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Final infeliz. Relato.

Volví con más relatos y con otro nick. Que lo disfruten.

Esa noche nos habíamos tratado mal.
No quiero hablar de ese tema. No pienso que sea necesario. Pero, al final, descubrí que no puede cometer un error porque él mismo no se lo perdona.
Ya no me interesaba si estaba enamorado del barman de Zoe o en realidad lo estaba haciendo para chequear mis reacciones.
Y sí, reaccioné.
El no tiene un gramo de afeminado, pero a la hora de los celos es terriblemente femenino. Nunca pensé que nos pondríamos así. Y yo, fingiendo altura, le enrostré sus peores bajezas.
Pero no tiene sentido seguir narrando. Te imaginarás cada detalle. Tres de la mañana, autos que arrancan como si fuesen fórmula 1, timbres que suenan por minutos eternos, desprecios... ¿qué más?
Al final nos sentamos y me pidió perdón. Intuí que algo quería decir.
Me besó suave, me acarició las manos y lloramos un poco. Bueno, lloré un poco.
Me levantó casi de un abrazo y me apretó tan fuerte que creí que nunca más lo perdería.
El quería hacer el amor y yo no quería aflojar. Pero me moría de ganas.
Le dije que sería la última vez, que lo tomara como una despedida. Intenté hacerme el duro con él, pero nunca lo logré. Sus caricias me dilatan tan dulcemente que no puedo más que pedirle que se quede toda la noche conmigo.
Se sentó nuevamente, le quité la remera con olor a cigarillo y me senté de piernas abiertas sobre él. No aguantábamos la excitación que iba in crescendo. Pero en todo momento, yo procuraba mostrar dominio y frialdad.
En unos instantes me quité el pantalón elastizado que siempre uso en estas ocasiones. Tironeando, arranqué el suyo. Sus manos separaban mis nalgas, pidiendo permiso para colocar su erección. Siempre sentado sobre él, me acomodé y dejé que, muy despacito, me penetrara. Siempre lo hacíamos sin preservativo. Esa fue la primera vez que sentí miedo, a causa del barman de Zoe.
Esa posición, el abrazo, sus ojos, la posibilidad de no tenerlo más... todo junto me llevaron al más hondo orgasmo que derramé sobre su vientre casi sin darme cuenta.
Quise levantarme, pero me lo impidió. Yo quería que se fuera y ya. Pero él se estaba reservando su miel final para mí. Dentro mío.
Y así la sentí. Por última vez. El resto es ya conocido por todos.
- ¡Señoría, el acusado no dice nada del homicidio!
- ¡Silencio, por favor, silencio! Continúe.

2 comentarios - Final infeliz. Relato.

Lea26
Un Pueta
🤤 🤤 🤤