En mi primer día de trabajo, descubrí que mi jefa era algo más de lo que aparentaba. Y me sedujo con malas artes.
Era mi primer día en un pequeño almacén de materia de oficina. Tenía un contrato para suplir la baja de uno de los mozos que había caído enfermo.
Así que llegué temprano e intenté causar una buena impresión desde el comienzo.
Trabajé a buen ritmo y de forma obediente, pero mientras estaba en el descanso, tomando café con mis compañeros, llegó un repartidor. Así que renuncié momentáneamente al café para recogerle el envío. –Ah, toma, el albarán – dijo el mensajero – tiene que firmármelo alguien – concluyó.
- Sube y que te lo firme Merche, la secretaria – dijo uno de mis compañeros con el café todavía humeante en su taza. Así que subí las escaleras y me dirigí al despacho de Merche, pero allí no había nadie. “Habrá salido, pensé”. Y al salir se me ocurrió entrar al despacho de Raquel, la jefa. Para ver si firmaba el dichoso albarán. Llamé a la puerta con dos golpecitos, pero al no encontrar respuesta, me aventuré en su interior.
También estaba vacío, pero escuche la voz de Raquel hablando con alguien detrás de una puerta. Con la caja y el albarán en brazos, caminé de forma sigilosa hasta la puerta de la que procedía su voz.
Era un baño, y en su interior, con la puerta entreabierta pude ver la silueta de Raquel, que estaba de espaldas a mí, hablando por el teléfono y meando…. De pie, como un hombre. Me quedé de piedra. Me dispuse a abandonar el lugar despacio, pero me golpeé con la mesa y se me cayó la caja al suelo.
Ella salió del baño al escuchar el ruido, colocándose la falda y dijo a su interlocutor –Si, te llamo luego, chao-
Yo estaba pálido, y boquiabierto.
- Hola, Santiago – me dijo con su voz de “chica” o al menos así sonaba.
- Perdona, yo llamé y… – no supe decir más.
Ella se dirigió adonde yo estaba y mientras yo recogía la caja, ella se agachó a por el albarán. Me lo firmó, y me lo pasó diciendo – Santi, ¿sabes guardar un secreto? Me ha costado mucho levantar esta pequeña empresa y no deseo que esto salga de aquí. Te ofrezco mil euros. Sólo por estar calladito, ¿podrás?
- Mis labios están sellados – respondí. Estaba bastante pelado y ese dinero no me venía nada mal.
- Ok, ven aquí diez minutos después de que halláis salido de trabajar. Te abriré la puerta para que subas a mí despacho y poder dártelos.
El día transcurrió con frenesí, hubo muchos pedidos. Pero yo me sentía perturbado por lo que había visto, y no me lo quitaba de la cabeza. En todo caso, el turno acabó y me dirigí a mi coche. Esperé que todo el mundo abandonara el almacén. Y llegó el coche de Raquel. Ella abrió la puerta del edificio y yo esperé cinco minutos para subir.
Esta vez la puerta de su despacho estaba abierta. Así que entré. Raquel estaba sentada en su mesa. – Siéntate, anda. – Yo me senté. Estaba nervioso y tenía la boca seca. No sabía como acabaría esa desazón.
- ¿Estás bien, Santi? Te veo un poco nervioso. ¿Quieres beber algo? – Ella tenía un vaso con alguna especie de zumo de color oscuro dentro.- Tengo zumo de arándanos, si te apetece.
- Si, zumo está bien.
Me sirvió un vaso. Lo tomé de un trago, estaba algo fuerte, pero calmó mi garganta.
-Bueno, espero que no pienses que te iba a engañar, aquí tienes los mil euros – sacó un fajo de billetes del interior de un cajón. Lo puso en la mesa. – Yo me he sentido siempre mujer, espero que puedas entenderlo. Pero no quise renunciar a perder la capacidad de sentir placer, así que no me he operado. Y me encanta sentir placer, necesito sentir placer. Hace dos meses que no tengo sexo con nadie y estoy un poco harta. – Empezó a quitarse la chaqueta y yo me agarré al asiento un poco asustado. Tras la chaqueta, fue la blusa, que en ausencia de sujetador, dejó al aire para mi sorpresa unos pechos bonitos de tamaño medio. Bien proporcionados y con pezones oscuros y no muy grandes. Buen cirujano, pensé.
- Te ofrezco otros mil euros por un trabajito- sacó otro sobre del mismo cajón.
Raquel era una morena de pelo rizado con una cara bastante atractiva, una piel bronceada, y unos pechos bonitos. De pie y de espaldas, su falda contorneaba unas piernas fibrosas y bonitas…. Pero era un hombre. Y yo me quedé pensando en eso. Y en los dos mil euros que podía ganar esa tarde. Y me hubieran sacado de mis apuros financieros. Pero mil ya eran míos y ella tenía rabo.
-Sólo te pido que me comas un poquito- sonrió con cara de niña buena.
Empecé a sentir mucho calor en el cuerpo, quizá fuera el nerviosismo. Una idea me cruzó la cabeza. ¿Tan malo sería chupar un poco una polla? Oh, no. Ese pensamiento me trastornó. Y lo borré de mi cabeza.
-Un segundo, necesito ir al lavabo – y me levanté como un resorte de la mesa. En el baño, me eché agua fría en la nuca y en la cara. Miré mi entrepierna… Imposible, estaba empezando a tener una erección. No podía ser verdad. Yo soy heterosexual, no me gustan los rabos.
Salí del baño algo mareado y con un calor en el cuerpo terrible.
- No te preocupes, no te pasa nada malo…- dijo ella- es sólo que he puesto unas gotas de éxtasis líquido y un poco de viagra en el zumo. Es mi mezcla para el polvo perfecto.- Y se bebió su vaso.
Miré a Raquel, que totalmente desnuda a excepción de sus medias de rejilla se acercaba hacia mí. Su miembro, al igual que su piel lucía un todo ligeramente oscuro. Pero su glande era blanco. Se dedicó a desnudarme mientras me comía el cuello y la oreja. Olía a un perfume sutil pero embriagador.
Se tumbó en un diván mientras masajeaba su polla que estaba bastante morcillota por la excitación. Yo me resistía en mi interior, pero mi deseo crecía y crecía.
-Eres muy guapo, tienes unas espaldas anchas y unos brazos fuertes. Me pusiste a mil, esta mañana. Llevo todo el día pensando en que me comas.-
Yo estaba a punto de estallar, no sabía que hacer. Lo poco que quedaba de mis principios sexuales luchaba contra la idea de comerle la polla. Pero no pude más, las drogas desinhibieron mi mente por completo y mi erección se salía de orbita. Miré su cuerpo dorado otra vez mientras me acerqué hasta ella. Me puse de rodillas, y ella desde el sofá metió su pulgar en mi boca. La uña pintada de morado jugó con mis labios.
-¿Quieres comerte un rabo, cariño? ¿Tu primer rabo?-
- Si- dije –Dios, me apetece… mucho.
Me lance a darle lametones a esa polla que tenía enfrente. Recorrí su tronco en rápidos lengüetazos hasta que se puso dura como el hierro. Medía unos quince centímetros de largo pero era muy gorda. Noté el sabor del líquido preseminal cuando me metí el glande en la boca. Sabía salado y dulce a la vez. Mi mente creyó flotar. Era maravilloso sentir su miembro como se endurecía y palpitaba. Ese sabor salado y dulce me llenaba los sentidos.
Los pezones de Raquel estaban duros y sus pechos se movían cada vez que me metía esa polla en la boca. Nunca antes había comido una polla, y mi excitación de hacer algo tan prohibido y tan… bueno. Podría haberme corrido sin tocarme.
Perdí el control.
Con mi mente totalmente fuera de sí, y desinhibida hasta el límite, todo lo demás dejó de tener importancia. Perdí la noción del tiempo y los recuerdos posteriores son lagunas mezcladas con vívidos recuerdos que procederé a relatar.
Recuerdo que le pedí que me comiera a mí también y ella me dijo que eso valía mil euros, deduzco que acepté porque lo siguiente que recuerdo es estar tumbado en el sofá. Ella me estaba mamando de una forma suave y delicada mientras notaba cómo jugaba con un pequeño vibrador en mi culo. Cada vez que lo hundía en mi ano me atravesaba una oleada de placer eléctrico. Entre el roce de las terminaciones nerviosas y la próstata me estaba llevando al infinito.
Perdí el norte otra vez. Mi siguiente recuerdo fue ella cabalgándome mientras se ensartaba mis diecisiete centímetros en su estrecho culito. Sus pechos botaban suavemente y no sabía a que mirar… Si a su carita de niña mala o a su hermoso, babeante y hermoso pene.
Tras eso, nos sumimos en un 69 brutal. Yo estaba arriba y trataba de tragar lo máximo de polla que era capaz. Mientras Beatriz compaginaba una garganta profunda con las penetraciones del consolador en mi culito.
¿Quieres que te desvirgue? – dijo ella. – Serán otros mil euros.
No recuerdo lo que pasó pero lo intuyo, porque debí decir que sí. Ya que ella se encontraba tumbada en el diván y yo sobre ella. Con la punta de ese gigantesco nabo tratando de entrar en mi culito. Ella fue muy paciente, y esperó varios minutos, en los que milímetro a milímetro pude albergar su miembro. Al principio tenía cierto nivel de dolor. Mi culito era primerizo y me dolía un poco. Pero a cada bombeo fue cediendo hasta convertirse en un placer inimaginable. Me sentía “lleno”. Podría haberme corrido allí mismo, pero la viagra mantuvo mi templanza.
Empecé a cabalgarla. Cada vez que me la tragaba entera, el placer se disparaba. Era un placer rebosante y pleno. Es increíble sentirse llenado por una polla. Indescriptible. Me incline sobre ella y nos dimos unos largos besos.
Sentí marearme de placer y me eché a un lado. Mientras recuperaba la consciencia, sentí que me ponía las manos en la espalda. Y me las ató con algún tipo de cuerda. Me empujó hasta que apoyé la cara contra el sofá. Intenté levantarme. Mis rodillas se apoyaron en el sofá y ella aprovecho para clavármela de manera salvaje. Con todo su peso se apoyo sobre mí para follarme el culo brutalmente. Intenté revelarme, pero no pude. Y acabé dejándome hacer completamente.
Se aprovecho de mi posición para penetrarme a gran velocidad. Me sentí esclavo de su placer, y me encantó. Me dejé hacer hasta que ella quiso. Me dio la vuelta. Y con las manos todavía atadas me tumbó boca arriba. Subió mis piernas sobre sus hombros y volvió a penetrarme mientras me pajeaba. No tardé mucho en correrme. Llené mi vientre con grandes chorros se semen líquido. Y cuando eso sucedió, no perdí la erección, por efecto de las drogas y a excitación. Ella se echó sobre mí para introducirse mi pene y me cabalgó mientras se pajeaba. Deshizo esta postura al cabo de poco tiempo.
Se acercó a mi cara y me introdujo su majestuoso pollón en mi boca. Siguió pajeándose mientras me profanaba la boca. Pero rápidamente se retiró de mis labios. Inclinó su miembro sobre mi boca y tras dos movimientos salió un tremendo y espeso chorro de semen. Era un borbotón realmente espeso, de olor y sabor muy fuertes. Que fueron acompañados por otros dos más. Intenté escupirlos, por los remordimientos heterosexuales que me vinieron a la mente. Un poco salió por mi barbilla, pero ella me lo introdujo todo otra vez arrastrando los espesos efluvios con sus dulces uñas moradas.
- Cómete el fruto prohibido, te va a gustar.- me dijo mientras me metía la uña en la boca- bébete mi esencia y nunca me olvidarás.
Por increíble que parezca mientras sus dedos acariciaban mi boca, me lo tragué todo lentamente. Y me sentí ultra corrompido e increíblemente caliente. Tanto que me corrí otra vez. –Ahora ya eres mío- me susurró al oído.
Ya no trabajo en ese sitio. Pero veo a Raquel muy a menudo. Me he enamorado de su preciosa cara y de su cuerpo. Y a la vez necesito que me rompa el culo de vez en cuando. Espero que muchos de vosotros/as, os sintáis identificados.
Era mi primer día en un pequeño almacén de materia de oficina. Tenía un contrato para suplir la baja de uno de los mozos que había caído enfermo.
Así que llegué temprano e intenté causar una buena impresión desde el comienzo.
Trabajé a buen ritmo y de forma obediente, pero mientras estaba en el descanso, tomando café con mis compañeros, llegó un repartidor. Así que renuncié momentáneamente al café para recogerle el envío. –Ah, toma, el albarán – dijo el mensajero – tiene que firmármelo alguien – concluyó.
- Sube y que te lo firme Merche, la secretaria – dijo uno de mis compañeros con el café todavía humeante en su taza. Así que subí las escaleras y me dirigí al despacho de Merche, pero allí no había nadie. “Habrá salido, pensé”. Y al salir se me ocurrió entrar al despacho de Raquel, la jefa. Para ver si firmaba el dichoso albarán. Llamé a la puerta con dos golpecitos, pero al no encontrar respuesta, me aventuré en su interior.
También estaba vacío, pero escuche la voz de Raquel hablando con alguien detrás de una puerta. Con la caja y el albarán en brazos, caminé de forma sigilosa hasta la puerta de la que procedía su voz.
Era un baño, y en su interior, con la puerta entreabierta pude ver la silueta de Raquel, que estaba de espaldas a mí, hablando por el teléfono y meando…. De pie, como un hombre. Me quedé de piedra. Me dispuse a abandonar el lugar despacio, pero me golpeé con la mesa y se me cayó la caja al suelo.
Ella salió del baño al escuchar el ruido, colocándose la falda y dijo a su interlocutor –Si, te llamo luego, chao-
Yo estaba pálido, y boquiabierto.
- Hola, Santiago – me dijo con su voz de “chica” o al menos así sonaba.
- Perdona, yo llamé y… – no supe decir más.
Ella se dirigió adonde yo estaba y mientras yo recogía la caja, ella se agachó a por el albarán. Me lo firmó, y me lo pasó diciendo – Santi, ¿sabes guardar un secreto? Me ha costado mucho levantar esta pequeña empresa y no deseo que esto salga de aquí. Te ofrezco mil euros. Sólo por estar calladito, ¿podrás?
- Mis labios están sellados – respondí. Estaba bastante pelado y ese dinero no me venía nada mal.
- Ok, ven aquí diez minutos después de que halláis salido de trabajar. Te abriré la puerta para que subas a mí despacho y poder dártelos.
El día transcurrió con frenesí, hubo muchos pedidos. Pero yo me sentía perturbado por lo que había visto, y no me lo quitaba de la cabeza. En todo caso, el turno acabó y me dirigí a mi coche. Esperé que todo el mundo abandonara el almacén. Y llegó el coche de Raquel. Ella abrió la puerta del edificio y yo esperé cinco minutos para subir.
Esta vez la puerta de su despacho estaba abierta. Así que entré. Raquel estaba sentada en su mesa. – Siéntate, anda. – Yo me senté. Estaba nervioso y tenía la boca seca. No sabía como acabaría esa desazón.
- ¿Estás bien, Santi? Te veo un poco nervioso. ¿Quieres beber algo? – Ella tenía un vaso con alguna especie de zumo de color oscuro dentro.- Tengo zumo de arándanos, si te apetece.
- Si, zumo está bien.
Me sirvió un vaso. Lo tomé de un trago, estaba algo fuerte, pero calmó mi garganta.
-Bueno, espero que no pienses que te iba a engañar, aquí tienes los mil euros – sacó un fajo de billetes del interior de un cajón. Lo puso en la mesa. – Yo me he sentido siempre mujer, espero que puedas entenderlo. Pero no quise renunciar a perder la capacidad de sentir placer, así que no me he operado. Y me encanta sentir placer, necesito sentir placer. Hace dos meses que no tengo sexo con nadie y estoy un poco harta. – Empezó a quitarse la chaqueta y yo me agarré al asiento un poco asustado. Tras la chaqueta, fue la blusa, que en ausencia de sujetador, dejó al aire para mi sorpresa unos pechos bonitos de tamaño medio. Bien proporcionados y con pezones oscuros y no muy grandes. Buen cirujano, pensé.
- Te ofrezco otros mil euros por un trabajito- sacó otro sobre del mismo cajón.
Raquel era una morena de pelo rizado con una cara bastante atractiva, una piel bronceada, y unos pechos bonitos. De pie y de espaldas, su falda contorneaba unas piernas fibrosas y bonitas…. Pero era un hombre. Y yo me quedé pensando en eso. Y en los dos mil euros que podía ganar esa tarde. Y me hubieran sacado de mis apuros financieros. Pero mil ya eran míos y ella tenía rabo.
-Sólo te pido que me comas un poquito- sonrió con cara de niña buena.
Empecé a sentir mucho calor en el cuerpo, quizá fuera el nerviosismo. Una idea me cruzó la cabeza. ¿Tan malo sería chupar un poco una polla? Oh, no. Ese pensamiento me trastornó. Y lo borré de mi cabeza.
-Un segundo, necesito ir al lavabo – y me levanté como un resorte de la mesa. En el baño, me eché agua fría en la nuca y en la cara. Miré mi entrepierna… Imposible, estaba empezando a tener una erección. No podía ser verdad. Yo soy heterosexual, no me gustan los rabos.
Salí del baño algo mareado y con un calor en el cuerpo terrible.
- No te preocupes, no te pasa nada malo…- dijo ella- es sólo que he puesto unas gotas de éxtasis líquido y un poco de viagra en el zumo. Es mi mezcla para el polvo perfecto.- Y se bebió su vaso.
Miré a Raquel, que totalmente desnuda a excepción de sus medias de rejilla se acercaba hacia mí. Su miembro, al igual que su piel lucía un todo ligeramente oscuro. Pero su glande era blanco. Se dedicó a desnudarme mientras me comía el cuello y la oreja. Olía a un perfume sutil pero embriagador.
Se tumbó en un diván mientras masajeaba su polla que estaba bastante morcillota por la excitación. Yo me resistía en mi interior, pero mi deseo crecía y crecía.
-Eres muy guapo, tienes unas espaldas anchas y unos brazos fuertes. Me pusiste a mil, esta mañana. Llevo todo el día pensando en que me comas.-
Yo estaba a punto de estallar, no sabía que hacer. Lo poco que quedaba de mis principios sexuales luchaba contra la idea de comerle la polla. Pero no pude más, las drogas desinhibieron mi mente por completo y mi erección se salía de orbita. Miré su cuerpo dorado otra vez mientras me acerqué hasta ella. Me puse de rodillas, y ella desde el sofá metió su pulgar en mi boca. La uña pintada de morado jugó con mis labios.
-¿Quieres comerte un rabo, cariño? ¿Tu primer rabo?-
- Si- dije –Dios, me apetece… mucho.
Me lance a darle lametones a esa polla que tenía enfrente. Recorrí su tronco en rápidos lengüetazos hasta que se puso dura como el hierro. Medía unos quince centímetros de largo pero era muy gorda. Noté el sabor del líquido preseminal cuando me metí el glande en la boca. Sabía salado y dulce a la vez. Mi mente creyó flotar. Era maravilloso sentir su miembro como se endurecía y palpitaba. Ese sabor salado y dulce me llenaba los sentidos.
Los pezones de Raquel estaban duros y sus pechos se movían cada vez que me metía esa polla en la boca. Nunca antes había comido una polla, y mi excitación de hacer algo tan prohibido y tan… bueno. Podría haberme corrido sin tocarme.
Perdí el control.
Con mi mente totalmente fuera de sí, y desinhibida hasta el límite, todo lo demás dejó de tener importancia. Perdí la noción del tiempo y los recuerdos posteriores son lagunas mezcladas con vívidos recuerdos que procederé a relatar.
Recuerdo que le pedí que me comiera a mí también y ella me dijo que eso valía mil euros, deduzco que acepté porque lo siguiente que recuerdo es estar tumbado en el sofá. Ella me estaba mamando de una forma suave y delicada mientras notaba cómo jugaba con un pequeño vibrador en mi culo. Cada vez que lo hundía en mi ano me atravesaba una oleada de placer eléctrico. Entre el roce de las terminaciones nerviosas y la próstata me estaba llevando al infinito.
Perdí el norte otra vez. Mi siguiente recuerdo fue ella cabalgándome mientras se ensartaba mis diecisiete centímetros en su estrecho culito. Sus pechos botaban suavemente y no sabía a que mirar… Si a su carita de niña mala o a su hermoso, babeante y hermoso pene.
Tras eso, nos sumimos en un 69 brutal. Yo estaba arriba y trataba de tragar lo máximo de polla que era capaz. Mientras Beatriz compaginaba una garganta profunda con las penetraciones del consolador en mi culito.
¿Quieres que te desvirgue? – dijo ella. – Serán otros mil euros.
No recuerdo lo que pasó pero lo intuyo, porque debí decir que sí. Ya que ella se encontraba tumbada en el diván y yo sobre ella. Con la punta de ese gigantesco nabo tratando de entrar en mi culito. Ella fue muy paciente, y esperó varios minutos, en los que milímetro a milímetro pude albergar su miembro. Al principio tenía cierto nivel de dolor. Mi culito era primerizo y me dolía un poco. Pero a cada bombeo fue cediendo hasta convertirse en un placer inimaginable. Me sentía “lleno”. Podría haberme corrido allí mismo, pero la viagra mantuvo mi templanza.
Empecé a cabalgarla. Cada vez que me la tragaba entera, el placer se disparaba. Era un placer rebosante y pleno. Es increíble sentirse llenado por una polla. Indescriptible. Me incline sobre ella y nos dimos unos largos besos.
Sentí marearme de placer y me eché a un lado. Mientras recuperaba la consciencia, sentí que me ponía las manos en la espalda. Y me las ató con algún tipo de cuerda. Me empujó hasta que apoyé la cara contra el sofá. Intenté levantarme. Mis rodillas se apoyaron en el sofá y ella aprovecho para clavármela de manera salvaje. Con todo su peso se apoyo sobre mí para follarme el culo brutalmente. Intenté revelarme, pero no pude. Y acabé dejándome hacer completamente.
Se aprovecho de mi posición para penetrarme a gran velocidad. Me sentí esclavo de su placer, y me encantó. Me dejé hacer hasta que ella quiso. Me dio la vuelta. Y con las manos todavía atadas me tumbó boca arriba. Subió mis piernas sobre sus hombros y volvió a penetrarme mientras me pajeaba. No tardé mucho en correrme. Llené mi vientre con grandes chorros se semen líquido. Y cuando eso sucedió, no perdí la erección, por efecto de las drogas y a excitación. Ella se echó sobre mí para introducirse mi pene y me cabalgó mientras se pajeaba. Deshizo esta postura al cabo de poco tiempo.
Se acercó a mi cara y me introdujo su majestuoso pollón en mi boca. Siguió pajeándose mientras me profanaba la boca. Pero rápidamente se retiró de mis labios. Inclinó su miembro sobre mi boca y tras dos movimientos salió un tremendo y espeso chorro de semen. Era un borbotón realmente espeso, de olor y sabor muy fuertes. Que fueron acompañados por otros dos más. Intenté escupirlos, por los remordimientos heterosexuales que me vinieron a la mente. Un poco salió por mi barbilla, pero ella me lo introdujo todo otra vez arrastrando los espesos efluvios con sus dulces uñas moradas.
- Cómete el fruto prohibido, te va a gustar.- me dijo mientras me metía la uña en la boca- bébete mi esencia y nunca me olvidarás.
Por increíble que parezca mientras sus dedos acariciaban mi boca, me lo tragué todo lentamente. Y me sentí ultra corrompido e increíblemente caliente. Tanto que me corrí otra vez. –Ahora ya eres mío- me susurró al oído.
Ya no trabajo en ese sitio. Pero veo a Raquel muy a menudo. Me he enamorado de su preciosa cara y de su cuerpo. Y a la vez necesito que me rompa el culo de vez en cuando. Espero que muchos de vosotros/as, os sintáis identificados.
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