-El Doctor Domínguez quiere verlo inmediatamente.
Me dijo el gerente de personal. Fuimos a la oficina del nuevo abogado de la empresa. Entonces vimos salir llorando a la antigua secretaria Leonor.
-Desaparezca, no sabe hacer nada bien.
-Doctor Gonzalez, este es Diego.
-Diego, soy Hernán Gonzalez, vas a ser mi nuevo cadete- nos estrechamos las manos.
Entré con él a la oficina y ví al cadete del abogado anterior, Carlitos, algo pálido, y algo desnudo, salvo por el slip blanco que le marcaba muy bien el culo.
Miré contrariado al abogado y él me acercó un slip blanco muy parecido al de Carlitos.
-Este es tu nuevo uniforme. Como no hay secretaria ambos van a ser mis cadetes personales y se van a encargar de todo lo que les mande. Si me desobedecen un poco, los pongo de patitas en la calle, como a Leonor.
-Hernán- interrumpí yo.
-Hernán las tanlipes, Doctor Dominguez o Señor Hernán. Y no hablan a menos que se los pida expresamente. A cambiarse.
-Voy al baño a cambiarme... señor Hernán.
-Te cambiás acá mismo, no soporto la pérdida de tiempo.
Empecé a desvestirme. El nuevo abogado era muy exigente, con razón lo contrataron. Cuando me tocó bajarme el calzoncillo preferí darme la vuelta para no sentir sus miradas. Me puse el slip reglamentario, que se ajustaba perfectamente a mi cuerpo, y me dí vuelta. Noté una tremenda excitación en el bulto de Carlitos, que hizo que tragara saliva. Miré al frente. El Doctor Domínguez me observara de arriba abajo. Concluyó:
-Ninguno de ustedes sale de la oficina en horario de trabajo, pueden usar mi baño particular y si entra alguien se esconden detrás del escritorio, no quiero que nadie más que yo los vea así. Son mis cadetes, entendido.
-Sí señor.
-Sí señor.
Y así fue el primer día. Yo salí más temprano. Resulta que al terminar nuestro horario quiere los slips de vuelta, y si están sucios nos tenemos que quedar después de hora. Los de Carlitos tenían una mancha de leche.
Hoy encontré a Carlitos en el ascensor. Le pregunté qué le había hecho hacer el exigente y potrazo Doctor Domínguez. Lo de potrazo no se lo dije, porque no quería que supiera cuánto me gustaba este nuevo jefe. Carlitos me dijo que tuvo que lamer su propio slip para sacarle la leche, que el abogado mientras se tanteaba el trozo y cuando estuvo caliente salieron de la empresa y lo hizo engancharse un tipo. Mientras le chupaba la pija dentro de un auto el Señor Hernán los miraba por la ventanilla. Después pajeó al tipo hasta hacerle saltar la leche y lo limpió todo con la lengua. El tipo le dió $50 y él salió del auto, le dio el dinero al Doctor Dominguez y éste se enfureció porque era muy poco. Se pasó el billete por la pija, lo llenó de leche y se lo hizo tragar.
Todo eso me contó mientras llegábamos al tercer piso. Entramos a la oficina y nos pusimos nuestros slips reglamentarios. Estuve al palo todo el día, con la noticia que me dio Carlitos quería ser el próximo en quedarse después de hora. El Doctor Domínguez no me perdía de vista, me hacía ir de acá para allá con papeles y que acomode esto y aquello. Mientras hablaba por teléfono giraba en su silla y abría las piernas. Entonces le notaba el bulto en el pantalón. Él notó que yo lo estaba viendo y se puso la mano encima, para excitarme más.
Al terminar el día revisó de cerca nuestros slips y estaban los dos muy mojaditos. Me dí cuenta de que Carlitos también quería lo mismo que yo. Para competir con él iba a tener que jugar muy sucio.
-Váyanse, los dos están muy putitos hoy. Además es el cumpleaños de mi nena y quiero llegar temprano.
Carlitos y yo nos fuimos muy desilusionados, pero pensando qué hacer para ganarnos la preferencia de nuestro jefe.
El tercer día parecía ser un día normal, aunque lo normal ya no era tan interesante. Fui al baño de la oficina y me senté a leer el diario, entre otras necesidades. Para mi sorpresa el jefe entró justo en el peor momento.
-Señor Hernán, disculpe, este... yo...
-Diego ¡Qué peste! Y yo tengo que orinar sí o sí.
Me levanté pero me tomó de los hombros para que me quedara sentado. Bajó su bragueta y me ordenó que cerrara los ojos. Sentí que suspiró cuando empezó a lanzar su meo y me salpicaban gotas en la cara, después sentí un chorro cálido en el mentón y subió hasta mi frente, bajó de nuevo y recorrió mi pecho como una catarata amarilla. Mientras me meaba canturreaba una canción. Terminó, se subió el cierre, se lavó las manos y salió del baño, dejándome una calentura interna sublime.
Más tarde llegó un cliente a la oficina. Carlitos y yo corrimos atrás del escritorio para que no nos viera, pero Hernán nos hizo salir.
-Este es un cliente especial. Va a elegir a uno de ustedes para cogerlo, y no quiero que se nieguen.
Nos miró por adelante, por atrás, nos tocó un poco y al final eligió a Carlitos. Me quedé contra la pared mientras veía cómo este sujeto acomodaba a Carlitos y lo hacía inclinarse sobre el escritorio. Le palmeó las nalgas hasta dejárselas coloradas y le bajó el slip. Carlitos no decía nada. Yo también estaba callado, miraba al Doctor Hernán como se tocaba con las manos en los bolsillos. Me calentaba mucho y no sabía qué hacer para demostrárselo.
El sujeto se abrió la bragueta y dejó salir un gran pedazo, en perfecta erección. Puso mucho gel en su pija y en el culo de Carlitos y lo fue penetrando de a poco. Carlitos no se quejaba. Entonces este tipo empezó a empomarlo con más ardor y vehemencia. El culo de Carlitos estaba completamente abierto. El Doctor se acercó más para observar la cara de Carlitos, escuchar sus suaves gemidos, mientras el sujeto aceleraba el trámite, reventaba sus bolas contra las coloradas nalgas de Carlitos y suspiraba roncamente. Yo empecé a acariciarme la pija y no aguanté para hacerme una espléndida paja. Llené mi slip de leche y lo dejé así, todo pegoteado. Al fin acabó, abandonó el culo de Carlitos y lo dejó chorreando leche. Se subió el cierre, le dio un sobre a nuestro jefe y salió como si nada. Carlitos seguía en la misma posición, como en trance. El Señor Hernán me llamó y me ordenó que limpiara a Carlitos.
-Como diga Señor Hernán.
Me acerqué al ano de Carlitos y lo besé. Pasé la lengua por su raya y me tragué toda la leche que encontré. Después urgué en su oyito. Hernán se fue al baño y se encerró por quince minutos.
Al terminar el día sabíamos que estábamos empatados, pero algo tenía nervioso a nuestro inalcanzable jefe, al fin nos lo dijo.
-Lamentablemente sólo uno de ustedes dos va a seguir siendo mi cadete, el otro va a pasar al área de Contaduría.
Ho no, pésima noticia. No podía pensar en abandonar jamás esa oficina.
-Así que voy a elegir hoy mismo. Empiecen a tocarse.
Empecé a acariciar a Carlitos por las piernas, el pecho, le apretaba el culo con los dedos. Él también hacía lo mismo.
-¡Bésense!
Nos besábamos la mejilla, el mentón, la boca, al principio tímidamente, después con pasión, mordiéndonos los labios, chupándonos las bocas. Mientras miramos a nuestro jefe con devoción. Entonces para nuestra sorpresa escuchamos el ruido del cierre del pantalón de nuestro adorado Señor Hernán. Miramos hacia su bulto y lo vemos erguido y poderoso.
-Vení Diego, quiero ver cómo chupás.
Me escabullo de Carlitos y me trepo a esa pija que añoro. La meto en mi boca y la saboreo como nunca antes a otra pija. Carlitos me sigue de cerca, Hernán me sacude su glande en mi boca y busca mi garganta. No puedo mantener tanta pija en la boca, la suelto para respirar y Carlitos me la arrebata para devorarla. Con su lengua recorre los bordes sabrosos de ese glande, luego la raja llena de leche, y se la mete toda en la boca. Me aferro a las piernas del Doctor Dominguez y paso mi lengua por sus huevos. Paso la lengua por la mejilla de Carlitos y noto el bulto que le provoca tener la pija de nuestro jefe en su boca. La deja un segundo y la tomo yo, otra vez entre mis labios. No quiero soltarla. Mi jefe jadea, yo chupo con más ímpetu.
-Ponete en cuatro Diego- me ordena.
Accedo, él coloca su poronga en mi ano y lo siento entrar. Carlitos no se rinde y me besa el culo y sigue luego por mi cara y labios. Hernán ya está totalmente adentro mío y me garcha con mucha energía. Por fin siento que es mía esa pija, soy el elegido para gozar con ese trozo todos los días venideros. Entra y sale haciéndome feliz, perfora mi culo, se mueve como me lo había imaginado. Nunca me habían cogido así. Se detiene, sale sin acabar.
-Diego, ya elegí, queda Carlitos como mi único cadete.
Carlitos le ofrece el culo y el Doctor Dominguez lo penetra como recién me penetraba a mí. Salgo de la oficina y los miro. Carlitos hace gestos de placer que lo hacen irreconocibles. Mi jefe se mueve como un potro, tiene un cuerpo espectacular. Lo sigue cogiendo, lo tiene bien agarrado. Al final acaba y estoy seguro de que ese culito se ha llenado de leche caliente. Los gemidos lo confirman. Yo me llevo mi slip, como recuerdo.
Me dijo el gerente de personal. Fuimos a la oficina del nuevo abogado de la empresa. Entonces vimos salir llorando a la antigua secretaria Leonor.
-Desaparezca, no sabe hacer nada bien.
-Doctor Gonzalez, este es Diego.
-Diego, soy Hernán Gonzalez, vas a ser mi nuevo cadete- nos estrechamos las manos.
Entré con él a la oficina y ví al cadete del abogado anterior, Carlitos, algo pálido, y algo desnudo, salvo por el slip blanco que le marcaba muy bien el culo.
Miré contrariado al abogado y él me acercó un slip blanco muy parecido al de Carlitos.
-Este es tu nuevo uniforme. Como no hay secretaria ambos van a ser mis cadetes personales y se van a encargar de todo lo que les mande. Si me desobedecen un poco, los pongo de patitas en la calle, como a Leonor.
-Hernán- interrumpí yo.
-Hernán las tanlipes, Doctor Dominguez o Señor Hernán. Y no hablan a menos que se los pida expresamente. A cambiarse.
-Voy al baño a cambiarme... señor Hernán.
-Te cambiás acá mismo, no soporto la pérdida de tiempo.
Empecé a desvestirme. El nuevo abogado era muy exigente, con razón lo contrataron. Cuando me tocó bajarme el calzoncillo preferí darme la vuelta para no sentir sus miradas. Me puse el slip reglamentario, que se ajustaba perfectamente a mi cuerpo, y me dí vuelta. Noté una tremenda excitación en el bulto de Carlitos, que hizo que tragara saliva. Miré al frente. El Doctor Domínguez me observara de arriba abajo. Concluyó:
-Ninguno de ustedes sale de la oficina en horario de trabajo, pueden usar mi baño particular y si entra alguien se esconden detrás del escritorio, no quiero que nadie más que yo los vea así. Son mis cadetes, entendido.
-Sí señor.
-Sí señor.
Y así fue el primer día. Yo salí más temprano. Resulta que al terminar nuestro horario quiere los slips de vuelta, y si están sucios nos tenemos que quedar después de hora. Los de Carlitos tenían una mancha de leche.
Hoy encontré a Carlitos en el ascensor. Le pregunté qué le había hecho hacer el exigente y potrazo Doctor Domínguez. Lo de potrazo no se lo dije, porque no quería que supiera cuánto me gustaba este nuevo jefe. Carlitos me dijo que tuvo que lamer su propio slip para sacarle la leche, que el abogado mientras se tanteaba el trozo y cuando estuvo caliente salieron de la empresa y lo hizo engancharse un tipo. Mientras le chupaba la pija dentro de un auto el Señor Hernán los miraba por la ventanilla. Después pajeó al tipo hasta hacerle saltar la leche y lo limpió todo con la lengua. El tipo le dió $50 y él salió del auto, le dio el dinero al Doctor Dominguez y éste se enfureció porque era muy poco. Se pasó el billete por la pija, lo llenó de leche y se lo hizo tragar.
Todo eso me contó mientras llegábamos al tercer piso. Entramos a la oficina y nos pusimos nuestros slips reglamentarios. Estuve al palo todo el día, con la noticia que me dio Carlitos quería ser el próximo en quedarse después de hora. El Doctor Domínguez no me perdía de vista, me hacía ir de acá para allá con papeles y que acomode esto y aquello. Mientras hablaba por teléfono giraba en su silla y abría las piernas. Entonces le notaba el bulto en el pantalón. Él notó que yo lo estaba viendo y se puso la mano encima, para excitarme más.
Al terminar el día revisó de cerca nuestros slips y estaban los dos muy mojaditos. Me dí cuenta de que Carlitos también quería lo mismo que yo. Para competir con él iba a tener que jugar muy sucio.
-Váyanse, los dos están muy putitos hoy. Además es el cumpleaños de mi nena y quiero llegar temprano.
Carlitos y yo nos fuimos muy desilusionados, pero pensando qué hacer para ganarnos la preferencia de nuestro jefe.
El tercer día parecía ser un día normal, aunque lo normal ya no era tan interesante. Fui al baño de la oficina y me senté a leer el diario, entre otras necesidades. Para mi sorpresa el jefe entró justo en el peor momento.
-Señor Hernán, disculpe, este... yo...
-Diego ¡Qué peste! Y yo tengo que orinar sí o sí.
Me levanté pero me tomó de los hombros para que me quedara sentado. Bajó su bragueta y me ordenó que cerrara los ojos. Sentí que suspiró cuando empezó a lanzar su meo y me salpicaban gotas en la cara, después sentí un chorro cálido en el mentón y subió hasta mi frente, bajó de nuevo y recorrió mi pecho como una catarata amarilla. Mientras me meaba canturreaba una canción. Terminó, se subió el cierre, se lavó las manos y salió del baño, dejándome una calentura interna sublime.
Más tarde llegó un cliente a la oficina. Carlitos y yo corrimos atrás del escritorio para que no nos viera, pero Hernán nos hizo salir.
-Este es un cliente especial. Va a elegir a uno de ustedes para cogerlo, y no quiero que se nieguen.
Nos miró por adelante, por atrás, nos tocó un poco y al final eligió a Carlitos. Me quedé contra la pared mientras veía cómo este sujeto acomodaba a Carlitos y lo hacía inclinarse sobre el escritorio. Le palmeó las nalgas hasta dejárselas coloradas y le bajó el slip. Carlitos no decía nada. Yo también estaba callado, miraba al Doctor Hernán como se tocaba con las manos en los bolsillos. Me calentaba mucho y no sabía qué hacer para demostrárselo.
El sujeto se abrió la bragueta y dejó salir un gran pedazo, en perfecta erección. Puso mucho gel en su pija y en el culo de Carlitos y lo fue penetrando de a poco. Carlitos no se quejaba. Entonces este tipo empezó a empomarlo con más ardor y vehemencia. El culo de Carlitos estaba completamente abierto. El Doctor se acercó más para observar la cara de Carlitos, escuchar sus suaves gemidos, mientras el sujeto aceleraba el trámite, reventaba sus bolas contra las coloradas nalgas de Carlitos y suspiraba roncamente. Yo empecé a acariciarme la pija y no aguanté para hacerme una espléndida paja. Llené mi slip de leche y lo dejé así, todo pegoteado. Al fin acabó, abandonó el culo de Carlitos y lo dejó chorreando leche. Se subió el cierre, le dio un sobre a nuestro jefe y salió como si nada. Carlitos seguía en la misma posición, como en trance. El Señor Hernán me llamó y me ordenó que limpiara a Carlitos.
-Como diga Señor Hernán.
Me acerqué al ano de Carlitos y lo besé. Pasé la lengua por su raya y me tragué toda la leche que encontré. Después urgué en su oyito. Hernán se fue al baño y se encerró por quince minutos.
Al terminar el día sabíamos que estábamos empatados, pero algo tenía nervioso a nuestro inalcanzable jefe, al fin nos lo dijo.
-Lamentablemente sólo uno de ustedes dos va a seguir siendo mi cadete, el otro va a pasar al área de Contaduría.
Ho no, pésima noticia. No podía pensar en abandonar jamás esa oficina.
-Así que voy a elegir hoy mismo. Empiecen a tocarse.
Empecé a acariciar a Carlitos por las piernas, el pecho, le apretaba el culo con los dedos. Él también hacía lo mismo.
-¡Bésense!
Nos besábamos la mejilla, el mentón, la boca, al principio tímidamente, después con pasión, mordiéndonos los labios, chupándonos las bocas. Mientras miramos a nuestro jefe con devoción. Entonces para nuestra sorpresa escuchamos el ruido del cierre del pantalón de nuestro adorado Señor Hernán. Miramos hacia su bulto y lo vemos erguido y poderoso.
-Vení Diego, quiero ver cómo chupás.
Me escabullo de Carlitos y me trepo a esa pija que añoro. La meto en mi boca y la saboreo como nunca antes a otra pija. Carlitos me sigue de cerca, Hernán me sacude su glande en mi boca y busca mi garganta. No puedo mantener tanta pija en la boca, la suelto para respirar y Carlitos me la arrebata para devorarla. Con su lengua recorre los bordes sabrosos de ese glande, luego la raja llena de leche, y se la mete toda en la boca. Me aferro a las piernas del Doctor Dominguez y paso mi lengua por sus huevos. Paso la lengua por la mejilla de Carlitos y noto el bulto que le provoca tener la pija de nuestro jefe en su boca. La deja un segundo y la tomo yo, otra vez entre mis labios. No quiero soltarla. Mi jefe jadea, yo chupo con más ímpetu.
-Ponete en cuatro Diego- me ordena.
Accedo, él coloca su poronga en mi ano y lo siento entrar. Carlitos no se rinde y me besa el culo y sigue luego por mi cara y labios. Hernán ya está totalmente adentro mío y me garcha con mucha energía. Por fin siento que es mía esa pija, soy el elegido para gozar con ese trozo todos los días venideros. Entra y sale haciéndome feliz, perfora mi culo, se mueve como me lo había imaginado. Nunca me habían cogido así. Se detiene, sale sin acabar.
-Diego, ya elegí, queda Carlitos como mi único cadete.
Carlitos le ofrece el culo y el Doctor Dominguez lo penetra como recién me penetraba a mí. Salgo de la oficina y los miro. Carlitos hace gestos de placer que lo hacen irreconocibles. Mi jefe se mueve como un potro, tiene un cuerpo espectacular. Lo sigue cogiendo, lo tiene bien agarrado. Al final acaba y estoy seguro de que ese culito se ha llenado de leche caliente. Los gemidos lo confirman. Yo me llevo mi slip, como recuerdo.
1 comentarios - El Abogado del Diablo