Muchas veces nos habíamos masturbado juntos. Yo siempre procuraba sacar la conversación sobre tías buenas, con el fin de excitar a Domingo, porque siempre que hablábamos de estos temas, yo conseguía calentarlo mucho. Y, por encima de su pantalón, a un lado de su bragueta, podía observar claramente, como aquella zona comenzaba a hincharse. Esto me gustaba mucho, pero sobre todo, me encantaba cuando él se sacaba aquel enorme pene y comenzaba a tocarse y a masturbarse al tiempo que lo hacía yo…
Domingo era un muchacho que trabajaba en nuestra pequeña empresa familiar. El tenía unos 20 años, (unos dos años más que yo), y aunque no era un chico guapo, tenía un cuerpo muy cuidado y bien proporcionado, pero su mejor atractivo lo tenía muy oculto. En cierta ocasión le observé desnudo, mientras nos bañábamos en la acequia del pueblo y me pareció un muchacho digno de competir en los certámenes de Mister Universo…
El caso es que, siempre que teníamos ocasión de quedarnos solos, yo procuraba tocar el tema de las chicas… Mi obsesión era excitarlo, porque sabía que después de esto, él siempre acababa masturbándose conmigo. Y yo disfrutaba mucho pajeándome mientras le observaba cómo manejaba aquel enorme falo y cómo botaba enormes chorros de leche.
Un día, encontrándonos solos, como de costumbre, yo me inventé una historia para que el se excitase. Le había dicho que la noche anterior había tenido un sueño en el que había conocido a una chica que estaba buenísima y que habíamos acabado en la cama. El me escuchaba muy atento y con una sonrisa muy picarona, mientras yo no dejaba de mirar hacia esa zona de su pantalón, observando cómo aquello crecía por momentos. Domingo era también muy morboso y se extasiaba escuchando estas historias. Y, aunque yo pienso que él no se las creía, le gustaba cómo yo se las relataba, dándoles un aire como de realidad. El caso es que el escuchaba muy atento.
De vez en cuando él me interrumpía para preguntar algo muy concreto; por ejemplo: si ella me había chupado la polla, o si lo habíamos hecho con condón, o si ella jadeaba y gritaba cuando se corría. Yo disfrutaba mucho apreciando su interés, pero yo creo que, en el fondo, Domingo lo que deseaba también era masturbarse delante de mi. Debo aclarar que este muchacho para nada era gay. Al menos eso pensaba yo y él siempre se comportó con mucha prudencia. Tal vez disfrutaba para sus adentros, pero él nunca lo reconoció.
Cuando ya le tenía completamente excitado, yo le proponía hacernos unas pajas, porque me encantaba ver aquel falo descomunal; grande y duro. Entonces, estando él en ese estado de excitación, yo le tocaba la polla y él me decía: "esto no está bien". Pero yo seguía tocando, mientras observaba cómo por la punta de su capullo comenzaba a brotar ese líquido pastoso pre-seminal que a mi tanto me excita…
A mi me ocurría lo mismo y, entonces, yo acercaba mi capullo y lo frotaba contra el suyo, ambos completamente lubricados… Ambos sentíamos un inmenso placer con estos tocamientos, pero él quería hacerme creer que no le gustaba, aunque yo podía ver claramente que él disfrutaba tanto como yo.
Estos tocamientos nunca traspasaron esa frontera, aunque a mi me hubiese encantado haber estado con el en la cama. Pero, estamos hablando de una época en la que estas cosas estaban muy ocultas y era muy poco habitual poder hablar de esto incluso con los amigos más cercanos. Cuando acabábamos corriéndonos, el siempre me decía: "Esto que hemos hecho no está bien y no debe volver a repetirse…" Pero al cabo de algunos días, cuando teníamos ocasión de hacerlo, siempre volvíamos a lo mismo
Con el tiempo, este muchacho se casó con una prima mía, tuvieron seis hijos y fueron muy felices. Nunca, nadie supo nada de estos encuentros, pero yo he pensado en él muchas veces y me he masturbado pensando en aquellos momentos. Yo lo he deseado a él con todas mis fuerzas, porque, además de lo bueno que estaba, es que Domingo era una persona extraordinaria. De esas personas buenas que hay por la vida, incapaces de hacer daño a nadie. Y ese era su principal atractivo.
Otra de las cosas que me gustaba de Domingo es que era un semental;. Cuando se corría, su leche salía a borbotones de su capullo. Aquello no parecía normal, pues era casi imposible que dentro de aquellos huevos descomunales, (porque eran muy grandes), hubiese tanta leche acumulada. Si esto hubiese sucedido hoy, seguro que hubiese probado aquel semen maravilloso. Pero entonces, yo todavía era un crio y estas cosas me daban cierto "repelús". Pero actualmente, uno ha superado muchos tabúes y está de vuelta de todo. Si estos encuentros se hubiesen producido en estos tiempos, hubiese mantenido con Domingo otro tipo de relación. Un contacto mucho más intimo, y seguro que nos habríamos acostado juntos en más de una ocasión. De esto han pasado ya muchos años, ambos somos ya dos personas maduras y hace muchos, muchísimos años que no he vuelto a saber nada de él.
Domingo era un muchacho que trabajaba en nuestra pequeña empresa familiar. El tenía unos 20 años, (unos dos años más que yo), y aunque no era un chico guapo, tenía un cuerpo muy cuidado y bien proporcionado, pero su mejor atractivo lo tenía muy oculto. En cierta ocasión le observé desnudo, mientras nos bañábamos en la acequia del pueblo y me pareció un muchacho digno de competir en los certámenes de Mister Universo…
El caso es que, siempre que teníamos ocasión de quedarnos solos, yo procuraba tocar el tema de las chicas… Mi obsesión era excitarlo, porque sabía que después de esto, él siempre acababa masturbándose conmigo. Y yo disfrutaba mucho pajeándome mientras le observaba cómo manejaba aquel enorme falo y cómo botaba enormes chorros de leche.
Un día, encontrándonos solos, como de costumbre, yo me inventé una historia para que el se excitase. Le había dicho que la noche anterior había tenido un sueño en el que había conocido a una chica que estaba buenísima y que habíamos acabado en la cama. El me escuchaba muy atento y con una sonrisa muy picarona, mientras yo no dejaba de mirar hacia esa zona de su pantalón, observando cómo aquello crecía por momentos. Domingo era también muy morboso y se extasiaba escuchando estas historias. Y, aunque yo pienso que él no se las creía, le gustaba cómo yo se las relataba, dándoles un aire como de realidad. El caso es que el escuchaba muy atento.
De vez en cuando él me interrumpía para preguntar algo muy concreto; por ejemplo: si ella me había chupado la polla, o si lo habíamos hecho con condón, o si ella jadeaba y gritaba cuando se corría. Yo disfrutaba mucho apreciando su interés, pero yo creo que, en el fondo, Domingo lo que deseaba también era masturbarse delante de mi. Debo aclarar que este muchacho para nada era gay. Al menos eso pensaba yo y él siempre se comportó con mucha prudencia. Tal vez disfrutaba para sus adentros, pero él nunca lo reconoció.
Cuando ya le tenía completamente excitado, yo le proponía hacernos unas pajas, porque me encantaba ver aquel falo descomunal; grande y duro. Entonces, estando él en ese estado de excitación, yo le tocaba la polla y él me decía: "esto no está bien". Pero yo seguía tocando, mientras observaba cómo por la punta de su capullo comenzaba a brotar ese líquido pastoso pre-seminal que a mi tanto me excita…
A mi me ocurría lo mismo y, entonces, yo acercaba mi capullo y lo frotaba contra el suyo, ambos completamente lubricados… Ambos sentíamos un inmenso placer con estos tocamientos, pero él quería hacerme creer que no le gustaba, aunque yo podía ver claramente que él disfrutaba tanto como yo.
Estos tocamientos nunca traspasaron esa frontera, aunque a mi me hubiese encantado haber estado con el en la cama. Pero, estamos hablando de una época en la que estas cosas estaban muy ocultas y era muy poco habitual poder hablar de esto incluso con los amigos más cercanos. Cuando acabábamos corriéndonos, el siempre me decía: "Esto que hemos hecho no está bien y no debe volver a repetirse…" Pero al cabo de algunos días, cuando teníamos ocasión de hacerlo, siempre volvíamos a lo mismo
Con el tiempo, este muchacho se casó con una prima mía, tuvieron seis hijos y fueron muy felices. Nunca, nadie supo nada de estos encuentros, pero yo he pensado en él muchas veces y me he masturbado pensando en aquellos momentos. Yo lo he deseado a él con todas mis fuerzas, porque, además de lo bueno que estaba, es que Domingo era una persona extraordinaria. De esas personas buenas que hay por la vida, incapaces de hacer daño a nadie. Y ese era su principal atractivo.
Otra de las cosas que me gustaba de Domingo es que era un semental;. Cuando se corría, su leche salía a borbotones de su capullo. Aquello no parecía normal, pues era casi imposible que dentro de aquellos huevos descomunales, (porque eran muy grandes), hubiese tanta leche acumulada. Si esto hubiese sucedido hoy, seguro que hubiese probado aquel semen maravilloso. Pero entonces, yo todavía era un crio y estas cosas me daban cierto "repelús". Pero actualmente, uno ha superado muchos tabúes y está de vuelta de todo. Si estos encuentros se hubiesen producido en estos tiempos, hubiese mantenido con Domingo otro tipo de relación. Un contacto mucho más intimo, y seguro que nos habríamos acostado juntos en más de una ocasión. De esto han pasado ya muchos años, ambos somos ya dos personas maduras y hace muchos, muchísimos años que no he vuelto a saber nada de él.
2 comentarios - Mi Primo Domingo