Parte 1: Don't call my name, Alejandro
Parte 2
Soy lector regular de los relatos de Poringa!, y aunque me parece estúpido decirlo, voy a hacer lo que hacen todos: este es mi primer post. Pero desde ya, no el último.
Mi nombre es Manuel, soy puto, tengo 23 años, mido 1,80, tirando a morenito, de pelo oscuro (un desastre de pelo, por cierto), en estado porque, contra mi voluntad, voy al gym. Tengo ojos celestes ("intesos", como dice mi hno.). Mi pija no es descomunal, colosal ni nada de lo que ya he leído tanto por ahí (y he creído tan poco). Mide 18 centímentros, pero me la han alagado demasiado, tanto por lo que hago con ella como porque tiene pinta de pija de modelo porno. Supongo que se debe al mantenimiento diario que le doy.
Los datos que proveo son en su mayoría reales. Apenas si cambio algunos detalles (no en el relato en sí, sino en el perfil). Es para preservar aunque sea un poco mi identidad. Aunque supongo que cualquiera que deduzca quien soy, por conocerme, seguro se la come, y en ese caso no me preocupa.
Mi viejo se llama Alberto y es abogado. Mi mamá, Viviana (de profesión, hinchapelotas... jeje pobre, la vieja). Tengo un hermano adoptivo dos años mayor que yo, Ezequiel. Quise seguir la carrera de mi viejo, por complacerlo, en otra provincia (la misma facu en la que estudió él), pero duré un año y me fue para el orto. Así que dejé el estudio, y estuve casi un año sin trabajar... Ahora tengo trabajo y espero poder contarles en detalle cómo lo conseguí.
En mi vida hice muchas cosas de las que no me enorgullezco, como coger con mi hermano, con mi jefe o con un tipo casado. Pero sexualmente puedo decir que valieron muchísimo la pena, digan lo que me digan.
Desde que cogí por primera vez, bastante pendejo (a los 15) con un compañero de escuela, nunca más paré y cogí las veces que pude con quien pude. Mi idea es compartir con ustedes lo más importante para mí.
Mi necesidad de compartir estos relatos se debe a dos cosas. Primero, lo que me pasó hace apenas un mes, que les voy a contar en esta primera oportunidad. Segundo, que mi amigarchi me haya insistido en que lo contara por acá.
En fin, una introducción más que larga.
Hace casi siete años vivía en un pueblo muy chico. Había una sola escuela y no me llevaba muy bien con la mayoría de mis compañeros (éramos 22 en la clase). Con las mujeres me llevaba un poco mejor (era puto pero no lo sabía o no lo admitía, no sé). Dos compañeros, Damián y Alejandro, se burlaban ocasionalmente de mí. Ale, particularmente, hacía bromas bastante pesadas... y largas. Una vez (es lo que más recuerdo) se burló porque me estaba naciendo el bigote (que edad de mierda... acné... pelos indeseados...) y comentó adelante de otros tres compañeros que generalmente los putos tenían bigote. Y dio como ejemplo a Freddy Mercury.
Todos se rieron de mí, y yo pensé que riéndome también, iba a aburrirlos (generalmente las burlas son para hacer sentir mal al otro... pero cuando al otro no le importa, no lo joden más). No fue así. Me pidió disculpas, aún riéndose y me dijo que lo olvidara.
Pero no lo olvidé. Desde que me fui de mi pueblo, no volví muy seguido porque no tenía ningún pariente que visitar. Fui en dos ocasiones, cuando mis compañeros hicieron fiestas para volver a reunirnos. La pase bastante bien porque comprobé que yo, que ahora vivía en la ciudad, y ellos, habíamos cambiado mucho. Nos habíamos relajado.
Hace un mes, para celebrar fin de año, los chicos organizaron un nuevo encuentro.
Cuando llegué (ir es una historia aparte, no hay casi nada que te lleve hasta mi fucking pueblo natal...) me sorprendí al ver a Alejandro, que estaba muy cambiado. Estaba hermoso. Es rubio, de barbita, ojos color miel. Alto y con un lomo bárbaro, aunque se le estaba formando de a poquito una pancita de bebedor. El bulto entre sus gambas era una cosa fascinante.
Saludé a todos mis excompañeros, tomamos unas cervezas, bailamos, comimos un asado espectacular y nos cagamos de risa toda la noche. Fue la vez que mejor lo pasé... Al terminar, me dispuse a ir a lo de una señora que había sido amiga de mi vieja, y que ella había llamado para que pudiera quedarme por esa noche en su casa. Sólo quedábamos Alejandro, yo y otros dos compañeros para ese momento (yo había retrasado mi ida porque no quería ir de Gladys, la amiga de mi vieja).
Cuando saludé, Alejandro me dijo:
-Ey, Manu, ¿a dónde pasás la noche?
-En lo de una amiga de mi vieja...
-¿Querés que te alcance?
Me sorprendió.
-Naah, gracias, dejá. Si queda acá nomás. En la misma cuadra donde vivía yo antes.
-No, dejá, te alcanzo. ¡Chau, chicos!
Saludé nuevamente y nos fuimos.
La familia de Alejandro está más que bien económicamente, porque la madre tiene campo. El coche de Ale estaba como nuevo. Cuando se lo comenté, me explicó:
-Me lo regalaron para mi cumpleaños...
-Ah, ¿es tuyo?
-Sí, sí... Che, ¿damos una vuelta o tenés mucho sueño?
-No -dije, sin saber bien qué responder-. No tengo sueño.
Pero tampoco había muchos lugares adónde ir.
Arrancó y dimos una vuelta por la calle principal del pueblo, escuchando la radio y hablando de cosas muy poco importantes. Después de unos minutos empezó a irse por la zona en la que ya no hay más casas, ni siquiera iluminación en las calles.
-Está bárbara esta zona... -me burlé.
-Aah... Sí, es que no sabía dónde ir. Che, ¿querés quedarte en casa esta noche?
-Ah... Mmh... Si no molesto... Estaría bueno, porque no quiero despertar a esta señora tan tarde, más vale le mando un mensajito para avisarle que me quedo en tu casa.
-¿Tenés su número?
-Sí.
-¿Y quién es la vieja?
-Gladys...
-Aah... Sí, si está durmiendo no la despertás con nada a la Gladys...
Paró el auto no sé dónde. Avisé, y enseguida Gladys me respondió y me aseguró que no había ningún problema, pero me pidió que le avisara a mi vieja. Le aseguré que así lo haría y guardé el celular ahí nomás.
-Estás cambiado -me dijo Ale, mirándome de arriba abajo.
-Vos también...
Giró para verme mejor.
-Estás lindo -precisó.
Alcé las cejas, haciéndome el desentendido.
-Bueno... Gracias...
Supuse que sería el alcohol el que hablaba.
-Te parecés a un actor -me dijo.
-¿A quién? -le pregunté, sorprendido. Era la primera vez que me decían eso.
-No, no lo conocés, es estadounidense...
-¿Y por qué no lo voy a conocer? Miró cine...
-Es un actor porno...
-Ah... Ja, ja... ¿Me parezco a un actor porno? Ja, ja... Igual no los conozco por los nombres...
-Sí... Y es gay, así que no creo que sepas quién es...
-¿Ah, no? ¿Por?
-¿Mirás porno gay? -me preguntó, incrédulo.
-¿Y vos? -le rematé, desafiante.
-Sí... Qué sé yo... Miro un poco de todo.
No lo podía creer. Era puto. Alejandro, que siempre me había gastado, se la comía. Igual que yo, bueno... ¿O sería bisexual?
-¿Y te parezco igual de cara o de cuerpo también?
-No, qué sé yo... De cuerpo... De cara... No sé, a los actores porno lo que más se les ve es la pija...
Ahí mismo me abrí la bragueta, bajé un poco el pantalón, corrí mi boxer y saqué mi pija, que empezaba a ponerse dura.
Me la agarró con decisión... Tenía las manos perfectas y muy hábiles. Me bajó el prepucio para contemplar la cabeza de mi verga que comenzaba a deleitarse y me miró fijo.
-Sí, creo que es parecida...
-¿Crees?
-No estoy muy seguro. No la tenés parada del todo.
-Claro... Pasa que necesito un poco de inspiración para eso.
Fue un poco patético lo que dije, pero Ale se encargó de encaminarlo. Se acercó tanto a mí que hizo chocar las puntas de nuestras narices.
-¿Vos a las mamadas les decís "inspiración"?
Y dicho eso bajó la cabeza y comenzó a chuparme la pija. Era verdaderamente inspirador. Tenía una boquita muy dulce, unos labios delgados muy diestros y una lengüita juguetona que sumado a su barbita incipiente me producía un sensación electrizante. Pero lo que me ponía a mil era que chupaba con devoción, con un placer que se le notaba en el gesto, gimiendo mientras se llenaba la boca de mi poronga al palo.
Me la empezó a chupar cada vez más rápido, tragándosela hasta el fondo, obligándome a mover mi pelvis, acariciándome los huevos. Cuando empezaba a echar hilitos de su preciosa saliva por la comisura de sus labios, porque abrigaba con su lengua mi verga y se la sacaba de la boca para contemplarla, me saqué la remera porque el calor se estaba volviendo insoportable arriba del coche parado.
Cuando vio lo que yo había hecho, empezó a escalar por mi abdomen a los besos, besándome y mordiéndome las tetillas, chuponeándome el cuello hasta marcarlo y partiendome la boca... Nunca había besado así... Sus labios era perfectos, su saliva era deliciosa, su lengua sabía muy bien a dónde ir y tenía una textura espectacular, además de que rezumaba el sabor de mi propia chota.
Le fui desabrochando la camisa mientras él reclinaba mi asiento. Cuando pude dejarlo en cuero, me terminó de bajar el pantalón y el bóxer, hasta dejarme en bolas. Se le antojó volver a chuparme la pija antes de seguir desnudándose, así que aproveché para bajarle el pantalón. Cuando lo conseguí, fue dándose vuelta como pudo sobre mí, hasta quedar boca abajo sobre mi cuerpo, sin sacarse ni un segundo mi pija de su boca.
Cuando tuve su verga a mi alcance me la tragué hasta la garganta. Era más larga que la mía y tan clara como el resto de su cuerpo. Aunque se la chupaba con mucho placer, mientras él intercalaba pete con paja, me la sacó de la boca y se acomodó hasta dejarme su orto a la altura de mis labios. Sonreí, complacido, le mordí las nalgas carnosas, se las masajee un poco y comencé a comerme ese culito espléndido. Tenía un gusto delicioso, estaba bien cuidadito y además, se había afeitado. Supuse que alguien lo atendía regularmente, fuera su pareja o alguien ocasional.
Dilató con facilidad, así que lo lambí y lo penetré con la lengua lleno de placer. Ya con sus gemidos me causaba excitación... Había abandonado un poco la mamada pero me chupaba un poco los huevos. Él había comenzado un movimiento pélvico que yo trataba de acelerar a lengüetazos, en un beso negro que quería que no terminara nunca.
Aflojé para verle la cara. Estaba transpirado, con los ojos cerrados y mordiéndose el labio inferior. No podía ser tan complaciente, era un puto hermoso.
Empecé a masajearle el hoyo, pero comprobé para mi asombro que mis dedos resbalaban hacia el interior con mucha facilidad.
-Cogeme, Manu... ¡Cogeme! Dale, hacemeló... Haceme el orto -exclamó.
Ni siquiera me importó que cualquiera pudiera oirnos. Aunque era bastante improbable. Sacó tres cajas de forros de la guantera, y se acomodó con algo de dificultad. Se puso de cuclillas, flexionando las piernas, sobre mí. Me puso el forro, dejó caer un hilo de saliva y embadurnó el forro haciéndome una paja superficial.
Entonces se sentó encima de mi verga, haciéndola entrar en su orto como un profesional. Gimió sin reparos y tuve que hacer fuerza para no correrme. Era demasiado plancetero. Hasta me dolían las tetillas de la excitación. También se puso un forro y empezó el sube y baja agarrándose del pasamanos y masturbándose con la mano libre.
Yo hice lo mío: subía intermitentemente, anticipando su bajada, y él volvía a exclamar de placer. Le retorcí suavemente las tetillas, lo abracé y besé en el cuello, hasta subir por su mentón y morderle los labios. Comenzamos a besarnos con desenfreno, arañándonos, pellizcándonos, mientras me lo cogía a pleno...
-Más fuerte... -dijo de pronto.
Me desconcertó... Tratando de no abandonar los besos le pregunté a qué se refería con "más fuerte". Quería que lo bombeara con violencia. Intenté complacerlo, pero no podía en esa pose. Tampoco quería decírselo, pero debió haberse dado cuenta porque abrió la puerta de mi lado y giró. Eso casi me hizo explotar de placer.
-Parate ahí afuera. Movete despacio, por favor no me la saques...
No pude hacer eso. Para bajar del auto no tenía otra alternativa que sacarle por un ratito mi poronga. Pareció disgustarle porque se mandó dos dedos, con fuerza.
Se puso en cuatro aprovechando los dos asientos delanteros, sacó sus dedos, se los chupó con un sonido orgásmico y sin más reparos comencé a cogerlo otra vez, con más fuerza, casi como si lo violara. Estaba en medias, sobre la tierra (habíamos ido a parar a un camino de tierra sin que me diera cuenta).
Me lo cogí con todo el placer del mundo. Él no paraba de gemir, y de removerse, así que en cuestión de pocos minutos le avise que iba a acabar.
No pensé que fuera a hacer lo que hizo entonces. Se acomodó muy rápido, giro, me sacó el forro de un tirón, lo dejó en el camino, se sacó también el de él, y pajeándose con fruición, me chupó la pija en forma desesperada, produciendo un sonido de succión de lo mejor.
Acabamos juntos. Su eyaculación avanzó un metro entre mis piernas, mientras se agitaba y se quebraba en su magnífico orgasmo. No dejó de sacudirse el tiento y largar guasca durante un minuto.
Mi verga le cedió un líquido blanco y espeso que casi lo ahoga. Trastabillo, y abrió la boca. Tenía la lengua tapizada de mi semen, y ahora le estaba enlechando los labios y la barba. Gemí como un condenado. Fue espectacular.
Se paró, limpiándose con el revés de la mano la leche que le quedaba en la cara, sin desperdiciar una gota. Se tragó hasta la propia leche que le colgaba de su pija, ahora un poco flácida.
Nos vestimos en un segundo. Ahí quedaron los dos forros y toda la leche de Alejandro que no se había reservado para él.
Me besó, con un gusto a leche que me enloqueció, y volvimos a subir al auto.
-Pensar que te burlabas de mí en el cole y ahora... -No sé por qué me salió decirle eso.
-Perdoname, Manu. Yo...
-¿Perdoname? ¡No hay nada que perdonar! Éramos pendejos... Igual, después de esta cogida haceme lo que quieras.
Sonrió.
-Es que siempre supe que era gay y me molestaba mucho. Yo...
No quería que después de tan buen garche empezara con una charla sentimentalista.
-Yo siempre quise que vos también fueras puto para hacer el amor con vos.
Lo miré sin saber qué decir.
-¿Vamos a casa?
-Dale...
Llegamos a su casa, un chalet enorme. Tratamos de no hacer ruido. Ya eran las 5. Su cuarto estaba en el primer piso.
Al llegar, cerró con llave y se sacó toda la ropa.
-Tengo un colchón para tirar en el piso -me dijo-, pero vos dormís conmigo esta noche, chabón.
-Je, je... Ok.
-Me voy a bañar... Pero antes...
-¿Qué? ¿Querés que nos bañemos juntos?
-Sí, pero antes... Me gustaría volver a ensuciarnos.
Sonreí y me saqué toda la ropa. Esta vez dejamos los petes en segundo plano; prefirió comerme el orto. Se la mamé, eso sí, antes de que empezara a cojerme. Después, tratamos de no gemir más. Aunque empezamos a coger en su cama, me levantó y terminarmos parados, yo colgado de él, en el medio de su habitación. No dilataba tanto como él y su verga era más grande que la mía. Si no me dolió fue por mi experiencia y por las cogidas que tengo encima; fue muy, muy rico. Quise devolverle el favor, así que cuando estuvo por acabar le pedí que me la diera en la boca. Me dijo que no me la tragara. Me acabó... Su leche tenía un gusto fuerte, pero riquísimo. Me besó antes de que la tragara. Era indudable que su adicción al semen era más fuerte que él.
Después nos bañamos, pero para entonces sólo nos quedaban unos besos.
Al final, nos acostamos, y después del mediodía, cuando su mamá tocó la puerta, para llamarlo, tiró el colchón en el piso, puso un sábana, nos mandamos los boxers, y atendió.
24 comentarios - Mi pija de gira (serie de relatos gay) - Parte 1
Eso resume todo.
Felicitaciones loco. Escribís bien. Hay relatos q te dormis adelante del monitor. Pero no es el caso. Le pones buen ritmo y tus acotaciones están buenas. Arrancá para alguna editorial porneta! 🆒 Salú!
excelente relato 🙌
Yo comenté tu post, por favor comentá el mio.
Los comentarios son caricias al alma de los posteadores
Espero aun mas.
Besos.