Desde que mi familia se mudo a Capital viví siempre en Barracas, un barrio tranquilo, muy lleno de pibes, muy residencial, donde siempre andábamos en grupito jugando al futbol en la vereda después de la escuela. Con esto quiero decir que nos conocemos todos desde hace años, que el ritmo de la vida de las familias se mantiene y que salvo casamientos, nacimientos o muertes en mi cuadra somos todos los mismos de siempre.
Los que mas sufren recambio son los cuatro edificios que tenemos en la manzana. Ahí si no dura un inquilinato, aunque desde que yo era chico siguen más o menos los mismos pibes alrededor. Por eso nos sorprendimos un poco todos en la familia cuando hace 3 meses vendieron a una familia nueva la casa de al lado de la mía.
Yo vivo en un PH, tercer departamento, cuya terraza linda con la terraza de la casa de al lado. Desde décadas fue la casa de los Rivera, una familia tipo de madre, padre y dos hijos: Azul y Máximo. Según me contó mi vieja, Azul se los llevo a los padres a vivir con ella y el marido a Mar del Plata y le vendieron la casa al primero que paso por la puerta, por bastante menos de su valor.
En mi casa paso solo mucho tiempo, mis viejos laburan y mi hermana anda siempre con su novio. Por lo que nunca fui de pensar en los demás a la hora de andar por todos lados en pelotas. Vivo el año entero en boxers y no me interesa quien me vea, es cómodo y es mi casa. Siempre me pareció bien y nunca tuve miedo que nadie me encuentre así, ni los pibes del delivery, ni el cartero, ni mi cuñado, nadie. Sin embargo el otro día me lleve un susto increíble.
Salí de bañarme y fui en toalla a la terraza a dejar la ropa sucia en el lavadero. Subí gritando y haciendo quilombo, cantando alguna cumbia a los gritos, bueh, como siempre, y cuando llegue arriba de la escalera me encontré a un pibe de unos 20 años en cueros, que me miraba asombrado por sobre la baranda de la terraza del vecino. El pendejo era hermoso, morocho, flaco, panza sin marcar, cara con barbita y pelo rapadito. Me enamore en ese instante, pero me hice el boludo. Lo salude con una inclinación de cabeza, imagino que colorado hasta las bolas por el momento bochornoso y baje la escalera sosegado.
A los pocos días me lo crucé en la vereda, cuando me presente temblaba:
-hola Che, soy Ariel, tu vecino, acá todos me conocen como el cordobés.
-hola, soy Carlitos, me mude hace poco acá.
-ah, con tu familia?
-Si, mis viejos y mis dos hermanas ¿vos?
-vivo con mis viejos también, somos 5 en casa. Lo que necesites toca el timbre, siempre hay alguien.
-uh copado gracias. Nos vemos - dijo y se fue.
No note nada especial en el, pero me puse al palo sin poder controlarlo. Y creo que de ahí en más empezaron mis problemas. Esa noche no me podía dormir. Pensaba en Carlos todo el tiempo, me revolvía en las sabanas, fantaseaba, me calentaba y me pajeaba. Llegue a clavarme 3 pajas imaginándolo en la habitación conmigo.
En mis fantasías le pedía de todo, que me cojiera que me bañara en leche, en pis, que hiciera lo que quisiera de mi. También soñaba que me pedía cosas, que me suplicaba que lo coja y que le llene de leche la carita de rapaz que tenia.
Pasaron los días, las semanas, lo veía poco pero lo evocaba mucho. Cada vez que me lo cruzaba descubría algo más de el que me calentaba y me gustaba. Las manos, los dedos, el pecho, el orto, el bulto, la forma de vestirse, de caminar. A la noche imaginaba que lo desnudaba despacito, que me comía a besos su abdomen, que bajaba a una pija perfecta, idealizada.
El martes pasado estaba en casa solo, al pedo a la tarde, miraba porno en la computadora y veía si algún pendejo me podía tirar la goma. En un momento subí a la terraza a buscar no me acuerdo que cosa y vi. Colgados en la soga de la casa de al lado un par de boxers negros y un slip azul. No eran grandes, tenían que ser de el. La pija me latía insoportablemente, se me había puesto morada la cabeza de golpe, los huevos me apretaban en la base. Intente no darle bola, volví abajo a la maquina, sin embargo, cerraba los ojos y ahí estaba ese slip azul que me quemaba la cabeza por dentro.
Una hora y media de tortura pasó y no aguante más. Subí corriendo, y me estiré por la barandita. Nadie me vio, me hice con los calzones y baje a mi cuarto en un flash. Me desnude, entero, de cara al espejo. Me puse despacito sus calzones y me mire. Me quedaban chicos y mis 20 cm de pija al tope no ayudaban a que se amoldara a mi cuerpo. Me los saque, los olí, los bese, los refregué por todos lados, se impregnaron de mi piel, me tire en la cama y como un pajero boludo y enfermo le hice el amor a un pedazo de tela, a la ropa interior de mi vecino, a mi fantasía sexual mas fuerte.
Termine dos pajas seguidas sobre el slip. Estaba repleto de waska y aun así me seguía calentando. Mi leche impregnaba la tela, pensé en volver a colgarlos en ese estado, como una ofrenda a mi amor. Me volví a calentar, me lubrique la pija con crema de manos y volví a pajearme con el slip lleno de mi leche. Cuando estaba en el pico máximo de la calentura me lo metí en la boca, todo hasta el fondo, ahogándome con la tela y saboreando mi propia leche. Acabe como nunca, me saltó hasta la barbilla.
El slip quedo en estado ruinoso, no pude devolverlo, tampoco mandarlo a lavar ni nada que se le parezca. Mi vieja conoce toda mi ropa interior, se hubiera cuenta. Además puede que lo haya visto antes en la soga, quizás lo reconozca como propiedad del pendejo que vive al lado de casa y se me pudra el rancho.
Así que mi fetiche esta guardado en el cajón de mi mesa de luz. A Carlitos me lo cruce un par de veces, lo vi chapando con una minita en la plaza hace unas semanas. La verdad es que me calme bastante y mucho no me interesa ya. Además, si quiero algo con el solo tengo que abrir mi mesa de luz y concentrarme en el olorcito a leche de su slip e imaginarlo acabando para mí.
Los que mas sufren recambio son los cuatro edificios que tenemos en la manzana. Ahí si no dura un inquilinato, aunque desde que yo era chico siguen más o menos los mismos pibes alrededor. Por eso nos sorprendimos un poco todos en la familia cuando hace 3 meses vendieron a una familia nueva la casa de al lado de la mía.
Yo vivo en un PH, tercer departamento, cuya terraza linda con la terraza de la casa de al lado. Desde décadas fue la casa de los Rivera, una familia tipo de madre, padre y dos hijos: Azul y Máximo. Según me contó mi vieja, Azul se los llevo a los padres a vivir con ella y el marido a Mar del Plata y le vendieron la casa al primero que paso por la puerta, por bastante menos de su valor.
En mi casa paso solo mucho tiempo, mis viejos laburan y mi hermana anda siempre con su novio. Por lo que nunca fui de pensar en los demás a la hora de andar por todos lados en pelotas. Vivo el año entero en boxers y no me interesa quien me vea, es cómodo y es mi casa. Siempre me pareció bien y nunca tuve miedo que nadie me encuentre así, ni los pibes del delivery, ni el cartero, ni mi cuñado, nadie. Sin embargo el otro día me lleve un susto increíble.
Salí de bañarme y fui en toalla a la terraza a dejar la ropa sucia en el lavadero. Subí gritando y haciendo quilombo, cantando alguna cumbia a los gritos, bueh, como siempre, y cuando llegue arriba de la escalera me encontré a un pibe de unos 20 años en cueros, que me miraba asombrado por sobre la baranda de la terraza del vecino. El pendejo era hermoso, morocho, flaco, panza sin marcar, cara con barbita y pelo rapadito. Me enamore en ese instante, pero me hice el boludo. Lo salude con una inclinación de cabeza, imagino que colorado hasta las bolas por el momento bochornoso y baje la escalera sosegado.
A los pocos días me lo crucé en la vereda, cuando me presente temblaba:
-hola Che, soy Ariel, tu vecino, acá todos me conocen como el cordobés.
-hola, soy Carlitos, me mude hace poco acá.
-ah, con tu familia?
-Si, mis viejos y mis dos hermanas ¿vos?
-vivo con mis viejos también, somos 5 en casa. Lo que necesites toca el timbre, siempre hay alguien.
-uh copado gracias. Nos vemos - dijo y se fue.
No note nada especial en el, pero me puse al palo sin poder controlarlo. Y creo que de ahí en más empezaron mis problemas. Esa noche no me podía dormir. Pensaba en Carlos todo el tiempo, me revolvía en las sabanas, fantaseaba, me calentaba y me pajeaba. Llegue a clavarme 3 pajas imaginándolo en la habitación conmigo.
En mis fantasías le pedía de todo, que me cojiera que me bañara en leche, en pis, que hiciera lo que quisiera de mi. También soñaba que me pedía cosas, que me suplicaba que lo coja y que le llene de leche la carita de rapaz que tenia.
Pasaron los días, las semanas, lo veía poco pero lo evocaba mucho. Cada vez que me lo cruzaba descubría algo más de el que me calentaba y me gustaba. Las manos, los dedos, el pecho, el orto, el bulto, la forma de vestirse, de caminar. A la noche imaginaba que lo desnudaba despacito, que me comía a besos su abdomen, que bajaba a una pija perfecta, idealizada.
El martes pasado estaba en casa solo, al pedo a la tarde, miraba porno en la computadora y veía si algún pendejo me podía tirar la goma. En un momento subí a la terraza a buscar no me acuerdo que cosa y vi. Colgados en la soga de la casa de al lado un par de boxers negros y un slip azul. No eran grandes, tenían que ser de el. La pija me latía insoportablemente, se me había puesto morada la cabeza de golpe, los huevos me apretaban en la base. Intente no darle bola, volví abajo a la maquina, sin embargo, cerraba los ojos y ahí estaba ese slip azul que me quemaba la cabeza por dentro.
Una hora y media de tortura pasó y no aguante más. Subí corriendo, y me estiré por la barandita. Nadie me vio, me hice con los calzones y baje a mi cuarto en un flash. Me desnude, entero, de cara al espejo. Me puse despacito sus calzones y me mire. Me quedaban chicos y mis 20 cm de pija al tope no ayudaban a que se amoldara a mi cuerpo. Me los saque, los olí, los bese, los refregué por todos lados, se impregnaron de mi piel, me tire en la cama y como un pajero boludo y enfermo le hice el amor a un pedazo de tela, a la ropa interior de mi vecino, a mi fantasía sexual mas fuerte.
Termine dos pajas seguidas sobre el slip. Estaba repleto de waska y aun así me seguía calentando. Mi leche impregnaba la tela, pensé en volver a colgarlos en ese estado, como una ofrenda a mi amor. Me volví a calentar, me lubrique la pija con crema de manos y volví a pajearme con el slip lleno de mi leche. Cuando estaba en el pico máximo de la calentura me lo metí en la boca, todo hasta el fondo, ahogándome con la tela y saboreando mi propia leche. Acabe como nunca, me saltó hasta la barbilla.
El slip quedo en estado ruinoso, no pude devolverlo, tampoco mandarlo a lavar ni nada que se le parezca. Mi vieja conoce toda mi ropa interior, se hubiera cuenta. Además puede que lo haya visto antes en la soga, quizás lo reconozca como propiedad del pendejo que vive al lado de casa y se me pudra el rancho.
Así que mi fetiche esta guardado en el cajón de mi mesa de luz. A Carlitos me lo cruce un par de veces, lo vi chapando con una minita en la plaza hace unas semanas. La verdad es que me calme bastante y mucho no me interesa ya. Además, si quiero algo con el solo tengo que abrir mi mesa de luz y concentrarme en el olorcito a leche de su slip e imaginarlo acabando para mí.
15 comentarios - Los Cuentos del Cordobés iV: el calzón
Escribis como los dioses chabon! Abrazo!
Desesperadamente vulgar y carnal al mismo tiempo esa descripción. Y la forma que lo contás, me la imagino. Muy bueno! 😉
gracias man, es lo que senti cuando me imagine pajeandome con el calzon de mi vecino. realismo escrito.
🙌 🙌 🙌 🙌 🙌 🙌 🙌 🙌 🙌 🙌 🙌
muy bueno