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En la pensión
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Dadas mis tempranas inclinaciones, mis padres resolvieron enviarme a otro país a la universidad, procurando de ese modo detener lo inevitable, dijeron que sería mejor cambiar de ambiente, separarme del grupo de amigos maricas que siempre andaban conmigo, etc., etc. Así me enviaron donde un tío que vivía en Paraguay, llegué con toda la fama que me precedía por lo tanto en casa de tío Gerardo no había lugar para mí, tenía hijos de mi misma edad y temían que lo mío resultara contagioso para ellos; no me quejo, su cometido fue ubicarme en una pensión, ocuparse de mi matriculación y ver que no me faltara nada, responsablemente hizo lo que se había comprometido, me ubicó en la pensión de doña Anselma, una vieja gorda que se pasaba el día sentada en un sillón de mimbre junto a la puerta de su habitación que se encontraba al frente mismo de todo el caserío, una vetusta construcción de principios de siglo pasado, todo un símbolo de una época próspera que pasó hace demasiado tiempo y de la cual sólo le quedaron a la vieja un manojo de vagos recuerdos todos ellos mal hilvanados, unos decían que en sus años jóvenes fue puta, otros que regenteaba un prostíbulo de poca monta, lo cierto es que era huraña, mezquina y extremadamente avara, revoques caídos, humedad por donde mirés, camas y colchones también de sus épocas de juventud, es que ella formaba parte de la tercera generación que regenteaba la misma pensión sin que en todo ese tiempo se recolocara una baldosa o se le diera una mano de pintura al caserón de zaguán medio y habitaciones tan enorme como vacías a sus lados, al fondo el patio, la escalera metálica tipo caracol que conducía a la planta alta donde repitiendo el modelo de la de abajo se ubicaban cuatro habitaciones dos de ellas con balcón hacia la calle y dos hacia el patio, la pensión se completaba también al fondo con una cocina medio abierta, la cocinera: Juanita, una sobrina segunda de no más de 20 años, sucia y desprolija en su vestir pero voluptuosa en pechos y caderas, llevaba siempre el pelo suelto y despeinado, cocinaba pero tenía alma de puta pues todo el barrio se la había pasado por encima y debajo, no tenía problemas por unos centavos te la chupaba o le dabas un tiro contra la pared, así el tío Gerardo me instaló, me dio unos mangos y me dijo: mirá todos sabemos el por qué de tu venida, por mi podés hacer un florero de tu culo pero si lo hacés… por favor lejos de donde podamos verte, yo, mi mujer o tus primos, podés venir a casa las veces que quiera pero de macho y sin nada de mariconadas como aros, tatuajes o ropas mas de mujer que de macho… me miró por encima de sus gafas y me dijo: ¿entendido neneeeee? Me dio un abrazo protocolar y se marchó.
En la pensión estábamos como 20 de diferentes edades y expectativas, había albañiles, vendedores, estudiantes y otros más salidos de vaya a saber donde, entre ellos estaban dos chicos, según el comentario recién salidos de la cárcel y para más sobrinos de la dueña, andaban con ropa suelta, ojotas, pelo largo, delgaduchos y con el pecho y la espalda tatuado con los tatuajes que solo hacen los tumberos y cuando están guardados, Benicio y Coco se llamaban, Eduardo uno de los estudiantes me advirtió que no dejara nada de valor si salía pues las puertas para ellos no eran obstáculos y siempre andaban listos para la camorra, lo cierto es que una vez salí por fasos y al regresar los encuentro a ellos hurgando en mi valija y pertenencias, era Coco el que hurgaba, entre decididamente a ver si no se hacían los boludos y se iban a la mierda, grande fue mi sorpresa cuando desde atrás Benicio me tomaba del cuello y me amenzaba con un cuchillo en la espalda, mirá puto me dijo Coco estamos con la pálida y necesitamos algo de lana para zapar, no te hagas el macho y decinos donde tenés la plata que estamos nerviosos, Benicio me hincó con el cuchillo, me di cuenta que el horno no estaba para bollos asíque sin más les mostré donde tenía algo y les dí, Coco me dijo: qué… solo esto..? estaba jugado así que me hice de coraje y le dije, vamos Coco la verdad es que estoy cagado de plata y de puro gusto nomás estoy en la pensión de tu tía porque los hoteles cinco estrellas no me gustan, te parece lindo..? Benicio entró en la conversación y me dijo casi gritando, no te pases de listo solo porque sabés hablar, sin nada que perder y luego de haber percibido su erección a medio camino cuando me tenía contra sí con el cuchillo, giré hacia él y le dije: si querés te doy el culo o te chupo la pija pero guita no tengo más, dejó el cuchillo y violentamente me tomó de los pelos, hizo que me arrodille y enterró mi cara entre sus piernas, chúpame puto de mierda que si lo hacés bien mi hermano te aplaude, en contacto con su entrepierna percibí un olor a pata que me enloqueció, le bajé la bermuda, los slips y le empecé a comer los huevos, la pija de considerable tamaño la tenía hecha hierro, mientras le chupaba los huevos el se pajeaba con rabia, no me aguanté y le empecé a chupar el culo, se volvió loco y empezó a gritar: Coco mirá como me chupa el culo, me gusta, decime Coco seré puto también yo? Coco también tenía la pija fuera, la puerta del balcón estaba abierta y la del zaguán entreabierta, se hacía una paja frenética, de pronto me detengo con una pija en cada mano y les propongo: chicos me cogen y me hacen lo que quieren pero me dejan la guita, estaban tan calientes que asintieron con la cabeza y se la chupé como animal, ambos tenían olor a pata en los huevos, resultaron deliciosos, hasta que uno se recuesta en la cama, me quito toda la ropa y lo monto mirándolo a los ojos,
Benicio se quita la ropa, se me pone atrás y me dice al oído, aguantás las dos juntas puto? Giro levemente le abarco el rostro con ambas manos, le doy un beso en la boca que me lo devuelve y le digo, no pidas permiso, hacé lo que quieras, se ubican, torpemente, los dirijo y me introduzco ambos pedazos, le pido que se queden quietos y lentamente empiezo a cabalgarlos y ellos a seguirme, duraron poco al toque ambos se vinieron dentro mío, ambos se tiraron en la cama y se quedaron quietos, estaba caliente y al mismo tiempo preocupado por si les huebiera olvidado el trato razón por la cual sin más los empecé a pajear y a chupárselas de nuevo, la puse a punto nuevamente sin mucho esfuerzo, Coco se me puso atrás y Benicio acostado dejaba que se la chupe como quería, tardaron esta vez como 10 minutos al cabo del cual ambos se vinieron, Coco me dijo quiero ver como te la tragas, lo miré me asomé a él y me lo tragué, como respuesta me dio un largo beso de lengua mientras yo acababa con poco toqueteo, casi toda la leche fue a parar en el ombligo de Benicio, descansamos un rato y nuevamente se la empecé a tocar a ambos, saltaron se vistieron a medias, me tiraron la guita, me dijeron que estaba loco y se fueron a la mierda, gocé como animal, recuperé lo que pretendieron robarme y a partir de ese día casi cada día me los cogía y ellos me devolvían el favor con regalos y algo de guita que caia en sus manos.
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P.D. Esto lo leí en una revista mientras esperaba mi turno para que me depilaran etodo el cuerpo, lo resumí porque era muy largo, espero les guste
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1 comentarios - Crónicas de ciudad VI