas de su profesor. Su lengua acaricia la exuberante cabeza de la poronga, sus labios están húmedos de pasión y calentura. Acelera los movimientos cuando los gemidos del profesor se aceleran, está por terminar el trabajo práctico. Siente en su nuca los dedos de Pablos entrelazados en su cabello dándole la aprobación. De pronto en su garganta la nota final, un chorro de leche saliendo escupida en un arranque de placer. Toma toda la pija en su boca para arrancar los últimos gemidos. Luego la despide lentamente con saludos de saliva, la vuelve a introducir en su boca, temiendo extrañarla mucho dentro de unas horas, la vuelve a despedir. La toma con su mano y le da una última caricia.
El bar estaba repleto, pero a nadie le extraña que en una mesa se hable de amor entre hombres.
-¿Cómo hay que hacer Pablos?
-Tenés que darle al pico, puro hablar de pareceres, y encararlo mirándole el cuerpo entero. Que nada escape a tus ojos, envolverlo pa' regalo y llevártelo al cuarto.
-Pero para mí es complicado, no está bien visto.
-Dejate de boludeces. No seas pamela y dale para adelante.
-¿Porqué te llamás Pablos?
-Mis viejos eran gays y me pusieron ese nombre, me dijeron que por una historia de un tal Quevedo, pero yo no le encuentro sentido.
-¿Pero leíste la historia?
-No. Yo enseño Periodismo, no Literatura.
-Hola Horacio, otra vez por acá.
-Sí, no sabés. Me llamó recién Pablos al celular. Wie süss. Es un dulce, me dijo que estaba apenado, que las flores lo hacían acordar a mí y que vaya a su oficina que me está esperando al palo.
-Genial.
-Ahí viene tu profe. Suerte.
Horacio se va a la oficina de Pablos. Cuando entra Pablos enciende la radio y suena un tango. Ambos se ponen a bailar.
-Profesor, ¿cómo está?
-Decime Alejo. Diego, necesito que vengas a mi oficina -me dice con voz firme.
Accedo gustoso. Cuando entro me mira de arriba abajo, parece que me va a decir algo, abre la boca, espera... se lanza sobre mí. Su boca abierta choca con la mía, sus manos bajan mi shorcito blanco y se pegan a mi culo. Sus dedos inquietos buscan mi orificio anal y lo penetran. Juegan en mi agujero. Sus besos no se despegan de mí. Absorbo su saliva como si fuera el elixir de la vida eterna.
-Diego, hace rato que deseaba hacer esto.
Se arrodilla y me baja el short y el slip. Mi pija sale empinada. Su lengua la recorre de extremo a extremo y luego se aleja a mi culo. De nuevo su lengua recorre mi piel, esta vez por la raya de mi horto. Luego se hunde en mi ano haciéndome sentir un macho feliz. Mi esfínter recibe con alegría la saliva que lo inunda y la inquieta lengua que le hace cosquillas. Entonces se detiene. Se pone de pie. Siento vértigo en el pecho. Mi ano está desprotegido, relajado, a merced de mi profesor de Filosofía. Siento que se baja el cierre de su pantalón. Entonces me doy vuelta para ver el bulto de su calzoncillo. Está manchado por el deseo. Chupo el calzoncillo semihúmedo mientras lo voy bajando muy despacio. De a poco va apareciendo ante mis ojos los negros pendejos y la poronga de mis sueños. La pajeo de la emoción. Él toma mi cabeza y controla la situación. Clava su verga en mi boca y realiza movimientos suaves. Mi lengua descontrolada se pasea por el glande y la generosa prolongación de su pene. Mis labios lo apretan pero igual se resbalan arriba y abajo.
Mientras tanto en la oficina de al lado Horacio besa el culo de su bien amado Pablos. Ambos están semidesnudos. Los besos negros le producen a Pablos una dulce excitación que endurece su pija y la lubrica para el paso siguiente. Horacio abre sus piernas y se inclina sobre el escritorio. Pablos se pone detrás de él, lo toma de la cintura y lo penetra rítmicamente. Va hundiendo su miembro en ese culo sabroso mientras Horacio lo guía con sus gemidos. Cuando la tiene toda adentro, afectuoso besa y acaricia la espalda de Horacio, luego empieza con los movimientos de su pija y se vuelve furioso. Como un terremoto va sacudiendo la abertura de Horacio haciéndole lanzar alaridos y súplicas. Resopla y desoye los ays de Horacio, todo aquello le parece más excitante aún.
-¡Sos mi puto! ¡Te voy a romper el culo! Te lo voy a romper y me vas a adorar.
Lo cabalga como si fuera el último culo que va a tener bajo su sometimiento. El culo de Horacio siente el fierro caliente de Pablos entrar y salir. Sabe que emergerá todavía un flujo de leche caliente que le quemará las entrañas.
La pija de Alejo está por regar mi sedienta garganta. Mi culo late esperando que le llegue el turno. Entonces suena el timbre y Alejo empieza a vestirse de nuevo.
-¿Qué pasa?- le pregunto.
-¿No escuchás? Sonó el timbre, empieza la hora de clase.
-¿Pero no podemos esperar un poco?
-Si no estudiás no vas a aprobar nunca.
-Pero yo quiero probar otra cosa.
No hay peros que valgan, a clase. Los alumnos de Pablos son los únicos que se quedan sin clase hoy.
A la semana siguiente me encuentro con Horacio de nuevo. Está descorazonado y triste.
-¿Qué te pasó?
-Hoy no me garchó. Después de siete días seguidos de garcha diaria y descomunal hoy me dijo que no puede porque tiene que examinar a sus alumnos. Me mata la abstinencia.
-Me pasó algo parecido con Alejo, fui a su oficina y estaba ocupado.
-¿Qué excusa puso?
-Me dijo: "Estoy leyendo el IIIº Volumen de un libro de Valerio Manfredi sobre Alejandro Magno. Ya lei los otros dos así como otro de un periodista inglés llamado Michael Wood "In the footsteps of Alexander the Great" que es un trabajo hecho para la TV inglesa siguiendo el territorio de sus viajes."
-Qué pesado. Vos y yo vamos a reventar la noche. Te invito.
-Vamos.
Y fuimos. No pasamos desapercibidos. Estábamos hablando de buenas cogidas y se nos acercó un señor muy amable y en buen estado. Parecía salido de un gimnasio, pero nos dijo que era abogado y nos quería invitar unos tragos. Había escuchado parte de la charla y estaba intrigado con nosotros.
-Son dos putos tragapijas, los estaba escuchando y me dieron ganas de sacudirme la pija en el baño. Con todo respeto se los digo. Yo nunca estuve con otro hombre, ni siquiera creo que me gusten, pero estoy tan excitado que quisiera que me acompañen a un lugar y me muestren cómo se divierten ustedes. Quiero sentir un culo de macho apoyándose en mi verga. Quiero ver cómo se dan besitos y quiero que se peleen por chupármela.
A esa altura yo ya estaba convencido de entregarle mi horto al aún virgen de macho abogado. Pero siguió hablando y nos ofreció un dineral por debutar con nosotros.
Le iba a decir que no, que no era necesario, pero Horacio se me adelantó y consumó el trato.
Nos llevó a un hotel en su lujoso auto. Entre los dos lo fuimos desnudando y fuimos descubriendo un cuerpo muy trabajado. Nosotros quedamos en calzoncillos, y mientras nos tocaba por todas partes nos pedía que nos besáramos. Él se ponía más al palo y más libidinoso. Se acostó en la cama y se colocó una cantidad exagerada de gel en la punta de la verga, mientras el gel se iba chorreando yo me acerqué para sentarme encima. Él observaba con suma atención mientras yo me introducía su pija en mi culo. Iba bajando despacio a la vez que un hilo de saliva le caía de la comisura del labio. Cuando todo mi culo se apoyó en sus huevos lanzó un gemido de placer. Horacio empezó a pajearme, pero le dije que todavía no porque la pija del abogado me estaba estrangulándo la próstata. Entonces empezó a mordisquearme los pezones mientras yo me movia cogiéndome la pija tan sabrosa. El abogado ardía de placer y se tocaba sus propias tetillas. Empecé a mover mi culo en círculos, cualquier posición me generaba algo. Me palpitaba tanto que creo que estaba en un orgasmo contínuo y no podía parar. Entonces acabé y le llené de leche el tórax y el ombligo. El abogado no podía creer cómo me saltara tanta leche. Entonces comenzamos a movernos juntos en una oscilación combinada hasta que acabó dentro mio. Fui directo a su boca para enredar mi lengua en la suya mientras Horacio se repartía entre limpiar de semen esa verga suculenta y lamerme el culo también lleno de leche.
Después le tocó a Horacio. Se puso en cuatro sobre la cama y el abogadó lo embocó de una. Parece que tenía práctica en esa posición. Mientras se lo empomaba yo de atrás le besaba el culo y le ponía la lengua bien adentro. El abogado estaba como loco. Con una mano agarré la pija de Horacio y con la otra le puse un dedo en el culo al cogedor y sentía cómo una energía orgiástica me recorría todo el cuerpo. El abogado acabó, su culo tembló y la pija de Horacio lanzo leche al tiempo que su culo recibía otro litro del abogado. Mis manos fueron testigo de todo.
Entonces caigo exhausto sobre el colchón. El abogado se vuelve hacia mí, inclinándose sobre mi choto.
-Diego -le da una prolongada chupada a mi pija y prosigue, con tono cómplice- preparo el yacuzzi y la seguimos.
Horacio se tira al lado mío mientras el abogado, ahora un macho con todas las letras, se va hasta el baño. Me mira a los ojos y me da un apretado pico.
-Horacio, ¿en qué momento nos cambió la suerte?
-Menos preguntas Diego, relajate y disfrutá.
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