Que absurdo resulta no tenerte en el balcón de mis llegadas,
en el sofá de las ardorosas noches que nos faltaron vivir, en la seguridad de
los te amo que acariciaron mi rostro hasta dejarme dormido en las faldas de ese
amor que derramabas sobre mi alma extasiada, en el borde de mi cama, a orillas
de mis ganas.
"La eternidad no se aplica en el amor como en el cielo", y
vaya que frase, me desangre en el campo de batalla por una guerra que me dio por
perdido apenas parida.
Que ilógico si poseo bajo la cama, un baúl repleto de húmedos
besos por sobre la barbilla, de caricias bajo la línea de la cintura, de
orgasmos amalgamados a un amor que era mutuo y era grande y era nuestro, un sin
fin de fantasías, trescientas poses y un te amo.
Que tamaño desperdicio de sentires, si en el placard de mis
esperanzas dejé escondido sobres desbordantes de fantasías y sueños con
remitente en el brillo de tus ojos, en el calor de tus humedades, si en el
frasco de mis fuerzas quedó latiendo en agonía el deseo de seguir peleando a
pesar de todo, a pesar de nada.
Que despropósito tan humillante quedarme con tantas cosas y
no tener nada, mirar a los ojos de un recuerdo y verme feliz como nunca, abrazar
al vacío entre mis brazos y aún percibir tu aroma, recostarme sobre nuestra cama
y sentir el calor de tus líneas.
Quema la nostalgia cuando el amor sobrevive en un solo pecho
y hace nido con los despojos del después, arruga a la frente de la ilusión que
envuelta en el pretérito de un te necesito se torna marchita y pierde su
esencia, quiebra la espinilla de lo que soy para dejarme caer de cara al piso
sin posibilidad de levantarme para buscarte.
Que inútil resulta emplear entre tus cosas el verbo
"extrañar" agregando "con locura", cuando bien se sabe, siempre queda algo tras
los adioses arrancados con las oxidadas y contundentes tenazas del destino que
es perro y cruel.
Tu cepillo de dientes se arrima a mi pasta dentífrica
mientras tus braguitas favoritas se entrelazan enamoradas a mis indecorosos
calcetines con más agujeros que el techo negro de la noche... el tequila golpea
el fondo de mi vaso, con la misma devoción acariciara con su áspera palma de
fuego a mi garganta sin palabras. La noche entierra a su luna en mi memoria y
tres lágrimas forman un río en mis mejillas que serán océano uno de estos días.
Que absurdo resulta no tenerte si hace apenas unas horas, el
primer llanto de nuestro gran sueño estalló de entre tus piernas con la furia de
la vida, mientras el destino que es cruel y es perro, decidió dormirte para
siempre con los pezones hinchados y la sonrisa tranquila tras un adiós que no
escuché.
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Relato: Poema (05: El Adiós Que No Escuché)
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